El matrimonio infantil es todo matrimonio formal o unión informal entre un menor de 18 años y un adulto u otro menor y es considerado por la Organización de Naciones Unidas como un tipo de matrimonio forzado. Aun así, sigue formando parte de la vida de muchas niñas y niños en el mundo.
La infancia y la adolescencia son dos etapas determinantes en el desarrollo de cualquier ser humano, ya que a esas edades empezamos a dar forma a la hoja de ruta que vamos a seguir para convertirnos en personas adultas. Sin embargo, esto sólo puede cumplirse si nos dejan vivir nuestra infancia y adolescencia en toda su plenitud, algo que no es posible para aquellas personas que son obligadas a contraer matrimonio siendo todavía menores. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cada año 12 millones de niñas son forzadas a casarse, lo que supone que su desarrollo se frene en seco, a la vez que su salud y su seguridad son puestas en peligro.
En 2014, la Asamblea General de la ONU adoptó la primera resolución sobre el matrimonio infantil precoz y forzado y un año más tarde, todos los estados miembros votaron a favor de que la erradicación de esta grave vulneración a los derechos de la infancia se convirtiera en una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para el año 2030. Por eso, en 2016 UNICEF y la UNFPA pusieron en marcha el Programa Mundial para Acelerar las Medidas Encaminadas a Poner Fin al Matrimonio Infantil.
Este programa ha sido impulsado principalmente en los 12 países donde la práctica es más elevada: Bangladesh, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, India, Mozambique, Nepal, Níger, Sierra Leona, Uganda, Yemen y Zambia. Sin embargo, cabe destacar que se producen matrimonios y uniones infantiles tempranas y forzadas en todo el mundo, incluyendo países occidentales como Estados Unidos, Reino Unido o España. Por tanto, es una lacra que debe combatirse de forma global.
La mayoría de organizaciones implicadas en acabar con esta situación coinciden en que una de sus causas principales es la arraigada desigualdad de género todavía existente en gran parte del mundo, que hace que a las mujeres no se les reconozca el derecho a tomar decisiones sobre sus propias vidas. Esto explica que el problema afecte de una forma mucho mayor a las niñas que a los niños, ya que la tasa del matrimonio infantil de los menores varones equivale a tan solo una quinta parte de la tasa de las niñas, según UNICEF.
La tasa del matrimonio infantil de los menores varones equivale a tan solo una quinta parte de la tasa de las niñas, según UNICEF
No obstante, el matrimonio infantil es un problema con muchos otros orígenes, entre los cuales se cuentan la falta de recursos y oportunidades educativas, el acceso limitado a la asistencia sanitaria y la fuerte influencia de algunas costumbres y tradiciones, que acaban haciendo que muchas familias opten por casar a sus hijas a una edad temprana, pensando que de este modo están garantizándoles un futuro mejor tanto a sus hijas como al resto de la familia.
En muchos países, la pobreza también es una condición inseparable de esta situación. De hecho, casi el 40% de las niñas en los países más pobres del mundo son obligadas a casarse, el doble del promedio mundial. Y ese porcentaje podría verse agravado por las crisis humanitarias causadas por conflictos armados y la violencia, el cambio climático y por brotes de enfermedades, tal como pasó en su día con la pandemia de COVID-19.
En el momento en que una niña se convierte en esposa, la infancia se acaba de golpe para ella. Con frecuencia, estas jóvenes se quedan embarazadas cuando su cuerpo aún no se ha desarrollado por completo, lo que puede suponer muchas complicaciones para su salud y la de su futuro bebé. Además, en algunos países el matrimonio supone pasar a formar parte de la familia del marido y, en muchas ocasiones, eso las aísla y aleja de su propia familia, de sus amistades y de la comunidad. Todo ello deja en ellas unas profundas heridas psicológicas, que pueden acabar desembocando en trastornos de estrés postraumático, baja autoestima, depresión y ansiedad.
Las niñas que contraen matrimonio antes de cumplir los 18 años corren un mayor riesgo de sufrir violencia doméstica y tienen menos probabilidades de seguir asistiendo a la escuela
Pero el matrimonio infantil no solo es un problema de carácter social, ya que a la larga se convierte también en un problema económico para los países en los que se practica. Según UNICEF, las niñas que contraen matrimonio antes de cumplir los 18 años corren un mayor riesgo de sufrir violencia doméstica y tienen menos probabilidades de seguir asistiendo a la escuela, lo que hace que las posibilidades de prosperar sean menores tanto para ellas como para su descendencia, perpetuando la situación de pobreza en la que viven estas familias y a la vez, dificultando aún más la capacidad de estos países para proporcionar una mejor asistencia educativa y sanitaria a su población.
Por lo que respecta al marco legal, Amnistía Internacional informa de que la Convención de los Derechos del Niño recomienda que todos los países firmantes fijen los 18 años como edad mínima para contraer matrimonio y la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer recoge que este tipo de uniones no tendrán efecto jurídico. Pero en la práctica, estos acuerdos y convenciones entran en conflicto con las leyes y tradiciones de los países en los que más se practica y, en consecuencia, los acuerdos internacionales acaban pasándose por alto.
Aunque es importante que los países legislen en contra del matrimonio infantil, la realidad nos deja claro que la ley por sí sola no será capaz de acabar con una práctica tan arraigada socioculturalmente. El matrimonio infantil debe ser abordado desde múltiples prismas de forma simultánea.
Desde 2014 hasta hoy, los avances han sido significativos: si hace diez años 1 de cada 4 niñas eran obligadas a casarse, en la actualidad la proporción ha descendido a 1 de cada 5 niñas. Pero aún estamos muy lejos de llegar a cero: en la actualidad, cada tres segundos una niña contrae matrimonio en contra de su voluntad. Una de cada tres niñas en el mundo se va a casar antes de cumplir 18 años y el 14% de las niñas de países en vías de desarrollo se casarán antes de cumplir los 15 años. Y ante esta realidad, es necesario plantear nuevas estrategias en las que más allá de los gobiernos, se tenga en cuenta a los principales afectados por esta práctica: las niñas.
En los últimos años, los esfuerzos del Programa Mundial impulsado por UNICEF y la UNFPA se han encaminado a brindar un apoyo efectivo a las jóvenes en situación de riesgo de contraer matrimonio a través formación en competencias para la vida, educación sexual y el fomento de la asistencia escolar. Garantizar el derecho a la educación y a la información de estas niñas es quizá una de las medidas más contundentes que se pueden tomar, porque nadie mejor que ellas conoce su contexto. Tomar sus inquietudes, opiniones y propuestas en consideración puede ser, sin duda, una buena estrategia para acelerar el avance hacia la eliminación total del matrimonio infantil.