Bilbao es, hoy, una de las mejores ciudades europeas en cuestiones de movilidad. Así lo interpreta la Comisión Europea, que le acaba de conceder el Premio de Seguridad Vial Urbana. La implantación de la limitación de movilidad hasta los 30 km/h ha sido fundamental para ello, convirtiéndose en la primera ciudad de más de 300.000 habitantes en todo el mundo en aplicar esta medida. No es algo repentino: en 2018 la ciudad ya redujo el límite de velocidad por primera vez en casi el 90% de sus vías.
Según el concejal de Movilidad y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Bilbao, Alfonso Gil, «una movilidad sostenible implica hacer de las ciudades espacios más competitivos, convirtiéndolas en localidades con un potencial superior para superar la crisis actual». Las medidas tomadas tienen, en general, un objetivo sencillo: calmar el tráfico. Según el concejal, solo así será posible que «los diferentes modos que utilizamos los ciudadanos para movernos, como el zapato, la bicicleta, el transporte público e, incluso, la distribución urbana de mercancías, coexistan».
En la ceremonia de entrega de los premios, la comisaria de Transportes de la Unión Europea, Adina Vălean, recalcó la necesidad de construir «un sistema de movilidad inteligente y resistente para las generaciones futuras». Eso es exactamente lo que parece haber conseguido hasta el momento la ciudad vasca. El tráfico no solo se reduce, hoy, para facilitar la comunicación y el transporte. Medidas como esta son fundamentales a la hora de reducir la contaminación atmosférica e incluso la contaminación sonora, frecuentemente olvidada, en pos de una solución contra el cambio climático.
Una estrategia total
La limitación de la velocidad, no obstante, no es la única medida efectiva para solucionar estos problemas y así lo saben en la capital vizcaína. Es por ello que esta acción se complementa con otras medidas fundamentales para la obtención de un efecto real: el establecimiento de ejes peatonales continuos y seguros y la creación de caminos escolares y de zonas estanciales en torno al centro de todos los barrios que componen Bilbao. Frente a otras ciudades europeas de tamaño similar —véase Malmö o Liubliana—, la capital vizcaína concentra más de la mitad del porcentaje total de la movilidad en el tráfico a pie. El coche, de hecho, no supera el 10% a este respecto.
Algo que ha quedado demostrado en el ejemplo bilbaíno es que para la evolución progresiva en la movilidad son fundamentales no solo las acciones coercitivas, sino también la acción pedagógica dirigida hacia la ciudadanía. Si lo que se pretende es cambiar los hábitos sociales, la comunicación es elemental: uno debe conocer no solo el castigo impuesto, sino por qué este se articula. Esta razón es la que se halla detrás del debate público que se ha originado en la ciudad en torno a esta cuestión. Los habitantes de Bilbao no han sido actores pasivos al uso, sino que en cierto sentido se han revelado como figuras activas, ya que tal como explica el concejal, «si no escuchas, no vale».
El Plan de Movilidad Urbana Sostenible bilbaíno refleja con claridad las prioridades del consistorio para el futuro. Así, si bien los pasos dados hasta ahora son fundamentales, el desarrollo de una convivencia urbana aún no ha terminado. Es por ello que dentro del plan se incluyen desde la recuperación de nuevos espacios en los barrios, a incluir la perspectiva de género en todas las acciones de movilidad. Evidentemente, en este contexto también se promueve el transporte público, con objetivos como la reordenación de líneas de autobuses o la tarifa única para el uso de esta clase de transporte. La movilidad general, de hecho, funciona como una máquina dependiente del encaje de todos sus engranajes, lo que hace revisar incluso la necesidad de ciertos semáforos y sus ciclos de espera.
Con un objetivo más ambicioso que supera con creces las metas establecidas por la Comisión Europea, la urbe pretende reducir con todo este gran conjunto de medidas sus emisiones para 2030 en un 50% con respecto a 2012. Una declaración de intenciones para un futuro que promete ser, ante todo, de color verde. No sorprende, así, que la ciudad sea la mejor valorada de España en términos de movilidad urbana. Eso es lo que al menos señala Greenpeace en su Ranking de Movilidad Urbana. La organizacióninterpreta esta clase de movilidad como una herramienta no solo para mejorar la vida de los ciudadanos, sino para luchar, desde la distancia, contra el cambio climático y la vida de la biodiversidad.