Los niños que no pueden ser niños

“Por un nuevo amanecer de esas vidas / todos debemos poner lo que nos toca / Su futuro depende de nosotros / Terminemos con el trabajo infantil”. Con estos versos, el grupo francés Kids United New Generation hace un llamamiento en contra de una realidad todavía muy presente y más cercana de lo que pensamos: el trabajo infantil. Con el mensaje de la canción Take a Stand, el grupo recuerda al mundo que 2021 es el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil y que, con las crisis sanitaria y económica actuales, se hace más necesario que nunca atajar esta vulneración de derechos de los menores que, por desgracia, aún no ha quedado en el pasado. Y es que152 millones de niños y niñas siguen sometidos al trabajo infantil en todo el planeta, aunque en la última década se haya conseguido reducir en un 38%. De ellos, según Unicef, 72,5 millones ejercen alguna de las peores formas de trabajo infantil, entre las que se encuentra la esclavitud, la trata, el trabajo forzoso o el reclutamiento para conflictos armados.

152 millones de niños y niñas siguen sometidos al trabajo infantil en todo el planeta

Para entender cómo impacta en la vida de los más pequeños el trabajo infantil, primero es necesario comprender qué es exactamente y sus implicaciones. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), no todas las tareas que un menor realiza deben ser consideradas trabajo infantil. Y recuerda que “la participación de los niños o los adolescentes en trabajos que no atentan contra su salud y su desarrollo personal ni interfieren con su escolarización se considera positiva”. La ayuda que prestan a sus familias en el hogar, la colaboración en un negocio familiar o las tareas que realizan fuera del horario escolar o durante las vacaciones para ganar dinero ayudan, según la OIT, al desarrollo de los menores, al bienestar de la familia y a prepararse para ser miembros productivos de la sociedad en la edad adulta. Teniendo esto en cuenta, este organismo de Naciones Unidas define el trabajo infantil como todo aquel “que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”. En sus formas más extremas, además, los menores son sometidos a situaciones de esclavitud y se ven separados de sus familias y expuestos a peligros y enfermedades graves. La OIT recuerda que, incluso, se ven “abandonados a su suerte en calles de grandes ciudades, con frecuencia a una edad muy temprana”. 

Las organizaciones internacionales lo tienen claro: la mayoría de menores que se ven forzados al trabajo precoz lo hacen en el sector agrícola. Sin embargo, Unicef alerta de que hay millones de niñas trabajando como sirvientas domésticas y asistentas del hogar sin sueldo y que, ellas, son «especialmente vulnerables a la explotación y el maltrato». Los datos de las circunstancias más terribles de trabajo infantil son demoledores:  1,2 millones de niñas y niños son víctimas de trata; 5,7 millones lo son de la servidumbre por deuda u otras formas de esclavitud; 1,8 millones, de la prostitución o la pornografía; y más de 300.000 menores son reclutados como niños soldados en conflictos armados que no cesan. 

Según Unicef, 72,5 millones de menores ejercen alguna de las peores formas de trabajo infantil

Por regiones, Asia y el Pacífico suspenden a la hora de proteger a los más pequeños del trabajo infantil. Allí, 127,3 millones de niños y niñas de entre 5 y 14 años son trabajadores. Esto es, el 19% de los menores de la región trabajan. En África subsahariana, alrededor de 48 millones de niños trabajan: casi uno de cada tres menores de 15 años es activo económicamente, lo que supone el 29% del total. Por su parte, en América Latina y el Caribe, cerca de 17,4 millones de niños y niñas tienen trabajo, es decir, un 16% de los niños y niñas de la región se ven sometidos a trabajo infantil. En Oriente Medio y África del Norte el porcentaje es del 15% de los menores de la región. Las economías más desarrolladas no se libran: 2,5 millones de niños trabajan en ellas. Y 2,4 millones lo hacen en las economías en transición. 

Ahora, en plena pandemia y con una crisis económica mundial que amenaza con no tener precedentes, los cierres de las escuelas y las situaciones familiares de muchos menores ponen en el punto de mira los avances conseguidos. Porque, como asegura Francesco d’Ovidio, encargado del Servicio de Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo de la OIT, “el apoyo a la erradicación del trabajo infantil hoy es más importante que nunca, pues la crisis de la covid-19 amenaza con revertir los logros de años”. Por eso, Naciones Unidas hace un llamamiento claro en este Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil: que los Gobiernos, las empresas, el tercer sector y la sociedad civil se unan para luchar contra esta lacra que pone en jaque el derecho a la infancia. Ahora, es el momento de pasar de los compromisos a la acción.