Petroleras: "renovables" o morir

El futuro pertenece a las energías renovables y las petroleras lo saben. La transición energética es un proceso imparable que, espoleado por un contexto económico y social cada día más entregado a la lucha contra el cambio climático, no para de sumar apoyos. Sector a sector, todos se ven obligados a reinventarse para encajar en este nuevo orden mundial vertebrado por las políticas climáticas. El sector petrolero, uno de los últimos en apuntarse a este fenómeno, no quiere quedarse al margen de la que posiblemente sea la mayor revolución energética de la historia.

La oportunidad que se le presenta al sector de los hidrocarburos para reinventarse es única. Durante el último siglo, su aportación a la economía mundial ha sido clave: el petróleo ha marcado el ritmo del planeta. Su poder es infinito y a medio plazo no se verá muy reducido ya que algunos sectores tan poderosos como la industria o el transporte siguen dependiendo de los combustibles fósiles. Por eso, en los últimos tiempos las petroleras han dado un giro radical en su estrategia y han adoptado una hoja de ruta común: diversificar su negocio y entrar en el mercado de la energía verde. Pero ¿qué ha llevado a estas empresas a dar este paso?

Mismos actores, nuevas normas

Las petroleras han comenzado a diversificar su negocio y entrar en el mercado de la energía verde

Este giro renovable del sector viene motivado por un nuevo marco normativo enfocado a cumplir los objetivos de reducción de emisiones de CO2 pactados en el Acuerdo de París de 2015 con el apoyo de casi 200 países. Para lograr esta meta, que se ha visto reforzada en los últimos meses con iniciativas internacionales tan ambiciosas como el European Green Deal, se requerirá acometer una transición energética que ya ha comenzado y que se caracteriza principalmente por el protagonismo de las energías renovables.

Esta nueva tendencia legislativa ha calado también en el ámbito corporativo. Tal es así que los grandes fondos de inversión, con BlackRock a la cabeza -presentes en el accionariado de las grandes petroleras-, están ejerciendo presión desde dentro para conseguir progresos en materia climática. Durante las últimas semanas han dejado clara su postura respecto al cambio climático: no apoyarán a ninguna compañía que no esté empresarialmente comprometida con esta lucha.

Sin ir más lejos, en España, el último borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) prevé que hará falta poner en marcha 59 GW más de energías renovables hasta 2030. Según el plan del Ministerio de Transición Ecológica, las dos tecnologías que más crecerán serán la eólica y la solar fotovoltaica: la primera duplicará su presencia en el mix de generación y la segunda multiplicará por cuatro su potencia instalada. Según datos de Red Eléctrica a cierre de enero de 2020, la potencia eólica instalada en nuestro país alcanzó los 25,7 GW, mientras que la solar fotovoltaica se quedó en 8,9 GW. Sin embargo, para cumplir los objetivos del PNIEC en materia de renovables todavía queda mucho camino por recorrer: la eólica tendrá que llegar a 50 GW y la solar fotovoltaica a 39 GW.

Las petroleras, a contra reloj

Y aquí es dónde las empresas petroleras han visto la necesidad y la oportunidad de pasar a la acción antes de que se les agote el tiempo. Repsol, que a finales de 2019 fue la primera empresa del sector en anunciar la restructuración de su negocio con el objetivo de conseguir la neutralidad en carbono en 2050, lleva varios meses adquiriendo diferentes proyectos de renovables en nuestro país. Tras comprar 26 proyectos de parques eólicos en Aragón a Forestalia –empresa adjudicataria de una gran parte de las subastas de renovables de 2016 y 2017 que cuenta con una cartera de 5,5 GW- hace unos días, el gigante petrolero posee ya casi 5 GW de activos verdes, contabilizando los que se encuentran en desarrollo y los que ya están en funcionamiento, lo que le consolida como un nuevo actor relevante en el sector.

A nivel internacional, la británica BP (British Petroleum), que lleva años inmersa en el negocio de las renovables, anunció a principios de febrero su intención de convertirse en una empresa de emisiones cero con el horizonte de 2050 en mente. Para ello, el pasado mes de octubre compró 300 MW de energía solar fotovoltaica –también en Aragón– a través de su filial Lightsource.

Otras empresas que también han apostado fuerte por las renovables son la francesa Total, que pagó 1.500 millones de euros para hacerse con 2 GW de energía solar fotovoltaica en Andalucía, Castilla-La Mancha y Aragón, y  la portuguesa Galp, que adquirió en enero todo el negocio de renovables de ACS (2,9 GW conseguidos también a través de las subastas de 2016 y 2017) por 2.200 millones de euros. Además, la petrolera noruega Equinor presentó a mediados de 2019 un proyecto para construir el primer parque eólico marino de España en las islas Canarias. La iniciativa, cuya zona exacta aún no ha sido concretada, contará con 200 MW de potencia instalada y requerirá de un inversión de 860 millones de euros.

La energía eólica tendrá que llegar a 50 GW y la solar fotovoltaica a 39 GW para cumplir con el PNIEC

Por último, la empresa petrolera líder en el mundo, Shell (Royal Dutch Shell), ha entrado también de lleno en el sector de las renovables. La compañía ha iniciado una inversión en proyectos verdes por todo el planeta de 2.000 millones de dólares al año, concentrados mayoritariamente en Europa Occidental y Australia debido a las pocas trabas burocráticas que hay en estos territorios. Además, Shell ha ampliado su negocio con inversiones relacionadas con el desarrollo y la implantación del vehículo eléctrico.

Sin embargo, este interés repentino de Shell en el vehículo eléctrico no es casual, sino que responde a una de las mayores preocupaciones del sector petrolero: la electrificación del transporte. A pesar de ser un sector históricamente dependiente del petróleo, si la producción de coches eléctricos sigue al ritmo previsto, las consecuencias para las petroleras serán devastadoras: más de 5 millones de barriles de crudo se perderán cada día.

Además, los costes de extracción del petróleo, históricamente altos, y el desarrollo de tecnologías que han reducido considerablemente el precio de las renovables aumentando su competitividad en el mercado, han puesto en alerta a las petroleras. La inestabilidad política actual, con guerras comerciales que crean inestabilidad y condicionan el precio del crudo, tampoco es un factor que les favorezca. El sector ha entendido la necesidad de renovarse si quiere seguir siendo un actor principal en el mundo de la energía.

El futuro es verde. En el año 2050, las renovables probablemente seguirán siendo más baratas, más eficientes y menos contaminantes que el petróleo. Este último no habrá desparecido, pero tendrá los días contados. Hasta entonces, las petroleras tienen un minuto de oro para liderar el modelo energético del siglo XXI.