Un año más se celebra Presura, la Feria Nacional para la Repoblación de la España Rural. La cita, que se celebrará en diciembre en Soria, reunirá a representantes políticos como el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; el presidente del Partido Popular, Pablo Casado; o la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, para que respondan a la pregunta: “¿Quién piensa de verdad en lo rural?”. El director del encuentro y de la asociación El Hueco, Joaquín Alcalde, adelanta en esta entrevista el contenido de la feria y hace balance de los retos y oportunidades que se presentan a la España vaciada.
Replicando la pregunta que, este año, se lanza desde Presura: Pero… ¿Quién piensa de verdad en lo rural?
Este año celebramos la cuarta edición de Presura, una feria que tiene como objetivo poner en contacto a personas del entorno urbano, que quieren desarrollar un proyecto de vida en el mundo rural, con aquellos agentes o recursos que existen en las zonas poco pobladas, que les pueden ayudar a instalarse allí y emprender un proyecto de vida. Cuando empezamos con la feria era completamente experimental: nunca se había hecho en nuestro país nada así. Desde El Hueco llevábamos muchos años trabajando en temas relacionados con la repoblación rural, pero el desafío estaba en que no sabíamos si verdaderamente existía ese interés por lo rural. Incluso a nosotros mismos nos sorprende el poder de convocatoria que ha tenido la feria a lo largo de estos años, lo que demuestra, con indicadores reales, que existe un deseo y una tendencia de vuelta a lo rural.
Se puede decir que en estos últimos años se ha avanzado muchísimo más que en los 25 años anteriores. Por lo menos, la despoblación hoy está en las agendas políticas, en los medios de comunicación y, de alguna manera, con la feria hemos contribuido a ello. Pero este año queríamos incidir en algo que nos parece fundamental: comprobar si verdaderamente toda esta tendencia está apoyada por un interés real de los políticos, que, al final, son quienes tienen que hacer políticas para favorecer la repoblación e impulsar las legislaciones y las normativas oportunas para que esta tendencia se consolide. Por eso, en este año tan complejo para todos hemos querido preguntar a los políticos si verdaderamente se lo creen o es más una moda o una pose y si es posible esa reactivación de los pueblos en la que estamos trabajando.
Pronto descubriremos si los políticos están implicados o no, pero ¿y las empresas? ¿Por qué no terminan de ver negocio en el medio rural?
Las empresas, sobre todo las grandes, empiezan a darse cuenta de que es importante tener en cuenta, dentro de sus políticas, especialmente las de responsabilidad social corporativa, lo rural. En este sentido, Red Eléctrica, que colabora con El Hueco en múltiples proyectos, es pionera en España en la creación de un departamento de Innovación Social volcado en colaborar o trabajar en proyectos de impacto y emprendimiento social que puedan contribuir a esta reactivación de lo rural. En lo rural hay un negocio que no es el empresarial clásico –es decir, el que hemos conocido hasta ahora–, sino social. Hoy en día, en pleno siglo XXI, las personas –sobre todo los jóvenes– demandan empresas comprometidas, con impacto, que busquen antes los beneficios sociales que los económicos, y ahí es donde está El Hueco: llevamos muchos años trabajando en fomentar esa innovación social para la repoblación, porque hay muchas empresas que están cada vez más comprometidas con el emprendimiento social.
Alguien dijo una vez que “las empresas del futuro serán sociales o no serán” y ahí está la clave: no hay que quedarse solo en esas políticas de responsabilidad social corporativa, sino que las empresas tienen que cambiar desde dentro. Esto es, guiarse por otras métricas: no se pueden medir los resultados con los mismos criterios con los que se han medido hasta ahora. Si seguimos igual, estaremos abocados al fracaso. La sostenibilidad hoy en día es muy importante para todos. En la búsqueda de esa triple sostenibilidad –social, ambiental y empresarial–, indudablemente, la economía social, de impactos y de emprendimiento social juega un papel fundamental.
¿Qué oportunidades reales existen para que personas que quieran emprender creen su propio puesto de trabajo en el medio rural?
Lo rural está plagado de oportunidades. Desde El Hueco contribuimos a visibilizarlas, a inspirar a personas que quieran venir a conocer el mundo rural, quedarse y emprender en él. Pero también hay que ser realistas: no es fácil emprender ni en lo rural ni en lo urbano. Emprender con éxito es complejo, requiere de muchos factores y, además, en el caso de lo rural existe una brecha con lo urbano muy importante. Para prosperar hay que generar, en las comarcas y en los pueblos, ecosistemas de innovación que acojan a los nuevos pobladores, que les ayuden para que, de alguna manera, se sientan arropados a la hora de poner en marcha sus iniciativas.
Hasta hace poco, uno de los atractivos de las ciudades eran las oportunidades laborales. Si podemos desempeñar nuestro trabajo de manera telemática, mucha gente cambiará de opinión. ¿Se percibe ya un cambio real?
Con la pandemia hemos visto desarrollarse de manera casi increíble el teletrabajo, hasta el punto de que hoy se ha convertido en un derecho de los trabajadores, y desde El Hueco estamos convencidos de que va a ser un factor fundamental para reactivar los pueblos. Muchas personas que puedan teletrabajar lo van a hacer, seguramente no de una manera permanente, pero sí temporal o pendulando entre lo urbano y lo rural.
Ya empezamos a tener datos, por ejemplo, de alquileres y ventas de viviendas rurales, que se ha incrementado exponencialmente a lo largo de este verano. Concretamente, hay comarcas en las que ya es imposible encontrar una vivienda disponible, porque se han alquilado a personas urbanas que tienen la posibilidad de moverse y buscan una alternativa a esa vida urbana movidos, en parte, por la COVID. Por primera vez en la historia de la humanidad, la mayoría de las personas van a poder trabajar donde quieran. Es algo disruptivo e inaudito. La revolución industrial –que fue el último gran cambio en el mundo– generó movimientos demográficos muy potentes que acumularon en los centros de producción a los trabajadores porque no había otra alternativa. Pero hoy esos centros de producción se van a deslocalizar. En los próximos años va a cambiar por completo la ordenación territorial.
¿Podríamos esperar una revolución rural?
Estamos ya en los inicios de esa revolución, y no solo ya por el teletrabajo, sino porque lo rural es fundamental en esa búsqueda desesperada que tenemos por la sostenibilidad. Siempre se ha hablado mucho de sostenibilidad. En estos últimos años nos lo hemos tomado más en serio, pero esta crisis sanitaria ha hecho que nos demos cuenta de que necesitamos la sostenibilidad desesperadamente y no se puede entender una sostenibilidad global con unos desequilibrios territoriales como los que hemos tenido hasta ahora. Volviendo a la misma frase de antes: la sostenibilidad será si es rural. Si no, no creo que seamos capaces de conseguirla.
Para todo esto es clave la conectividad: el acceso a internet es algo básico hoy en día.
Internet lo considero como un derecho fundamental de las personas, igual que el derecho a respirar aire limpio o al acceso al agua. Países como Finlandia lo tienen reconocido constitucionalmente: los finlandeses, estén donde estén, tienen derecho a que el Estado les facilite el acceso en igualdad de condiciones. La brecha digital genera desigualdad, y para acabar con ella y preservar esos derechos es muy importante que la conectividad de banda ancha o de alta capacidad llegue a todo el territorio.
¿Tienes fe en las medidas del plan de recuperación de la Unión Europea en las que la lucha contra la despoblación cobra bastante importancia?
Vamos por el buen camino. En España, con el trabajo que se está haciendo desde la Secretaría General para Reto Demográfico se están sentando las bases para atajar un problema muy complejo y que nadie espera que vaya a cambiar de la noche a la mañana: va a costar muchos años, son procesos muy lentos, pero antes de la COVID ya estábamos en ese camino. Seguramente el coronavirus está provocando un parón en el despliegue de todas esas políticas que ya estaban previstas, pero también nos va a generar una oportunidad: si somos capaces de invertir bien esos recursos que van a llegar de Europa para el plan de reactivación de la economía, podemos ser optimistas. Eso sí, el dinero es fundamental, sobre todo para ponernos en situación de igualdad con infraestructuras, pero no lo es todo. Se tiene que generar un cambio de mentalidad en la ciudadanía, no solo de las personas urbanas, sino de las que vivimos en los pueblos: tenemos que creernos que esto es posible y convertir nuestros pueblos en lugares acogedores. Tenemos que buscar, en definitiva, nuevas soluciones más eficientes y sostenibles a los viejos problemas de siempre. Y eso se hace desde la innovación, no solo tecnológica, sino social.
Más de una vez has mencionado que, además, los nuevos pobladores deben también tener ganas de generar ese cambio. No es solo mudarse a un pueblo, sino de ver qué hay que hacer para que lo rural resurja como una opción.
Tampoco conviene idealizar el mundo rural laboral: no es la Arcadia feliz. Hay que trabajar mucho, la vida no es fácil, tenemos hándicaps… Aquellas personas que se muden a lo rural tienen que saber que es un lugar en el que van a disfrutar mucho, van a tener una buena vida, etcétera, pero tienen que venir con ganas de trabajar, de emprender y, sobre todo, de inventarse su propio proyecto de vida. El trabajo por cuenta ajena cada vez va a ser un bien más escaso; en este siglo vamos hacia el autoempleo, el emprendimiento… va a cambiar todo bastante.
¿Cómo te imaginas la España rural dentro de diez años?
En pleno proceso de cambio. Su principal motor de desarrollo va a seguir siendo la agricultura y la ganadería, un sector estratégico porque los alimentos se producen en el campo. Pero también será una España rural con una diversidad económica: me imagino un sector cultural que puede contribuir a ese desarrollo, pero también empresas tecnológicas que puedan instalarse en zonas rurales. La nueva ruralidad del siglo XXI va a tener poco que ver con la realidad del siglo XX. Si queremos seguir viviendo en el campo, tenemos que reimaginarnos cómo vivir en él.