¿Qué podemos aprender de los anteriores cambios climáticos?

"Quien olvida su historia, está condenado a repetirla". La frase es del filósofo español Jorge Ruiz de Santayana y resume a la perfección la idiosincrasia del ser humano, una especie, quizás la única, con una tendencia intrínseca y desproporcionada a atender al presente y al futuro por encima del pasado. Como si el mundo no hubiera enseñado muchas veces que sus cartas son cíclicas, que el orden de la naturaleza es circular y que, en definitiva, todo lo que ha ocurrido alguna vez tiene grandes posibilidades de suceder de nuevo.

Durante la era conocida como Paleoceno Superior, la temperatura ascendió en La Tierra hasta seis grados en tan solo 20.000 años

En el caso del cambio climático -seguramente el mayor reto que ha afrontado nuestra especie-, tener una visión retrospectiva se revela como una de las claves a la hora de entender lo que le ocurre al planeta y, a todas luces, para ponerle solución. Y es que no es la primera vez que la Tierra se encamina hacia un cambio radical producto de una suerte de autodestrucción periódica, una renovación que devuelve al planeta a la primera base. A lo largo de la historia, el mundo que ahora habita el ser humano ha ido experimentando cambios de 180 grados. Eran cambios que obligaban a replantear las condiciones de la vida y que, en muchos casos, implicaban la extinción de especies que, incapaces de evolucionar a la velocidad necesaria, no encontraban manera de sobrevivir. Sin embargo, si algo diferencia a estos cambios climáticos pasados del que actualmente enfrentamos es su origen. Ya no es la naturaleza la que en su tendencia cíclica replantea la vida, sino el efecto de la actividad de una especie: el ser humano.

De hecho, ni siquiera es la primera vez que el planeta afronta un cambio climático originado por gases de efecto invernadero. Tal y como han ido revelando las investigaciones al respecto, hace millones de años, hubo en la Tierra períodos en los cuales se registraron altas concentraciones de gases como dióxido de carbono y metano, cuya acumulación marcó, como ahora ocurre, alteraciones drásticas en la temperatura y la llegada de períodos ultra cálidos.

Esta situación se equilibró a través del propio proceso natural con la aparición de las cianobacterias, origen de la fotosíntesis oxigénica, proceso a través del que los organismos capturan dióxido de carbono y emiten en su lugar oxígeno. A partir de ese hecho, se redujeron considerablemente las concentraciones de C02 y se generó un planeta mucho más propicio para la vida tal y como ahora lo conocemos.

Actualmente, ya no es la naturaleza la que en su tendencia cíclica replantea la vida, sino el efecto de la actividad del ser humano

Tras este cambio, otro de los más contundentes tuvo lugar en la época de los dinosaurios. Durante la era conocida como Paleoceno Superior, la temperatura ascendió en la Tierra hasta seis grados en tan solo 20.000 años (muy poco tiempo para un cambio de clima). Estas variaciones afectaron de lleno a la situación marina y a la atmósfera, generando la desaparición de multitud de especies cuyas formas de vida dejaron de ser compatibles con la realidad del momento.

Justo lo contrario ocurrió durante uno de los cambios climáticos más conocidos y con mayor relevancia a la hora de explicar nuestra era. El proceso conocido como las Glaciaciones del Pleistoceno fue un periodo en el cual las temperaturas medias globales descendieron de forma acelerada y, como consecuencia, se produjo la expansión de los hielos continentales, casquetes polares y glaciares que, en buena parte, dieron lugar al orden geográfico actual.

Mucho más reciente es el fenómeno conocido como Mínimo de Maunder, un periodo que va desde mediados del siglo XVII hasta principios de XVIII durante el que desaparecieron las manchas solares de la superficie del Sol casi por completo. Por este motivo, la principal fuente de luz del Sistema Solar generaba menor radiación, lo que conllevó un periodo frío que obligó a replantear la forma de vida tanto para el ser humano como para el resto de especies.

Además de las citadas, han sido muchas las ocasiones en las que la naturaleza y su comportamiento ha generado micro cambios climáticos como consecuencia de huracanes, terremotos o fenómenos meteorológicos extremos y complicados de predecir. Y es que justo ahí reside la clave del cambio climático actual: que ha sido previsto y, por tanto, existen opciones para frenarlo. No se trata de una alteración de las condiciones de vida provocadas por la propia naturaleza, sino por la actividad de la especie humana. Entender los procesos anteriores y, sobre todo, sus consecuencias, puede ser de gran ayuda a la hora de tomar conciencia sobre la importancia del reto que afronta el ser humano y el privilegio que ostenta. Entender la historia para no volver a repetirla.