“Los pueblos indígenas son una extensión de la naturaleza, y la naturaleza es una extensión de nosotros”. Una frase que revela una realidad incuestionable. ¿La autora? Samela Awiá, uno de los rostros jóvenes del ambientalismo amazónico, y descendiente del pueblo Sateré-Mawé. Esta brasileña de 24 años, comunicadora y artesana además de estudiante de biología, se ha dedicado como tantos otros activistas a denunciar la deforestación del Amazonas –considerado como el ‘pulmón del planeta’– y ha defendido que los mejores protectores del inmenso tesoro natural que ahí se resguarda son los pueblos originarios. Samela es parte de la generación que puede ser la última con la posibilidad de frenar lo que no pocos científicos han tildado de ‘un cataclismo medioambiental’: sin el Amazonas, la catástrofe será irremediable.
En 2021 el Amazonas perderá 860.000 hectáreas, superficie similar Puerto Rico
Unas semanas antes de que se celebrara la COP26, el Proyecto de Monitoreo de la Amazonas Andina (MAAP) –una iniciativa de la organización Conservación Amazónica, y apoyada por la Agencia Espacial Europea, y NORAD, la agencia noruega para la cooperación y el desarrollo– publicó un informe con una preocupante predicción: cuando acabe este año el Amazonashabrá perdido más de 860.000 hectáreas, una superficie equivalente a la de Puerto Rico Estamos hablando de un fenómeno que afecta aparentemente a tres países, Brasil, Perú y Colombia (de los que sólo el primero es responsable del 79% de esa deforestación), pero que en realidad pone en riesgo a toda la población del planeta.
Entonces, ¿quién puede proteger y recuperar esos hábitats naturales? La respuesta es simple: quienes allí han vivido desde tiempos ancestrales, porque, como indica Samela, “ellos dependen de la biodiversidad para sobrevivir; son parte de la naturaleza y ésta es parte de ellos. No están motivados por la codicia que motiva la destrucción ambiental”.
Evidencias de una sostenibilidad milenaria
En junio de este año, una investigación publicada en el diario científico Proceedings of the National Academy of Sciences (Estados Unidos) reveló que los pueblos indígenas amazónicos hicieron un uso sostenible de los recursos naturales del Amazonas durante 5.000 años, antes de la llegada de los europeos. Principalmente, el estudio exponía que no se encontraron evidencias de que los pueblos originarios hubieran talado o quemado sus tierras causando daños irreparables en el medio ambiente como los que vemos en la actualidad. Y concluyó que los primeros habitantes de la Amazonia Occidental de Perú convivían con las selvas de una manera sostenible, formando parte del mismo entorno.
Por otro lado, el informe ‘Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques’ de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), evidenció que los bosques de América Latina y el Caribe, custodiados por comunidades indígenas, “contienen casi el 30% del carbono almacenado en los bosques de América Latina y el 14% del carbono de los bosques tropicales de todo el mundo”. Además de sus bosques, el informe destaca como ejemplo que “los territorios indígenas de Brasil tienen más especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que todas las áreas protegidas del país fuera de estos territorios”.
Protectores ancestrales en defensa de la naturaleza
Desde hace décadas, los indígenas han tenido que emigrar a zonas urbanas, debido a la sobreexplotación de los recursos de sus tierras. En la Amazonia brasileña, muchos pueblos originarios aún están presentes en el 13% del territorio, pero la presión por parte de los grandes intereses ganaderos y de la explotación de la selva amenaza su supervivencia.
Durante 5.000 años los pueblos originarios del Amazonas convivieron de manera sostenible con el entorno, hasta la llegada de los europeos
Aunasí, quienes allí resisten el embiste del capitalismo más salvaje, se aferran a la defensa de los ecosistemas y la biodiversidad porque se consideran parte de lo mismo. “La emergencia medioambiental no sólo es para nosotros. Pedimos a los gobiernos del mundo que nos ayuden a proteger nuestro territorio, que es también el territorio de la humanidad. Porque si la selva amazónica desaparece, morirá gente en todas partes, así de simple”, declaró José Gregorio Díaz Mirabal, líder venezolano del pueblo amazónico Kurripako en el congreso mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en Marsella, en septiembre de este año. Él es el coordinador de la COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica) que representa a más de dos millones de personas pertenecientes a nueve organizaciones indígenas. “Esto es riqueza para Estados Unidos, Europa, Rusia y China, pero es pobreza para nosotros”, también dijo Díaz Mirabal, en referencia a la explotación de uranio, oro y petróleo en la zona.
Sin duda, la conservación de los bosques es una piedra angular para la solución a la crisis medioambiental. Y los esfuerzos no sólo pueden quedar a nivel gubernamental. Los grupos indígenas forman parte indiscutible de la solución. Esa es la opinión de Gretel Aguilar, CEO de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Durante las Jornadas de Sostenibilidad 2021 del Grupo Red Eléctrica de Madrid, sostuvo: “hay que hacer un esfuerzo especial para incluir a los grupos marginados y, sobre todo, para que las mujeres, los jóvenes, las comunidades locales y los pueblos indígenas participen en las inversiones que pongan en práctica soluciones basadas en la naturaleza. De esta manera tendremos una verdadera recuperación económica duradera que contribuya al bienestar humano y a reducir la desigualdad y las presiones sobre el planeta”.
¿Cuál es la solución para llegar a 2050 con una perspectiva optimista sobre el futuro de todos en el planeta? La respuesta sigue siendo compleja, pero la participación de quienes, desde tiempos ancestrales, han hecho de las selvas en América Latina un hábitat y un ecosistema resulta imprescindible en la ecuación.