Del Siglo XVIII a nuestros días: la pesca de arrastre y sus consecuencias

A pocas millas de la costa española, en el Mediterráneo, buzos se sumergen cargados con linternas y una bombona de oxígeno a la espalda. No buscan ningún tesoro, sino una red de arrastre abandonada en el fondo del mar. Es normal que las redes de arrastre duren muchos años pegadas a rocas y algas. Lo que pocos saben es que podría tener más de trescientos años.

La pesca de arrastre es una de las técnicas de pesca masiva más antiguas y desde sus inicios la inquietud por su impacto ambiental ha estado presente. Una preocupación que ya en el s. XVIII impulsó iniciativas de conservación como el proyecto ‘Colección de los peces y demás producciones de los mares de España”. Una serie de grabados y calcografías que pretendían servir como inventario de la fauna marina autóctona de la época. La colección, presentada al monarca Carlos III por el Conde de Floridablanca y llevada a cabo por Antonio Sáñez Reguart, tenía como objetivo preservar las especies que vivían en el fondo marino que estaban siendo mermadas por la pesca de arrastre.

El 80% de las pesquerías del Mediterráneo están sobreexplotadas

Esta colección es un ejemplo pionero de estudio y conservación de especies marinas amenazadas en nuestro país y sirvió de crítica hacia prácticas con grave impacto ambiental como la pesca de arrastre. Pero no es la única. En 1822, el político Roque Barcia Ferraces de la Cueva imprimió su ‘Pequeña memoria de grandes desaciertos sobre la Pesca’ en el que cuestionaba el uso que se empezaba a hacer en la costa de Huelva de técnicas de arrastre introducidas por los pescadores catalanes y valencianos. Estas son solo algunas muestras que indican que la conciencia medioambiental y la preservación de la biodiversidad no es una tendencia de nuestros días, viene de lejos.

Pérdida de biodiversidad

Según datos de Naciones Unidas, “los océanos son una de las principales reservas de biodiversidad en el mundo. Constituyen más del 90% del espacio habitable del planeta y contienen unas 250.000 especies conocidas y muchas más que aún quedan por descubrir, ya que todavía no se han identificado más de dos tercios de las especies marinas del mundo”. Su equilibrio es fundamental para el bienestar de los ecosistemas terrestres y juegan un papel clave en la salud global del planeta y el bienestar social. Sin embargo, el 80% de las pesquerías del Mediterráneo están sobreexplotadas, entre las que se incluyen también los depredadores marinos. Esta ausencia de depredadores, por ejemplo, es responsable del aumento de las medusas que, cada verano, sufren los bañistas en el Mediterráneo. Según la organización WWF, las poblaciones mundiales de especies de vertebrados han disminuido una media del 68% desde los años setenta debido a la actividad humana.

La FAO apunta directamente a la sobrepesca como una de las causas más importantes de la destrucción de los ecosistemas marinos

Por eso, ahora la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando recupera proyectos pioneros como esta ‘Colección de los peces y demás producciones de los mares de España’. Se trata de una exposición que mira al pasado para arrojar luz sobre el presente y los retos a los que debemos hacer frente. En este sentido, la búsqueda de sistemas sostenibles de pesca es esencial para garantizar la biodiversidad. De hecho, la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, apunta directamente a la sobrepesca como una de las causas más importantes de la destrucción de los ecosistemas marinos. Técnicas como la pesca de arrastre destruyen entornos naturales maduros y eficientes, para dejar otros ineficientes. La pérdida de la biomasa, es decir, la cantidad total de materia viva presente en un ecosistema, es tremendamente nociva para el medio ambiente. La sobrepesca afecta a las especies animales: las técnicas de arrastre no discriminan qué animales quedan atrapados ni su estado de crecimiento; pueden ser crías que todavía no han podido desarrollarse o especies adultas cuya captura impide que vuelvan a reproducirse. Por ejemplo, peces como el atún han visto cómo se reducían sus comunidades hasta en un 95% según Greenpeace. Junto a estas especies otras  como el rape, la merluza, el lenguado o la platija también se han visto afectadas. Una situación que se agrava, si tenemos en cuenta que cuando se echan las redes al mar, hasta el 70% de los peces capturados son de otras especies que se desechan y que mueren antes de ser devueltas.

Mirando atrás, a finales del siglo XVIII, cuando el Conde de Floridablanca inició el proyecto de conservación pictórica de especies en peligro de extinción por la pesca de arrastre probablemente no se imaginara que, varios siglos después, su obra serviría como inspiración para la defensa de los ecosistemas marinos y su biodiversidad. Hoy, cuando el problema de la sobreexplotación de especies ha alcanzado cifras que amenazan el equilibrio no solo del ecosistema marino sino del todo el planeta, debemos poner en marcha medidas que frenen de manera inmediata prácticas como la pesca de arrastre. Impulsar iniciativas en este sentido y destinar recursos para la recuperación de especies y para el desarrollo de sistemas de desarrollo sostenibles es ahora, sin duda, más importante que nunca.