Objetivo: proteger las aves

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Cierra los ojos. Imagina, por un momento, que vas a comenzar un viaje. ¿Coges el coche? ¿El tren? ¿El avión? ¿Cuántos viajes realizarás a lo largo de tu vida? Nuestra mera existencia es fruto del movimiento y sin este, es imposible entender el planeta ni la flora y fauna que lo pueblan. Al igual que el ser humano se mueve –ya sea trasladándose de un lugar a otro o de una calle a otra, o de un pueblo a la ciudad, o de su país de origen a otro continente–, las aves, instintivamente y desde que salen del cascarón, saben que llegará el momento de emprender el vuelo y viajar en una dirección específica y durante un tiempo determinado. De este modo, emprenden un largo viaje hacia lo desconocido que, como para nosotros, acabará convirtiéndose en conocido.

Desde hace millones de años este programa de viaje perfecto ha ayudado a que la avifauna del planeta se mantenga. Sin embargo, hace casi medio siglo que, desconcertadas, las aves buscan nuevos destinos. El cambio climático –propiciado por la deforestación, el aumento de la población humana, la sobreexplotación de recursos o la contaminación– ha provocado que el itinerario de vuelo diseñado con exactitud de nuestros pájaros cambie. Con ese motivo, cada 12 de octubre se celebra el Día Mundial de las Aves Migratorias con el objetivo de visibilizar el papel de estas especies en la conservación de la biodiversidad.

El Estrecho es el punto de confluencia de las rutas migratorias entre Europa y África, por donde pasan alrededor de 400.000 aves planeadoras y varios millones de aves de pequeño tamaño

Los científicos aseguran que una de cada ocho especies de aves en el planeta está amenazada. El aumento de las temperaturas está provocando que millones de aves estén modificando sus flujos migratorios acortando distancias o desplazando sus movimientos más al norte, haciéndose sedentarias en zonas donde antes no lo hacían, o incluso, desacoplando los calendarios de estos traslados y sus ciclos biológicos, cambios que ponen en peligro su supervivencia y favorecen la disminución de sus poblaciones.

En la mayoría de los casos, es la acción del ser humano –ya sea de manera directa o indirecta– la que pone en peligro a estos animales. Para preservar el futuro de buitres, cigüeñas, alimoches o águilas (entre otros), es imprescindible que los estados, la sociedad y la empresa privada trabajen codo con codo en un compromiso firme de protección. Por eso, en 2011, Red Eléctrica colaboró en la creación del Centro Internacional de Migración de Aves (CIMA), gestionado por la Fundación Migres, una entidad privada sin ánimo de lucro, de carácter científico y cultural, orientada a la conservación y mejora del patrimonio natural.

Con sede en Tarifa, el CIMA se ha consolidado como uno de los centros más relevantes a nivel mundial para el estudio de las migraciones ornitológicas y del cambio climático. Al situarse en el estrecho de Gibraltar, punto estratégico en concentración de aves migratorias, los científicos pueden estudiar el comportamiento de la avifauna en el punto de confluencia de las rutas migratorias entre Europa y África, por donde pasan alrededor de 400.000 aves planeadoras (cigüeñas y rapaces) y varios millones de aves de pequeño tamaño (vencejos, golondrinas y aviones, abejarucos, entre otros).

El centro de estudios de Tarifa cuenta con un centro expositivo y un observatorio desde donde poder contemplar las aves y cetáceos que utilizan el Estrecho como puente entre continentes y mares. Además, el CIMA acoge a científicos y estudiantes que desean profundizar en las migraciones y la capacidad de influencia que el calentamiento global tiene sobre ellas y, a fin de cuentas, sobre todos nosotros.