El final de mayo y los primeros compases de junio nos han dado un respiro y han llegado acompañados de lluvias (incluso con varias provincias en niveles amarillo y naranja) , y de una bajada generalizada de las temperaturas. Veníamos de unos meses críticos: España ha registrado un primer cuatrimestre inusualmente caluroso y seco que ha vaciado de significado los refranes de “En abril, aguas mil” y “Hasta el 40 de mayo [es decir, el 9 de junio], no te quites el sayo”.
De hecho, el de 2023 ha sido el mes de abril más caluroso desde que se tienen registros, de acuerdo con los datos de la Agencia Española de Meteorología (AEMET), y ha superado en 0,1 grados centígrados la anterior temperatura más alta registrada en ese mes, lo que ocurrió en 2011. Así, la temperatura media de abril en la España peninsular ha sido este año de 14,9 grados, tres por encima de la serie histórica. De acuerdo con la AEMET, ha sido un mes “extremadamente cálido” en la Península Ibérica y “muy cálido” en los archipiélagos canario y balear.
Las elevadas temperaturas de abril han venido acompañadas de una sequía impenitente: nunca había llovido tan poco en abril desde que existen registros, un 22 % por debajo de la media.
Los embalses se desangran
El calor y de la falta de lluvia tienen un impacto directo en el estado de los embalses de la España peninsular, que se vacían aceleradamente debido a su mayor uso y a la evaporación del agua.
Según la media de los últimos 10 años, a finales de mayo el conjunto de los 372 principales embalses debería encontrarse, de media, casi al 70 % de su capacidad, de acuerdo con los Boletines Hidrológicos semanales elaborados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El último disponible, del 23 de mayo de 2023, indica que están al 47,7 % de su capacidad: 20 puntos porcentuales menos. Un caso especialmente sangrante es el de La Serena, en la provincia de Badajoz: el embalse más grande de España se encontraba a finales de mayo al 16,84%.
La sequía no afecta a todas las zonas por igual: en la España peninsular existen un total de 16 cuencas hidrográficas, según los ríos que pasen por cada una de ellas, y solo las del Cantábrico Occidental, Cantábrico Oriental y del Júcar, están más llenas que la media de los últimos 10 años, de acuerdo con el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En el otro extremo, cuatro cuencas —Guadiana, Guadalete-Barbate, Cuencas Internas de Cataluña y Guadalquivir— se encuentran a menos de un tercio de su capacidad, cuando lo normal es que estén por encima del 50 %.
Los embalses españoles están, de media, por debajo del 50% de su capacidad
Todo esto tiene consecuencias económicas, como señalan desde el Observatorio de la Tierra de la NASA , en el que hacen un seguimiento del avance de la sequía en el sur de nuestro país, y advierten de que “la región de Andalucía es la mayor productora de aceite de oliva del mundo y, hasta el 19 de mayo, la ciudad de Córdoba sólo había recibido aproximadamente el 30% de las lluvias habituales”, lo que afecta directamente al desarrollo de los olivares. También alerta de la baja pluviosidad en la región de Jaén, que fue en 2022 la responsable del 25% del suministro global de este producto cada vez más valorado, precisamente, por una escasez íntimamente ligada a la crisis climática.
Un ejemplo claro y extensible a otros muchos sectores de cómo el calentamiento global tiene un impacto socioeconómico de extrema gravedad, que vuelve a poner el foco en la necesidad urgente de combatir la subida de las temperaturas y realizar una transición a un modelo más sostenible.