La actriz Elsa Pataky fue la elegida este año por los grandes almacenes más conocidos de España para protagonizar su mítica campaña de moda primaveral bajo el lema ‘Ya es primavera’. Lo que no se imaginaba la empresa es que su campaña sería objeto de una acción de Greenpeace para sensibilizar sobre el calentamiento global con motivo del Día Meteorológico Mundial. ‘Ya nunca es primavera’, se podía leer tras el despliegue de una lona por parte de los activistas de la ONG sobre el cartel del gran almacén. Ese “nunca” denuncia que el cambio climático provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero generados por la acción humana está acabando precisamente con la primavera.
El verano les está ganando terreno a la primavera y al otoño. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya daba el aviso hace unos años: los estíos de hoy duran cinco semanas más que en la década de los 80. Además, según los registros de sus estaciones, las temperaturas medias suben especialmente en los periodos primaveral y estival.
Los veranos en España duran cinco semanas más hoy que lo que lo hacían en la década de los 80, comiendo terreno al periodo primaveral
Como referencia para aterrizar la magnitud del fenómeno, el organismo señala que mientras en los años 70 el cambio entre estaciones solía ocurrir entre mediados de julio y septiembre, en la actualidad se ha adelantado casi un mes y finaliza una semana más tarde.
Aunque esto pueda hacer pensar que el verano está devorando a la primavera (en parte por la extensión de los periodos con temperaturas más cálidas), lo que ocurre en realidad es que se adelanta el proceso, según una investigación de la Universidad de Cambridge.
Desajuste ecológico
Los periodos de floración se están alterando y, al menos en el Reino Unido, ya se ha adelantado un mes (de mediados de mayo a mediados de abril) en el periodo 1987-2019 respecto al de 1753-1986. El estudio también concluye que las hierbas se ven más afectadas por este cambio que los arbustos y árboles, si bien ninguna especie vegetal queda indemne.
Uno de los símbolos de la llegada de la primavera es el florecimiento de los cerezos, y en Japón lo saben desde tiempos inmemoriales. En ese país los japoneses han esperado habitualmente a que llegue abril para contemplar el rosa pálido de estos árboles, pero en 2021 no tuvieron tiempo de reacción: el 26 de marzo los pétalos ya estaban abiertos. Algo que no había ocurrido en 1.200 años, según los anales nipones.
Todo lo anterior impacta en las especies polinizadoras, como las abejas. El investigador principal del estudio británico, Ulf Büntgen, recuerda que las flores son especialmente sensibles a las heladas y, si brotan antes, un descenso acusado de temperaturas puede matarlas. No obstante, pone el foco sobre el conjunto del ecosistema: “Las plantas, los insectos, las aves y otros animales salvajes han coevolucionado hasta el punto de sincronizarse en sus etapas de desarrollo”, explica. Y si ahora uno de los organismos acelera sus procesos, provocará que las especies que no puedan adaptarse corran el riesgo de extinguirse.
¿Cómo afectan a la biodiversidad estos cambios?
La sequía que estamos viviendo actualmente amenaza a la biodiversidad. De ello dio buena muestra el pasado mes de abril, el más seco y cálido nunca antes registrado según la Aemet: llovió tan solo un 22% de la media y hubo tres grados por encima.
Hasta el punto de que, recientemente, un grupo de científicos ha publicado en la revista Science un artículo que urge a tomar medidas más contundentes contra el cambio climático, y alertan de que hay más especies en peligro de extinción que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.
Por esta razón, el grupo compuesto por 18 expertos internacionales (entre ellos, al menos un experto del IPCC de Naciones Unidas) aboga por incluir la mayor protección de la biodiversidad en los objetivos para luchar contra el cambio climático.
Grupos de científicos reclaman que la protección de la biodiversidad tenga la misma relevancia que el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados
En concreto, los autores aconsejan proteger y restaurar al menos el 30% de paisajes de agua dulce, oceánicos y terrestres mediante una red interconectada de áreas protegidas. Y es que la disminución de las poblaciones de animales salvajes entre 1970 y 2018 alcanza el 69%, según el Índice Planeta Vivo global 2022 de la ONG WWF.
Ante esta situación, Hans-Otto Pörtner (coautor en el artículo y autor principal de varios informes para el IPCC y), sentenció que si tan solo se restaurase el 15% de las zonas convertidas para el uso de la tierra “sería suficiente para prevenir el 60% de los eventos de extinción previstos”.