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Antropoceno, ¿vivimos en la era geológica marcada por la actividad humana?

Los expertos continúan un debate sobre cuándo fue el momento en el que la humanidad tomó el protagonismo, como ente transformador, frente a la naturaleza. Por lo pronto, la última era de la Tierra seguirá siendo el Holoceno y habrá que esperar diez años para saber si existe el Antropoceno.


Si algo sabemos seguro es que la actividad humana ha transformado radicalmente los ecosistemas. Un estudio de la Universidad de Bergen en Noruega sugiere, incluso, que el impacto humano tiene su origen mucho antes de la Revolución Industrial, concretamente hace entre 4600 y 2900 años. La contaminación de los océanos, la deforestación, la extinción de especies animales y el calentamiento global son algunas de las consecuencias de producir y consumir a costa de la naturaleza. Esto invita a reflexionar sobre si realmente la Tierra se encuentra en una nueva era geológica a la que, por todo esto, se podría (o no) denominar Antropoceno. Es decir, una era en la que la humanidad es la protagonista frente a la naturaleza.

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un periodo en el que las temperaturas se suavizaron y varios casquetes geológicos se separaron

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un término acuñado en 1867 por el geólogo Paul Gervais, que se refiere a un periodo de la Tierra en el que las temperaturas se hicieron más suaves y varios casquetes geológicos se separaron. Cabe destacar también que en esa era aumentó (por el mismo fenómeno de la elevación de la temperatura generalizada) el nivel de los océanos, y es el único periodo en el que han habitado los humanos.

Los datos señalan a un cambio sustancial en las condiciones del planeta debido a las decisiones y acciones humanas. En 2020, un estudio publicado en la revista científica Nature reveló que por primera vez en la historia del planeta la masa de todo aquello producido por la humanidad ya superaba en cantidad a la biomasa. Esto se puede ejemplificar con el dato de que el peso de toda la materia creada artificialmente en Nueva York equivale al de todos los peces del mundo. Además, en este estudio no se habían contabilizado las toneladas de basura. Sin embargo, lo que sí deja ver es que el peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta.

El peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta

Con esa información, no sorprende que varios científicos consideren la existencia de una nueva era para la Tierra. El químico holandés Paul Crutzen (ganador del Premio Nobel de Química en 1995) fue el primero en utilizar el concepto de Antropoceno. Hacia el año 2000, mientras se encontraba en una conferencia en la que otro académico se refería al Holoceno, él pensó que ese término quizá ya había quedado obsoleto y que lo correcto sería hablar de una nueva era en la que el protagonismo fuese para la humanidad como ente transformador de todo. 

Una cuestión de tiempos

En marzo de este año, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS, por sus siglas en inglés) rechazó la oficialidad del término Antropoceno, algo que ya había hecho en una votación anterior.

La propuesta fue hecha por un grupo de trabajo dedicado al estudio y análisis de este concepto, y que proponía como inicio de la era el año 1952. En esta fecha se comprobó que en los suelos de todo el mundo ya había residuos tóxicos de pruebas de bombas nucleares. Además, es la década en la que se considera que la humanidad dio un salto radical hacia la producción y el consumo para las masas. También fue cuando la tecnología comenzó una carrera en la que hasta la fecha no ha hecho más que acelerar, y donde el impacto de la humanidad sobre los ecosistemas a nivel global se hizo más evidente. Sin embargo, para la mayoría de expertos, esos motivos no son determinantes para inaugurar una nueva era. 

El gran argumento en contra es la inexactitud de la fecha de inicio del supuesto Antropoceno. Los expertos no debaten si la actividad humana ha redefinido el entorno natural, el punto a discutir es cuándo nació realmente esa nueva era. Es cierto que en la década de los cincuenta los cambios fueron a gran escala, pero eso sería referirse solo a los tiempos recientes. En definitiva, el ser humano ha sido un ente transformador desde hace muchísimos siglos atrás. 

De momento, habrá que esperar a una nueva propuesta, y con nuevos argumentos, para que el Antropoceno sea introducido en las aulas y los libros de texto. Aún así, ya es un término ampliamente extendido y de uso coloquial, a pesar de que el Holoceno siga siendo la era oficial.

La biología sintética, ¿clave para conservar las especies en peligro de extinción?

La biología sintética abre un futuro esperanzador en la conservación y recuperación de la biodiversidad, aunque su uso aún está sujeto a debate ético. 


Nos resultaría imposible imaginarnos un mundo sin bosques, mares, ríos y las innumerables especies que los habitan. La biodiversidad es uno de los tesoros más valiosos de nuestro planeta y mantiene el equilibrio entre todos los seres vivos. 

No obstante, la contaminación, la sobreexplotación de los medios naturales, el cambio climático y la introducción de especies invasoras han causado gran preocupación en el ámbito científico respecto a la conservación de la biodiversidad. Esto ha llevado a varios organismos nacionales e internacionales a regular su aprovechamiento y buscar soluciones efectivas para garantizar la sostenibilidad de nuestro entorno.

España creó el Banco de Germoplasma (BanGES) para desarrollar trabajos de conservación de especies críticamente amenazadas en la península Ibérica

En esta línea, y conscientes de la pérdida de especies que se estaba produciendo en los entornos naturales, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) creó en 1964 la Lista Roja de Especies Amenazadas, el inventario más completo del estado de conservación de especies animales y vegetales a nivel mundial. Tres décadas después, el 29 de diciembre de 1993, entró en vigor el Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional casi universal con tres objetivos principales: la conservación de la diversidad biológica, el uso sostenible de sus componentes y el reparto justo y equitativo de los beneficios de los recursos genéticos. 

España se sumó a esta preocupación y, en el año 2003, creó el Banco de Germoplasma (BanGES) que desarrolla trabajos de conservación de especies críticamente amenazadas en la península Ibérica. Con especial foco en el lince ibérico y el visón europeo, este servicio de investigación se dedica a obtener y preservar germoplasma animal y tejidos somáticos de especies en peligro de extinción.

Quince años más tarde, la ONU presentó el informe Fronteras 2018/19. Nuevos temas de interés ambiental, donde expuso la edición genética como solución a la pérdida de biodiversidad. Esta técnica se llegó a considerar como una de las herramientas más precisas en la modificación de organismos individuales, sistemas biológicos y genomas completos gracias a que permitía restaurar los hábitats naturales, eliminar especies invasoras de ecosistemas en peligro o «resucitar» especies extintas con beneficios ecológicos. Además, también era útil para fortalecer especies como los corales, debilitados como consecuencia del cambio climático.

La UICN define esta herramienta, conocida como biología sintética o ingeniería genética, como «un desarrollo de la biotecnología que combina ciencia, tecnología e ingeniería para facilitar y acelerar el diseño, la fabricación y/o la modificación de materiales genéticos, organismos vivos y sistemas biológicos». 

Andersen: «La comunidad mundial de la conservación debe contribuir al desarrollo responsable de las aplicaciones de la biología sintética»

Para llevar a cabo esta labor, el ADN se copia digitalmente, se reordena, se convierte en forma orgánica y se inserta nuevamente en las células vivas con el objetivo de mejorar este organismo. El uso de este tipo de tecnología para la conservación de especies fue incitado por Inger Andersen, directora general de la UICN en 2019: «La comunidad mundial de la conservación debe contribuir al desarrollo responsable de las aplicaciones de la biología sintética». 

A día de hoy, esta tecnología se utiliza sobre todo en los campos de la agricultura y la medicina, ya que su potencial para la conservación de las especies no está exento de riesgos.

La falta de límites claros sobre el uso de esta técnica podría degenerar en cambios imprevistos en los genes modificados, efectos negativos para las futuras generaciones, el uso de esta técnica para fines no médicos y, en consecuencia, un impacto negativo en la percepción social de la ingeniería genética.

A esto se suma el debate ético que suscita su uso, ya que puede que los marcos éticos actuales no sean capaces de seguir el ritmo a los rápidos y complejos avances de la biología sintética. Por ello, la ONU establece que «es esencial que los foros de deliberación orienten el ámbito de la biología sintética y velen por que sus aplicaciones ambientales beneficien a todos los que compartimos este planeta».

El leopardo de las nieves, el fantasma de Asia

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El leopardo de las nieves es conocido como el «fantasma de las montañas». Ahora ante la rápida desaparición que está viviendo esta especie, se corre el riesgo de que el término «fantasma» se convierta en una realidad ya que, según la «lista roja de las especies amenazadas» de la IUCN, el felino está en la máxima categoría de peligro de extinción.

El sol y la agricultura: claves para la transición energética

La convergencia entre la energía solar y los cultivos agrícolas dibuja la hoja de ruta hacia un futuro más sostenible con una industria en auge que se presume fundamental en la lucha global contra el cambio climático.


En la carrera contrarreloj que el planeta libra contra el cambio climático, aparece un actor semidesconocido para la gran mayoría de la población: la energía agrovoltaica. Si bien las placas solares son un elemento común y una alternativa sostenible muy utilizada, incluso para el autoconsumo, su aplicación en agricultura y ganadería resulta menos habitual.

La fusión agrovoltaica mantiene frescos los pastos gracias a los paneles que captan la energía del sol

También conocida como agrofotovoltaica, este tipo de energía consiste en algo tan sencillo como aprovechar un mismo terreno para obtener energía solar y cultivar productos agrícolas de forma simultánea. Es lo que se denomina smart farming: promover la agricultura y generar electricidad desde un único lugar. Además, la sombra que ofrecen los paneles mantiene frescos los pastos y ofrece refugio a los animales. Instaladas a varios metros de altura, las placas pueden ver modificada su orientación para maximizar la eficiencia del sistema agrovoltaico. Y, al mismo tiempo, sirven para atraer y proteger a insectos polinizadores, en especial a las abejas, potenciando la biodiversidad.

Aunque fue inventada en 1981, su uso se ha disparado en la última década, experimentando un crecimiento significativo que la convierte en una iniciativa muy interesante para la generación de electricidad sostenible. Los datos así lo indican: España es el cuarto productor de energía fotovoltaica en Europa, detrás de Alemania, Italia y Reino Unido, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés). Y las posibilidades son inmensas ya que el 50% del suelo español se considera superficie agraria útil, unos 23 millones de hectáreas potenciales donde poder implementarla, conforme a los datos del Ministerio para la Transformación Ecológica y el Reto Demográfico.

Los agricultores pueden diversificar sus ingresos y mantener la productividad con plantaciones adecuadas para crecer bajo la sombra de la instalación fotovoltaica

Según datos del informe Overview of the Potential and Challenges for Agri-Photovoltaics in the European Union, si se implementaran sistemas agrovoltaicos en el 1% de la superficie agrícola utilizada de la UE se produciría el 1 TW de capacidad fotovoltaica, muy por encima de los 590 GW previstos para 2030. Por su parte, España, que tiene el segundo objetivo más alto de desarrollo fotovoltaico para 2030 (92 GW), podría quintuplicar su energía si incorporara agrovoltaica en el 1% de su superficie agrícola.

En días nublados, la menor producción de energía se compensa con el uso de la energía almacenada de días soleados. Así, los agricultores pueden diversificar sus ingresos y mantener la productividad con plantaciones adecuadas para crecer bajo la sombra de la instalación fotovoltaica como vides, hongos o plantas aromáticas, entre otras.

A pesar de que construir un futuro sostenible supone un reto mayúsculo, impresiona pensar que, tal y como señala un estudio publicado en la revista Nature, para compensar la demanda mundial de energía con la producción solar bastaría con que menos de un 1% de las tierras de cultivo implantaran un sistema de energía agrovoltaica.

La España vacía, clave para el reto climático

La migración del campo a la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado conllevó un abandono de los territorios rurales, que son cruciales para mantener la biodiversidad y paliar el cambio climático.


En 1960, cerca de 13 millones de personas vivían en zonas rurales en España, casi la mitad de la población  de aquel momento (43%). Siete décadas después, tan solo 9 millones, que representan únicamente el 19% de la población total, siguen viviendo en pueblos y pequeñas localidades. Este éxodo paulatino del campo a la ciudad en busca demejores oportunidades vitales, no solo ha llevado a un declive demográfico, sino también ha provocado un impacto significativo en el medio ambiente.

 

 

El abandono de las áreas rurales, la conocida como España vacía, concentra mayor población en las ciudades y al mismo tiempo aumenta la demanda de recursos y energía, lo que se traduce en un incremento de emisiones de gases de efecto invernadero y una mayor presión sobre los ecosistemas urbanos. 

Los municipios rurales contribuyen en un 32,6% al cambio climático, mientras que en el entorno urbano esta cifra se dispara al 49,8%

Así, mientras los territorios de los municipios rurales contribuyen en un 32,6% al cambio climático, en el entorno urbano esta cifra se dispara al 49,8%, según datos del informe El papel clave de la España rural frente a la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad de la organización Greenpeace. El principal impacto proviene de la urbanización del terreno, del transporte y de los servicios y a la industria que tienen lugar en las ciudades.

 

 Además, como puede verse en el gráfico, los municipios rurales contribuyen un 18% más a la conservación de la biodiversidad que los urbanos, por la mayor cantidad de vegetación que aportan a la atmósfera. Es decir, son fundamentales para absorber CO2, y ayudar a mitigar el cambio climático.

 

 

Según este informe de Greenpeace, el entorno rural ayuda a mantener 20 veces más la biodiversidad y acumula el 60% de humedales y lagos de España. Por eso, el abandono de las zonas rurales por las manos que las trabajan también perjudica a la conservación de la biodiversidad, tanto de fauna como de flora, ya que la falta de supervisión y cuidado de las tierras abandonadas conlleva la erosión de los suelos y aumenta el riesgo de incendios. 

En ese sentido, Andalucía y Cataluña son las más perjudicadas, ya que registran la mayor erosión de  suelos de los últimos 20 años, según el Inventario Nacional Erosión de Suelos, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

 

 

Para combatir las consecuencias en el medio ambiente que supone la despoblación, el pasado mes de noviembre, el Consejo de la Unión Europea adoptó varias medidas dentro del Plan de Acción Rural de la UE y el Pacto Rural, como un enfoque integrado de las medidas que aborde la coordinación, inversión, innovación y digitalización de estas zonas, así como una mayor sostenibilidad.

El entorno rural ayuda a mantener 20 veces más la biodiversidad y concentra el 60% de humedales y lagos de España

«Nuestras zonas rurales son el tejido de nuestra sociedad y el latido de nuestra economía. La diversidad del paisaje, la cultura y el patrimonio son una de las características más importantes de Europa.  Son una parte esencial de nuestra identidad y de nuestro potencial económico. Valoraremos y preservaremos nuestras zonas rurales, e invertiremos en su futuro», explicó en 2019 Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, con motivo de la puesta en marcha del plan.

Cien especies marinas descubiertas en las costas de Chile

Schmidt Ocean Institute

La costa de Chile es una región poco estudiada de nuestro planeta. Actualmente, un equipo internacional de científicos realiza una serie de exploraciones de sus montañas submarinas y ya ha descubierto más de 100 nuevas especies.


Las montañas submarinas que surgen de las profundidades de nuestros océanos establecen complejos patrones de corrientes que los convierten en verdaderos oasis de biodiversidad. Perpendiculares a la costa de Chile, en el Pacífico, se encuentran las cordilleras submarinas de Juan Fernández, Nazca y Salas y Gómez. Cerca de 2.900 kilómetros cuadrados en los que la biodiversidad es de una riqueza sorprendente. Más de la mitad de las especies que habitan estos territorios no existen en ningún otro lugar.

Estudiar la biodiversidad de esta zona es el principal objetivo de un equipo internacional de científicos coordinados por el Schmidt Ocean Institute y dirigido por los doctores Javier Sellanes y Erin Easton.

Las comunidades de seres vivos que habitan las montañas submarinas son de reproducción lenta y, por tanto, conforman un hábitat extremadamente frágil y vulnerable a cualquier tipo de explotación humana, principalmente la pesca comercial, la de arrastre y la minería.

Las cordilleras submarinas de Juan Fernández, Nazca y Salas y Gómez conforman 2.900 kilómetros cuadrados con una gran biodiversidad

Chile lleva años buscando apoyo internacional para proteger el área de alta mar que rodea las cordilleras submarinas de Nazca y Salas y Gómez. Pretende con ello evitar la desaparición de dichas comunidades y contribuir a revertir la crisis climática. El objetivo del Schmidt Ocean Institute es mostrar las evidencias que faciliten a científicos y administraciones herramientas para proteger el recurso vital que supone la biodiversidad no solo de esta zona, sino también de otros perímetros de nuestros océanos.

La primera expedición de este equipo se realizó en enero de este año. A bordo del buque Falkor del Schmidt Ocean Institute, se dirigieron hacia las cordilleras submarinas del Pacífico sudoriental. Allí, con la ayuda de un vehículo robótico submarino (ROV) equipado con luces y cámaras que sumergieron a más de 1.500 metros de profundidad, obtuvieron la retransmisión en directo de un fascinante espectáculo de vida submarina que desveló la existencia de más de 100 especies marinas nunca antes vistas.

Los seres vivos que habitan los montes submarinos conforman un hábitat vulnerable a acciones humanas como la pesca comercial, la pesca de arrastre y la minería

Entre las nuevas especies descubiertas se encuentran formas de vida sumamente complejas que semejan constelaciones vivientes. También crustáceos de colores imposibles recubiertos de espinas, innumerables organismos luminiscentes y esponjas de mar cuya estructura parece de cristal. Además, ha sorprendido el descubrimiento de un nuevo tipo de chaunacops, o «sapo marino», cuya existencia hasta ahora se limitaba a aguas del Atlántico. Se trata de un tipo de pez con aletas modificadas que le permiten caminar por los fondos marinos.

En la actualidad, menos del 1% de las montañas submarinas del planeta han sido cartografiadas, y esta investigación solo abarcó cuatro de ellas desconocidas hasta la fecha. En palabras del propio Sellanes, «únicamente se ha arañado la superficie, ya que lo que exploramos en cada inmersión del ROV es solo lo que podemos ver en unos dos kilómetros».

Nos hallamos, sin duda, ante un estudio científico de gran calado para la supervivencia de los ecosistemas submarinos. Durante el mes de febrero se llevó a cabo una nueva expedición. Los descubrimientos de la misma contribuirán a comprender mejor cómo influye la acción humana en la vida submarina y seguir avanzando hacia el necesario equilibrio medioambiental.

El agua hace su llamada de emergencia, ¿la hemos escuchado?

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El informe sobre la gestión de la sequía en 2023, publicado por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), ha revelado que el 14,6% del territorio español está en emergencia por escasez de agua. Un escenario complejo que obliga a trazar un plan de acción inmediato, colaborativo y veloz. 

El bambú, un aliado sostenible para la eficiencia energética

La rápida tasa de crecimiento del bambú, así como su gran densidad y su capacidad de absorción de CO2 convierten a este vegetal en una alternativa efectiva y sostenible para la producción de biomasa y, por tanto, de energía limpia.


Aunque es un gran desconocido para el gran público, el bambú es una de las opciones actuales más potentes y eficientes para la producción de biomasa. Gracias a su rápido crecimiento, esta planta permite disponer cada poco tiempo de la materia necesaria para generar calor o electricidad.

Una hectárea de bambú puede absorber 21,41 toneladas anuales de CO2 y almacenar aproximadamente 150 toneladas durante los primeros siete años de vida

En comparación con la leña, el bambú tiene una tasa de crecimiento mucho más rápida. Esto significa que se puede producir en mayores cantidades y con la ventaja de necesitar menos tiempo y espacio para su plantación y cultivo. De hecho, algunas especies pueden crecer hasta un metro por día. Además, una hectárea de bambú tiene la capacidad de absorber 21,41 toneladas anuales de CO2 y de almacenar aproximadamente 150 toneladas en los primeros siete años de vida, según datos aportados por la International Bamboo and Rattan Organization.

Estas propiedades particulares han llevado a algunas empresas a centrar sus plantaciones y explotaciones agrícolas en el cultivo de esta planta, a centrar sus plantaciones y explotaciones agrícolas en el cultivo de esta planta, con el objetivo de que pueda servir como proveedor de energía limpia y como una alternativa sostenible a los combustibles fósiles.

El bambú tiene una mayor densidad que la mayoría de las especies de madera, lo que significa que tiene un mayor contenido de energía por unidad de volumen y proporciona grandes cantidades de biomasa sostenible para la producción de energía renovable

Además, el bambú tiene una mayor densidad que la mayoría de los tipos de madera, lo que significa que tiene un mayor contenido de energía por unidad de volumen. Asimismo, proporciona grandes cantidades de biomasa sostenible para la producción de energía renovable.

Países como China, India, Brasil o Filipinas son algunos de los que lideran su desarrollo debido al poder energético que tiene el bambú al entrar en combustión. En Europa existen varias plantas de biomasa alimentadas con bambú y en España, el primer bosque dedicado a la producción de bambú se plantó en el año 2012.

Como se ha visto, el rendimiento del bambú para biomasa es muy alto. Cada año es posible llegar a más de 35 toneladas por hectárea recolectadas para este fin. Los tipos de energía que se pueden generar a partir de la combustión del bambú son, principalmente, eléctrica, calórica, gas y carbón.

En el primero de los casos, el calor producido por la biomasa puede emplearse para alimentar generadores eléctricos, ya sea para autoconsumo o bien para verter a la red eléctrica en sistemas de gran escala. Por otro lado, el propio proceso de combustión del bambú y la producción de biomasa generan calor para utilizar en calefacciones o, incluso, agua caliente sanitaria. Por último, los procesos de combustión a pequeña escala generan gas e, incluso, carbón, que se pueden reaprovechar como combustibles.

Además de esta propiedad en la generación de diferentes tipos de energía, la rigidez y la cámara interior de aire con las que cuenta este vegetal permiten realizar construcciones, contrachapados y paneles con características altamente aislantes. También en relación con los campos de la arquitectura y la construcción, comparado con otros materiales como el hormigón o el acero, la producción del bambú requiere menos energía y tiene una baja huella ecológica, lo que ayuda a reducir las emisiones de dióxido de carbono y lograr viviendas mucho más sostenibles.

¿Qué es el agroecofeminismo?

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En la actualidad, uno de los mayores retos a nivel mundial es el alimentario. Inmersa en este contexto, la corriente de pensamiento del agroecofeminismo apuesta por una alimentación agroecológica que combine la visibilización y puesta en valor del trabajo de las mujeres con el desarrollo de una industria de productos agroalimentarios sostenible.