Con cada temporada, la industria de la moda presenta nuevas colecciones para los siguientes meses. Sobre la pasarela de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, que se ha celebrado recientemente en la capital, se han podido ver nuevos estilos y nuevas interpretaciones que marcarán tendencia en las calles de todo el mundo.
Sin embargo, el hecho de que las tendencias sean tan fugaces es la base de un problema. La industria de la moda potencia así un elevado consumo y condena a sus productos a un ciclo de vida muy corto. Como recuerdan en el estudio La transformación sostenible del sector textil, elaborado por KPMG, cada año se tiran a la basura 800.000 toneladas de ropa, y de ellas, cada prenda ha sido usada únicamente una media de 15 veces. A nivel global, el sector textil es el responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero y del 30% de todos los residuos plásticos que hay en los océanos.
El consumidor medio tiene hoy un 60% más de prendas que hace una década, según datos de la ONU
Comparando los hábitos del presente con los del pasado más cercano, se confirma ese impacto. Cada persona usa hoy un 60% más de prendas que hace una década, según datos de la ONU, una cifra tan elevada que ha llevado ya a que aparezcan comportamientos como el köpskam (vergüenza por comprar, en sueco), un movimiento crítico con la compra de prendas nuevas y que aboga por el reciclaje, o alquiler de ropa. Como explicaba Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya, hablando sobre la aparición de este término, su existencia «se deriva de la necesidad de hacer entender a la industria que su producción debe ser sostenible».
En un momento en el que la conciencia medioambiental es más elevada que nunca y en el que se aspira a potenciar la economía circular y a reducir el despilfarro de recursos, la moda empieza a hacer un viraje más que necesario. Los consumidores buscan cada vez más moda sostenible y respetuosa con el entorno, pero también la propia industria textil ha ido asumiendo esos compromisos como uno de sus valores fundamentales. La propia Mercedes-Benz Fashion Week Madrid definía su esencia en la presentación de esta última edición hablando de «elegancia en el diseño» pero también de sostenibilidad, apuntando por «un desarrollo sostenible como único camino posible».
Moda diversa e inclusiva
Si hace unos años las marcas de moda sostenible eran pequeñas compañías emergentes, ahora el compromiso se ha convertido en algo generalizado. No solo marcas especializadas como Ecoalf, Thinking Mu o Lindissims, entre muchas otras, se centran en ser respetuosas con el entorno. Gigantes como H&M, Mango o Inditex cuentan con colecciones verdes o con sistemas de recogida de prendas usadas y trabajan para diseñar tiendas más ecológicas. Igualmente, los principales fabricantes de la industria de la moda se han vinculado al Reto de Algodón Sostenible 2025.
En general, la moda sostenible intenta ser lo más respetuosa posible durante todas las fases de producción y comercialización. Esto supone prestar atención a las materias primas o al impacto que tienen sus fábricas en el medio ambiente, pero también pagar salarios justos a sus plantillas, incentivar el reciclaje de prendas o educar a los consumidores sobre los comportamientos más sostenibles.
La industria de la moda también ha dado pasos de gigante en términos de inclusión y diversidad en los últimos años
Los compradores ya apuestan por marcas verdes, por prácticas como la reutilización o el alquiler de prendas o por conocer con detalle la letra pequeña de cómo se han hecho sus prendas favoritas. También se muestran cada vez más sensibilizados ante otras cuestiones responsables sobre la moda. Como recuerdan los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la ONU, la sostenibilidad no implica únicamente ser verde. A la par, supone preocuparse por la brecha social o por la igualdad de género, entre otras muchas cuestiones para lograr un mundo más justo.
Así, la industria de la moda también ha dado pasos de gigante en términos de inclusión y diversidad en los últimos años. Muchas compañías no solo han abandonado prácticas comerciales en las que se cosificaba a las mujeres, sino que han introducido cuerpos diversos entre las modelos que presentan sus productos. En general, los cuerpos no normativos son cada vez más habituales en las campañas y las cadenas de moda han ido ampliando las tallas disponibles en tiendas para reflejar en sus expositores la diversidad real.