Las tres regiones del mundo en las que es más complicado ser niño

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Imagina que tienes ocho años y experimentas el hambre y la sed casi a diario. Imagina que no dispones de un hogar en el que refugiarte de las inclemencias del tiempo ni de unas instalaciones sanitarias básicas. Imagina que vives con tu familia en una zona de conflicto y no tienes acceso a un servicio de salud. Imagina que careces de un sistema educativo en el que desarrollar tus aptitudes o que la sociedad en la que vives reserva para ti un papel de sumisión por el hecho de ser niña. Imagina que estas líneas no son un ejercicio de reflexión, sino la realidad que a diario viven niños y niñas de todo el mundo.

Neide es una de ellas. Nacida en Angola y procedente de una familia de limitados recursos económicos vivió de niña en su propia piel la malnutrición y la enfermedad. Hace unos años, la fiebre se llevó a su hermana menor y a su padre, lo que la llevaron a ella y a su familia a escapar de un país golpeado por una violenta guerra civil. Tras solicitar asilo en Namibia, Neide decidió emprender el camino hacia Europa en busca de las oportunidades que se le negaron en Angola, considerado por la organización Save The Children como uno de los peores países para ser niño junto con Níger, Mali, República Centroafricana, Somalia y Chad.

Neide decidió emprender el camino hacia Europa en busca de las oportunidades que se le negaron en Angola

  Unicef, a través de su informe anual Estado Mundial de la Infancia (EMI), también hace un balance de la situación mundial de la infancia. Y los últimos datos no son halagüeños. Actualmente las mayores amenazas para la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños del mundo son, por orden de incidencia: la mortalidad neonatal, la escasez de agua y saneamiento, la falta de vacunación, la malnutrición, la inseguridad en zonas de conflicto, la falta de educación, protección (matrimonio infantil, mutilación genital femenina, trabajo infantil, etc.) y la falta de empoderamiento de la mujer.  

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Fuente: Unicef

Concretamente, este 2019 Unicef centra su análisis en la situación de la nutrición infantil en el mundo. El informe, titulado Infancia, alimentación y nutrición: creciendo bien en un mundo cambiante, trata esta dimensión que amenaza directamente la supervivencia de los niños y niñas del mundo. Las cifras nos muestran un panorama global preocupante.

En la actualidad, casi 200 millones de niños sufren desnutrición crónica y aguda en todo el mundo. Sin olvidar que cerca de 340 millones de infantes sufren “hambre oculta”, es decir, una deficiencia crónica de vitaminas y nutrientes esenciales. La mayoría de los niños con este tipo de carencia nutricional, especialmente dañina en los niños de menos de cinco años, viven en el continente africano, en el sudeste asiático y en algunas regiones del norte de Latinoamérica.

Históricamente, el continente africano ha sido uno de los más golpeados por la malnutrición. Si bien los índices de inanición se han reducido considerablemente en las últimas décadas, en muchos países de África Occidental y Oriental sigue siendo uno de los principales problemas sociales. De la misma manera, Yemen, en situación de guerra desde 2015, presenta unos índices muy altos de desnutrición crónica.

En Asia, países como India, Pakistán, Afganistán, Indonesia o Filipinas también muestran unos niveles muy altos, lo cual incide directamente en la salud y el desarrollo de niños y adolescentes.

Un tercer foco de malnutrición se encuentra en Latinoamérica. Países como Guatemala, Honduras o Ecuador presentan una situación alimentaria muy adversa, generalmente debido los altos índices de desigualdad y pobreza que sufre su población.

En definitiva, los datos pintan un panorama desolador que solo puede combatirse con colaboración y determinación internacional. Sin ir más lejos, los Objetivos de Desarrollo Sostenible 1 y 2 proponen poner fin a la pobreza y acabar con el hambre en el mundo de cara a 2030. La infancia es nuestro futuro. Pongámoslo en práctica.