A pesar de los esfuerzos extremadamente complejos, la actual administración norteamericana parece haber logrado un hito que parecía imposible: establecer las pautas concretas de un plan para lograr que en el año 2050 casi la mitad de la electricidad provenga de energía solar–actualmente es alrededor del 3%–. El logro, en realidad, no solo beneficiará a Estados Unidos sino a toda la humanidad ya que la superpotencia, al fin y al cabo, es aún el segundo mayor emisor de CO2 del planeta, tan solo por detrás de China.
La fecha elegida para la aplicación de este plan no es accidental. Los estadounidenses pretenden alcanzar una economía neutra en carbono –es decir, emitir la misma cantidad de gases de efecto invernadero que sea posible absorber por parte del planeta– para el año 2050. Ambas acciones van en consonancia con el resto de la política climática diseñada por el nuevo gobierno, como el descenso de emisiones en metano –en un 30% por debajo de los niveles de 2020 para el año 2030– o la consecución de una red energética nacional completamente limpia para el año 2035.
Al menos 30 de los 50 Estados se han fijado un porcentaje mínimo de energía de origen renovable
Una de las últimas órdenes ejecutivas es reveladora en este sentido: la mitad de los coches nuevos vendidos en Estados Unidos en el año 2030 deberán ser eléctricos o de emisiones cero. Estos primeros pasos, si bien parecen ser tímidos, confirman la tendencia surgida tiempo atrás: los millones de toneladas de dióxido de carbono emitidos a la atmósfera por parte del país llevan una dirección evidentemente descendente desde al menos el año 2010. Y es que en los últimos diez años las emisiones de CO2 del país norteamericano se han reducido pasando de 5.571,8 megatoneladas a 4.535,3.
La neutralidad, no obstante, tan solo será un objetivo realizable siempre que se apueste con decisión por las energías renovables, tal como señalan los distintos grupos científicos. En términos macroeconómicos, las metas parecen lo suficientemente claras como para pensar que esta apuesta ya se está perfilando, y es que, según la Casa Blanca, para 2030 se deberían haber reducido en un 50% los niveles de emisión de gases de efecto invernadero con relación a 2005. Algunos agentes sociales van incluso más allá: hasta 13 grandes compañías públicas han enviado una carta a la Casa Blanca apoyando el recorte de emisiones en un 80% por debajo de los niveles de 2005 para el año 2030.
La mitad de los coches nuevos vendidos en Estados Unidos en el año 2030 deberán ser eléctricos o de emisiones cero
La cuestión requiere máxima urgencia: para el año 2100, incluso reduciendo drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, las muertes relacionadas con el calentamiento global podrían ascender hasta las 26.000 anuales (actualmente son alrededor de 12.000). La inacción, sin embargo, sería fatal: dichas cifra podría ser de 100.000.
Al lado de los costes humanos, por tanto, los costes económicos, aunque elevados, palidecen. La administración norteamericana prevé invertir hasta tres billones y medio de dólares en un plan general de infraestructuras que apoye la transición hacia una energía limpia, las diversas políticas para combatir el cambio climático, la implementación del vehículo eléctrico en la sociedad y la jubilación de los combustibles fósiles. Además, al menos 30 de los 50 Estados ya han establecido un porcentaje mínimo de energía eléctrica de origen renovable.
Las medidas, tomadas en su conjunto, ofrecerían un fuerte impulso para cumplir el límite señalado en el Acuerdo de París; es decir, ayudarían a mantener el aumento de la temperatura alrededor de 1,5ºC en relación con los niveles preindustriales. Estados Unidos, así, pasaría de ser uno de los países más contaminantes del planeta a reducir su huella de carbono a un nivel casi imperceptible. No es casual: todas las inversiones dispuestas para la energía verde conllevan a su vez la creación de múltiples puestos de trabajo y la promoción de una industria y una tecnología modernas y no-contaminantes.