“Nos hemos desconectado mucho del mundo natural y vivimos en un entorno egocéntrico, explotando nuestro entorno solo para nuestro bien. Nos adentramos en la naturaleza y saqueamos sus recursos”. Esta frase no pertenece a un científico, tampoco a un filósofo: forma parte del discurso que pronunció el actor Joaquin Phoenix al recoger su Oscar a mejor actor protagonista en la pasada ceremonia de entrega de premios que celebra la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos cada año en Hollywood. De esta manera, Phoenix denunciaba ante cientos de actores, directores y productores la situación de emergencia climática en la que nos encontramos y recordaba que -igual que la culpa- la responsabilidad de frenar y revertir esta situación es compartida.
Pero sería injusto afirmar que la industria cinematográfica ha hecho oídos sordos a lo que es ya el mayor desafío del siglo XXI. Desde hace unos años, el mundo del cine se ha hecho eco de esta amenaza y ha impulsado soluciones tanto a través de la gran pantalla como desde detrás de las cámaras. Porque, aunque cueste imaginarlo, la industria cinematográfica es altamente contaminante. Un ejemplo revelador es el del negocio del cine en California que, según un estudio realizado por el Instituto de la Universidad de California (UCLA) para el Medio Ambiente, es el más contaminante del estado, por encima incluso de la industria aeroespacial y la textil.
Afortunadamente, los tiempos están cambiando y la lucha por hacer de nuestro entorno un lugar más sostenible ha llevado a cineastas, productores y académicos a poner este asunto sobre la mesa de manera urgente. Es el caso de la Seminci —la Semana Internacional de Cine de Valladolid—, donde la organización ha elaborado un manifiesto que, entre otras medidas, establece la creación de un ‘sello verde’ que premie y certifique el espíritu sostenible de algunas producciones. Es decir, se trata de una especie de distintivo que reconoce a los rodajes que se llevan a cabo de una forma más respetuosa con el medio ambiente. Entre las acciones valoradas destacan la utilización de energías renovables y papel reciclado, el uso de envases reciclables y la sustitución de productos plásticos por materiales biodegradables como madera o textiles orgánicos.
“El cine genera mitos, lanza o asienta paradigmas de pensamiento y puede ayudar a resolver esta emergencia planetaria”, comenta Carlos Castro, profesor de Física Aplicada en la Universidad de Valladolid. Coincide con él el director de cine Guillermo García, que destaca la importancia de “normalizar este tipo de medidas a la hora de filmar y entender el rodaje ecológico y sostenible como un reto”.
La Seminci, además, se ha convertido en el primer festival de cine que ha creado un premio especial —la Espiga Verde— para galardonar al filme que mejor represente los valores medioambientales. Durante el festival, ocho películas y documentales llevaron a la gran pantalla temas como la contaminación por pesticidas, el activismo ecologista, la experimentación con cultivos o la desaparición de la biodiversidad.
El periodista y director del festival, Javier Angulo, destacó en la pasada edición que “los efectos del cambio climático ya están aquí y el cine puede ayudar a concienciar a los ciudadanos sobre este grave asunto de muchas formas”. Un ejemplo de ello es la aclamada serie de HBO Juego de Tronos, en cuyo rodaje se consiguieron ahorrar 2.000 kilos de plásticos en siete meses gracias a la iniciativa de eliminar las botellas de agua en el set.
Películas para el planeta
Al mismo tiempo, cada vez más películas y documentales ahondan en la problemática que supone el cambio climático y las consecuencias devastadoras que tiene en el planeta Tierra. Una muestra de ello es el documental de Fisher Stevens, Before the flood, en el que, junto a Leonardo DiCaprio, el cineasta visita y documenta los impactos del cambio climático y la actitud de la humanidad ante catástrofe como el deshielo de la Antártida.
“Todo lo que presenciamos en este viaje nos muestra que el clima de nuestro mundo está increíblemente interconectado y que está en un punto de ruptura urgente. Queríamos crear una película que generase alarma en las personas y que les hiciera entender qué cosas particulares pueden resolver este problema”, dijo DiCaprio sobre la obra.
Esta concienciación, que no tiene edades ni límites, también está presente en el cine animación. La película de Pixar Wall-E es un ejemplo de ello. Han pasado ya diez años desde que el pequeño robot encargado de compactar basura Wall-E llegó a los cines y presentó la peor versión posible de la Tierra: un planeta cubierto por toneladas de basura y sin rastro de vida ni actividad humana. Después de todo este tiempo, el tema de la película sigue ligado a la actualidad y refleja preocupantes realidades como la alta contaminación de las ciudades y el vertido de residuos que acaban en la naturaleza.
Fiel a sus palabras, Joaquin Phoenix, que nos sorprendió con su actuación del Joker este último año, también ha decidido utilizar el cine como arma de sensibilización. El actor ha dejado atrás el maquillaje de villano para protagonizar Guardians of Life (2020), un microdrama del director y activista Shaun Monson. En el vídeo, que dura apenas unos minutos, se muestra a un Phoenix vestido de médico que intenta salvar a un paciente herido en “los incendios forestales”. Con diálogos cortos y duros silencios, el cineasta golpea nuestra consciencia y nos traslada de manera simbólica a los múltiples incendios forestales que en los últimos meses han devastado miles de hectáreas en Australia y en el Amazonas.
“Todo es una clara llamada de atención. La gente no se da cuenta de que todavía hay tiempo, pero solo si actuamos ahora y hacemos cambios generalizados en nuestro consumo. No podemos esperar a que los gobiernos resuelvan estos problemas por nosotros”, sentenció el actor, que no duda en acusar a todos y cada uno de nosotros por haber provocado de manera más o menos directa, el calentamiento global.
Indudablemente el cine cala en las emociones y sentimientos de los espectadores como casi ningún otro arte lo hace. Y aunque la gran pantalla es un buen altavoz para llamar a la movilización, que logremos revertir los efectos del cambio climático depende de que cantemos claqueta… ¡Y acción!