Su lucha a favor del medio ambiente comenzó con el móvil. Javier Peña (Madrid, 1986) hoy tiene más de medio millón de seguidores en las redes sociales, y sus vídeos virales contra el calentamiento global se ven en más de 80 países. Ha apostado por llevar el mensaje de la ciencia –acerca de la imperiosa necesidad de realizar una transformación verde a todo tipo de público y a hacerlo con un lenguaje sencillo y comprensible. ¿Por qué? Pues sencillamente porque para él todos jugamos un papel indispensable en este momento crucial para el planeta y para quienes lo habitamos.
Ese mensaje lo lleva desde su proyecto HOPE!, en el que han colaborado las personas más renombradas de la ciencia en España, entre ellas, el científico Fernando Valladares. Gracias a eso, para muchos ya es considerado como ‘el Félix Rodríguez de la Fuente de la generación millenial’.
Voces como la de David Attenborough consideran que aún estamos a tiempo de salvar al planeta. Sin embargo, para conseguir ese objetivo (de cara a 2050) son necesarios grandes esfuerzos. ¿De qué manera la tecnología nos puede ayudar a construir sociedades más sostenibles y circulares?
La tecnología nos puede ayudar en muchas formas. Sin embargo, para lograr sociedades más sostenibles y circulares debemos de cambiar algunos hábitos, ya que muchas de las soluciones para salvar al planeta no son sólo tecnológicas.
Actualmente hay una explosión de ingenio para satisfacer nuestras necesidades ecológicas sin calentar al planeta y sin seguir destruyendo la naturaleza. Vivimos en un momento peculiar porque, por una parte, la crisis medioambiental plantea un escenario terrorífico pero, por otra, se está produciendo un ilusionante y emocionante cambio de mentalidad y de hábitos a gran escala inédito en la historia de la humanidad.
La crisis climática es un problema que tiene muchas soluciones, no existe solo una. Tenemos ahora, por ejemplo, muchas tecnologías para reducir el impacto que produce la agricultura. También, estamos viendo en la gestión de residuos una apuesta por volver a prácticas más tradicionales y menos industrializadas. De igual manera, estamos desarrollando cada vez más formas de calentar los hogares que nos permiten prescindir de los combustibles fósiles.
En pocas palabras, estamos en una suerte de puzle en el que tenemos que descifrar soluciones integrales en las que tanto la voluntad de la sociedad como los avances de la tecnología son indispensables.
En Europa, por ejemplo, la acción medioambiental es mayor que en muchos países de América (por ejemplo, México, Brasil y Perú) o África, en donde, desafortunadamente, aún suceden auténticos ‘ecocidios’. ¿Es una cuestión de conciencia medioambiental o que desarrollarse pasa inevitablemente por atentar contra el planeta?
No. En algunos casos puede que sea cierto, pero en otros no es así. La transformación de la agricultura, por ejemplo, en muchos países africanos, va muy avanzada. Allí hay zonas en las que se vive una auténtica revolución a favor de la transición verde. Me viene también a la mente la explosión de la energía renovable que se vive ahora en el África Subsahariana, que permite llevar la electricidad por primera vez a millones de pueblos. El cambio es, de verdad, vertiginoso.
Entonces, es cierto que en Europa tenemos un alto nivel de vida y que tenemos la capacidad de cuidar nuestros bosques y la naturaleza, sin embargo, también tenemos problemas como el de la contaminación importada a nuestros países. ¿Por qué? Pues porque nuestro impacto en el medio ambiente nace de nuestro consumo desmedido.
También es cierto que en Europa tenemos la capacidad de intervenir en todo el mundo, como sucede con el reglamento contra la deforestación importada o los aranceles al carbono que están por ser aprobados. Esas son algunas de las herramientas que nos permiten tener un impacto positivo en el resto del mundo.
Actualmente hay una explosión de ingenio para satisfacer nuestras necesidades ecológicas
Por otra parte, tenemos que tener en cuenta que, si sumamos las emisiones del África subsahariana, donde vive mucha más gente que en Europa o que en Estados Unidos, éstas representan menos del 3% del total de emisiones en el mundo. La contaminación es un problema generado por los países más ricos. Las emisiones de alguien en Uganda son 300 veces menos que las de un estadounidense. Simplemente, por el nivel de consumo, una nevera en una casa europea tiene emisiones mucho más altas que las de familias enteras en África. Nuestro nivel de consumo es incomparable.
Cambiando de tema, vayamos a China. Cuando tú miras los niveles de emisiones por habitante que tiene ese país, que es la fábrica del mundo, son equivalentes a los de cualquier país europeo. Entonces, decir que los chinos contaminan mucho solo es un argumento para frenar el cambio hacia sociedades más sostenibles y mejores. Decir, “si no lo hace China, ¿por qué lo voy a hacer yo?”, es una idea falsa que solo nos perjudica a todos. En este cambio a favor del medio ambiente cada uno tiene que barrer lo que le corresponde.
Tras las últimas ediciones de la COP, ¿consideras que los líderes mundiales ya han tomado algunas decisiones imprescindibles para revertir los efectos del calentamiento global?
Desde luego, aún no hay ningún país que esté cumpliendo al 100% las políticas para evitar que el calentamiento global supere los 1,5 grados. Pero no se puede negar que en este último año hubo avances sin precedentes al respecto. En China y en la Unión Europea los hubo a gran escala, y eso hace un par de años era impensable. No obstante, los esfuerzos para frenar el calentamiento global siguen siendo insuficientes.
Lo que está claro es que la carrera por el desarrollo de las energías verdes está avanzando muchísimo. Es como si atestiguáramos una carrera armamentística, pero en este caso es el de una carrera en la transición verde. Estados Unidos está inyectando miles de millones de dólares en su industria verde. Y China no se queda atrás; la Unión Europea tampoco.
Entonces, ¿hay esperanza de ver un mundo mejor?
Estamos viendo cambios muy positivos, pese a los grandes obstáculos que aún tenemos. Yo tengo esperanza porque creo que lo podemos conseguir, pero, desde luego, es una esperanza que cuesta mucho sostener. Hay movimientos en distintos sectores que intentan frenar este cambio, así que no nos queda más que luchar con todo.
En tu opinión, ¿consideras que vamos por buen camino hacia el cumplimiento de los objetivos Net Zero previstos para 2050?
No. No vamos por un buen camino aún. Estamos más cerca de lo que estábamos hace un año, pero tenemos que acelerar el paso mucho más.
Hay que avanzar hacia las energías renovables y electrificar la industria lo antes posible. Tenemos que transformar la agricultura. Tenemos pendientes muchas cosas para seguir por el buen camino.
Estás considerado, para muchos, como el Félix Rodríguez de la Fuente de la generación millenial. ¿Crees que el gran potencial de cambio a favor del medio ambiente ahora mismo está en manos de las generaciones más jóvenes?
Es cierto que desde los jóvenes ha nacido mucho empuje. Y eso debería de abochornar a muchos adultos. Hay que reconocer que quienes han escuchado a la ciencia y quienes han puesto los temas medioambientales como prioritarios en las agendas internacionales han sido los chavales de instituto.
Sin embargo, se trata de una cuestión que tiene que pasar por los centros de poder. Son las grandes empresas y los Gobiernos quienes toman las grandes decisiones, y ellos están en manos de gente de mediana edad, no precisamente de los más jóvenes.
¿Qué se puede hacer en estos momentos con las herramientas digitales y las redes sociales para concienciar sobre el estado medioambiental actual en el mundo?
Yo intento traducir la ciencia y crear vídeos cortos con formatos propios de las redes para que sean comprensibles y que conecten con todos los públicos. Uso un lenguaje no excluyente. A eso es a lo que me dedico, a explicar la magnitud y la urgencia de lo que tenemos enfrente; a enseñar ese horizonte para reinventarnos como sociedad y para construir un planeta mucho mejor y llamar a la acción.
“Estamos siendo testigos del mayor acto criminal de la historia”, lo dijiste en referencia a la crisis climática. ¿Qué pasará si no logramos detener el calentamiento global? ¿cómo vislumbras a las futuras sociedades, a las juventudes venideras?
Si no logramos detener el calentamiento global, el escenario que quedaría no se puede ni imaginar. Ahora mismo estamos caminando alegremente por el borde de un precipicio. Y mucha gente ha caído ya. La crisis climática global no es una hipótesis, es un hecho. Sus efectos se han multiplicado por cinco: todos los años vemos sequías e inundaciones extremas, por ejemplo. Y esto es una cuestión que ya está produciendo muerte.
Estamos viviendo algo que hay quien denomina como “holocausto climático”, y es así porque ya llevamos décadas viendo cómo la gente muere
La pregunta es: ¿hasta dónde vamos a dejar que llegue este fenómeno? Los científicos ya hablan de puntos activos de no retorno, a partir de los cuales se nos puede ir de las manos el aceleramiento del calentamiento global. De no hacer nada al respecto, iremos hacia una extinción masiva de especies. Estamos viviendo algo que hay quien denomina como “holocausto climático”, y es así porque ya llevamos décadas viendo cómo la gente muere por los efectos de esta crisis ambiental.
El problema es que la inacción ante esta situación es una decisión consciente por parte de los ejecutivos de grandes empresas, por ejemplo, de las grandes petroleras. Ellos frenan la acción, saben de los dramáticos efectos del calentamiento global desde hace más de 50 años, y aun así nos están llevando hacia el acantilado. Claro, todo eso aunado a los gobiernos que no escuchan a la ciencia y que se dejan llevar por la inercia de no creerse que esto es una emergencia.
Insisto, se trata de un holocausto climático. Pero tenemos la fuerza de la ciudadanía que lo puede parar, aún puede hacerlo, y yo creo que lo podemos conseguir. Y de esta batalla dependerá el futuro de la vida en la Tierra. No ha habido nada más urgente en la historia de la humanidad.
Para hacer frente a los retos medioambientales a los que nos enfrentamos la cooperación entre administraciones, empresas y sociedad es fundamental. ¿Qué podríamos hacer para fortalecer más esas alianzas y redes de trabajo entre los actores mencionados?
Eso es algo que ya está ocurriendo. Hay muchas empresas que comprenden ya que la única manera de seguir existiendo es apostando por la sostenibilidad. Se está produciendo una auténtica revolución de innovación y de creación de soluciones para satisfacer de forma distinta a las necesidades de consumo y producción. Y en esto la empresa juega un papel fundamental.
Ahora mismo hay muchas empresas que ya han dado pasos inspiradores y valientes hacia la transformación verde. Luego, claro, están aquellas que hacen ‘green-washing’, pero eso es un engaño, esos son solo cambios cosméticos.
Al margen de lo anterior, lo importante es lograr un cambio de legislación. Eso es lo que realmente hace falta. Necesitamos leyes que digan que una empresa no puede echar a los alimentos cosas que nos envenenan. Tiene que haber una legislación medioambiental mucho más avanzada y exigente. Afortunadamente, eso ya está sucediendo, pero necesita avanzar más rápido.
¿Qué mensaje darías a las personas que aún no han hecho conciencia de la gravedad de la crisis climática global?
Les diría que no estamos en un momento seguro. Todos tenemos un papel en este proceso de cambio, seamos quienes seamos, vengamos de donde vengamos. También, que en esta revolución ciudadana hay que crear esfuerzos conjuntos para torcer el brazo de la destrucción masiva del planeta, y hacerlo por nuestra propia supervivencia.
Les diría que es este el momento para que todos nos sumemos a esta ola de transición que está siendo la mayor revolución social en toda la historia. Nunca la humanidad ha avanzado tanto ni evolucionado de la manera en la que lo tenemos que hacer en los próximos 20 o 30 años. Tenemos que cambiarlo todo ya, y cambiarlo para mejor. Tenemos la gran oportunidad de ser testigos de esa gran transformación como sociedad, y eso es un privilegio. Vamos a cumplir la mayor ambición de todos los tiempos y esa es dejar a nuestros hijos un mundo mejor del que recibimos.