¿Qué pueblos indígenas aún no han sido contactados?

«Existen otros mundos, pero están en éste». Esta célebre frase del poeta francés Paul Éluard encaja a la perfección si pensamos en los más de 150 pueblos indígenas no contactados que existen en el mundo, cuya supervivencia peligra por el avance del desarrollismo desmedido y la falta de una protección real.


En unas sociedades cada vez más desconectadas del estado primitivo y natural de la vida, las comunidades indígenas no contactadas suponen una seguridad global en cuanto a la conservación de la naturaleza. Ubicadas principalmente en la región amazónica, Nueva Guinea y algunas islas de Indonesia, estos pueblos conservan en gran medida sus formas de vida originarias y nos recuerdan que el ser humano posee capacidades innatas fundamentales para su supervivencia.

Dos ejemplos ubicados en la Amazonia son las tribus de los Mashco-Piro, en Perú, o los Korubo, de Brasil. De los primeros, se calcula que existen unas 750 personas que viven a lo largo de las cuencas medias y altas de los ríos que atraviesan los departamentos de Ucayali y Madre de Dios. En el caso de la tribu brasileña Korubo, no fue contactada hasta el año 1996 por la Funai (Fundación Nacional del Indio) y suma unos 200 miembros.

Ambas tribus viven en la selva y su supervivencia depende completamente de ella. Utilizan los recursos de manera sostenible, practicando la pesca y la caza con herramientas básicas. En general, poseen un vasto conocimiento del medio y se sirven de las plantas como remedios medicinales. 

La tribu Korowai vive en casas construidas en la copa de los árboles, en grupos de 10 o 12 personas

En el sureste de Nueva Guinea Occidental, se calcula que hay aproximadamente 3.000 personas que pertenecen a la tribu Korowai. Una de sus principales características es que viven en casas construidas en la copa de los árboles, en grupos de 10 o 12 personas. Entre los vecinos se ayudan y participan en la construcción de las diferentes viviendas familiares. El hecho de vivir en lo alto de los árboles les ofrece protección contra los depredadores, además de simbolizar una existencia en simbiosis con la naturaleza. 

En Indonesia, cerca de la costa del oeste de Sumatra, se encuentra la tribu Mentawai, originaria de las islas con ese mismo nombre. Está integrada por unos 64.000 individuos repartidos por todas sus islas, todos ellos cazadores seminómadas. 

De los mentawai destaca su profunda espiritualidad. Practican una religión llamada Arat Sabulungan de tipo animista, que vincula el poder sobrenatural de los espíritus ancestrales con la naturaleza que les rodea en la selva tropical. Los seres vivos e inertes tienen una esencia espiritual que debe ser respetada. 

A pesar de la relativa seguridad que ofrece el aislamiento a todos estos pueblos, están lejos de estar a salvo. La deforestación, la minería, la agricultura extensiva o los planes de empresas privadas apoyadas por diferentes gobiernos para construir carreteras y otras infraestructuras ponen en peligro su hábitat y, con él, su medio de vida. 

Una vez situados en el mapa, es más sencillo reconocer todo lo perteneciente a una comunidad de habitantes: su existencia y sus derechos

Para evitarlo, la tecnología está jugando un papel fundamental de salvaguarda. La forma más eficiente de proteger a estos territorios de la vorágine desarrollista es registrando su ubicación por medio de GPS para, de esta forma, marcar y documentar los límites de su territorio y poder emplear estas coordenadas, en casos de litigios legales. 

Eso fue lo ocurrido en la parroquia de Yurimaguas, en el Amazonas peruano. La ONG Pastoral de la Tierra formó a un equipo de nativos en el empleo del GPS para registrar las fuentes de agua ante la autoridad Nacional de Aguas del Estado. 

Aunque sea un proceso largo y en ocasiones peligroso –pues hay que enfrentarse a las hostilidades de la selva amazónica– esta fue la mejor manera que encontraron para poder obtener el título de propiedad comunal, sin el cual las comunidades y sus hábitats están totalmente desprotegidas.

Aunque pueda parecer mentira que la tecnología es la mejor herramienta de las comunidades indígenas para protegerse, parece que así es. El empleo del GPS, la implicación de la ONG y la colaboración de los propios nativos fue, en este caso, la única forma de defender esta área de bosque amazónico.  

Una vez situados en el mapa, es más sencillo reconocer todo lo perteneciente a una comunidad de habitantes: su existencia y sus derechos. Con ello, se hace presión y resistencia ante los diferentes proyectos que hoy amenazan la vida de una parte importante de estas tribus. 

No deja de ser paradójico que el desarrollismo, al tiempo que amenaza a estas culturas milenarias, nos brinde herramientas como la tecnología para intentar preservarlas. Pero esta es solo una de las muchas contradicciones que acompañan a la innovación.