Etiqueta: Naturaleza

El combate contra la deforestación empieza en las palmeras

La alternativa del carbón de coco, completamente ecológica, está llamada a convertirse en una de las claves para frenar la deforestación a nivel mundial.


Millones de cocoteros forman parte del paisaje habitual en países tropicales y subtropicales. Y son, precisamente, los países con mayor producción de coco los que están explotando este recurso transformándolo en carbón. India es, según el último informe de la ONU, el mayor exportador mundial, con más de 130.000 toneladas. Una cantidad equivalente a la que producen conjuntamente los siguientes países: Filipinas (65.900 t), Sri Lanka (47.720 t) e Indonesia (21.867 t). El fruto que puede esconder la llave que abra la puerta hacia un futuro más sostenible tiene como destino principal Estados Unidos y Japón.

El proceso comienza con la recolección de un fruto en lugar de con la habitual tala de un árbol

Con su recolección, comienza un proceso en el que la materia prima se ha obtenido sin talar ningún árbol. Una vez recogidos los cocos, es necesaria su molienda y trituración para reducir al máximo su tamaño y, de esta manera, facilitar su procesamiento. Completada esta fase, se procede a la carbonización del coco donde las cáscaras se calientan mediante combustión, lo que provoca su deshidratación y solidificación. En la penúltima etapa, el carbón se activa, ampliando la estructura de sus poros. Para finalizar, se procede a su lavado y secado antes de tamizarlo y envasarlo para su posterior distribución.

A pesar del acuerdo sellado en 2022 por más de 100 países –que albergan el 85% de los bosques del mundo–, donde se comprometían a detener y revertir la deforestación para 2030, el problema sigue latente y representa una de las amenazas más significativas para el medio ambiente. A lo largo del pasado año, desaparecieron 3,7 millones de hectáreas de bosque tropical primario, el equivalente a casi 10 campos de fútbol en bosques por minuto. Aun así, la cifra mejora la del curso anterior en un 9%, como recoge el World Resources Institute en su informe anual.

Su versatilidad lo convierte en un recurso muy valioso para diferentes industrias, alcanzando la meta del residuo cero

En esta batalla a largo plazo, el carbón activado de coco es un elemento aprovechable en su totalidad, que logra la meta del residuo cero durante su proceso de fabricación. Las propiedades que posee multiplican su uso en industrias muy dispares. Puede ejercer como agente absorbente en los procesos de fundición y extracción de metales como el oro. Además, actúa como decolorante en la industria alimentaria, haciendo posible la desaparición del color, los olores y los sabores no deseados. De hecho, los filtros de carbón de cáscara de coco se han convertido en una elección óptima para purificar el agua potable. Igualmente, sus propiedades le permiten filtrar micropartículas y residuos de gases tóxicos en el aire. Una versatilidad que alcanza el campo de la cosmética donde se emplea como blanqueador dental o aclarante natural de la piel. Las miradas se dirigen hacia el fruto de las palmeras: el valor del coco puede ser crucial.

Enoturismo, una manera de viajar de manera sostenible este verano

El enoturismo se perfila como la opción perfecta para aquellos viajeros que desean explorar el mundo de manera consciente y responsable. Adentrarse en los viñedos y bodegas no solo ofrece una experiencia única y enriquecedora, sino que también promueve la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente. Descubre cómo el turismo del vino puede transformar tus vacaciones en una aventura inolvidable y ecológica.


Decía Ortega y Gasset que «el vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza». El enoturismo, o turismo del vino, se ha convertido en una de las experiencias más enriquecedoras para los amantes de los viajes y la gastronomía. Lejos de ser una mera visita a unas bodegas, el enoturismo es una modalidad de turismo que se centra en visitar regiones vinícolas viviendo una experiencia inmersiva que puede incluir recorridos por los viñedos, visitas guiadas a las bodegas, talleres sobre la elaboración del vino, catas dirigidas por expertos y, en muchos casos, alojamiento en entornos naturales espectaculares.

España es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo

El enoturismo puede desarrollarse en regiones vinícolas de todo el mundo, desde los famosos paisajes de la Toscana en Italia, hasta el Valle de Napa en Estados Unidos, pasando por los viñedos de Mendoza en Argentina. Sin embargo, España tiene un lugar destacado, ya que es el primer país a nivel mundial en extensión vitivinícola y el tercer productor de vino en el mundo, sumando un total de 131 zonas vitivinícolas.

Mucho más que vino

El enoturismo también promueve la sostenibilidad y la conexión con la naturaleza. Según el informe Análisis de la demanda turística Rutas del Vino de España realizado por el Observatorio Turístico Rutas del Vino de España, los visitantes de este tipo de turismo combinan su visita a las bodegas con actividades en la naturaleza (11,6%), visita a pueblos (11,5%) o disfrutan de la gastronomía local (9,9%), lo que confirma su interés por el entorno y la naturaleza.

Muchas bodegas están adoptando prácticas ecológicas, como la viticultura biodinámica, que respeta los ciclos naturales y minimiza el impacto ambiental. Además, están aumentando las hectáreas en agricultura ecológica, la incorporación de las energías renovables y el manejo responsable del agua. Esto no solo reduce la huella de carbono, sino que también promueve un modelo de negocio respetuoso con el medio ambiente. Según un informe de la International Organisation of Vine and Wine (OIV), el número de bodegas que adoptan prácticas sostenibles ha crecido un 20% en los últimos cinco años, lo que refleja una creciente conciencia ambiental en el sector.

Los viñedos suelen estar ubicados en zonas de gran belleza natural, algo que permite a los visitantes disfrutar de caminatas, paseos en bicicleta y, por supuesto, de la calma y la tranquilidad que ofrece el campo. Es una oportunidad para desconectar de la rutina, conectar con la tierra y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con la tierra y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible.

Además, el sector vitícola es un factor determinante contra la despoblación de la España vacía. Según la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE), la población de los municipios españoles con menos de 2.000 habitantes que se dedican al cultivo de la vid se ha incrementado hasta un 35,8% en los últimos 20 años, mientras que la de los que carecen de viñedos ha disminuido un 9,6%. 

Esta actividad genera riqueza que va dirigida precisamente a zonas rurales ayudando a sostener a los pequeños productores y a las comunidades rurales. Al visitar bodegas locales, los turistas contribuyen directamente a la economía de la región.

El enoturismo se convierte en una oportunidad para conectar con las raíces y las tradiciones locales de una forma respetuosa y sostenible. Optar por esta forma de viaje es un acto consciente de apoyo a las economías rurales y a prácticas medioambientalmente responsables. Así, cada copa de vino se convierte en un brindis por la preservación del medio ambiente y por un futuro más verde.

Zonas verdes para reducir la temperatura de las ciudades

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Según las estimaciones de la ONU, el 70% de la población que habitará el planeta en 2050 vivirá en ciudades. A su vez, para esa fecha, se estima que la temperatura haya aumentado hasta los 50 grados en los entornos urbanos. Razones más que suficientes para el desarrollo de zonas verdes urbanas que mejoren la calidad de vida de sus habitantes y mitigar el calor. 

Estos son los países más megadiversos de la Tierra

El cambio climático y la destrucción de los hábitats naturales a causa de la acción humana pueden tener graves consecuencias para muchas especies de plantas y animales. Para hacer frente a este problema, el Grupo de los Países Megadiversos Afines promueve la conservación de la diversidad biológica en territorios clave.


¿Sabías que el 70% de toda la fauna y flora mundial está concentrada en menos del 10% del territorio? Con esta premisa, el biólogo Russell Mittermeier introdujo en 1997 el concepto de «países megadiversos», para identificar aquellos territorios con una extraordinaria cantidad de especies y conseguir que se prestara más atención a su conservación.

El nombre funcionó, pues el Centro de Seguimiento de la Conservación Mundial (WCMC, por sus siglas en inglés), que pertenece al Programa de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, ha designado 17 países megadiversos. Su objetivo era el mismo que perseguía Mittermeier: crear conciencia social y promover la necesidad de implementar estrategias de conservación en estos lugares. Los elegidos fueron Brasil, Colombia, Ecuador, México, Perú, Venezuela, Estados Unidos, Madagascar, India, Indonesia, Malasia, Papúa Nueva Guinea, Filipinas, Australia, China, República Democrática del Congo y Sudáfrica. 

A menudo se debate sobre un posible ranking que ofrezca detalles de la situación de cada país. En este sentido, quizá se podría colocar en primer lugar a Brasil, ya que es el hogar de una cantidad excepcionalmente alta de primates, anfibios, plantas y mariposas. Se estima que entre el 15% y el 20% de todas las especies conocidas en el mundo se encuentran en Brasil. No obstante, es complicado derivar conclusiones sólidas debido a las diferentes formas de medir la biodiversidad y la falta de datos completos en algunos territorios.

El Centro de Seguimiento de la Conservación Mundial reconoció 17 países como «megadiversos» para promover la necesidad de implementar estrategias de conservación.

Sea como sea, los 17 países comparten características que facilitan la alta concentración de especies, como por ejemplo que muchos de ellos están ubicados en los trópicos, donde las condiciones climáticas son ideales para la vida vegetal y animal. Asimismo, la abundancia de luz solar y agua favorece la fotosíntesis, lo que promueve una mayor productividad primaria y, en consecuencia, una mayor diversidad biológica. Además, la estabilidad climática de estas áreas, con menos variaciones estacionales extremas, permite a las especies desarrollarse y evolucionar durante largos períodos sin interrupciones drásticas. 

Ahora bien, el clima favorable no es condición suficiente para ser reconocida como zona megadiversa. En realidad, se deben cumplir dos requisitos inapelables: tener al menos 5.000 plantas endémicas y poseer un ecosistema marino dentro de sus fronteras. Además, hay otros factores que se tienen en cuenta, como la diversidad de paisajes, el aislamiento geográfico, la extensión territorial y la historia evolutiva de la región.

Actualmente, se estima que entre el 15% y el 20% de todas las especies conocidas en el mundo se encuentran en Brasil.

Hoy por hoy, casi 30 años después de la invención de la «megadiversidad», la acción sigue en marcha gracias al Grupo de Países Megadiversos Afines, un mecanismo de consulta y cooperación que se formó en 2002 para promover los intereses relacionados con la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica, así como la participación justa y equitativa en la utilización de recursos genéticos. 

En conclusión, la noción de «megadiversidad» defiende que la conservación de ecosistemas extraordinarios no solo es vital para la supervivencia de numerosas especies, sino también para la salud y el bienestar humanos. Por lo tanto, con la vista puesta en el futuro, la acción concertada a nivel local, nacional e internacional será imprescindible para seguir enfrentándonos a los desafíos ambientales y garantizar un futuro sostenible para el planeta.

Antropoceno, ¿vivimos en la era geológica marcada por la actividad humana?

Los expertos continúan un debate sobre cuándo fue el momento en el que la humanidad tomó el protagonismo, como ente transformador, frente a la naturaleza. Por lo pronto, la última era de la Tierra seguirá siendo el Holoceno y habrá que esperar diez años para saber si existe el Antropoceno.


Si algo sabemos seguro es que la actividad humana ha transformado radicalmente los ecosistemas. Un estudio de la Universidad de Bergen en Noruega sugiere, incluso, que el impacto humano tiene su origen mucho antes de la Revolución Industrial, concretamente hace entre 4600 y 2900 años. La contaminación de los océanos, la deforestación, la extinción de especies animales y el calentamiento global son algunas de las consecuencias de producir y consumir a costa de la naturaleza. Esto invita a reflexionar sobre si realmente la Tierra se encuentra en una nueva era geológica a la que, por todo esto, se podría (o no) denominar Antropoceno. Es decir, una era en la que la humanidad es la protagonista frente a la naturaleza.

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un periodo en el que las temperaturas se suavizaron y varios casquetes geológicos se separaron

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un término acuñado en 1867 por el geólogo Paul Gervais, que se refiere a un periodo de la Tierra en el que las temperaturas se hicieron más suaves y varios casquetes geológicos se separaron. Cabe destacar también que en esa era aumentó (por el mismo fenómeno de la elevación de la temperatura generalizada) el nivel de los océanos, y es el único periodo en el que han habitado los humanos.

Los datos señalan a un cambio sustancial en las condiciones del planeta debido a las decisiones y acciones humanas. En 2020, un estudio publicado en la revista científica Nature reveló que por primera vez en la historia del planeta la masa de todo aquello producido por la humanidad ya superaba en cantidad a la biomasa. Esto se puede ejemplificar con el dato de que el peso de toda la materia creada artificialmente en Nueva York equivale al de todos los peces del mundo. Además, en este estudio no se habían contabilizado las toneladas de basura. Sin embargo, lo que sí deja ver es que el peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta.

El peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta

Con esa información, no sorprende que varios científicos consideren la existencia de una nueva era para la Tierra. El químico holandés Paul Crutzen (ganador del Premio Nobel de Química en 1995) fue el primero en utilizar el concepto de Antropoceno. Hacia el año 2000, mientras se encontraba en una conferencia en la que otro académico se refería al Holoceno, él pensó que ese término quizá ya había quedado obsoleto y que lo correcto sería hablar de una nueva era en la que el protagonismo fuese para la humanidad como ente transformador de todo. 

Una cuestión de tiempos

En marzo de este año, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS, por sus siglas en inglés) rechazó la oficialidad del término Antropoceno, algo que ya había hecho en una votación anterior.

La propuesta fue hecha por un grupo de trabajo dedicado al estudio y análisis de este concepto, y que proponía como inicio de la era el año 1952. En esta fecha se comprobó que en los suelos de todo el mundo ya había residuos tóxicos de pruebas de bombas nucleares. Además, es la década en la que se considera que la humanidad dio un salto radical hacia la producción y el consumo para las masas. También fue cuando la tecnología comenzó una carrera en la que hasta la fecha no ha hecho más que acelerar, y donde el impacto de la humanidad sobre los ecosistemas a nivel global se hizo más evidente. Sin embargo, para la mayoría de expertos, esos motivos no son determinantes para inaugurar una nueva era. 

El gran argumento en contra es la inexactitud de la fecha de inicio del supuesto Antropoceno. Los expertos no debaten si la actividad humana ha redefinido el entorno natural, el punto a discutir es cuándo nació realmente esa nueva era. Es cierto que en la década de los cincuenta los cambios fueron a gran escala, pero eso sería referirse solo a los tiempos recientes. En definitiva, el ser humano ha sido un ente transformador desde hace muchísimos siglos atrás. 

De momento, habrá que esperar a una nueva propuesta, y con nuevos argumentos, para que el Antropoceno sea introducido en las aulas y los libros de texto. Aún así, ya es un término ampliamente extendido y de uso coloquial, a pesar de que el Holoceno siga siendo la era oficial.

La biología sintética, ¿clave para conservar las especies en peligro de extinción?

La biología sintética abre un futuro esperanzador en la conservación y recuperación de la biodiversidad, aunque su uso aún está sujeto a debate ético. 


Nos resultaría imposible imaginarnos un mundo sin bosques, mares, ríos y las innumerables especies que los habitan. La biodiversidad es uno de los tesoros más valiosos de nuestro planeta y mantiene el equilibrio entre todos los seres vivos. 

No obstante, la contaminación, la sobreexplotación de los medios naturales, el cambio climático y la introducción de especies invasoras han causado gran preocupación en el ámbito científico respecto a la conservación de la biodiversidad. Esto ha llevado a varios organismos nacionales e internacionales a regular su aprovechamiento y buscar soluciones efectivas para garantizar la sostenibilidad de nuestro entorno.

España creó el Banco de Germoplasma (BanGES) para desarrollar trabajos de conservación de especies críticamente amenazadas en la península Ibérica

En esta línea, y conscientes de la pérdida de especies que se estaba produciendo en los entornos naturales, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) creó en 1964 la Lista Roja de Especies Amenazadas, el inventario más completo del estado de conservación de especies animales y vegetales a nivel mundial. Tres décadas después, el 29 de diciembre de 1993, entró en vigor el Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional casi universal con tres objetivos principales: la conservación de la diversidad biológica, el uso sostenible de sus componentes y el reparto justo y equitativo de los beneficios de los recursos genéticos. 

España se sumó a esta preocupación y, en el año 2003, creó el Banco de Germoplasma (BanGES) que desarrolla trabajos de conservación de especies críticamente amenazadas en la península Ibérica. Con especial foco en el lince ibérico y el visón europeo, este servicio de investigación se dedica a obtener y preservar germoplasma animal y tejidos somáticos de especies en peligro de extinción.

Quince años más tarde, la ONU presentó el informe Fronteras 2018/19. Nuevos temas de interés ambiental, donde expuso la edición genética como solución a la pérdida de biodiversidad. Esta técnica se llegó a considerar como una de las herramientas más precisas en la modificación de organismos individuales, sistemas biológicos y genomas completos gracias a que permitía restaurar los hábitats naturales, eliminar especies invasoras de ecosistemas en peligro o «resucitar» especies extintas con beneficios ecológicos. Además, también era útil para fortalecer especies como los corales, debilitados como consecuencia del cambio climático.

La UICN define esta herramienta, conocida como biología sintética o ingeniería genética, como «un desarrollo de la biotecnología que combina ciencia, tecnología e ingeniería para facilitar y acelerar el diseño, la fabricación y/o la modificación de materiales genéticos, organismos vivos y sistemas biológicos». 

Andersen: «La comunidad mundial de la conservación debe contribuir al desarrollo responsable de las aplicaciones de la biología sintética»

Para llevar a cabo esta labor, el ADN se copia digitalmente, se reordena, se convierte en forma orgánica y se inserta nuevamente en las células vivas con el objetivo de mejorar este organismo. El uso de este tipo de tecnología para la conservación de especies fue incitado por Inger Andersen, directora general de la UICN en 2019: «La comunidad mundial de la conservación debe contribuir al desarrollo responsable de las aplicaciones de la biología sintética». 

A día de hoy, esta tecnología se utiliza sobre todo en los campos de la agricultura y la medicina, ya que su potencial para la conservación de las especies no está exento de riesgos.

La falta de límites claros sobre el uso de esta técnica podría degenerar en cambios imprevistos en los genes modificados, efectos negativos para las futuras generaciones, el uso de esta técnica para fines no médicos y, en consecuencia, un impacto negativo en la percepción social de la ingeniería genética.

A esto se suma el debate ético que suscita su uso, ya que puede que los marcos éticos actuales no sean capaces de seguir el ritmo a los rápidos y complejos avances de la biología sintética. Por ello, la ONU establece que «es esencial que los foros de deliberación orienten el ámbito de la biología sintética y velen por que sus aplicaciones ambientales beneficien a todos los que compartimos este planeta».

El leopardo de las nieves, el fantasma de Asia

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El leopardo de las nieves es conocido como el «fantasma de las montañas». Ahora ante la rápida desaparición que está viviendo esta especie, se corre el riesgo de que el término «fantasma» se convierta en una realidad ya que, según la «lista roja de las especies amenazadas» de la IUCN, el felino está en la máxima categoría de peligro de extinción.

El sol y la agricultura: claves para la transición energética

La convergencia entre la energía solar y los cultivos agrícolas dibuja la hoja de ruta hacia un futuro más sostenible con una industria en auge que se presume fundamental en la lucha global contra el cambio climático.


En la carrera contrarreloj que el planeta libra contra el cambio climático, aparece un actor semidesconocido para la gran mayoría de la población: la energía agrovoltaica. Si bien las placas solares son un elemento común y una alternativa sostenible muy utilizada, incluso para el autoconsumo, su aplicación en agricultura y ganadería resulta menos habitual.

La fusión agrovoltaica mantiene frescos los pastos gracias a los paneles que captan la energía del sol

También conocida como agrofotovoltaica, este tipo de energía consiste en algo tan sencillo como aprovechar un mismo terreno para obtener energía solar y cultivar productos agrícolas de forma simultánea. Es lo que se denomina smart farming: promover la agricultura y generar electricidad desde un único lugar. Además, la sombra que ofrecen los paneles mantiene frescos los pastos y ofrece refugio a los animales. Instaladas a varios metros de altura, las placas pueden ver modificada su orientación para maximizar la eficiencia del sistema agrovoltaico. Y, al mismo tiempo, sirven para atraer y proteger a insectos polinizadores, en especial a las abejas, potenciando la biodiversidad.

Aunque fue inventada en 1981, su uso se ha disparado en la última década, experimentando un crecimiento significativo que la convierte en una iniciativa muy interesante para la generación de electricidad sostenible. Los datos así lo indican: España es el cuarto productor de energía fotovoltaica en Europa, detrás de Alemania, Italia y Reino Unido, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés). Y las posibilidades son inmensas ya que el 50% del suelo español se considera superficie agraria útil, unos 23 millones de hectáreas potenciales donde poder implementarla, conforme a los datos del Ministerio para la Transformación Ecológica y el Reto Demográfico.

Los agricultores pueden diversificar sus ingresos y mantener la productividad con plantaciones adecuadas para crecer bajo la sombra de la instalación fotovoltaica

Según datos del informe Overview of the Potential and Challenges for Agri-Photovoltaics in the European Union, si se implementaran sistemas agrovoltaicos en el 1% de la superficie agrícola utilizada de la UE se produciría el 1 TW de capacidad fotovoltaica, muy por encima de los 590 GW previstos para 2030. Por su parte, España, que tiene el segundo objetivo más alto de desarrollo fotovoltaico para 2030 (92 GW), podría quintuplicar su energía si incorporara agrovoltaica en el 1% de su superficie agrícola.

En días nublados, la menor producción de energía se compensa con el uso de la energía almacenada de días soleados. Así, los agricultores pueden diversificar sus ingresos y mantener la productividad con plantaciones adecuadas para crecer bajo la sombra de la instalación fotovoltaica como vides, hongos o plantas aromáticas, entre otras.

A pesar de que construir un futuro sostenible supone un reto mayúsculo, impresiona pensar que, tal y como señala un estudio publicado en la revista Nature, para compensar la demanda mundial de energía con la producción solar bastaría con que menos de un 1% de las tierras de cultivo implantaran un sistema de energía agrovoltaica.