Qué satisfacción salir de compras y encontrar ropa a buen precio y a la última moda. Qué tranquilidad saber que se puede donar o reciclar cuando nos cansemos de ella. Si los consumidores están contentos, las empresas más. Todos ganamos, ¿no?
La Fundación Changing Markets, dedicada a promover cambios en las empresas para avanzar en materia de sostenibilidad, ha publicado recientemente un informe en colaboración con otras entidades donde denuncia que la ropa de segunda mano que se produce en el Norte acaba en muchos casos amontonada en vertederos de países del Sur.
La quema de tejidos realizados con poliéster y nailon genera problemas de salud para los vecinos de la capital keniana y medioambientales en el río Nairobi
El caso de Kenia es especialmente llamativo. La publicación Trashion: The stealth export of waste plastic clothes to Kenya (Trashion: la exportación sigilosa de ropa de plástico de desecho a Kenia), basada en fuentes oficiales, revela que la Comisión Europea estima que en 2021 se exportaron a Kenia más de 900 millones de prendas usadas procedentes de todo el mundo. De estas, se desecharon hasta 458 millones, y es probable que más de 300 millones contuvieran fibras a base de plástico, como poliéster y nailon, materiales que no se pueden reciclar. Los europeos, por su parte, enviaron más de 112 millones de prendas, de las que más de 56 millones se hallaban en mal estado y, por tanto, imposibles de reutilizar.
En un impactante vídeo publicado por la entidad para facilitar la toma de conciencia del problema, se observa cómo la ropa llega envuelta en enormes fardos de plástico sin que se pueda conocer el estado de las prendas. Los investigadores de las ONG implicadas estiman que la calidad es tan baja que no llegan a aprovecharse entre el 20% y el 50% de lo que reciben.
La ropa inservible no se devuelve al Norte, sino que se quema para cocinar o acaba en el vertedero de Dandora, una extensa superficie en medio de la capital keniata rodeada de numerosos centros educativos. Los restos de la quema contaminan el aire, lo que se traduce en problemas de salud; y llegan hasta el río Nairobi y el océano Índico, algo que repercute en la calidad medioambiental global.
Betterman Simidi Musasia, fundador y patrono de Clean Up Kenia, entidad colaboradora en el estudio, asegura que el vertedero de Dandora, la zona cero de la moda rápida, constituye un ejemplo paradigmático del “colonialismo del residuo o del desperdicio” (waste colonialism).
Ghana, India, Nigeria y Pakistán son otros países del Sur que reciben ropa usada imposible de reciclar y reutilizar
No es el único. Ghana, India, Nigeria y Pakistán son otros destinos preferentes de ropa usada. Por otro lado, los países europeos que más exportan son, por este orden, Alemania, Reino Unido, Polonia, Países Bajos, Italia, Bélgica y Francia, según la base de datos Comtrade de la ONU para 2019 y 2020, citada en el estudio.
Entre las posibles soluciones, la ONG valora positivamente algunas iniciativas empresariales, como Fashion for Good, una plataforma global que fomenta la innovación sostenible en el sector de la moda.
Ahora bien, también es preciso avanzar en la regulación. La Convención de Basilea ha logrado que más de 170 países se hayan comprometido a proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos derivados de la generación, gestión y eliminación de desechos peligrosos. Sin embargo, no tiene en cuenta las fibras plásticas que en último término acaban afectando a la cadena alimentaria. Por ello, la entidad sin ánimo de lucro confía en que la inminente directiva sobre el Impacto Medioambiental de la gestión de residuos, prevista para este verano, contribuya a acelerar el cambio hacia un mundo más responsable y sostenible. Ahí sí ganaremos todos.