Categoría: Innovación sostenible

Jardines verticales: ¿cambiarán la fisonomía de las ciudades?

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Una de las propuestas más repetidas por Gobiernos e instituciones para mitigar la contaminación atmosférica, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) causa alrededor de siete millones de muertes al año, es la de reverdecer las ciudades, donde en comparación con las zonas rurales, se concentran las mayores tasas de polución. La idea consiste en acondicionar nuevos espacios en los que se puedan plantar árboles y plantas que absorban el dióxido de carbono al mismo tiempo que emiten oxígeno. Sin embargo, llevar esta idea en la práctica en lugares con altos índices de población es complicado por la falta de terreno disponible, ya que con frecuencia no hay ni sitio para la construcción de nuevos edificios. Así, la respuesta contra la contaminación de las zonas urbanas parece cada vez más clara: la creación de jardines verticales que escalen los inmuebles ya existentes.

Si bien los jardines verticales se han popularizado mucho en las últimas dos décadas, la idea la patentó el botánico francés Patrick Blanc en 1988. En su origen, Blanc se inspiró en las paredes de las montañas y en las cortezas de los árboles para diseñar un sistema revolucionario que permitiera cultivar plantas en las fachadas de los edificios sin que sus raíces dañaran el interior de los muros. Para él, según expone en su página web, un jardín vertical es “como una segunda piel del edificio, siempre que las raíces de las plantas sólo se extiendan en la superficie de la estructura vertical y dejen intacta la pared interna”.

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Jardín vertical del Caixa Fórum de Madrid. Obra de Patrick Blanc

 

La clave de los todavía atípicos jardines es dejar un espacio entre la parte exterior y la base donde van a estar las plantas. “Se trata, cuentan, de una estructura metálica auxiliar que se caracteriza por su ligereza, dado que no tendrá que soportar tierras pesadas, sino tan solo las plantas, lo cual permite que pueda ser anclada a cualquier tipo de soporte”, subraya Blanc.

Estos jardines verticales, también conocidos como paredes de cultivo o muros verdes, se están extendiendo por las grandes ciudades de todo mundo. Hay creaciones de Blanc desde en Nueva York hasta Sídney, pasando por Bangkok o París. Sin ir más lejos, el Caixa Forum de Madrid cuenta con una de las obras del padre de la arquitectura verde quien, según han anunciado desde su compañía, ya tiene entre manos al menos diez proyectos internacionales más.

 

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Jardín vertical Bosco verticale de Milán / Estudio de arquitectura Stefano Boeri

 

El arquitecto Stefano Boeri es otro de los referentes en la construcción de estas soluciones y cuenta ya con instalaciones en casi 30 ciudades distintas; entre ellas, Barcelona. A nivel nacional, la universidad de Sevilla también ha decidido apostar por esta alternativa y ha creado el proyecto Terapia urbana y el sistema patentado Fytotextile® con proyectos en sitios tan dispares como Nueva Zelanda y la propia ciudad andaluza.

Con la proliferación actual de profesionales dedicados a los jardines verticales y la cada vez más apremiante necesidad de combatir la contaminación, es cuestión de tiempo que las actuales “junglas de asfalto” se conviertan en auténticas ciudades verdes.

Cuando al arte se le enciende la bombilla

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A día de hoy resulta casi imposible imaginarse a un artista, ya sea escritor, arquitecto o músico, que no haga del ordenador un instrumento indispensable para su creatividad. Aunque sea solo para plasmarla: cuadros que se pueden descargar, canciones que se quedan grabadas, historias que cambian de final con tan solo teclear. ¿Se habían parado a pensar hasta qué punto la electricidad es imprescindible a la hora de crear?

Basta deambular por ARCO para encontrarse con creaciones que han hecho de la electricidad su materia prima

Pero no solo como sujeto activo, sino como objeto mismo. La electricidad se ha colocado bajo el foco artístico en vídeos, musicales, performances e instalaciones y exige cada vez más protagonismo. Basta deambular por ARCO (la feria de arte más importante de España) para encontrarse con creaciones que han hecho de la electricidad su materia prima. Vídeo retratos, vídeo confesiones, vídeo selfies, vídeo libros, vídeo pinturas, vouyerismo electrónico… Reconocidos artistas como Bill Viola, Dara Birnbaum o Naime June Paike muestran las múltiples capacidades de un arte ‘electrizante’.

Por no hablar de los reflectores y tubos de neón publicitarios, los cilindros giratorios de colores, los rótulos luminosos encartados en nuestra vida cotidiana, la utilización de láseres, tan en boga hoy en día para trazar paseos metafóricos entre cielo y tierra, como la propuesta que el artista Jaume Plensa, Blake in Gateshead, exhibió en 1996 en el Centro Báltico de Arte Contemporáneo de Gateshead, en Reino Unido.

Shawn Brixey y Laura Knot consiguieron que una multitud de partículas de grafito formaran esculturas cinéticas gracias a la proyección de luz de ultra intensidad en una cámara hermética. La obra se llamó Photon Voice. También Paul DeMarinis colocó un rayo láser que atravesaba una pecera para alcanzar de pleno un aparato de grabación del XIX. El resultado: Edison Effect. El rayo de luz activaba el sonido codificado en el cilindro y un ordenador convertía la información analógica en digital para reproducir el sonido de manera análoga, solo interrumpido por el pez que se interponía en la directriz del rayo.

La vídeo artista norteamericana Mary Lucier exploró con su propuesta Dawn Burn los efectos entrópicos de la luz. Siete monitores reproducían siete amaneceres simultáneos, mostrando cómo la intensidad del sol afectaba al aparato de grabación hasta causar quemaduras que deterioraban las cintas en las que se registró los amaneceres.

Para que la combinación sinestésica entre sonido e imagen causara en los espectadores una sensación de honda intensidad, el artista Mark Boyle ideó el espectáculo Liquid Light, en el que participaron los cantantes The Soft Machine, Pink Floyd y Jimi Hendrix.

Artistas del siglo XX ya incorporaron las formas de luz eléctrica como medios artísticos genuinos

Se trata de obras nacidas a la luz de la contemporaneida, pero la incorporación de la electricidad como sujeto y objeto en el arte data de principios del siglo XX, cuando artistas de diferentes disciplinas incorporaron neones, fluorescentes y otras formas de luz eléctrica como medios artísticos genuinos.

En 1920, artistas como Thomas Wilfred, Marcel Duchamp o Naum Gabo introdujeron elementos electrónicos en sus quehaceres artísticos, creando obras que se movían o que eran ellas mismas fuentes de luz. Wilfred, en Clavilux, colca un teclado que controlaba seis proyectores y una serie de reflectores que permitían al artista modular el movimiento, matiz e intensidad de la luz. Duchamp fue un poco más complejo. En Rotary Glass Plates incorporó cinco placas de vidrio montadas sobre un eje monotorizado. Cuando giraban a gran velocidad, si el espectador se situaba ante ellas a la distancia adecuada, las placas le devolvían la impresión de círculos concéntricos en un mismo plano.

Es posible que la electricidad aún no ocupe su lugar legítimo en el mundo y que no esté recibiendo el reconocimiento que merece, pero desde que se construyeron medios para producir luz artificial, intensa y de alta potencia, esta energía ha sido un factor clave en la creación de la obra de arte. Y en vista de las oportunidades artísticas que ofrece, lo seguirá siendo.