¿Alguna vez te has preguntado cuánto cuesta todo lo que tienes en tu armario? No en concepto monetario, sino en términos medioambientales. Los pantalones vaqueros, las camisas, las camisetas, los abrigos e incluso los accesorios pasan una factura cada vez más cara al planeta Tierra. Tintar un pantalón vaquero a la venta por 20 euros, por ejemplo, le cuesta al planeta 7.500 litros de agua. Para producir una camiseta de algodón, por otro lado, se necesitan más de 2.200 litros de agua, el equivalente a 440 garrafas de 5 litros.
En 2050, esta industria podría representar un cuarto de las emisiones de CO2 a nivel mundial y es que emite más dióxido de carbono que los vuelos internacionales y el envío de mercancías juntos y se lleva el 20% del gasto mundial de agua. Consciente de ello, la propia industria se puso manos a la obra durante la última década para apostar por el mantra ‘reducir, reutilizar, reciclar’ y consiguió encauzarse hacia una producción más sostenible. Sin embargo, la llegada del coronavirus está poniendo en peligro hábitos ecológicos como la reventa o el alquiler de ropa. ¿Corremos el riesgo de ir marcha atrás?
La sostenibilidad se refuerza tras la pandemia
Antes del confinamiento, el alquiler de ropa empezaba a parecer una solución buena para esas prendas que solo se ponían una vez en bodas, bautizos o comuniones y luego se iban al fondo del armario o, directamente, a la basura. No solo se trataba de ahorrar dinero, sino también de ser más sostenible al usar la misma prenda distintas personas y, en consecuencia, reducirse considerablemente la producción. Tiendas como H&M o Gunni fueron pioneras en probar suerte en 2019 con proyectos piloto y poco a poco empezaron también a aparecer plataformas virtuales de alquiler de moda.
Con una generación joven mucho más concienciada con el consumo sostenible -y que representa más de un tercio del consumo de moda- las tiendas de segunda mano también estaban adquiriendo un nicho importante. Incluso los expertos vaticinaban que en 2022 el sector de la segunda mano superaría incluso al mercado del lujo. La llegada de la pandemia obligó tanto a unas como a otras a buscar alternativas (tiendas online improvisadas, cuarentenas de ropa, etc) tras ver caer los ingresos como resultado del confinamiento y el miedo al virus. La desinfección de prendas se convirtió entonces en garantía imprescindible por parte del consumidor para seguir comprando ropa no desechable.
Y sin embargo, consiguieron seguir adelante. Quedó demostrado que la sostenibilidad no ponía en riesgo la salud y se evidenció, la importancia de transformar la industria en una que no pusiera en peligro los recursos del planeta: el coronavirus nos ha enseñado que la moda sostenible es más democrática, más justa y más “sana” para la Tierra, por tanto, más sana para la humanidad. Los consumidores siguen recurriendo a Vinted o Wallapop para comprar y vender ropa de segunda mano, igual que parte de las ‘influencers’ españolas que, inevitablemente, generan un mayor interés en este sector.
Con todos estos aspectos en la mesa, un estudio sobre la moda sostenible realizado por la Boston Consulting Group durante la pandemia propuso cuatro soluciones inmediatas para encaminar la moda hacia el verde: proteger a los trabajadores, resolver problemas de inventario para mantener la cadena de valor, implementar la sostenibilidad como tema central en las estrategias de recuperación del negocio y acelerar la transparencia buscando objetivos con un impacto positivo en el medio ambiente.
El talento del futuro será sostenible
¿Qué es lo que viene entonces en el futuro? Todo apunta a que ocurrirá el efecto contrario al que tememos: la industria de la moda adquirirá un mayor compromiso con la sostenibilidad. El alquiler de prendas, la ropa de segunda mano y el reciclaje continuarán siendo una prioridad para esta generación joven y para las venideras. Tal y como apunta la revista Forbes, “cualquier compañía de moda que quiera atraer talento va a tener que trabajar con la sostenibilidad y la responsabilidad social como prioridad, ya que el talento del futuro solo querrá trabajar en una empresa que así lo haga”.
Nkwo Onwka es una diseñadora que ha dedicado su carrera en la moda a la sostenibilidad, recolectando las pilas de ropa que llegaban a los mercados de Lagos (Nigeria) de otros países para convertirlas en nuevas prendas. En junio habló con el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas para analizar de qué manera el coronavirus iba a influir en la industria de la moda. “El Covid-19 es una oportunidad para reconceptualizar el diseño y la producción, pero también para enseñar a consumir de forma sostenible”, apuntaba en la entrevista entonces.
“Significa pensar en pequeño -producir menos cantidad de más calidad- y hacerlo con menos derroche y con condiciones de trabajo dignas. Otra diseñadora sostenible, Elle L. añadía: “La moda está entre el arte y la utilidad, y precisamente por eso tiene el poder y la responsabilidad de encontrar una buena solución que nos ayude, ahora más que nunca, a volvernos más sostenibles, fuertes y saludables”.