Hace tiempo, la moda de segunda mano se coronó como la alternativa más sostenible a una de las industrias más contaminantes del planeta, haciendo que florezcan apps y tiendas físicas para comprar y vender prendas ya utilizadas a la vez que ha crecido el interés de la ciudadanía por comprar de forma más consciente y verde. Sin embargo, no basta con comprar algo ya utilizado para contribuir al medio ambiente, sino que necesitamos cambiar la mentalidad con la que lo hacemos.
La nostalgia encaja con la moda de una forma única. Como si de un círculo perfecto se tratase, cada cierto tiempo vuelve a la calle una prenda que parecía haber pasado a mejor vida. Un renovado viaje al pasado que recupera fondos de armario de otras generaciones para instalarlas en las actuales. En esta idea se fundó la conocida tendencia vintage, que se usa para describir ropa que tiene entre 20 y 100 años de antigüedad. Su origen se remonta a los años cincuenta tras el crac del 29 en Estados Unidos, momento en el que todo lo ostentoso empezó a vivir sus horas más bajas y parte de la población decidió donar sus prendas más llamativas. Algo más tarde, una poderosa campaña de marketing puso de moda vender estas prendas, asentando lo que hoy conocemos como vintage y que, posteriormente, creó espacio en la sociedad para la ropa de segunda mano.
En ocho años, el mercado de ropa de segunda mano duplicará al de la moda rápida
En la actualidad, es precisamente este tipo de ropa la que marca la tendencia desde el discurso de la sostenibilidad. Cada vez surgen más tiendas físicas y aplicaciones que promueven la compraventa de ropa previamente utilizada entre usuarios, alimentando la economía circular y minimizando el despilfarro de una industria que representa el 10% de las emisiones de efecto invernadero: todo apunta a que en ocho años el mercado de segunda mano duplicará al de la moda rápida. Es lo esperable si se busca garantizar un futuro menos contaminante que beba de la economía circular. Sin embargo, ¿hemos perdido la perspectiva? ¿Es realmente más sostenible comprar ropa de segunda mano?
De un primer vistazo, los beneficios ecológicos de comprar ropa ya utilizada son evidentes: se alarga la vida de las prendas, se evita la extracción de nuevas materias primas y se evita el impacto ambiental asociado a la fabricación y sus posteriores residuos. Concretamente, según el Instituto de Investigación Medioambiental de Suecia, el mercado de segunda mano ahorró en 2021 más de 1250 toneladas de plástico y 1,4 millones de toneladas de CO2. También a las carteras de los consumidores, puesto que este sector puede ofrecer hasta un 70% de ahorro. Beneficio para el medio ambiente, pero también para la los bolsillos de los ciudadanos.
Comprar ropa ya utilizada es una buena alternativa si se seleccionan las prendas con esmero, cuidado y, sobre todo, con conciencia
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Que ahora miremos directamente a la ropa de segunda mano como la alternativa ideal conlleva el riesgo en convertir este mercado en una nueva versión de la moda rápida, borrando por completo la idea primitiva que le dio vida, la sostenibilidad, si se empiezan a repetir las dinámicas del consumo a las que venimos acostumbrados: comprar mucho y a bajo precio, muchas veces de forma compulsiva y sin necesidad real. Y, si bien adquirir una prenda ya utilizada posiblemente ahorre la producción de una nueva, es importante abordar esta perspectiva desde una óptica más amplia, ya que en la compra de esa camiseta o pantalón existen unas emisiones asociadas.
En caso de que se adquieran a través de apps o páginas webs, es importante tener en cuenta que lo más probable es que esa ropa se envíe de la misma forma que cualquier otra. ¿Está envuelta en una bolsa de papel reutilizado o viene embalada con plástico? ¿De qué forma se ha transportado? Si la compramos fuera de nuestro país, es muy probable que se envíe primero en avión, después en camión y, posteriormente, en furgoneta de reparto hasta nuestra casa. Concretamente, un avión emite 192 gramos de CO2 por cada kilómetro, mientras que los camiones, junto con las furgonetas y los coches, son responsables del 70% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero procedentes del transporte.
Algo similar puede ocurrir con las tiendas físicas de ropa de segunda mano, ya que las prendas tienen que llegar allí de alguna forma. Además, teniendo en cuenta que, de media, solo utilizamos una prenda siete veces antes de descartarla, corremos el riesgo de hacer lo mismo con esta alternativa si no prestamos atención a los patrones que reflejamos de la moda rápida y nos planteamos si verdaderamente tiene sentido comprar decenas de prendas de segunda mano refugiados en el alegato de que es de segunda mano y, por tanto, más circular. Tal y como refleja Greenpeace en un informe, solo el 12% de los textiles posconsumo se recogen por separado para su reutilización, y gran parte de esta cantidad termina exportada a zonas en vías de desarrollo, concretamente Europa del Este y África, contaminando el entorno.
El mercado ghanés de ropa de segunda mano Katamanto refleja a la perfección este sobreconsumo de moda reutilizada que corremos el riesgo de hacer costumbre. Sobre sus mesas desvencijadas se amontonan los 15 millones de camisetas, pantalones, vestidos, abrigos y zapatos que se reciben a la semana y que se venden a cambio de escasos céntimos. Sin embargo, el 40% de esa ropa que llega (especialmente de países extranjeros) está tan estropeada que no sirve ni para utilizarse ni para ser reciclada, por lo que acaba en el vertedero de la laguna de Korle, en Accra, donde suele ser arrastrada al mar. Lo mismo ocurre en el desierto chileno de Atacama, el lugar más seco del planeta, donde se llegan a acumular unas 20 toneladas de ropa vieja al día.
La clave para hacer de la ropa de segunda mano una moda sostenible es evitar las compras compulsivas. Comprar solo cuando es necesario permite elegir con más cautela y lógica, evitando así el gasto innecesario de prendas que, más temprano que tarde, quedarán olvidados en un rincón. Incluso antes de adquirir ropa nueva ya utilizada podemos plantearnos la posibilidad de reparar esa prenda que queremos sustituir.
A fin de cuentas, la moda de segunda mano es una gran alternativa sostenible, pero siempre que respondamos a la causa ecológica seleccionando las prendas con esmero, cuidado y, sobre todo, con conciencia. Ahora que se acercan las navidades, es el momento perfecto para practicar esta desaceleración del consumo tan propia de las fiestas y aprender a valorar mejor lo que queremos regalar, aunque sea reutilizado. Porque no basta comprar algo que ya se ha usado para ayudar al medioambiente, sino que también hace falta cambiar la mentalidad con la que lo hacemos.