Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible –aquellas metas con las que Naciones Unidas pretende modelar el futuro del planeta– se encuentran algunas de las ideas más loables marcadas por la humanidad en su conjunto: el fin de la pobreza, el hambre cero, el desarrollo de la salud y el bienestar, la expansión de una educación de calidad o la igualdad de género. A priori cabría pensar que todas ellas son un listado hecho para los líderes políticos, para su encargo exclusivo; nada más lejos de la realidad: la confección de esta lista, que en total cuenta con 17 objetivos, se ha hecho pensando también –en algunos casos, incluso principalmente– en las corporaciones. Son ellas, hoy, quienes recogen gran parte de las expectativas de alcanzar estas metas. No solo porque las empresas son uno de los actores fundamentales de la sociedad, sino porque la ciudadanía reconoce, cada vez más, su habilidad para hacer frente a los retos de nuestro siglo.
Por primera vez en 20 años las empresas son consideradas las instituciones más confiables de la sociedad
Esta potencia para actuar se refleja, por tanto, en las exigencias hechas a las propias compañías. Hoy no solo basta con ofrecer buenos servicios o productos: el impacto en la sociedad debe serpositivo; las corporaciones han de tener los valores adecuados. Y la dirección, hasta el momento, parece especialmente positiva. Según datos de la consultora Edelman, por primera vez en 20 años las empresas son consideradas las instituciones más confiables de la sociedad; se alzan hoy, por tanto, como unas de las grandes hacedoras del futuro.
Una nueva época
La importancia que adquiere el rol de las corporaciones parece, así, cada vez más evidente. Ninguna compañía duda en utilizar términos como transparencia, inclusión, ética y derechos humanos. Esta actitud se recoge también en la mayoría de las empresas a través de lo que se conoce como Transformación Social Competitiva, cuyo objetivo doctrinal pasa por desarrollar un modelo más próspero, responsable y social. Esta es, hoy, una de las principales puntas de lanza contra los grandes desafíos sociales de nuestros países: no solo reporta beneficios a la ciudadanía en su conjunto, sino que ayuda a las compañías a ir un paso más allá en unos compromisos absolutamente necesarios; lo social, al fin y al cabo, pasa por ser parte inseparable de la estrategia corporativa. Estos valores no solo recogen algunas de las acciones más urgentes –como, por ejemplo, la descarbonización–, sino también aquellas que, en ocasiones, pasan desapercibidas. Es el caso, por ejemplo, de los programas de promoción del talento o las becas para el estudio.
Más de la mitad de la población del planeta confía en que los CEO lideren el cambio social
Los dirigentes de las compañías, al fin y al cabo, poseen una responsabilidad no solo con el resto de su corporación, sino con el conjunto de la sociedad, de la que son parte fundamental. Algunas métricas, muestran que más de la mitad de la población del planeta confía en que los CEO –esto es, los dirigentes de más alto nivel– lideren el cambio social. «Estas expectativas hacen que la Alta Dirección y los Consejos de Administración tengan que centrarse en el compromiso con la sociedad con el mismo rigor, consideración y energía que emplean para obtener beneficios», señaló recientemente Beatriz Corredor, presidenta del Grupo Red Eléctrica, durante las Jornadas de Sostenibilidad 2021 celebradas en el Museo Nacional Reina Sofía. De hecho, tal como recalcaba la directiva, «beneficio e impacto están cada vez más íntimamente ligados». Esto no es, ni mucho menos, sorprendente: solo la confianza parece atraer hoy a los consumidores, lo que crea –cada vez más– un círculo cerrado de consumo responsable. En este sentido, Mónica Chao, directora de Sostenibilidad de IKEA y presidenta de WAS, quien también intervino en las jornadas, recalcó que «para que realmente se produzca una transformación sostenible tiene que llegar a la mayoría de las personas» y aseguró que esa accesibilidad «tiene que venir con lo que nosotros llamamos affordability», es decir, sin que las personas tengan que plantearse grandes cambios en su vida.
Para conseguir avances en esta dirección, no obstante, es importante saber dónde se puede situar una compañía en un primer momento. En este sentido, el clúster de impacto social de Forética, formado por algunas de las grandes empresas del país, reveló que un 90% de las compañías de la agrupación consideran como positiva la medición del impacto social no solo en cuanto a la gestión externa, sino también en relación a la organización interna de las compañías. El comportamiento ético –no solo con los demás, sino con todo aquello que nos rodea– ha dejado de ser una opción; es, en definitiva, una nueva forma de vida.