Los tomates son para el verano

La sostenibilidad ha llegado a nuestras vidas no como un concepto más, sino como el eje sobre el que debe girar el futuro a medio y largo plazo de nuestra especie. Bajo la etiqueta de sostenible, etimológicamente relativa a la perpetuidad en el presente sin por ello hipotecar el futuro, todas las actividades del día a día pueden ser revisadas y optimizadas desde un prisma mucho más amable con el planeta. Ocurre con aspectos más amplios como la movilidad, la tecnología o el sistema productivo, pero también con comportamientos de menor escala como puede ser el simple hecho de hacer la compra.

Consumir de manera responsable consiste en fijarse bien a la hora de integrar los principios de sostenibilidad en los procesos y decisiones de la compra, teniendo en cuenta especificaciones, requisitos y criterios compatibles con la protección del medio ambiente y la sociedad en su conjunto. Esto implica prestar atención a los envases, planificar y revisar lo que hay en casa antes de añadir a la cesta o mostrar preferencia por los productos a granel. Son algunos pasos de cara a llenar el carro de la compra de la manera más amable posible con el medio que nos rodea.

En primavera, una cesta de la compra responsable con el medio ambiente puede tener desde frutas como la fresa o el melocotón hasta verduras como la lechuga y el tomate

En un país como España, donde existe una gran diversidad de alimentos, hay otra cuestión clave: apostar por productos de temporada y, en particular, por las frutas y verduras correspondientes para cada estación, recogidas en su punto exacto de maduración natural y cuya agricultura asociada ha respetado los tiempos y formas del territorio y su entorno. Esto evita el uso de fertilizantes y productos artificiales enfocados al consumo masivo, y los alimentos conservan mejor sus propiedades nutricionales, el sabor y sus aromas al no haber sido cultivados en un invernadero.

Dadas las condiciones meteorológicas de la península ibérica, no es difícil componer un calendario equilibrado enfocado al consumo de frutas y verduras según la estación del año, para las que hay un sinfín de productos. Véase el caso, por ejemplo, del invierno. A priori se trata de la estación con las condiciones más adversas para el mundo vegetal, sin embargo, son alimentos de esta temporada frutas como el caqui, el plátano o la manzana y verduras como las alcachofas, las berenjenas o el calabacín.

Pasada la época invernal llega el turno de la primavera. En este momento del año, una cesta de la compra responsable con el medio ambiente puede tener desde frutas como la fresa, el melocotón o la sandía hasta verduras como la lechuga, el tomate o las cebollas, todas ellas garantes de una dieta equilibrada sin dar la espalda por ello al planeta. Ocurre lo mismo en verano, con cerezas, melones o ciruelas como frutas preferentes y calabazas, pepinos o zanahorias por parte de las hortalizas. Incluso en otoño, una época a caballo entre los últimos atisbos de calor y el comienzo del frío, las frutas de temporada ofrecen la posibilidad de elegir entre uvas, membrillos y mandarinas, y verduras como espinacas y puerros.

Concienciarse de la importancia de apostar por este tipo de productos de temporada y respetar los tiempos marcados por la naturaleza es tan evidente como los beneficios que ello tiene para la salud

Concienciarse de la importancia de apostar por los productos de temporada y respetar los tiempos marcados por la naturaleza es tan necesario como los beneficios que ello tiene para el planeta en general. Por este motivo, desde numerosas instituciones se ha potenciado este tipo de consumo responsable. Un ejemplo es La Plataforma Verde, una tienda online creada por la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur) e impulsada por Redeia, que vende frutas, verduras y otros productos alimenticios de granjas familiares regentadas por mujeres y ubicadas en la Comunidad de Madrid. La distribución se hace exclusivamente a hogares de la comunidad autónoma y los productos son, obviamente, de temporada.

Salvaguardar el futuro es un reto que se guía por términos macroeconómicos, pero se decide en las pequeñas cosas del día a día. Solo con la implicación de la sociedad a todos sus niveles será posible asentar un cambio del que los principales beneficiados no serán otros que las personas.