«La digitalización es un gran concepto, pero no puede dejar a nadie atrás»

Durante los meses más duros de la pandemia, Bureta, un pequeño pueblo aragonés de 200 habitantes, fue una de esas localidades que se llenaron de turistas nacionales. Esta novedad, sumada a la belleza de su paisaje, le llevó a protagonizar numerosos programas de televisión, lo que llamó la atención de Víctor Pardo, un informático de 42 años, y su mujer, cuando lo vieron desde el sofá de su casa en Zaragoza capital. Las ganas de cambiar la ciudad por el pueblo llevaban años sobrevolando sus cabezas y fue precisamente Bureta el que inclinó la balanza. Hicieron las maletas y se fueron con su hijo de cinco años. Gracias a Holapueblo, iniciativa del Grupo Red Eléctrica, AlmaNatura y Correos que atrae nuevos pobladores con perfil emprendedor a zonas rurales con baja densidad demográfica, Víctor pudo abrir un negocio pionero en la comarca: un servicio de reparación informática a domicilio. Desde su nuevo hogar (que aún están construyendo), relata su historia a la vez que reflexiona sobre uno de los grandes retos del mundo rural: la digitalización.

Cada hora el mundo rural pierde cinco habitantes, lo que supone un riesgo extremo para numerosas comarcas que ven desaparecer la poca gente que las sostiene. Sabiendo la realidad del mundo rural, ¿en qué momento (y por qué) decidís hacer las maletas e iros al pueblo?

Antes de mudarnos, yo llevaba desde 2006 haciendo páginas web y posteriormente gestionando un servicio informático de reparación. También tuve un bar de noche. Era una vida bastante cansada. Llevábamos tiempo queriéndonos ir a un pueblo, pero nunca acabábamos de decidirnos. Hasta que llegó la pandemia y, con ella, los ERTES. Fue entonces cuando dimos con Bureta y nos decidimos a comprar una casa allí.

¿Cómo fue esa adaptación a la nueva vida rural? Sobre todo, ¿cómo lo vivió vuestro hijo? Pasó de un colegio convencional a un colegio rural agrupado.

Ha ido bien, aunque a veces eche de menos el otro colegio. Pero aquí tiene una atención mucho más personalizada y una cercanía mayor a la naturaleza. No tienes que estar todo el rato pendiente de él, tiene más libertad.

¿En qué punto se encuentra ahora mismo tu negocio? ¿Qué servicios estáis ofreciendo para una necesidad como es la del acceso a una tecnología digna? (Y a dónde esperáis llegar)

Mi idea era volver a la reparación informática y ahora tengo mi propia empresa. Me dedico a hacer reparaciones informáticas a domicilio en Bureta y en el resto de pueblos de la comarca (14 en total). Acabamos de empezar, como quien dice, pero mi servicio va bien. Siempre recuerdo cuando trabajaba en la ciudad y venía gente desde los pueblos a arreglar el ordenador porque allí no tenían opción alguna. Yo busco evitar esos desplazamientos.

«Nosotros nos vemos aquí en Bureta ya para toda la vida»

Además, hago cualquier tipo de instalación informática que me pidan y doy cursos y clases particulares para los vecinos en el Ayuntamiento. Resolvemos todo tipo de dudas, desde cómo recuperar una cuenta de correo electrónico hasta los pasos a seguir para obtener el certificado covid telemáticamente; y enseñamos los cuidados básicos para protegerse de ciberataques. Uno de mis principales objetivos es intentar que la brecha digital en el mundo rural se reduzca, al menos un poco.

Ante esta incipiente brecha que mencionas, tu perfil es fundamental.  ¿Qué crees que está aportando tu proyecto a la vida y la economía de Bureta y, por ende, a la estabilidad del entorno rural?

A la economía de momento, poco, porque tenemos que crecer más. Cuando lo hagamos, espero generar varios puestos laborales. A nivel local, sí que es cierto que siempre estoy ayudando a los vecinos. En cualquier momento, en cualquier lugar. Sin ir más lejos, el otro día cambié el tóner del colegio porque no llegaba el técnico.

Desde mi experiencia, para el pueblo es una maravilla poder contar con informáticos cerca y es que, además, somos tres personas más que se suman al padrón. Ahora mismo, en Bureta hay 220 habitantes y el 70% son mayores de 60 años. En el colegio solo hay 10 niños menores de 12 años y otros dos más mayores.

Sin embargo, ni en el ámbito urbano ni en el rural el emprendimiento está exento de dificultades. ¿Cuáles son las principales trabas que te encontraste al arrancar con él?

Para empezar, los tiempos son completamente diferentes. En muchas ocasiones me ha dado la sensación de que es como un ‘ya lo haremos’ continuo, tanto a nivel vecinal como de Ayuntamiento. Pero no es algo inherentemente negativo: es otro ritmo de vida. También influye la burocracia. Al fin y al cabo, aquí el alcalde es agricultor y dedica el tiempo que puede al consistorio.

El principal problema son las conexiones. He tenido que contratar 4G porque el internet de cable se cae continuamente y no puedo permitírmelo con el trabajo que tengo, ya que me obliga a estar conectado 24 horas y no puedo tener mi negocio caído durante 7 horas hasta que vuelve internet.

A nivel personal, me gustaría destacar un problema que considero endémico en Aragón, pero también en otras comunidades: es muy difícil encontrar información del pueblo en internet. De algunos no hay manera de saber si tienen colegio, de otros si cuentan con farmacias y centro sanitario, o si hay casas en venta. Dar toda esta información básica es una auténtica gymkana. Al final, con eso solo se consigue sumar desinformación y desanimar a la gente que quizá esté buscando mudarse.  ¿Cómo puede ser posible, por ejemplo, que haya pueblos con páginas web donde no salga absolutamente nada?

¿Por qué crees que pasa esto?

No creo que sea un problema de dinero, sino de que no se están ejecutando bien las cosas. Al final, actualizar los datos online es complicado y para ello se necesita cultura digital. Si queremos atraer gente al pueblo, hay que cambiar esto.

No cabe duda de que la pandemia se ha presentado como una oportunidad histórica para repensar la digitalización de los pueblos, una revolución tecnológica que se antoja fundamental de cara a poder garantizar la inclusión –educativa, sanitaria, social, cultural…– de todos los habitantes en las sociedades del futuro. ¿Cómo concibes esa reconstrucción digital del mundo rural?

En primer lugar, se debe facilitar el conocimiento digital fomentando cursos sobre tecnología e internet. Lo que no se puede hacer es decirle de la noche a la mañana a una persona de 60 años, que no ha tocado un ordenador en su vida, que tiene que pedir las citas del médico con una app en el móvil y utilizando un pin intransferible. O deshacerte de todos los cajeros automáticos y obligarle a hacer los ingresos por internet. Es complicarle la vida a gente que no tiene ni idea de cómo funciona la tecnología.

Esta es una responsabilidad de las instituciones, que deben vender internet como algo fácil y seguro para que la gente se sienta motivada a aprender. En el mundo rural todavía hay personas que ni siquiera confían en las tarjetas de crédito. Y no hablo de gente mayor: hablo de chavales de 20 años. No vale decir ‘venga, para mañana quiero que hagáis de deberes estos cinco ejercicios con la tablet’; hay que enseñar cultura digital. Pero, claro, ¿a quién le preguntas estas dudas en un pueblo? El concepto de la digitalización es estupendo, pero no puede quedar nadie atrás.

«Uno de mis objetivos es intentar que la brecha digital en el mundo rural se reduzca»

Por otro lado, la mejora de las telecomunicaciones es urgente. Tendría que estar obligada por ley: si una compañía quiere poner su antena, debe garantizar al menos un 90% de cobertura. ¿Cómo puede ser que en pleno 2021 todavía haya que estar haciendo malabarismos para conseguir una raya de cobertura?

La iniciativa de Holapueblo pretende conectar a personas que desean hacer realidad sus proyectos de emprendimiento en una zona rural con pueblos dispuestos a acogerles como nuevos vecinos con el objetivo de revertir la despoblación. Echando la vista atrás, ¿cómo dirías que fue el proceso de selección para vosotros? 

La verdad es que lo vi de casualidad cuando estaba buscando orientación para implementar mi negocio en el pueblo. No llegué a entrar a la primera porque la convocatoria ya había cerrado. Sin embargo, cuando me cogieron a la siguiente, yo ya tenía hecha la selección del pueblo por lo que pudimos centrarnos en las tutorías con expertos, que se enfocaron más en el ámbito del negocio y el contacto directo con el Ayuntamiento.

El proceso constaba de cinco sesiones: la primera se centraba en cómo construir un nuevo proyecto de vida en el pueblo; la segunda en buscar ese pueblo; otra profundizaba en el perfil laboral para ayudarnos a elegir bien nuestro nicho y saber cómo enfocar el negocio y el resto versaban sobre cómo montar una empresa de cero –los trámites, las gestiones legales…–. Lo mejor es que, aunque las tutorías eran particulares, la iniciativa tenía toda una plataforma online montada con un foro donde los participantes podíamos intercambiar nuestros conocimientos y opiniones, ayudándonos entre unos y otros. La verdad es que la gente que entra en el proyecto es muy activa y está dispuesta a echar una mano en todo lo que sea posible.

¿Crees que esta iniciativa puede contribuir de forma definitiva a resolver una problemática tan compleja como la de la despoblación?

Si lo piensas, por cada edición de Holapueblo son más de 30 participantes al año, cada uno con una idea de negocio. Si todos salen adelante, es una contribución importante para la lucha contra la despoblación. Otra cosa es que a lo mejor tengas la idea un poco borrosa y te cueste más, pero yo creo que sí que ayuda. Lo veo genial para quien no tenga muy claro qué proyecto llevar a cabo. Es verdad que yo vengo con un bagaje de autónomo de más de 20 años y tengo experiencia, pero si en su día, cuando estaba empezando, me hubieran descubierto Holapueblo podría haber avanzado mucho más rápido.

Lo cierto es que, hasta hace relativamente poco, la gente abandonaba el pueblo en busca de oportunidades laborales. Ahora muchos buscan volverse huyendo de grandes aglomeraciones para dar con una vida más tranquila. ¿Estamos ante el cambio definitivo que revertirá la despoblación?

Solo se revertirá si se invierte en ello. No económicamente, que también, sino con cosas simples. Por ejemplo, con ayuntamientos interesados en que venga gente a su pueblo y trabajen por ello creando un listado de casas vacías y ayudando a venderlas, actualizando toda la información necesaria para quien se quiera mudar. Hay que vender muy bien la localidad, tener una página en condiciones con fotos de verdad que invite a la gente a estar ahí. En todos los pueblos hay cientos de actividades culturales y hay que hacerlas visibles. Yo he hecho ya más cosas relacionadas con la cultura aquí en Bureta que en Zaragoza. Un pueblo no es aburrido.

En resumen, hay fórmulas para atraer habitantes. Es importante orientar a los emprendedores, dar nociones de qué negocios se necesitan en los pueblos. Y, por supuesto, acabar con los desiertos de educación: no puede concebirse ya que un niño tenga que hacerse todos los días 50 minutos de bus para llegar al instituto solo por el hecho de que viva en el mundo rural.

Quedan ya pocos días para que acabe 2021. ¿Qué propósitos tenéis para 2022?

Acabar nuestra reforma y asentarnos ya del todo para poder enfocarnos bien en el negocio y alcanzar definitivamente a todos los pueblos de la comarca. Nosotros nos vemos aquí para toda la vida –si no, no hubiéramos venido–. Con este negocio u otro, pero la idea es quedarnos aquí para siempre.