No ocurre muy a menudo, pero hay ciertos momentos en la vida en los que la respuesta más sencilla es, precisamente, la más útil. Un buen ejemplo lo encontramos en la naturaleza: se cuentan por decenas las especies, formas o procesos naturales en los que el ser humano, desesperado por un complejo problema, se ha fijado para dar, de una vez por todas, con la clave de ese invento que le hará la vida más fácil. La sencillez es la base de la biomímesis, porque no hay nada más simple y eficiente que la propia naturaleza.
Frente a la crisis climática, uno de los retos más laberínticos de la actualidad, también surgen este tipo de serendipias: a comienzos de este año, una investigación del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Sevilla demostró que las microalgas son tan eficientes a la hora de capturar dióxido de carbono que podrían contribuir a la reducción de hasta un 30% de las emisiones contaminantes.
Estos organismos podrían reducir hasta en un 30% las emisiones de dióxido de carbono
El hallazgo, como han descrito los responsables, «podría tener implicaciones tanto ecológicas como biotecnológicas en la mitigación del cambio climático». Y es que las propiedades de estos microorganismos acuáticos, que realizan la fotosíntesis como cualquier otro (consumen dióxido de carbono y devuelven oxígeno a la atmósfera), suponen una gran oportunidad para limpiar el aire, depurar aguas residuales e incluso fabricar alternativas a los combustibles fósiles, ya que pueden producir hasta 60 veces más biocombustible que otras plantas terrestres.
En realidad, el uso de las microalgas tiene siglos de historia: por ejemplo, la spirulina era utilizada por los aztecas como un alimento altamente energético y la phylloderma sacrum se ha considerado desde siempre un auténtico manjar en Japón gracias a sus propiedades proteicas. De hecho, a pesar de lo novedoso de esta investigación realizada por el CSIC, no es la primera vez –ni será la última– que estos seres vivos protagonizan historias de éxito en múltiples ámbitos ambientales.
Microalgas para una alimentación mejor (y más sostenible)
Durante las últimas décadas, el estudio de estos organismos ha despertado gran interés ante el reto de la alimentación sostenible. Las microalgas son capaces de producir aminoácidos y antioxidantes, por lo que algunos científicos están investigando cómo aprovechar esta capacidad para conseguir que produzcan otros compuestos de interés para el ser humano. Se ha demostrado, por ejemplo, que si se le añaden ciertas especies de microalgas a un pan sin gluten, se incrementa exponencialmente su contenido en proteínas, hierro, calcio y ácidos grasos.
En un planeta donde, en 2050, sus habitantes exigirán un 60% más de alimentos, estos microorganismos se presentan también como una gran alternativa frente al consumo de carne. Sus proteínas permiten preparar productos cárnicos más saludables e incluso análogos que la imiten, pero no la incluyan, convirtiéndose en un alimento de idénticas propiedades, pero mucho más sostenible y, sobre todo, accesible.
Biocombustibles, pero también hidrógeno verde
En la Agenda 2030, el hidrógeno verde se presenta como una buena alternativa a los combustibles fósiles. Pero solo es sostenible si se produce con recursos renovables. Así, un equipo de investigación de la Universidad de Monash (India) ha descubierto que el proceso de obtención de hidrógeno a través de las microalgas es un 36% menos contaminante, por lo que, si se cultiva la suficiente cantidad, pueden ser las perfectas aliadas para fabricar este elemento clave en la transición energética.
Edificios ‘marinos’ para reducir la contaminación
Aunque en un primer momento pueda parecer impensable, las microalgas pueden jugar igualmente un gran papel en la regeneración de edificios y las ciudades del futuro. En España, la Universidad de Alcalá, diseñó un edificio recubierto de microalgas con el fin de demostrar cómo pueden contribuir a reciclar el aire de la ciudad y hacer de las calles un lugar más agradable. La inspiración viene, en parte, de Alemania, que en 2013 se convirtió en el primer país con un edificio realmente verde donde las microalgas de su fachada eran recolectadas con un sistema que, haciendo uso del calor solar acumulado, utilizaba su energía para generar agua caliente.
Como demuestra la comunidad científica, el futuro puede ser prometedor: además de todos los beneficios mencionados, la mayor ventaja de estos seres vivos es que son capaces de crecer de forma muy rápida, por lo que, en un entorno óptimo y con la suficiente financiación, pueden multiplicarse exponencialmente hasta dejar de ser un mero objeto de estudio para convertirse en un denominador común de la transformación sostenible. Soluciones diminutas para grandes problemas.