La Palma ha sufrido este verano un nuevo varapalo con un incendio que ha arrasado más de 4.600 hectáreas y minado las esperanzas de muchos vecinos que aún tienen muy presente las consecuencias de la erupción en 2021 del volcán Tajogaite, más conocido como Cumbre Vieja. Una erupción que convertía a la isla en protagonista de titulares y noticias a nivel internacional. Durante más de tres meses, la lava fluyó por el sur de la isla arrasando casas, cultivos y carreteras, hasta llegar al mar, donde formó un nuevo delta de más de 400 hectáreas.
La erupción fue una de las mayores catástrofes naturales que ha sufrido España en los últimos años, y obligó a evacuar a más de 6.000 personas, que vieron cómo sus hogares y sus medios de vida quedaban sepultados bajo la roca volcánica. Las coladas de lava, la ceniza y los gases tóxicos provocaron un colapso ecológico sin precedentes.
Pero lo que parecía una tragedia sin retorno se ha convertido en una oportunidad para descubrir la increíble capacidad de regeneración de la naturaleza y la biodiversidad de esta isla única, como refleja un estudio realizado en colaboración entre el Cabildo de La Palma, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Gesplan.
La vida surge tras el volcán
En poco tiempo, la vida se ha abierto paso en la zona afectada por el volcán, para mostrar una biodiversidad sorprendente. Plantas, animales e insectos han logrado adaptarse y colonizar el nuevo hábitat que ha creado la lava, aprovechando las grietas, los nutrientes y el calor que ofrece. Los científicos que trabajan sobre el terreno observan la increíble capacidad de adaptación de algunas especies, tanto vegetales como animales.
Han comenzado a crecer pinos en los 500 metros más cercanos al volcán
Una de las zonas más afectadas durante la erupción fue El Pinar. Sin embargo, han comenzado a crecer pinos en los 500 metros más cercanos al volcán e incluso se han encontrado brotes en el interior del cráter. Otro caso sorprendente es el de las plantas suculentas, como los tabaibales y los cardonales, que han brotado con fuerza en las zonas más cercanas al mar, donde la lava se enfrió más rápido. Estas plantas son capaces de almacenar agua y nutrientes en sus hojas carnosas, lo que les permite resistir las altas temperaturas y la sequedad del ambiente.
Los animales vertebrados como lagartos, conejos o ratas, fueron los más afectados por la erupción, al perder sus refugios, sus fuentes de alimento o parejas con las que procrearse. Sin embargo, algunos lograron escapar y adaptarse a las nuevas condiciones.
Los insectos también han jugado un papel clave en la recuperación de la biodiversidad, al actuar como polinizadores y descomponedores. Algunas especies, como moscas, hormigas o cucarachas han sido las primeras en llegar a la lava, aprovechando los restos orgánicos que quedaron atrapados. Otras, como las abejas, las mariposas o los escarabajos, han seguido el rastro de las flores que han ido apareciendo de nuevo.
En el mar empieza la vida
La llegada de la lava al océano se convirtió en una imagen de gran impacto para el mundo. La vida marina de la isla sufrió consecuencias importantes debido a las nubes de gases ácidos y cambios en la temperatura y la salinidad del agua. Este fenómeno causó la muerte o la huida de muchas especies marinas, desde peces hasta algas, que vieron alterado su ecosistema.
Científicos del Instituto Español de Oceanografía afirman que el ritmo de recuperación del entorno marino ha sido muy rápido
Sin embargo, científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO) afirman que el ritmo de recuperación del entorno marino ha sido muy rápido. Tras el fin de la erupción, los dos nuevos deltas lávicos presentan una cobertura algal muy elevada, no solo de algas anuales y de rápido crecimiento sino también de las calcáreas incrustantes que, en algunas zonas, han tapizado casi por completo el nuevo sustrato.
Algunas colonias de especies de elevado interés para la conservación, como los corales negros, sobrevivieron aun quedando a escasos centímetros de la lava. Se observan actualmente abundantes peces, erizos, crustáceos y otros organismos móviles en ambos deltas. Desde el IEO aseguran que hay que darle tiempo a los procesos volcánicos submarinos, pero un decenio es más que suficiente para que haya una colonización realmente significativa.