Nuestras ciudades serán el escenario de la lucha contra el cambio climático durante las próximas décadas y que triunfemos en nuestros objetivos dependerá en gran medida de cómo nos movamos en ellas. La movilidad urbana es uno de los principales generadores de emisiones de CO2 a la atmósfera. Concretamente produce 35,1 millones de toneladas de CO2, de los que el 75,5% procede de los coches, por lo que su correcta gestión es clave para la actual crisis climática.
El pasado mes de abril se aprobó en el Senado la que será la primera ley española que busque frenar las causas y mitigar las consecuencias de la crisis climática: la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Este proyecto de ley tiene como uno de sus pilares el fomento de una movilidad sin emisiones, poniendo especial atención en la transición hacia un modelo donde el vehículo privado deje de depender de combustibles fósiles (el transporte supone el 68% del crudo consumido) potenciando el coche eléctrico. Este impulso se materializa en facilidades para la adquisición de este tipo de vehículos y la transformación de nuestro parque móvil mediante incentivos económicos o mayor número de puntos de recarga, entre otras medidas.
Ahora bien,la movilidad sostenible pasa también por volver a considerar al peatón como actor central del tablero y facilitar modos de transporte no motorizados.Medidas menos llamativas, como peatonalizaciones o creación de nuevas tarifas en el transporte público, terminan por ser el núcleo de los planes que promueven un nuevo tipo de movilidad en la ciudad, como el caso de los Planes de Movilidad Urbana Sostenible que han adoptado diversas ciudades y municipios españoles. Devolver la ciudad al peatón y recuperar itinerarios hasta ahora copados por los vehículos privados es esencial para una correcta articulación urbana: la eliminación de barreras arquitectónicas en las aceras que dificulten o interrumpan el trayecto, la creación de plataformas únicas (acerados al mismo nivel que la carretera), la ampliación de los carriles bici, o una correcta comunicación de posibles cortes o incidentes, a través de medios digitales, son medidas que fomentan el movimiento del peatón y las bicicletas.
Recuperar el ‘derecho a la ciudad’
El derecho a la ciudad defiende la capacidad que cada persona tiene de participar y transformar nuestras ciudades, pero para ello hace falta que podamos movernos por ellas, habitarlas, y participar en sus procesos. La mejor forma de vivir la ciudad es a través de sus espacios públicos.
El fomento de una mayor equidad social a través del derecho a la ciudad entre todos sus habitantes, independientemente de su lugar de residencia o nivel socioeconómico, encuentra en el transporte público su principal forma de acción. Para el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), un transporte público eficaz es sinónimo de una gestión eficiente y sostenible del sistema de movilidad urbano. Asimismo, permite reducir la congestión de nuestras calles y las emisiones, lo que lo convierte en una alternativa que mejora la calidad de vida en nuestras ciudades y fomenta el desarrollo económico. Por ello, es necesario que se apueste por un transporte público asequible y de calidad, con una correcta articulación de los nodos y recorridos (a través de la creación de intercambiadores en centros estratégicos, creación de carriles bus, unificación de tarifas, etc.).
Por otro lado, en los últimos años, las modalidades de movilidad compartida han estado en auge ya que se han presentado como una alternativa flexible y económica. Desde el alquiler de coches compartidos en la ciudad, hasta la planificación de rutas al trabajo de los empleados de una misma compañía. Sin embargo, este tipo de modalidad compartida privada corre el riesgo de verse afectado por el actual escenario de pandemia. Se hace necesario, entonces, una correcta gestión e implementación de medidas sanitarias que permitan dar continuidad a los aspectos positivos que ofrece esta alternativa.
Todas estas medidas, correctamente gestionadas e implementadas, conforman el modelo de la movilidad urbana intermodal, que conjuga el uso de medios de movilidad blanda, es decir, aquellos que no usan un vehículo a motor, con el uso de vehículos de cero emisiones o compartidos. El coche eléctrico es una de las principales medidas que podemos adoptar en un futuro inmediato para reducir las emisiones, pero es necesario contemplar otro tipo de opciones para una visión integrada de la movilidad urbana que nos permita un cambio de modelo para unas ciudades más justas y sanas.