Kokota, la isla que regresó a la vida

A lo largo de la costa de Tanzania, una serie de islas se disponen paralelas al continente africano. Como si fueran los coloridos eslabones de una cadena, el archipiélago de Zanzíbar sitúa sus islotes uno debajo de otro, protegiendo a modo de barrera el segundo punto más oriental del país. Este archipiélago, que cuenta con aproximadamente un millón de habitantes, es hoy un ejemplo inesperado en la lucha climática. Y lo es gracias a una de sus islas más pequeñas: Kokota, con un kilómetro cuadrado de extensión y 500 habitantes.

Replantar (y revivir)

Esta minúscula isla africana siempre había visto subsanada su frágil existencia por su dependencia de los recursos naturales, entre los que se incluían los árboles. Poco a poco, sin embargo, la vida en la isla cambió: la llegada del siglo XXI a Kokota conllevó la deforestación de su territorio y, con este, el agotamiento de sus núcleos de pesca y la sequía de los ríos más importantes de la zona. De pronto, su medio millar de habitantes se vio privado de alimentos y de agua, los dos componentes básicos para el establecimiento –y mantenimiento– de la vida humana. No solo eso: el cambio climático comenzó a azotar las costas de la isla mediante el aumento del nivel del mar, lluvias erráticas y un blanqueamiento –a causa del estrés– de los arrecifes de coral.

En Kokota un 80% de los isleños que hoy se dedican a tareas relativas a la sostenibilidad ha visto crecer sus ingresos

Kokota, que pertenece y depende de la isla de Pemba, ejemplifica cómo luchar contra una amenaza tan global como la crisis climática. Desde 2008, la isla ha realizado potentes esfuerzos de reforestación, y ha construido sistemas de recolección y aprovechamiento del agua de lluvia. Estas acciones han mejorado especialmente la calidad de vida de los habitantes: el agua, por ejemplo, no solo sirve para beber y cocinar, sino también para plantar unos árboles que, a su vez, dan frutos; estos, posteriormente, se comen o bien se utilizan sus semillas con fines comerciales. Así, la rueda que mueve la economía y la sociedad vuelve a girar de nuevo.

Aunque aún queda trabajo por hacer –como la reconstrucción de los manglares costeros–, hoy es posible afirmar sin titubeos que tanto Pemba como Kokota se han beneficiado de esta reforestación masiva. La iniciativa les ha permitido recuperar lo perdido e incorporar nuevos cultivos y plantas. Tal y como indican las estimaciones, un 80% de los isleños que hoy se dedican a tareas relativas a la sostenibilidad ha visto crecer sus ingresos. Según la organización Community Forest International, el de este archipiélago es hoy un ejemplo global para las comunidades más empobrecidas (y, por tanto, con un mayor riesgo). Al fin y al cabo, «las islas son un microcosmos que representan la totalidad del planeta».

Espejos donde mirarse

No es el único ejemplo de cómo adaptarse al cambio climático. De hecho, más allá de los sistemas de reconstrucción y reforestación, miles de lugares alrededor de todo el planeta comienzan a prepararse para resistir a los efectos más perniciosos del cambio climático con anterioridad a su impacto. Esta prevención ayuda no solo a evitar la dureza del golpe, sino que también facilita la posterior reconstrucción en caso de ser necesaria.

El parque eólico de Nueva Caledonia permite evitar la quema de más de 2.000 toneladas de petróleo cada año

El caso de Reunión es evidente. La región ha creado arrecifes artificiales y pasillos ecológicos para preservar los ecosistemas marinos y terrestres. Más allá de proteger la biodiversidad, esta medida ayudará a sostener la economía local y mantener agua apta para su uso.

En la República de Vanuatu, situada en una isla del Pacífico Sur, los vientos de 320 kilómetros por hora originados por el ciclón Pam en 2015 destruyeron numerosas infraestructuras, causando restricciones de agua y cortes en las telecomunicaciones; y su magnitud y virulencia, llegó a desplazar a más de 3.000 personas. La isla ha ganado resiliencia gracias a la instalación de turbinas eólicas retráctiles que en caso de fuertes vientos se anclan al suelo. Una vez pasado el temporal, se despliegan de nuevo, reanudando la producción de electricidad.

Este caso ha sentado un precedente en Nueva Caledonia, también en el Pacífico Sur. Allí, han instalado un parque eólico a prueba de ciclones que funciona a través de torres abatibles. Este sistema minimiza los devastadores efectos de los ciclones y evita la quema de más de 2.000 toneladas de petróleo cada año necesarias para la generación de energía.

Ejemplos que demuestran que, mediante la tecnología o no, aún es posible combatir el cambio climático.