Un planeta en ebullición

«Es intolerable. Hemos intentado quedarnos en casa todo lo posible. Estamos acostumbrados al calor seco, pero a 30 grados, no a temperaturas de 47». Así resumía Megan Fandrich, una vecina del este de Vancouver (Canadá), la ola de calor que azotó a finales de junio el norte de América y que llevó a los termómetros de este país y de Estados Unidos a temperaturas nunca vistas, como los 49,6 grados que alcanzó el pueblo de Lytton, en la Columbia Británica (Canadá), el 29 de junio; o los 47 grados de máxima en Portland (Estados Unidos). Como resultado, esta ola de calor extrema se cobró la vida de más de 200 personas.

La excepcionalidad de este último evento vuelve a evidenciar que el cambio climático ya está aquí. Sin embargo, esta conclusión no puede leerse sin considerar otro dato que ha pasado más desapercibido por haberse desarrollado de forma paulatina. Tal y como advierten los científicos de la NASA en la publicación Geophysical Research Letters, según los últimos datos registrados en los océanos y en los satélites, la Tierra acumula cerca del doble de calor que en 2005, lo que puede derivar en un fenómeno climatológico sin precedentes de no resolverse adecuadamente.

De aumentar la temperatura en 1,5 grados, un 14% de la población mundial se verá expuesta a olas de calor severas cada cinco años

El documento científico, publicado en colaboración con la Agencia Espacial estadounidense y la National Oceanic and Atmospheric Administration (Noaa) demuestra que, entre 2005 y 2019, la cantidad de calor atrapado por el planeta se ha duplicado. Es lo que se conoce como desequilibrio energético –la diferencia entre la cantidad de energía solar que absorben la atmósfera y la superficie de la Tierra frente a la cantidad de esa radiación que se devuelve al espacio. En otras palabras, si la Tierra absorbe alrededor de 240 vatios por metro cuadrado de energía solar, en 2005 era capaz de irradiar 239,5 de esos vatios, acumulando tan solo medio vatio. Ahora, sin embargo, al duplicarse la irradiación a causa del debilitamiento de la atmósfera, la cantidad de calor que se acumula ya asciende a un vatio por metro cuadrado.

¿Por qué deberíamos preocuparnos?

Los eventos de Canadá y Estados Unidos fueron fruto de lo que se conoce como ‘cúpula de calor’, un fenómeno climatológico que funciona con el mismo mecanismo que una tapa sobre una olla en ebullición: atrapa el calor y lo mantiene. Así, cuantas más olas de calor sofocantes surjan debido al cambio climático, más cúpulas de calor acabarán formándose. Aunque siempre han existido récords y extremos, el cambio climático aumenta la probabilidad de este tipo de fenómenos. El hecho de que se acumule calor dentro de nuestras fronteras espaciales provoca cambios como el derretimiento de la nieve y el hielo de los polos, el aumento del vapor de agua y los cambios de las nubes, como explican los expertos. Esto se traduce en un desequilibrio climático a todos los niveles. La disminución de las nubes, por ejemplo, facilita mayor radiación solar sobre el planeta, lo que incrementa las temperaturas, favorece las sequías y afecta, consecuentemente, a numerosos ecosistemas. También al ser humano, ya que la salud de la Tierra es una espiral y lo que ocurre en un punto provoca consecuencias en el situado al otro extremo.

Aunque este estudio es tan solo una instantánea borrosa de lo que podría ocurrir –la comunidad científica no tiene actualmente la capacidad para dar una aproximación más certera–, es innegable que la temperatura del planeta ha aumentado. Concretamente, un grado más que hace 22 años. De seguir esta tendencia, en 2040, la temperatura media global habrá alcanzado ya los 1,5 grados, como advierte el informe del Panel de Científicos de la ONU sobre Cambio Climático. 

En la actualidad, la Tierra acumula un vatio de la energía solar que absorbe, mientras que en 2005 sólo asumía medio vatio del total

¿Y si la temperatura crece sin límites como si de una olla de presión se tratara? Los pronósticos actuales alcanzan a predecir las consecuencias de que la temperatura del planeta aumente hasta seis grados. A partir de ahí, poco más puede predecirse. La NASA ya trabajó en 2019 en una investigación en profundidad para concienciar sobre los posibles cambios que el planeta sufriría con tan solo 1,5 grados de aumento en la temperatura global: un 14% de la población mundial se verá expuesta a olas de calor severas cada cinco años (un 37% si la temperatura aumenta 2 grados), el estrés hídrico (la falta de agua) incrementará para la mitad de la población, las precipitaciones extremas y los ciclones aumentarán considerablemente, numerosas especies (el 6% de los insectos y el 4% de los vertebrados) verán muy reducidos sus ecosistemas y , la vez, las especies invasoras cobrarán protagonismo. Además, la acumulación del exceso de calor en los océanos provocará que estos se expandan, con los consecuentes efectos sobre los animales y el ser humano.

A pesar de lo preocupante de esta variación en la temperatura, expertos como el periodista ambiental Mark Lynas se han propuesto ir más allá en la previsión de lo que espera a un planeta en ebullición. Basándose en la franja de referencia del IPCC –que marca un aumento mínimo de 1,4 grados y un máximo de 5,8–, unificó todas las previsiones de la comunidad científica en su libro Seis Grados. El futuro en un planeta más cálido para dilucidar, grado a grado, cómo se iría transformando el globo terráqueo según empiece a aumentar la temperatura global. Estos son sus cálculos:

  • A partir de los dos grados: el nivel del mar subiría hasta unos 5,5 metros y el incremento de los incendios forestales provocaría más erosión, más sequía y mayores problemas de suministro de agua, incidiendo también en el suministro energético
  • A partir de los tres grados: el hambre afectaría a gran parte de la población mundial y la subida del mar provocaría migraciones hacia el interior de más de la mitad de los habitantes
  • A partir de los cuatro grados: el hielo se habría fundido, provocando el consecuente desequilibrio de temperaturas en el globo. Además, supondría el aumento del nivel del mar en 50 metros en todo el planeta, lo que transformaría por completo la geografía costera. Con el calor, las capas de permafrost también desaparecerían, liberando cientos de toneladas de metano a la atmósfera
  • A partir de los cinco grados: estaríamos ante un planeta completamente diferente. Las selvas tropicales habrían desaparecido y el mar se habría adentrado en el interior, dejando a los humanos aislados en zonas pequeñas
  • A partir de los seis grados: el límite para la vida. En ese punto, solo algunas bacterias podrían sobrevivir. Pero aún queda tiempo para encontrar un final alternativo.