Las bicicletas no son solo para el verano

La bicicleta es un modo de transporte tradicional (se inventó en el siglo XIX), y es muy común en zonas rurales de España. Un uso que se intensifica especialmente  durante los meses de verano, momento en que este tipo de vehículos inundan los puertos de montaña con deportistas ávidos de adrenalina o  las calles de los pueblos como forma alternativa de transporte. Sin embargo, la bicicleta cada vez gana mayor protagonismo en las apuestas por una movilidad más sostenible en las grandes ciudades, donde el reparto modal actual lo encabeza el vehículo privado y otros medios más contaminantes, menos saludables y más peligrosos.

En 2020 se vendieron en España más de un millón y medio de bicicletas nuevas, un 24,1% más que en el año anterior

Es el caso de España, donde el pasado mes de junio se presentó la hoja de ruta que se seguirá para el fomento de la bicicleta como medio de transporte activo: la Estrategia Estatal por la Bicicleta. Y es que, a pesar de nuestro clima mediterráneo, que favorece el uso de este tipo de vehículo, España se queda a la cola en porcentaje de uso en comparación con los países europeos vecinos. Según los datos del Barómetro de la Bicicleta en España 2019, elaborado por la Dirección General de Tráfico y la Red de Ciudades por la Bicicleta, la media diaria española de uso de la bicicleta es del 3,5%, mientras que, según recoge el último Eurobarómetro, la media diaria europea en 2014 ya se situaba en el 8%.

Pese a ello, los datos de los últimos años en nuestro país son mucho más halagüeños para las dos ruedas: 2020 fue el año en el que —posiblemente como consecuencia de la pandemia— el uso de la bicicleta despegó en España, con más de millón y medio de bicicletas nuevas vendidas (un aumento del 24,1% respecto a 2019). Por ello, ahora es más necesario que nunca apostar por la infraestructura necesaria, por la interconectividad entre diversos medios de transporte y por las subvenciones y ayudas para aquellos que deseen desplazarse sobre sillín.

Con el objetivo de que el transporte activo (aquel que implica un esfuerzo físico) gane terreno al vehículo privado, se ha iniciado una reconfiguración de los modelos de ciudad actuales, apostando por urbes mucho más accesibles y cercanas. De hecho, dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, la movilidad activa aparece como uno de los ejes principales y aúna cerca de 3.000 millones de euros para la creación de zonas de bajas emisiones, iniciativas de movilidad peatonal y la promoción del uso de la bicicleta.

La bicicleta como motor de transformación de las ciudades

Existen tres ejes fundamentales en la construcción de la Estrategia Estatal de la Bicicleta: la seguridad de las personas, que vuelve a las bases de la movilidad; la interdependencia entre la sostenibilidad, social, económica y medioambiental; y la cada día más necesaria conectividad, en sus dos vertientes: la digitalización del sector de la movilidad y la conectividad multimodal del territorio. Para ello, se van a impulsar acciones alrededor de cinco prioridades: avanzar en la movilidad sostenible a través de un cambio modal a la bicicleta; promover la vida saludable mediante la movilidad activa; aprovechar el potencial del cicloturismo; fomentar y proteger el ocio y el deporte en bicicleta; y la coordinación en la acción del Estado en el impulso de la bicicleta.

La bicicleta funciona como mecanismo de transformación de las ciudades, haciéndolas más justas, seguras y limpias

Y es que la bicicleta es un verdadero motor en la transformación de las ciudades, con beneficios que empiezan por la movilidad urbana y pasan la garantía de una mayor autonomía de ciertos sectores de la población, como pueden ser adolescentes y la tercera edad; o la igualdad de género, garantizando una movilidad menos dependiente económicamente y más flexible.

Además, este medio de transporte es una oportunidad excelente para el desarrollo económico y social de ciertos territorios a través de nuevas modalidades de turismo que se mantienen en línea con las pautas marcadas en materia de sostenibilidad. Así, el cicloturismo permite una diversificación y desestacionalización del turismo, a la vez que permitiría dinamizar territorios con un alto valor ecológico y cultural, pero de difícil acceso a través de otras opciones como el coche o la moto.

Este tipo de iniciativas llegan en un momento en el que parece que la ciudadanía está dispuesta a hacer el cambio. Según el informe El Sector de la Bicicleta en Cifras 2019 de la Asociación de Marcas y Bicicletas de España, en 2018 y 2019 el número de bicicletas vendidas representó un importe superior a 3.500 millones de euros.

En definitiva, impulsar el uso de la bicicleta refuerza la noción de la movilidad como un derecho fundamental de los ciudadanos, y como un elemento integrador y de desarrollo social y económico, en línea con otros proyectos como el Plan Europeo de la Bicicleta, publicado en mayo de este mismo año. Son este tipo de políticas, integrales y con una visión holística, las que se hacen necesarias frente a los retos que plantea nuestra época.