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La España vacía, clave para el reto climático

La migración del campo a la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado conllevó un abandono de los territorios rurales, que son cruciales para mantener la biodiversidad y paliar el cambio climático.


En 1960, cerca de 13 millones de personas vivían en zonas rurales en España, casi la mitad de la población  de aquel momento (43%). Siete décadas después, tan solo 9 millones, que representan únicamente el 19% de la población total, siguen viviendo en pueblos y pequeñas localidades. Este éxodo paulatino del campo a la ciudad en busca demejores oportunidades vitales, no solo ha llevado a un declive demográfico, sino también ha provocado un impacto significativo en el medio ambiente.

 

 

El abandono de las áreas rurales, la conocida como España vacía, concentra mayor población en las ciudades y al mismo tiempo aumenta la demanda de recursos y energía, lo que se traduce en un incremento de emisiones de gases de efecto invernadero y una mayor presión sobre los ecosistemas urbanos. 

Los municipios rurales contribuyen en un 32,6% al cambio climático, mientras que en el entorno urbano esta cifra se dispara al 49,8%

Así, mientras los territorios de los municipios rurales contribuyen en un 32,6% al cambio climático, en el entorno urbano esta cifra se dispara al 49,8%, según datos del informe El papel clave de la España rural frente a la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad de la organización Greenpeace. El principal impacto proviene de la urbanización del terreno, del transporte y de los servicios y a la industria que tienen lugar en las ciudades.

 

 Además, como puede verse en el gráfico, los municipios rurales contribuyen un 18% más a la conservación de la biodiversidad que los urbanos, por la mayor cantidad de vegetación que aportan a la atmósfera. Es decir, son fundamentales para absorber CO2, y ayudar a mitigar el cambio climático.

 

 

Según este informe de Greenpeace, el entorno rural ayuda a mantener 20 veces más la biodiversidad y acumula el 60% de humedales y lagos de España. Por eso, el abandono de las zonas rurales por las manos que las trabajan también perjudica a la conservación de la biodiversidad, tanto de fauna como de flora, ya que la falta de supervisión y cuidado de las tierras abandonadas conlleva la erosión de los suelos y aumenta el riesgo de incendios. 

En ese sentido, Andalucía y Cataluña son las más perjudicadas, ya que registran la mayor erosión de  suelos de los últimos 20 años, según el Inventario Nacional Erosión de Suelos, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

 

 

Para combatir las consecuencias en el medio ambiente que supone la despoblación, el pasado mes de noviembre, el Consejo de la Unión Europea adoptó varias medidas dentro del Plan de Acción Rural de la UE y el Pacto Rural, como un enfoque integrado de las medidas que aborde la coordinación, inversión, innovación y digitalización de estas zonas, así como una mayor sostenibilidad.

El entorno rural ayuda a mantener 20 veces más la biodiversidad y concentra el 60% de humedales y lagos de España

«Nuestras zonas rurales son el tejido de nuestra sociedad y el latido de nuestra economía. La diversidad del paisaje, la cultura y el patrimonio son una de las características más importantes de Europa.  Son una parte esencial de nuestra identidad y de nuestro potencial económico. Valoraremos y preservaremos nuestras zonas rurales, e invertiremos en su futuro», explicó en 2019 Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, con motivo de la puesta en marcha del plan.

La travesía incalculable de la infancia migrante

Cada año miles de niños y niñas llegan a las costas mediterráneas en busca de un futuro mejor, pero muchas esperanzas se quedan por el camino o su rastro desaparece en una travesía que puede durar años.


Aissata llegó a Mallorca en una patera con solo cinco años, tras vivir una odisea desde Guinea Bissau. Ousman pisó España después de dejar su tribu de Fiasco, en Ghana, con 13 años. Riteg cruzó el Sáhara y el Estrecho con 15 años para poder estudiar aviación…  

Aunque sus nombres, sus edades o sus orígenes difieren, todos tienen algo en común: migraron solos y eran menores de edad. Sus casos, recogidos en la prensa en los últimos años, son algunos de los que están detrás de los miles de niños y niñas que cada año se juegan la vida buscando un futuro mejor en Europa.

Según el Registro de Menores no Acompañados, en 2022 llegaron a España 11.417 menores no acompañados, una cifra que aumenta año a año. 2018 fue el año en el que más niños llegaron a territorio español sin compañía de padres, madres ni tutores legales. Y el ritmo de llegadas está aumentando a pasos agigantados superada la pandemia. 


El camino que deben recorrer, a menudo durante años, está minado de obstáculos y peligros. Por eso, muchos nunca llegan a su destino y su rastro se pierde en el olvido junto con la esperanza de sus familias. De enero a julio de este año, se calcula que al menos 289 niños y niñas han muerto o desaparecido al intentar cruzar la peligrosa ruta migratoria del Mediterráneo Central desde África del Norte hasta Europa, según UNICEF. Son una docena de muertes cada semana. Casi dos al día.

En 2022 llegaron a España 11.417 menores no acompañados, una cifra que aumenta año a año

La vía marítima es la más habitual para llegar a la península: se tiene constancia de que al menos 2.375 menores extranjeros no acompañados llegaron a España en 2022, en pateras u otras embarcaciones frágiles, aunque pueden ser muchos más. También es la vía más peligrosa: entre junio y agosto de este año, al menos 990 personas (incluidos niños) han muerto o desaparecido cuando intentaban cruzar el Mediterráneo central debido a las malas condiciones de traslado, a menudo precarias y a merced de las mafias.  A España llegan sobre todo embarcaciones procedentes de Marruecos, el Sáhara Occidental, República de Guinea, Malí o Costa de Marfil. 


«En un intento por encontrar seguridad, reunirse con la familia y buscar un futuro más esperanzador, un gran número de niños y niñas se embarcan en las costas del Mediterráneo solo para perder la vida o desaparecer en el camino», asegura Catherine Russell, directora ejecutiva de UNICEF.

Entre 2018 y 2020, en toda Europa se ha perdido el rastro de 18.000 niños y niñas que viajaban solos

Muchos otros desaparecen una vez pisan España, a menudo el primer destino de una travesía más larga hacia países del centro y norte de Europa, donde suelen tener familiares y el sistema de protección es más eficaz. Entre 2018 y 2020, se ha perdido el rastro de 18.000 menores extranjeros no acompañados en todo el continente, como reveló la plataforma de periodistas Lost In Europe. Según el Centro Nacional de Desaparecidos de España, desde 2010 han desaparecido 8.215 menores de los centros de tutela donde se encontraban. Solo en 2022 se dieron 173 casos, en su mayoría en Canarias, donde la tasa de niños, niñas y adolescentes tutelados es mucho mayor por ser uno de los principales puntos de llegadas marítimas. 


Para mitigar esta problemática, UNICEF sugiere proporcionar vías seguras y legales para que los niños y niñas migren, reforzar la coordinación en las operaciones de búsqueda y salvamentos, y mejorar los sistemas nacionales de protección de la infancia, entre otras propuestas. «Se deben tomar más medidas a fin de establecer vías seguras y legales para que los niños y niñas accedan a servicios de asilo, al tiempo que se refuerzan las operaciones para rescatar vidas en el mar. En última instancia, hay que hacer mucho más para abordar las causas profundas que fuerzan a los niños a arriesgar sus vidas en primer lugar», añade Russell.

En noviembre de 2020, la Comisión Europea adoptó un Plan de Acción en materia de Integración para los próximos años, que promueve la inclusión entre las comunidades migrantes y locales, la sociedad civil y todos los niveles de gobierno.