La Tierra de los 8.000 millones

Damián no lo sabe, pero cambió el mundo nada más llegar a él. Literalmente: este bebé nacido en la República Dominicana el pasado 15 de noviembre se convirtió en el habitante número 8.000.000.000 de este planeta. No fue sorpresa para nadie: en su informe Perspectivas de la Población Mundial, Naciones Unidas ya lo preveía, además de que la humanidad seguirá con la tendencia al alza hasta los 8.500 millones en 2030 y los 9.700 millones en 2050. Por si fuera poco, este año se espera una batalla (numérica) entre los dos países más poblados del mundo: si todo sigue igual, la población de la India (1.412.320 habitantes) superará a la de China (1.425.925 habitantes) antes de que acabe 2023.

Estas enormes cifras dibujan el momento en el que el reto demográfico es el centro de toda discusión: las consecuencias de un crecimiento de tales escalas suponen un importante desafío a la hora de satisfacer nuestras necesidades básicas desde el punto de vista ambiental y de acceso a recursos, pero también desde lo económico, lo urbanístico y lo sanitario. «Los 46 países menos adelantados del mundo se encuentran entre los de más rápido crecimiento. Se prevé que muchos de ellos dupliquen su población entre 2022 y 2050, lo que supondrá una presión adicional», advertía recientemente Naciones Unidas.

En 2086, el crecimiento de la humanidad tocará techo: a partir de entonces, la población mundial disminuirá paulatinamente

Concretamente, Asia Meridional será la región geográfica que experimente un mayor crecimiento, ya que pasará de los 1.899 millones de habitantes en 2022 a los 2.294 en 2050. Lo mismo ocurre con Asia Oriental y Pacífico, que alcanzará los 2.428 millones. Por la cola se sitúan Norteamérica y Europa, lo que demuestra que, efectivamente, es en los países en vías de desarrollo donde la tasa de natalidad corre el riesgo de dispararse: en el continente africano se prevé que se genere más de la mitad del crecimiento demográfico mundial en las próximas décadas, lo que cuadra con sus altas tasas de fecundidad (algunos países registran más de cuatro hijos por mujer) provocadas por un acceso limitado a la salud y a la educación sexual, además de la todavía existente discriminación de género que, según Naciones Unidas, «supone un obstáculo para la autonomía de la mujer».

Pero el ser humano no es infinito. El ritmo de crecimiento poblacional, de hecho, es cada vez más lento y a partir de 2080, según las estimaciones, dejaremos de traer más personas al mundo. Por entonces se registrarán algunas fluctuaciones poblacionales, pero en 2086 se tocará techo y, entonces, los habitantes de la Tierra disminuirán hasta las 10.349 millones para 2100. ¿Qué pasará por entonces? Como vaticina Naciones Unidas, en África se concentrará el 50% de la población mundial, Nigeria será el tercer país más poblado del mundo -de hecho, la mitad del crecimiento se dará en tan solo nueve países-, la India habrá superado sin problemas a China y el Viejo Continente hará honor a su nombre, donde casi una cuarta parte de la población tendrá más de 60 años.

De hecho, se estima que la esperanza de vida aumente, de manera global, de 72,8 años a 77,2 en 2050, aunque en los países menos desarrollados se sitúa ya siete años por debajo debido a los altos niveles de mortalidad infantil y materna, así como la violencia y el impacto de algunas enfermedades. A nivel global, en la actualidad, ya cerca del 10% de la población mundial tiene más de 65 años, una tasa que en 2050 alcanzará el 16%. Tal y como demuestran los datos, el ranking lo encabezarán Europa y Norteamérica, con un 26,9% de la población en edad de jubilación. En el África subsahariana, por el contrario, el porcentaje es mucho menor (4% en 2050). Suena paradójico, puesto que sabemos que es una de las zonas que experimentará un mayor crecimiento, pero a pesar de que nazcan tantos niños, si la mortalidad es alta, esto se traduce en una menor esperanza de vida y, por tanto, una escasa población que alcance la tercera edad.

 

En este escenario, los retos a superar difieren mucho entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo. A lo largo de los próximos años, aquellos que estén avanzados socioeconómicamente tienen que afrontar el conocido como invierno demográfico. En países como España y los vecinos europeos, las tasas de nacimiento no dejan de disminuir por diferentes factores –mayor independencia económica de las mujeres, priorización de la carrera laboral, etc– y, a la vez, los avances científicos permiten ampliar la esperanza de vida, generando la famosa pirámide invertida. ¿Qué lectura se puede hacer de esto? «Que la población de 61 países disminuirá para 2050: la tasa de fecundidad de las naciones europeas ya está hoy muy por debajo de la necesaria para garantizar el reemplazo de la población a largo plazo», advierte Naciones Unidas.

Se estima que la esperanza de vida aumente, de manera global, de 72,8 años a 77,2 en 2050, aunque en los países menos desarrollados se sitúa ya siete años por debajo de la media

Mientras tanto, los países en vías de desarrollo se enfrentan a otra caja de Pandora: la creciente densidad poblacional, la dificultad para acceder a bienes básicos y las posibles consecuencias del cambio climático. Las cifras demuestran que estos países tienen mayor densidad –en Singapur viven 8.377 personas por kilómetro cuadrado frente a las 385 que habitan Bélgica–. En este sentido, cuanto mayor sea la densidad, menor es el espacio a habitar y gestionar para obtener recursos básicos, como alimentos o un buen sistema de saneamiento. Además, en los países con ciudades superpobladas, la gestión sostenible de los entornos urbanos se hace mucho más complicada, lo que implica una mayor dificultad para adaptarlas a los posibles cambios de clima.

El nacimiento de Damián ha puesto la pregunta sobre la mesa: ¿El crecimiento poblacional es una oportunidad o un reto? Todo depende de cómo se mire. Mayor humanidad, por ejemplo, se traduce en mayor conocimiento. Por eso, a ojos de Naciones Unidas es el momento ideal para que «los países tomen medidas para minimizar el cambio climático y proteger el entorno, especialmente aquellos más desarrollados, que pueden tomar grandes decisiones a la hora de desconectar el crecimiento de la humanidad de la degradación del medio ambiente». Durante el primer minuto que has dedicado a leer este artículo han nacido en el mundo 300 niños. Al acabar el día, habrán sido 400.000.