En España hubo que esperar hasta el 1 de octubre de 1931 para lograr un cambio en la legislación que permitiera votar a las mujeres. Este derecho se alcanzó gracias a la lucha de sufragistas como la diputada Clara Campoamor.
Una de las figuras históricas más importantes por su aporte al movimiento feminista en el siglo XX
Nacida en Madrid en 1888 en el seno de una familia humilde, tuvo que trabajar desde pequeña para ayudar en casa tras la muerte de su padre. Modista, dependienta o telefonista fueron algunas de sus profesiones hasta que en junio de 1909 aprobó unas oposiciones como auxiliar de telégrafos del Ministerio de la Gobernación. En 1920 retomó sus estudios de bachiller para posteriormente licenciarse en Derecho. Con 36 años se convirtió en la segunda mujer en incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid.
Interesada por la política desde muy joven se unió al Partido Radical en 1924. Fue elegida diputada por Madrid en 1931 y una de las pocas mujeres en ocupar un escaño en el Congreso de los Diputados, desde el que comenzó a luchar por la igualdad de género, centrando su atención en la aprobación del sufragio femenino.
Una lucha incansable por la igualdad
España se encontraba en pleno proceso de transición hacia la democracia, tras la caída de la monarquía en 1931. Las mujeres habían participado activamente en la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera, sin embargo, la Constitución no las incluía en el derecho a voto.
Clara Campoamor fue una de las principales impulsoras de esta lucha, y defendió de manera enérgica el derecho al voto igualitario. En un discurso en el Congreso de los Diputados en 1931, afirmó que el sufragio femenino, esto es, que las mujeres tuvieran los mismos derechos que los hombres para participar en la vida política del país, era “una necesidad política y social”.
No fue un camino de rosas. En aquel momento, muchos políticos y miembros de la sociedad española estaban en contra del voto femenino. Para muchos, la mujer representaba “un ser histérico, manipulable e incapaz de razonar o tener independencia de pensamiento”. Sin embargo, Clara Campoamor perseveró en su empeño de conseguir la igualdad, y esto la llevó incluso a un enfrentamiento dialéctico con Victoria Kent, otra diputada, quien a pesar de sus convicciones democráticas y feministas, se oponía a la concesión efectiva del derecho al voto para todos y todas, pues creía que ellas lo emplearían en un sentido conservador. "La libertad se aprende ejerciéndola”, afirmó Clara Campoamor.
Un hecho histórico para España
La Constitución de 1931 reconoció el derecho al voto de las mujeres. “Por 160 votos contra 121, la Cámara acordó ayer que los ciudadanos de uno y otro sexo mayores de veintitrés años tendrán los mismos derechos electorales con arreglo a las leyes”. Así titulaba el Diario Ahora el 2 de octubre de ese año la noticia sobre la votación del sufragio femenino.
Clara Campoamor: "La libertad se aprende ejerciéndola”
Sin embargo, este logro tuvo un coste personal y político para Campoamor. En las elecciones de 1933, donde las mujeres votaban por primera vez, su candidatura no obtuvo el respaldo suficiente y no consiguió escaño. En 1936 intentó volver a la política de la mano de Izquierda Republicana, partido de Azaña, pero su admisión fue denegada. Con el estallido de la Guerra Civil, se exilió en Ginebra, para posteriormente pasar por Buenos Aires y Lausana, donde falleció en 1972 sin haber podido regresar a España.
El sufragio universal marcó el comienzo de una nueva etapa de igualdad de género, que permitió a las mujeres españolas participar plenamente en la vida política del país. Clara Campoamor dejó un legado duradero en la lucha por la igualdad de género en España.