Arcos, flechas, bisontes, monigotes huesudos y figuras voluptuosas se mezclan entre los salientes rocosos: las paredes de múltiples cuevas europeas se hallan decoradas a través de estas formas con las primeras raíces de la conciencia humana. El arte rupestre, con la sencillez que lo caracteriza, muestra nuestros primeros pasos a través de los albores de la misma historia. ¿Existe, de hecho, otra forma de comprender la peculiar perspectiva que tenían del mundo los homínidos prehistóricos? Entre esas figuras, en ocasiones casi abstractas, es posible descubrir los ocultos engranajes de aquellos pequeños grupos de humanos: quiénes cazaban, cómo se alimentaban, a qué tenían miedo, en qué creían. Es decir, la forma en que percibían el mundo nuestros más lejanos antepasados.
Factores de origen climático y humano se hallan detrás de un declive material del arte rupestre
Este imprescindible legado está hoy en peligro. Al menos eso es lo que señalan determinados estudios, como el informe publicado por una agrupación de investigadores en Scientific Reports, que afirman que el cambio climático podría estar deteriorando rápidamente pinturas con miles de años de antigüedad (y, por tanto, únicas e irrepetibles para la comprensión de este periodo). En cuestión de pocos años podríamos llegar a perder todo aquello que ha resistido a los distintos avatares de la historia. El caso de Arnhem Land, en Australia, evidencia con nitidez el riesgo al que nos enfrentamos. Tras la llegada del ciclón Mónica, la destrucción se abrió paso hasta una de las cuevas del lugar: algunos restos de los destrozados árboles volaron hasta el interior de la cavidad mientras los incendios asediaron –y degradaron– la zona.
Según señaló en un simposio organizado por la Universidad de Flinders el arqueólogo Daryl Wesley, los factores de origen climático y humano se hallan detrás de la destrucción material del arte rupestre que rastrea al menos hasta la mitad de la década de 1960. Y no solo a causa de los efectos más explosivos del calentamiento global. Tal como explicó en el mismo encuentro la arqueóloga Jillian Huntley, se ha descubierto recientemente que ciertos cristales salinos están ayudando a colapsar las rocas sobre las que descansan algunas de las pinturas más antiguas del mundo. La razón es sencilla: al existir un cambio constante y profundo en el clima, estos cristales se expanden y se contraen, dando lugar al señalado colapso. Para ella, el informe elaborado por el IPCC –que demuestra la causa humana del cambio climático y algunos de sus efectos irreversibles– es incluso conservador. «Se necesita alcanzar cero emisiones netas no en 2050, sino lo antes posible», defendió durante su intervención. En ello coincidía también Ania Kotarba, otra de las académicas presentes, quien señalaba que «la gravedad y la velocidad de los cambios actuales son nuevas y urgentes».
Según algunos arqueólogos, se ha producido «una rápida pérdida de escamas en estos antiguos paneles artísticos en menos de cinco meses»
Uno de los ejemplos más dolorosos se encuentra también en Indonesia, concretamente en los refugios rocosos de Maros-Pangkep, donde se hallan más de 300 cuevas con arte rupestre. A pesar de contar con una antigüedad datada entre los 20.000 y los 45.000 años, las rocas están comenzando ahora a erosionarse a causa de determinadas sales –como el sulfato de calcio– capaces de causar desprendimientos en las escamas rocosas. La razón, de nuevo, responde a los repetidos cambios de temperatura y humedad, fenómenos vinculados estrechamente al impacto causado por el cambio climático. Algo agravado, además, en las regiones tropicales, castigadas siempre con mayor intensidad por los efectos causados por el calentamiento global.
Estos impactos, más allá de su gravedad, sorprenden también por su rapidez. Según algunos de los arqueólogos desplegados en la región indonesia, se ha producido « en menos de cinco meses una rápida pérdida de escamas del tamaño de una mano en estos antiguos paneles artísticos ». Esto se ve agravado aún más por las perspectivas que depara el futuro: hasta el momento, los avances para alcanzar las metas del Acuerdo de París siguen siendo insuficientes. Todas las señales de alarma nos empujan hacia una urgencia que, sin embargo, aún podemos atajar. Al fin y al cabo, ¿puede una sociedad que destruye su pasado alcanzar cualquier tipo de futuro?