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¿Cómo afecta el cambio climático a los arrecifes de coral?

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Los arrecifes de coral están sufriendo los efectos del cambio climático ya que su capacidad de adaptarse y recuperarse del incremento de las temperaturas no es suficiente. En esta línea, el Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPPC) apunta que para 2050 pueden extinguirse entre un 70% y un 90% de los corales del mundo. 

 

Bosques tropicales: importancia y desafíos de un tesoro de la biodiversidad

bosque tropical

Entre los trópicos de Cáncer y Capricornio , existe un ecosistema que alberga hasta un 60% de las especies documentadas en el mundo. Los bosques tropicales, ubicados principalmente en el Amazonas, la cuenca del Congo y el sureste asiático, apenas suponen el 6% del territorio global, pero son una pieza clave para el equilibrio del planeta.


Aunque existen diferentes tipos de bosques tropicales, estos se caracterizan por una alta pluviosidad y temperaturas que oscilan entre los 20°C y 30°C. Un clima que propicia la vida para diversas especies de fauna y flora.

Sin embargo, ya hay indicios de que algunos de estos bosques podrían estar llegando a un punto de no retorno al estar perdiendo su capacidad de recuperación, lo que tendría graves consecuencias a nivel mundial.

En 2023 la pérdida total de bosques primarios tropicales alcanzó un total de 3,7 millones de hectáreas

Según datos de Interfaith Rainforest Initiative, tan solo 50 hectáreas de bosque tropical contienen más especies de árboles que la masa total de tierra de Europa y América del Norte juntas. Son el hogar del 80% de las especies de anfibios del planeta y refugio de especies en riesgo de extinción como el okapi, el orangután de Borneo y algunas especies de jaguar.  Así, los bosques tropicales y subtropicales contienen los diez hotspots de biodiversidad con el mayor número de especies de vertebrados terrestres endémicos y el mayor número de especies amenazadas.

Pero no solo son vitales para la conservación de su biodiversidad: se calcula que estos ecosistemas capturan aproximadamente 190 millones de toneladas de dióxido de carbono netas cada año, lo que equivale a la mitad de las emisiones anuales de CO2 del Reino Unido provenientes de los combustibles fósiles.

En un contexto de crisis climática, la degradación de estos ecosistemas amenaza con agudizar las consecuencias de la subida de las temperaturas. Un escenario que cada vez es más preocupante y cercano, ya que solo en 2023 la pérdida total de bosques primarios tropicales alcanzó un total de 3,7 millones de hectáreas.

Principales amenazas

Los bosques tropicales son uno de los ecosistemas más amenazados del planeta. Lo que antaño se extendía por el 12% de la superficie terrestre, se ha reducido a solo el 6%.

La deforestación es, a día de hoy, la mayor amenaza de estos hábitats. La expansión de la agricultura comercial, la producción de aceite de palma, el cambio de los usos del suelo o los proyectos de minería a gran escala explican el porqué de esta rápida degradación.

Debido al cambio climático, las hojas de algunos árboles de los bosques tropicales no pueden realizar la fotosíntesis por haber alcanzado su temperatura límite

Sin embargo, no es la única amenaza que enfrentan. Debido a su cercanía a los trópicos, son más susceptibles de sufrir las consecuencias del cambio climático. Un nuevo estudio publicado por la revista Nature señala que un 0,01% de las hojas de los árboles en los bosques tropicales podría estar acercándose a este umbral de temperatura máxima para que funcione la fotosíntesis. Porcentaje que podría ascender al 1,4 % en un futuro no muy lejano según los patrones de calentamiento actuales. 

Los bosques tropicales son un tesoro de biodiversidad que debemos proteger. Su conservación no solo es crucial para mantener el equilibrio ecológico, sino también para la supervivencia de innumerables especies y el bienestar de las generaciones futuras.

Estos son los países más megadiversos de la Tierra

El cambio climático y la destrucción de los hábitats naturales a causa de la acción humana pueden tener graves consecuencias para muchas especies de plantas y animales. Para hacer frente a este problema, el Grupo de los Países Megadiversos Afines promueve la conservación de la diversidad biológica en territorios clave.


¿Sabías que el 70% de toda la fauna y flora mundial está concentrada en menos del 10% del territorio? Con esta premisa, el biólogo Russell Mittermeier introdujo en 1997 el concepto de «países megadiversos», para identificar aquellos territorios con una extraordinaria cantidad de especies y conseguir que se prestara más atención a su conservación.

El nombre funcionó, pues el Centro de Seguimiento de la Conservación Mundial (WCMC, por sus siglas en inglés), que pertenece al Programa de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, ha designado 17 países megadiversos. Su objetivo era el mismo que perseguía Mittermeier: crear conciencia social y promover la necesidad de implementar estrategias de conservación en estos lugares. Los elegidos fueron Brasil, Colombia, Ecuador, México, Perú, Venezuela, Estados Unidos, Madagascar, India, Indonesia, Malasia, Papúa Nueva Guinea, Filipinas, Australia, China, República Democrática del Congo y Sudáfrica. 

A menudo se debate sobre un posible ranking que ofrezca detalles de la situación de cada país. En este sentido, quizá se podría colocar en primer lugar a Brasil, ya que es el hogar de una cantidad excepcionalmente alta de primates, anfibios, plantas y mariposas. Se estima que entre el 15% y el 20% de todas las especies conocidas en el mundo se encuentran en Brasil. No obstante, es complicado derivar conclusiones sólidas debido a las diferentes formas de medir la biodiversidad y la falta de datos completos en algunos territorios.

El Centro de Seguimiento de la Conservación Mundial reconoció 17 países como «megadiversos» para promover la necesidad de implementar estrategias de conservación.

Sea como sea, los 17 países comparten características que facilitan la alta concentración de especies, como por ejemplo que muchos de ellos están ubicados en los trópicos, donde las condiciones climáticas son ideales para la vida vegetal y animal. Asimismo, la abundancia de luz solar y agua favorece la fotosíntesis, lo que promueve una mayor productividad primaria y, en consecuencia, una mayor diversidad biológica. Además, la estabilidad climática de estas áreas, con menos variaciones estacionales extremas, permite a las especies desarrollarse y evolucionar durante largos períodos sin interrupciones drásticas. 

Ahora bien, el clima favorable no es condición suficiente para ser reconocida como zona megadiversa. En realidad, se deben cumplir dos requisitos inapelables: tener al menos 5.000 plantas endémicas y poseer un ecosistema marino dentro de sus fronteras. Además, hay otros factores que se tienen en cuenta, como la diversidad de paisajes, el aislamiento geográfico, la extensión territorial y la historia evolutiva de la región.

Actualmente, se estima que entre el 15% y el 20% de todas las especies conocidas en el mundo se encuentran en Brasil.

Hoy por hoy, casi 30 años después de la invención de la «megadiversidad», la acción sigue en marcha gracias al Grupo de Países Megadiversos Afines, un mecanismo de consulta y cooperación que se formó en 2002 para promover los intereses relacionados con la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica, así como la participación justa y equitativa en la utilización de recursos genéticos. 

En conclusión, la noción de «megadiversidad» defiende que la conservación de ecosistemas extraordinarios no solo es vital para la supervivencia de numerosas especies, sino también para la salud y el bienestar humanos. Por lo tanto, con la vista puesta en el futuro, la acción concertada a nivel local, nacional e internacional será imprescindible para seguir enfrentándonos a los desafíos ambientales y garantizar un futuro sostenible para el planeta.

Antropoceno, ¿vivimos en la era geológica marcada por la actividad humana?

Los expertos continúan un debate sobre cuándo fue el momento en el que la humanidad tomó el protagonismo, como ente transformador, frente a la naturaleza. Por lo pronto, la última era de la Tierra seguirá siendo el Holoceno y habrá que esperar diez años para saber si existe el Antropoceno.


Si algo sabemos seguro es que la actividad humana ha transformado radicalmente los ecosistemas. Un estudio de la Universidad de Bergen en Noruega sugiere, incluso, que el impacto humano tiene su origen mucho antes de la Revolución Industrial, concretamente hace entre 4600 y 2900 años. La contaminación de los océanos, la deforestación, la extinción de especies animales y el calentamiento global son algunas de las consecuencias de producir y consumir a costa de la naturaleza. Esto invita a reflexionar sobre si realmente la Tierra se encuentra en una nueva era geológica a la que, por todo esto, se podría (o no) denominar Antropoceno. Es decir, una era en la que la humanidad es la protagonista frente a la naturaleza.

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un periodo en el que las temperaturas se suavizaron y varios casquetes geológicos se separaron

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un término acuñado en 1867 por el geólogo Paul Gervais, que se refiere a un periodo de la Tierra en el que las temperaturas se hicieron más suaves y varios casquetes geológicos se separaron. Cabe destacar también que en esa era aumentó (por el mismo fenómeno de la elevación de la temperatura generalizada) el nivel de los océanos, y es el único periodo en el que han habitado los humanos.

Los datos señalan a un cambio sustancial en las condiciones del planeta debido a las decisiones y acciones humanas. En 2020, un estudio publicado en la revista científica Nature reveló que por primera vez en la historia del planeta la masa de todo aquello producido por la humanidad ya superaba en cantidad a la biomasa. Esto se puede ejemplificar con el dato de que el peso de toda la materia creada artificialmente en Nueva York equivale al de todos los peces del mundo. Además, en este estudio no se habían contabilizado las toneladas de basura. Sin embargo, lo que sí deja ver es que el peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta.

El peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta

Con esa información, no sorprende que varios científicos consideren la existencia de una nueva era para la Tierra. El químico holandés Paul Crutzen (ganador del Premio Nobel de Química en 1995) fue el primero en utilizar el concepto de Antropoceno. Hacia el año 2000, mientras se encontraba en una conferencia en la que otro académico se refería al Holoceno, él pensó que ese término quizá ya había quedado obsoleto y que lo correcto sería hablar de una nueva era en la que el protagonismo fuese para la humanidad como ente transformador de todo. 

Una cuestión de tiempos

En marzo de este año, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS, por sus siglas en inglés) rechazó la oficialidad del término Antropoceno, algo que ya había hecho en una votación anterior.

La propuesta fue hecha por un grupo de trabajo dedicado al estudio y análisis de este concepto, y que proponía como inicio de la era el año 1952. En esta fecha se comprobó que en los suelos de todo el mundo ya había residuos tóxicos de pruebas de bombas nucleares. Además, es la década en la que se considera que la humanidad dio un salto radical hacia la producción y el consumo para las masas. También fue cuando la tecnología comenzó una carrera en la que hasta la fecha no ha hecho más que acelerar, y donde el impacto de la humanidad sobre los ecosistemas a nivel global se hizo más evidente. Sin embargo, para la mayoría de expertos, esos motivos no son determinantes para inaugurar una nueva era. 

El gran argumento en contra es la inexactitud de la fecha de inicio del supuesto Antropoceno. Los expertos no debaten si la actividad humana ha redefinido el entorno natural, el punto a discutir es cuándo nació realmente esa nueva era. Es cierto que en la década de los cincuenta los cambios fueron a gran escala, pero eso sería referirse solo a los tiempos recientes. En definitiva, el ser humano ha sido un ente transformador desde hace muchísimos siglos atrás. 

De momento, habrá que esperar a una nueva propuesta, y con nuevos argumentos, para que el Antropoceno sea introducido en las aulas y los libros de texto. Aún así, ya es un término ampliamente extendido y de uso coloquial, a pesar de que el Holoceno siga siendo la era oficial.

La biología sintética, ¿clave para conservar las especies en peligro de extinción?

La biología sintética abre un futuro esperanzador en la conservación y recuperación de la biodiversidad, aunque su uso aún está sujeto a debate ético. 


Nos resultaría imposible imaginarnos un mundo sin bosques, mares, ríos y las innumerables especies que los habitan. La biodiversidad es uno de los tesoros más valiosos de nuestro planeta y mantiene el equilibrio entre todos los seres vivos. 

No obstante, la contaminación, la sobreexplotación de los medios naturales, el cambio climático y la introducción de especies invasoras han causado gran preocupación en el ámbito científico respecto a la conservación de la biodiversidad. Esto ha llevado a varios organismos nacionales e internacionales a regular su aprovechamiento y buscar soluciones efectivas para garantizar la sostenibilidad de nuestro entorno.

España creó el Banco de Germoplasma (BanGES) para desarrollar trabajos de conservación de especies críticamente amenazadas en la península Ibérica

En esta línea, y conscientes de la pérdida de especies que se estaba produciendo en los entornos naturales, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) creó en 1964 la Lista Roja de Especies Amenazadas, el inventario más completo del estado de conservación de especies animales y vegetales a nivel mundial. Tres décadas después, el 29 de diciembre de 1993, entró en vigor el Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional casi universal con tres objetivos principales: la conservación de la diversidad biológica, el uso sostenible de sus componentes y el reparto justo y equitativo de los beneficios de los recursos genéticos. 

España se sumó a esta preocupación y, en el año 2003, creó el Banco de Germoplasma (BanGES) que desarrolla trabajos de conservación de especies críticamente amenazadas en la península Ibérica. Con especial foco en el lince ibérico y el visón europeo, este servicio de investigación se dedica a obtener y preservar germoplasma animal y tejidos somáticos de especies en peligro de extinción.

Quince años más tarde, la ONU presentó el informe Fronteras 2018/19. Nuevos temas de interés ambiental, donde expuso la edición genética como solución a la pérdida de biodiversidad. Esta técnica se llegó a considerar como una de las herramientas más precisas en la modificación de organismos individuales, sistemas biológicos y genomas completos gracias a que permitía restaurar los hábitats naturales, eliminar especies invasoras de ecosistemas en peligro o «resucitar» especies extintas con beneficios ecológicos. Además, también era útil para fortalecer especies como los corales, debilitados como consecuencia del cambio climático.

La UICN define esta herramienta, conocida como biología sintética o ingeniería genética, como «un desarrollo de la biotecnología que combina ciencia, tecnología e ingeniería para facilitar y acelerar el diseño, la fabricación y/o la modificación de materiales genéticos, organismos vivos y sistemas biológicos». 

Andersen: «La comunidad mundial de la conservación debe contribuir al desarrollo responsable de las aplicaciones de la biología sintética»

Para llevar a cabo esta labor, el ADN se copia digitalmente, se reordena, se convierte en forma orgánica y se inserta nuevamente en las células vivas con el objetivo de mejorar este organismo. El uso de este tipo de tecnología para la conservación de especies fue incitado por Inger Andersen, directora general de la UICN en 2019: «La comunidad mundial de la conservación debe contribuir al desarrollo responsable de las aplicaciones de la biología sintética». 

A día de hoy, esta tecnología se utiliza sobre todo en los campos de la agricultura y la medicina, ya que su potencial para la conservación de las especies no está exento de riesgos.

La falta de límites claros sobre el uso de esta técnica podría degenerar en cambios imprevistos en los genes modificados, efectos negativos para las futuras generaciones, el uso de esta técnica para fines no médicos y, en consecuencia, un impacto negativo en la percepción social de la ingeniería genética.

A esto se suma el debate ético que suscita su uso, ya que puede que los marcos éticos actuales no sean capaces de seguir el ritmo a los rápidos y complejos avances de la biología sintética. Por ello, la ONU establece que «es esencial que los foros de deliberación orienten el ámbito de la biología sintética y velen por que sus aplicaciones ambientales beneficien a todos los que compartimos este planeta».

El agua hace su llamada de emergencia, ¿la hemos escuchado?

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El informe sobre la gestión de la sequía en 2023, publicado por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), ha revelado que el 14,6% del territorio español está en emergencia por escasez de agua. Un escenario complejo que obliga a trazar un plan de acción inmediato, colaborativo y veloz. 

Cabo Ortegal, joya geológica reconocida por la UNESCO

Cabo Ortegal

Cabo Ortegal

Una zona costera en el noreste de La Coruña ha sido elegida como Geoparque Mundial de la UNESCO. Este paraíso gallego es un enclave de gran biodiversidad que cuenta con espacios naturales protegidos y endemismos animales y vegetales.


Marcando la frontera entre el mar Cantábrico y el Océano Atlántico, se encuentra el Cabo Ortegal. Este territorio se caracteriza por sus elevados acantilados, algunos de más de 600 metros de altura, y por sus inmediaciones están repletas de rías, islotes y calas. Pero, además de eso, el Cabo Ortegal esconde una riqueza geológica sin parangón, que lo ha llevado a ser declarado Geoparque Mundial de la UNESCO.

Cabo Ortegal forma parte de las comarcas de Ferrol y Ortegal, situadas en La Coruña, Galicia. Este accidente geográfico ha dado nombre a un nuevo Geoparque Mundial, título del que goza desde el 24 de mayo de 2023. Con una superficie total de 799,72 km² –de ellos, 168,72 km² de superficie marina– este enclave es ya una reconocida joya geológica. La belleza y singularidad de su paisaje son sin duda merecedores de ese galardón, pero su valor geológico va más allá: es un testimonio de la historia de la Tierra.

El Cabo Ortegal esconde una riqueza geológica sin parangón, con la que se ha ganado ser declarado Geoparque Mundial de la UNESCO

La teoría de la tectónica de placas explica la configuración y los movimientos de las mismas. Estas «piezas de puzzle» se desplazan sobre el manto terrestre, arrastradas por las corrientes de convección. El movimiento de estas placas ha hecho que, a lo largo de la historia de la Tierra, los continentes se hayan unido y separado varias veces. El último supercontinente que hubo en la Tierra se llamó Pangea. Se originó tras la colisión de dos continentes –Laurussia y Gondwana– hace unos 350 millones de años. Fue, precisamente, en esa colisión en la que afloraron las rocas que hoy forman el Geoparque de Cabo Ortegal. Por ello, proporciona algunas de las pruebas más completas de Europa sobre la colisión que creó Pangea.

El título de geoparque mundial de la UNESCO fue lanzado en 2015, y tiene como objetivo reconocer el patrimonio geológico de importancia internacional. Junto con Cabo Ortegal, el Consejo Ejecutivo de la UNESCO aprobó la designación de 18 nuevos geoparques mundiales el año pasado. Actualmente, existen 195 geoparques repartidos en 48 países de todo el mundo. Estas áreas geográficas son únicas por la protección del legado geológico y promueven la educación y el desarrollo sostenible. 

Los geoparques pretenden construir un puente entre el medio ambiente y la sociedad

Además, buscan construir un puente entre el medio ambiente y la sociedad. Tanto en Cabo Ortegal como en el resto de geoparques, el patrimonio geológico se funde con el patrimonio cultural, y también con el medioambiental. El geoparque gallego es un enclave con gran biodiversidad, que cuenta con espacios naturales protegidos y endemismos animales y vegetales.

Cabo Ortegal conservará esta designación durante un periodo de cuatro años, tras el cual tendrá que revalidar el correcto funcionamiento y la calidad del geoparque. Mientras tanto, su objetivo será honrar el pasado y guiar el presente y el futuro hacia un uso sostenible de nuestro entorno.