Cómo hacer una compra sostenible (y asequible)

La escalada de la inflación ha hecho que más consumidores se preocupen por sus cestas de la compra. Aun así, no solo los precios están marcando qué se mete o no en el carrito semanal, porque la necesidad —y el deseo— de ser más sostenibles empuja también a cambiar hábitos y decisiones de consumo.

Preguntarse cómo hacer una compra sostenible y asequible es el primer paso para modificar las cosas. Después, llega el momento de actuar y ciertos consejos ayudan a conseguirlo de la mejor manera posible.

De entrada, es recomendable optar por la compra a granel. Como explica un análisis de la OCU, «comprar a granel es una buena manera de hacer una compra más sostenible: reducirás envases, podrás elegir las piezas y llevar solo la cantidad justa que desees». El consumidor puede ajustarse al producto que necesita por ejemplo, no más harina que se estropea por no haberla consumido antes de su fecha de caducidad o cereales rancios por llevar la bolsa abierta demasiado tiempo y escoger de forma más efectiva. Al mismo tiempo, ser más selectivos con la cantidad de producto comprado ayuda desde el punto de vista económico, porque se reduce el despilfarro alimentario y se paga simplemente por lo que se quiere.

La compra a granel ayuda a no llevarse más producto del que se necesita, pero también a eliminar plásticos de un solo uso

Además, también ayuda a reducir el uso de plásticos, puesto que estos productos no vienen envasados de serie. En líneas generales, usar menos plásticos de un único uso es uno de los objetivos clave para reducir la huella ambiental de las compras.

Hacerlo en la compra semanal no siempre es sencillo, como demostró el diario de una periodista de El País, que lo intentó a modo de experimento, pero sí es factible aplicarlo a ciertos niveles. Por ejemplo, es cada vez más habitual que tanto fruterías como supermercados ofrezcan bolsas de papel para pesar el género o que permitan que sean reutilizables. Y, aunque aún no sea lo habitual, en las demás secciones de frescos aceptarán que se traigan los envases de casa: algunas cadenas de hipermercados han llegado a lanzar acciones potenciando la idea.

Productos de proximidad

Además del cómo y el cuánto, también es importante fijarse en el dónde y el cuándo a la hora de hacer la compra. Así, apostar por productos de temporada aumenta la probabilidad de que la huella de carbono de lo comprado sea menor, puesto que todo aquello que no lo es suele haber hecho un largo viaje o consumir muchos recursos en invernaderos especiales para llegar al punto de venta. El Ministerio de Agricultura ha publicado diferentes calendarios de frutas y hortalizas de temporada que ayudan a saber qué está o no en su momento.

Para ser sostenible hay que fijarse en el dónde y el cuándo: los productos de cercanía y de temporada son mucho más responsables

El origen de los productos también importa, porque la cercanía entre el punto de producción y el de venta ayuda a reducir el impacto en el entorno. Por ello, es muy importante leer de forma crítica las etiquetas de los alimentos. Por ejemplo, como explica en una entrevista el investigador Gumersindo Feijoo, del Instituto CRETUS, si se compra en España un kiwi con la etiqueta de «ecológico», pero que viene de Nueva Zelanda, será mucho menos respetuoso con el medioambiente que uno que se ha cultivado en Galicia, por mucho que no tenga esa atribución en sus características.

El consumo de proximidad ayuda, al mismo tiempo, a reducir la factura de la compra. Solo hay que pensar cuánto cuesta la llamada «piña avión» que se deja madurar hasta el último momento en el árbol y se transporta en avión hasta Europa para entender cuánto puede encarecer la compra la importación.

Sellos de garantía

La sostenibilidad no implica únicamente reducir el impacto de la producción en el medioambiente, sino también garantizar que todo se haya creado de la forma más respetuosa posible para las personas. No en vano, el punto 8 de los ODS de Naciones Unidas reclama «promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos».

Los sellos y distintivos de sostenibilidad ayudan a los consumidores a separar el grano de la paja en sus compras. El más popular es el sello de Comercio Justo Fairtrade, otorgado por la World Fair Trade Organization y que promete garantizar, tanto que los alimentos vienen de un cultivo sostenible, como que son justos con sus productores.

Pero más allá de esta certificación global, existen otras más que ofrecen ciertas seguridades. Por ejemplo, si se quiere consumir de cercanía, es interesante descubrir qué sellos utilizan los productores de la propia comunidad autónoma para buscarlos en el punto de venta. Algunas industrias también cuentan con garantías específicas: la industria láctea que protagonizó encarnizadas protestas hace un par de años por los bajos precios de la lechetiene ahora Productos Lácteos Sostenibles, que asegura que se ha pagado a los ganaderos un precio justo por la materia prima.

Decisiones alimentarias propias

Finalmente, para hacer la lista de la compra más sostenible y también más asequible hay que tomar decisiones en cuanto a la dieta. Reducir el consumo de carne no solo es más saludable, sino que además ayuda a reducir las emisiones de carbono de la industria de la alimentación. El 25 % de todas las emisiones anuales de gases de efecto invernadero viene de este sector: algo más de la mitad arranca en la creación de productos animales. Y no hay que pasarse a una dieta vegetariana o vegana para lograr mejorar el impacto, con bajar la carga semanal de productos cárnicos ya se avanza.