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Salvar Doñana, una apuesta por el futuro

El Parque Nacional de Doñana, localizado entre las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, es el mayor espacio natural de nuestro país y está conformado por un mosaico de ecosistemas que albergan una biodiversidad única en todo el continente europeo, siendo referencia mundial por su valor ecológico.

De las 54.251 hectáreas que conforman el  Parque Nacional de Doñana, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994, unas 27.000 pertenecen a los humedales que conforman las marismas. Estas marismas se encuentran permanentemente saturadas de agua y favorecen una gran diversidad biológica, convirtiéndose en parada fundamental en la ruta de muchas aves migratorias, no sólo europeas sino también africanas. Con su alta capacidad de absorción, además, amortiguan posibles inundaciones y combaten las sequías gracias a su gran volumen de almacenamiento. Igualmente, son un aliado imprescindible en la lucha contra el cambio climático ya que retienen ingentes cantidades de gases de efecto invernadero.

Los humedales son entornos de gran diversidad biológica que previenen inundaciones y sequías, combaten el cambio climático y favorecen la economía

El impacto de estos beneficios es innegable, desde el punto de vista medioambiental. Sin embargo, va mucho más allá: las marismas también favorecen el desarrollo de la economía local permitiendo el uso de sistemas de agricultura y pesca tradicionales y potenciando el ecoturismo.

Lamentablemente, la búsqueda de un beneficio económico extra amenaza a los humedales de Doñana con un peligroso descenso en su extensión. Así lo ha considerado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que en junio del año pasado hizo pública una sentencia contra el Estado español por la deficiente gestión de los recursos hídricos del parque. Las extracciones de agua para el regadío en la agricultura industrial, en muchos casos realizadas de forma ilegal, y el desvío de grandes cantidades hídricas al turismo de la zona son las grandes amenazas que se ciernen sobre los humedales de Doñana. Así lo reconoce dicha sentencia y lo denuncian diversas organizaciones no gubernamentales.

La UNESCO también se ha dirigido al Gobierno de España para exigir un cambio radical en la gestión del parque y su entorno con el fin de evitar el colapso. Entre sus recomendaciones figura la de aplicar el Plan Especial de la Corona Forestal de Doñana, aprobado en 2014 por la Junta de Andalucía y que en 2019, según denuncias de WWF, solo se cumplía en un 20%.

Para mejorar la actual situación, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha puesto en marcha el Plan Estratégico para la Conservación de los Humedales 2022-2030, que actuará en nueve humedales de nuestra geografía que corren peligro. En el caso de Doñana, se combatirán las extracciones ilegales de agua, y se realizarán intervenciones que permitan elevar temporalmente los niveles hídricos del subsuelo.

El Parque Nacional de Doñana está declarado como Patrimonio de la Humanidad desde 1994 y cuenta con 27.000 hectáreas de humedales

Por otro lado, como continuación del programa Ferdoñana, que a través de la formación y el asesoramiento personalizado logró reducir la pérdida de agua en la zona mejorando la rentabilidad del sector de cultivo de frutos rojos, la Unión Europea aprobó, a finales de 2020, su contribución financiera para el proyecto Life4Doñana. Este se está desarrollando en seis fincas piloto de cultivo de fresa para incorporar sistemas de riego a demanda que permitan potenciar tanto la sostenibilidad de dicho cultivo como la eficiencia en el uso de agua.

Igualmente, en 2016, la empresa Heineken España puso en marcha el Proyecto Doñana, con el fin de devolver a diversos humedales más de 1.000 millones de litros de agua al año. Este proyecto cuenta con el apoyo de la organización no gubernamental SEO/Birdlife, que monitoriza las mejoras medioambientales logradas en los humedales intervenidos y aporta datos sobre viabilidad de réplica en nuevos entornos.

Cualquier acción orientada a la recuperación de los humedales de Doñana y la sostenibilidad de los cultivos que se alimentan de sus aguas será indudablemente beneficiosa para nuestro ecosistema, pero también podrá convertirse en una herramienta de progreso socioeconómico.

Seis especies en peligro por el tráfico ilegal de animales

El tráfico ilegal de animales es el tercer mercado ilícito que más dinero mueve a nivel mundial, aproximadamente 20.000 millones de euros cada año según la ONG WWF, una cifra equiparable a la que mueve el tráfico de armas y de drogas. Se trata de un mercado en el que cada año cerca de 7.000 especies se ven afectadas directamente, tal y como recoge el informe ‘Informe mundial sobre los delitos contra la vida silvestre y los bosques 2020’ de la Oficina de las Naciones Unidas sobre el Crimen y las Drogas (UNODC). Es el caso de los rinocerontes y los elefantes. La propia UNODC y WWF estiman que alrededor de 20.000 elefantes y más de 1.000 rinocerontes son asesinados cada año para traficar con sus huesos, piel, colmillos y cuernos. Se calcula que los ingresos ilícitos anuales generados por el tráfico de marfil y cuerno de rinoceronte entre 2016 y 2018 -últimos datos disponibles debido a la COVID19- alcanzaron los 400 millones de dólares y 230 millones de dólares, respectivamente.

Una de las soluciones administrativas propuestas a este tráfico es el llamado Listado Positivo. Se trata de un documento que incluiría las especies cuya tenencia y comercio están permitidas, quedando prohibidas todas las demás. De esta forma se facilitaría el control de las especies que pueden comercializarse y mejoraría la eficacia en la detección de irregularidades. Por otro lado, autoridades como la secretaria general de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés), Ivonne Higuero, apuestan por facilitar a los gobiernos herramientas que les ayuden a abordar esta problemática. «Los datos precisos son la base de la formulación de políticas públicas», asegura la experta. De esta forma, se «proporciona a los gobiernos un panorama claro de la situación y se subraya la necesidad de actuar ahora para conservar nuestras especies y ecosistemas más valiosos».

En Red2030 hacemos un repaso por seis de las especies más afectadas por el tráfico ilegal: elefante, rinoceronte, tigre, pangolín, gorila y león.

Elefante

El tráfico ilegal de marfil es uno de los más lucrativos del mundo. Aunque el trabajo de los gobiernos ha conseguido disminuir su incidencia en la última década, la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) calcula que el número de elefantes de bosque africanos ha disminuido en más de un 86% en un período de 31 años, mientras que la población de elefantes de sabana africanos lo ha hecho en al menos un 60% en los últimos 50 años.

Ambas especies han sufrido fuertes disminuciones desde 2008 debido a un aumento significativo de la caza furtiva, que alcanzó su punto máximo en 2011. El Informe de la UICN sobre la Situación de los Elefantes Africanos calcula que quedan en torno a 415.000 individuos de las dos especies. La UNDOC añade “buenas noticias” hasta 2018: en la última década la caza de elefantes se ha reducido a un tercio, pero su situación “sigue siendo crítica”.

Rinoceronte

Desde la Edad Media el cuerno del rinoceronte está considerado un ingrediente fundamental en remedios milagrosos, lo que alimenta su caza furtiva. Sin embargo, con el crecimiento de ésta también lo han hecho los esfuerzos de diferentes países para proteger la especie, que arrojan algunas buenas noticias: de nuevo según la UICN, entre 2012 y 2018, la población de rinoceronte negro (Diceros bicornis) creció en toda África en un 2,5% anual, pasando de aproximadamente 4.845 a 5.630 animales en la naturaleza. Los modelos de población predicen un lento aumento similar en los próximos cinco años. Aun así, se mantiene en la Lista Roja de Especies Amenazadas.

Tigre

Al ser humano le ha bastado sólo un siglo para acabar con el 97% de la población de tigres salvajes. Estos son cazados furtivamente para diversos usos: su piel es utilizada en alfombras, sus huesos sirven para elaborar medicinas supuestamente milagrosas y sus garras y colmillos se venden como amuletos.

De las nueve subespecies que existían, tan sólo quedan seis, y en la actualidad viven más tigres en cautividad que en libertad. Se calcula que en los últimos 15 años se han matado al menos 1.755 tigres, principalmente en Laos, Vietnam y Tailandia. Ahora bien, no todo es malo: hay que celebrar que la población mundial de tigres está creciendo por primera vez, aumentando de 3.200 a 3.890 ejemplares en menos de una década.

Pangolín

El pangolín es un pequeño mamífero con el cuerpo cubierto de escamas de hábitos solitarios. Algunos han querido ver en él el origen de la pandemia de la COVID19, ya que su carne está considerada un manjar en algunos países del Sudeste asiático. Sus escamas, además, se utilizan en la medicina tradicional, lo que fomenta su caza furtiva hasta el punto de que UICN lo ha llegado a considerar el mamífero más amenazado del mundo.

WWF estima que, en la última década, más de un millón de pangolines han sido cazados en la naturaleza para satisfacer la demanda asiática, sobre todo de China y Vietnam, afectando al 80% de su población. En 2016, el Convenio CITES, que implica a más de 180 países, alcanzó un acuerdo para prohibir totalmente el comercio de pangolines, un gran paso para proteger a la especie de la extinción. Sin embargo, el tráfico ilegal de la especie continúa, hasta alcanzar la cifra de 2,7 millones de ejemplares cazados al año según UICN.

Gorila

Al gorila no solo le afecta la caza furtiva, también la degradación de su hábitat natural por la acción humana -como la minería ilegal en algunas zonas de áfrica- y enfermedades como el ébola. El tráfico ilegal en los últimos años ha aumentado debido al auge del comercio ilegal de su carne (bushmeat), cada vez más codiciada, según WWF.

UICN pone el foco en cómo el gorila oriental (Gorilla beringei) ha sufrido una “devastadora reducción de su población”, de más del 70%, en apenas 20 años. Dicha población se estima actualmente en menos de 5.000 individuos. Por su parte, el gorila oriental de planicie (G. b. Graueri), una de las dos subespecies del gorila oriental, ha perdido el 77% de su población desde 1994.

Aun así, se vislumbra un crecimiento positivo de la población de gorilas. Los últimos datos disponibles estiman que el número total de ejemplares de todas las especies presentes en África Ecuatorial es de 360.000 ejemplares, cuando los cálculos anteriores no alcanzaban los 200.000.

León

En las últimas décadas, la población de leones ha disminuido un 40% y su área de distribución se ha reducido un 94% en todo el mundo. La UICN calcula que quedan unos 30.000 ejemplares, pero estudios más recientes alertan sobre importantes disminuciones especialmente en poblaciones pequeñas de África occidental y oriental, por lo que se puede hablar de cifras inferiores a los 20.000 ejemplares en libertad.

Su vulnerabilidad ha incrementado en los últimos años porque el tráfico de leones estaba menos vigilado que el de tigres y los furtivos y traficantes han cambiado de mercado en consonancia. Por ejemplo, el vino de huesos de tigre, símbolo de estatus social en algunos países asiáticos, ha pasado a ser vino de huesos de león.

La sostenibilidad de las montañas

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La Organización de las Naciones Unidas ha declarado 2022 como el Año Internacional del Desarrollo Sostenible en las Montañas. Una ocasión para hacer frente a los efectos del cambio climático en los sistemas montañosos con medidas y políticas concretas.

Del Siglo XVIII a nuestros días: la pesca de arrastre y sus consecuencias

A pocas millas de la costa española, en el Mediterráneo, buzos se sumergen cargados con linternas y una bombona de oxígeno a la espalda. No buscan ningún tesoro, sino una red de arrastre abandonada en el fondo del mar. Es normal que las redes de arrastre duren muchos años pegadas a rocas y algas. Lo que pocos saben es que podría tener más de trescientos años.

La pesca de arrastre es una de las técnicas de pesca masiva más antiguas y desde sus inicios la inquietud por su impacto ambiental ha estado presente. Una preocupación que ya en el s. XVIII impulsó iniciativas de conservación como el proyecto ‘Colección de los peces y demás producciones de los mares de España”. Una serie de grabados y calcografías que pretendían servir como inventario de la fauna marina autóctona de la época. La colección, presentada al monarca Carlos III por el Conde de Floridablanca y llevada a cabo por Antonio Sáñez Reguart, tenía como objetivo preservar las especies que vivían en el fondo marino que estaban siendo mermadas por la pesca de arrastre.

El 80% de las pesquerías del Mediterráneo están sobreexplotadas

Esta colección es un ejemplo pionero de estudio y conservación de especies marinas amenazadas en nuestro país y sirvió de crítica hacia prácticas con grave impacto ambiental como la pesca de arrastre. Pero no es la única. En 1822, el político Roque Barcia Ferraces de la Cueva imprimió su ‘Pequeña memoria de grandes desaciertos sobre la Pesca’ en el que cuestionaba el uso que se empezaba a hacer en la costa de Huelva de técnicas de arrastre introducidas por los pescadores catalanes y valencianos. Estas son solo algunas muestras que indican que la conciencia medioambiental y la preservación de la biodiversidad no es una tendencia de nuestros días, viene de lejos.

Pérdida de biodiversidad

Según datos de Naciones Unidas, “los océanos son una de las principales reservas de biodiversidad en el mundo. Constituyen más del 90% del espacio habitable del planeta y contienen unas 250.000 especies conocidas y muchas más que aún quedan por descubrir, ya que todavía no se han identificado más de dos tercios de las especies marinas del mundo”. Su equilibrio es fundamental para el bienestar de los ecosistemas terrestres y juegan un papel clave en la salud global del planeta y el bienestar social. Sin embargo, el 80% de las pesquerías del Mediterráneo están sobreexplotadas, entre las que se incluyen también los depredadores marinos. Esta ausencia de depredadores, por ejemplo, es responsable del aumento de las medusas que, cada verano, sufren los bañistas en el Mediterráneo. Según la organización WWF, las poblaciones mundiales de especies de vertebrados han disminuido una media del 68% desde los años setenta debido a la actividad humana.

La FAO apunta directamente a la sobrepesca como una de las causas más importantes de la destrucción de los ecosistemas marinos

Por eso, ahora la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando recupera proyectos pioneros como esta ‘Colección de los peces y demás producciones de los mares de España’. Se trata de una exposición que mira al pasado para arrojar luz sobre el presente y los retos a los que debemos hacer frente. En este sentido, la búsqueda de sistemas sostenibles de pesca es esencial para garantizar la biodiversidad. De hecho, la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, apunta directamente a la sobrepesca como una de las causas más importantes de la destrucción de los ecosistemas marinos. Técnicas como la pesca de arrastre destruyen entornos naturales maduros y eficientes, para dejar otros ineficientes. La pérdida de la biomasa, es decir, la cantidad total de materia viva presente en un ecosistema, es tremendamente nociva para el medio ambiente. La sobrepesca afecta a las especies animales: las técnicas de arrastre no discriminan qué animales quedan atrapados ni su estado de crecimiento; pueden ser crías que todavía no han podido desarrollarse o especies adultas cuya captura impide que vuelvan a reproducirse. Por ejemplo, peces como el atún han visto cómo se reducían sus comunidades hasta en un 95% según Greenpeace. Junto a estas especies otras  como el rape, la merluza, el lenguado o la platija también se han visto afectadas. Una situación que se agrava, si tenemos en cuenta que cuando se echan las redes al mar, hasta el 70% de los peces capturados son de otras especies que se desechan y que mueren antes de ser devueltas.

Mirando atrás, a finales del siglo XVIII, cuando el Conde de Floridablanca inició el proyecto de conservación pictórica de especies en peligro de extinción por la pesca de arrastre probablemente no se imaginara que, varios siglos después, su obra serviría como inspiración para la defensa de los ecosistemas marinos y su biodiversidad. Hoy, cuando el problema de la sobreexplotación de especies ha alcanzado cifras que amenazan el equilibrio no solo del ecosistema marino sino del todo el planeta, debemos poner en marcha medidas que frenen de manera inmediata prácticas como la pesca de arrastre. Impulsar iniciativas en este sentido y destinar recursos para la recuperación de especies y para el desarrollo de sistemas de desarrollo sostenibles es ahora, sin duda, más importante que nunca.

Pueblos indígenas, los necesarios guardianes del Amazonas

“Los pueblos indígenas son una extensión de la naturaleza, y la naturaleza es una extensión de nosotros”. Una frase que revela una realidad incuestionable. ¿La autora? Samela Awiá, uno de los rostros jóvenes del ambientalismo amazónico, y descendiente del pueblo Sateré-Mawé. Esta brasileña de 24 años, comunicadora y artesana además de estudiante de biología,  se ha dedicado como tantos otros activistas a denunciar la deforestación del Amazonas –considerado como el ‘pulmón del planeta’– y ha defendido que los mejores protectores del inmenso tesoro natural que ahí se resguarda son los pueblos originarios. Samela es parte de la generación que puede ser la última con la posibilidad de frenar lo que no pocos científicos han tildado de ‘un cataclismo medioambiental’: sin el Amazonas, la catástrofe será irremediable.

 En 2021 el Amazonas perderá 860.000 hectáreas, superficie similar Puerto Rico

Unas semanas antes de que se celebrara la COP26, el Proyecto de Monitoreo de la Amazonas Andina (MAAP) –una iniciativa de la organización Conservación Amazónica, y apoyada por la Agencia Espacial Europea, y NORAD, la agencia noruega para la cooperación y el desarrollo– publicó un informe con una preocupante predicción: cuando acabe este año  el Amazonashabrá perdido más de 860.000 hectáreas, una superficie equivalente a la de Puerto Rico Estamos hablando de un fenómeno que afecta aparentemente a tres países, Brasil, Perú y Colombia (de los que sólo el primero es responsable del 79% de esa deforestación), pero que en realidad pone en riesgo a toda la población del planeta.

Entonces, ¿quién puede proteger y recuperar esos hábitats naturales? La respuesta es simple: quienes allí han vivido desde tiempos ancestrales, porque, como indica Samela, “ellos dependen de la biodiversidad para sobrevivir; son parte de la naturaleza y ésta es parte de ellos. No están motivados por la codicia que motiva la destrucción ambiental”.

Evidencias de una sostenibilidad milenaria

En junio de este año, una investigación publicada en el diario científico Proceedings of the National Academy of Sciences (Estados Unidos) reveló que los pueblos indígenas amazónicos hicieron un uso sostenible de los recursos naturales del Amazonas durante 5.000 años, antes de la llegada de los europeos. Principalmente, el estudio exponía que no se encontraron evidencias de que los pueblos originarios hubieran talado o quemado sus tierras causando daños irreparables en el medio ambiente como los que vemos en la actualidad. Y concluyó que los primeros habitantes de la Amazonia Occidental de Perú convivían con las selvas de una manera sostenible, formando parte del mismo entorno.

Por otro lado, el informe ‘Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques’ de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), evidenció que los bosques de América Latina y el Caribe, custodiados por comunidades indígenas, “contienen casi el 30% del carbono almacenado en los bosques de América Latina y el 14% del carbono de los bosques tropicales de todo el mundo”. Además de sus bosques, el informe destaca como ejemplo que “los territorios indígenas de Brasil tienen más especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que todas las áreas protegidas del país fuera de estos territorios”.

Protectores ancestrales en defensa de la naturaleza 

Desde hace décadas, los indígenas han tenido que emigrar a zonas urbanas, debido a la sobreexplotación de los recursos de sus tierras. En la Amazonia brasileña, muchos pueblos originarios aún están presentes en el 13% del territorio, pero la presión por parte de los grandes intereses ganaderos y de la explotación de la selva amenaza su supervivencia.

Durante 5.000 años los pueblos originarios del Amazonas convivieron de manera sostenible con el entorno, hasta la llegada de los europeos

Aunasí, quienes allí resisten el embiste del capitalismo más salvaje, se aferran a la defensa de los ecosistemas y la biodiversidad porque se consideran parte de lo mismo. “La emergencia medioambiental no sólo es para nosotros. Pedimos a los gobiernos del mundo que nos ayuden a proteger nuestro territorio, que es también el territorio de la humanidad. Porque si la selva amazónica desaparece, morirá gente en todas partes, así de simple”, declaró José Gregorio Díaz Mirabal, líder venezolano del pueblo amazónico Kurripako en el congreso mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en Marsella, en septiembre de este año. Él es el coordinador de la COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica) que representa a más de dos millones de personas pertenecientes a nueve organizaciones indígenas.  “Esto es riqueza para Estados Unidos, Europa, Rusia y China, pero es pobreza para nosotros”, también dijo Díaz Mirabal, en referencia a la explotación de uranio, oro y petróleo en la zona.

Sin duda, la conservación de los bosques es una piedra angular para la solución a la crisis medioambiental. Y los esfuerzos no sólo pueden quedar a nivel gubernamental. Los grupos indígenas forman parte indiscutible de la solución. Esa es la opinión de Gretel Aguilar, CEO de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Durante las Jornadas de Sostenibilidad 2021 del Grupo Red Eléctrica de Madrid, sostuvo: “hay que hacer un esfuerzo especial para incluir a los grupos marginados y, sobre todo, para que las mujeres, los jóvenes, las comunidades locales y los pueblos indígenas participen en las inversiones que pongan en práctica soluciones basadas en la naturaleza. De esta manera tendremos una verdadera recuperación económica duradera que contribuya al bienestar humano y a reducir la desigualdad y las presiones sobre el planeta”.

¿Cuál es la solución para llegar a 2050 con una perspectiva optimista sobre el futuro de todos en el planeta? La respuesta sigue siendo compleja, pero la participación de quienes, desde tiempos ancestrales, han hecho de las selvas en América Latina un hábitat y un ecosistema resulta imprescindible en la ecuación.

Proteger los bosques, la nueva prioridad de Europa

El continente europeo parece destinado a ver cubierta su superficie de un intenso color verde. Más allá de un concepto retórico, esta vez su literalidad es absolutamente precisa, y es que la Unión Europea prepara, con esta perspectiva, su futura estrategia forestal. Un proyecto que centra su horizonte en el año 2030, una fecha en la que se ha de cumplir también una profunda reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a los niveles de 1990. La adopción de una nueva estrategia de tal calibre –sustituyendo la aprobada en el año 2013– da fe de la ambición del continente en términos ecológicos.

En la actualidad las superficies boscosas ya ocupan más del 43,5% del suelo europeo absorbiendo, a través de ella, el 10% de las emisiones generadas. Aunque con la predominancia del estilo de vida urbano, las áreas forestales son imprescindibles para el desarrollo de la vida tal y como todos la conocemos. De hecho, así lo defiende el propio texto elaborado por la Comisión Europea: «Dependemos de los bosques para el aire que respiramos y el agua que bebemos, y su rica biodiversidad y su sistema natural único son el hogar y el hábitat de la mayoría de las especies terrestres del mundo. Son un lugar en el que conectar con la naturaleza, lo que nos ayuda a reforzar nuestra salud física y mental, y son fundamentales para conservar zonas rurales dinámicas y prósperas».

Bruselas se ha comprometido a plantar más de tres mil millones de árboles antes de 2030 y a proteger las superficies boscosas actuales, que ocupan más del 43,5% del suelo y absorben el 10% de las emisiones generadas

Más allá del componente ético que se halla en la salvaguardia de la naturaleza, ha de tenerse en cuenta que los bosques desempeñan un papel protagonista no solo en la salud, sino también en la economía: proporcionan alimentos, medicinas, materiales y agua limpia. La situación actual, sin embargo, no es especialmente halagüeña. La salud forestal es cada vez más frágil, con una creciente exposición al calor que aumenta constantemente y que, a su vez, incrementa el riesgo de incendios. Según defiende Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea responsable del Pacto Verde Europeo, «los bosques europeos están en peligro. Por ello trabajaremos para protegerlos y restaurarlos, mejorar la gestión forestal y apoyar a los silvicultores y a los guardianes forestales. A fin de cuentas, todos formamos parte de la naturaleza». La industria relativa a estos ecosistemas es clave para los Estados miembro: alrededor de un 20% de todas las empresas manufactureras de Europa están vinculadas con la industria maderera. A ello se suma que su buen mantenimiento es también fundamental con la ambición principal de la Unión Europea: la de convertirse en el primer continente climáticamente neutro en el año 2050.

Una estrategia a largo plazo

Entre los pasos a seguir desde Bruselas se encuentra la plantación de más de tres mil millones de árboles hasta el año 2030. Con acciones como esta, la nueva estrategia forestal pretende ser uno de los ejes principales del Pacto Verde europeo (el plan de ruta continental que marca los objetivos en torno a la biodiversidad y el clima).

España, con un 55% de la superficie ocupada por bosques, será uno de los países más favorecidos por las medidas tomadas por la UE

No obstante, no solo se trata de promover la ampliación del territorio forestal; se trata, también, de proteger el que aún permanece en pie. Por ello, gran parte de la estrategia recoge el compromiso, esgrimido en diversas ocasiones, de proteger los bosques primarios y antiguos de la Unión Europea. La conservación, claro, no implica la construcción de decorados forestales. Los bosques seguirán alimentando las necesidades económicas de los Estados miembro, si bien exclusivamente a través de principios sostenibles y eficaces como la reutilización y el reciclaje.

Así, el enfoque pretende ser total en lo que respecta tanto a su uso como a su protección, lo que conllevará, tal como está estipulado, una armonización entre todos los países europeos. España, por su parte, es uno de los países más favorecidos con este paquete de medidas, ya que actualmente más de la mitad de su superficie –exactamente, un 55%– se halla ocupada por bosques.

El objetivo, en definitiva, es otorgar una nueva vida a las áreas forestales, lo que implica obtener beneficios como un mayor sumidero de carbono y un aire más puro, entre otros. Es el inicio de una larga lucha contra el cambio climático cuyos efectos, hoy, ya se pueden ver. Es el caso de los incendios particularmente agresivos o la creciente llegada de especies invasoras. La nueva estrategia pretende fijar, así, las nuevas raíces del futuro continente: un lugar que, parece, será más justo.

España, un enclave único para la conservación del buitre en Europa

Sorprende la mala reputación de un animal cuya existencia es vital para el mantenimiento del ecosistema. Imaginemos qué ocurriría en nuestras ciudades si no tuviésemos un servicio de limpieza. Las consecuencias para el medio ambiente serían igual de dramáticas si los buitres desaparecieran. Su labor de mantenimiento, al alimentarse de los animales muertos en entornos naturales, es de vital importancia para evitar la propagación de enfermedades infecciosas no sólo entre la fauna circundante sino también entre los humanos. Además, estas aves favorecen el desarrollo económico de muchas pequeñas localidades que se sostienen gracias al turismo ornitológico. 

El 90% de la población de buitres europeos nidifica en España

En Europa existen cuatro especies de buitre para las que España es un enclave singular, siendo el único territorio europeo donde nidifican todas ellas. Según datos de SEO/BirdLife, en nuestro país se reproduce el 98% de los buitres negros, el 94% de los buitres leonados, el 82% de los alimoches y el 66% de los quebrantahuesos. De estas cuatro especies, únicamente el buitre leonado permanece a salvo del riesgo de desaparición, ya que, en base a datos proporcionados por el Catálogo de Especies Amenazadas del Ministerio para la Transición Ecológica, tanto el alimoche como el buitre negro se encuentran en situación vulnerable y el quebrantahuesos en peligro de extinción. Nuestro país, por tanto, se convierte en un espacio esencial para su subsistencia.

Lamentablemente, la intervención humana sigue siendo el principal motivo de su progresiva desaparición. El furtivismo y la utilización de cebos envenenados, son riesgos ya históricos para estas aves. Pero, además, en los últimos años, se han producido eventos de mayor gravedad para sus vidas. La crisis de las vacas locas propulsó normativas europeas que prohíben a las explotaciones ganaderas abandonar en el campo los restos de animales muertos, eliminando así un acceso al alimento vital para los buitres. La aprobación en España, en 2013, del uso del diclofenaco, un antiinflamatorio de alta toxicidad que se provee al ganado y que ya acabó con el 95% de buitres asiáticos en India y Pakistán, supuso un mazazo para las esperanzas de vida de estas aves. Además, se siguen utilizando fitosanitarios prohibidos por la Unión Europea para el control de plagas en cultivos que provocan catástrofes como la reciente muerte por envenenamiento de 55 buitres en nuestro país. Por último, un reciente estudio de la Estación Biológica de Doñana (EBD – CSIC) junto a cinco institutos de investigación y universidades advierte de la mortalidad de estas aves por estrés y envejecimiento celular originado por la intervención humana y la alta densidad de población en ciertas zonas de la península.

El buitre supone una barrera contra la propagación de enfermedades infecciosas

Afortunadamente, crecen las iniciativas de diversas organizaciones no gubernamentales para poner freno a su desaparición. Estas son algunas:

SEO/Birdlife. Desde esta organización conservacionista llevan años realizando censos de ejemplares en nuestro territorio, así como desarrollando campañas de concienciación social y solicitando formalmente, ante las autoridades, la modificación de toda legislación lesiva para estas aves.

El Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA). Desde 1992 llevan desarrollando, con gran éxito, su proyecto Monachus, orientado a la reintroducción de la especie de buitre negro en diversas zonas de la geografía española en que estaba extinta.

Acción por el Mundo Salvaje (AMUS). Lidera un ambicioso proyecto de conservación y custodia del hábitat del buitre negro en Extremadura que incluye la instalación de comederos, censo de ejemplares y campañas de sensibilización, así como el funcionamiento de un Hospital de Fauna Salvaje.

Todas estas organizaciones, junto con muchas otras, celebran este 4 de septiembre el Día Internacional de los Buitres para recordarnos la importancia de preservar las distintas especies de buitres que habitan nuestro planeta y cuyo desarrollo es imprescindible para la vida natural y para nuestra propia sociedad.

Por qué urge proteger los océanos (y así protegernos)

El filósofo, matemático y físico francés Blaise Pascal dejó por escrito siglos atrás, que el menor movimiento es de vital importancia para toda la naturaleza. “El océano entero se ve afectado por una piedra”, señaló. Imaginemos pues, que eso que afecta al océano no es algo inerte como una piedra, sino miles y miles de redes de arrastre moviéndose a diario para extraer de las profundidades marinas todo tipo de peces. ¿Acaso no afecta eso a los océanos? ¿Y a la naturaleza en general?

Los océanos –que suponen cerca del 96,5% del volumen de agua total de la superficie de la Tierra– son una de las principales reservas de biodiversidad en el mundo. Albergan ni más ni menos que 250.000 especies identificadas y muchas otras aún sin identificar, porque si algo sabemos de los océanos es que conocemos solo una ínfima parte.  Lo que sí sabemos con  certeza es que son esenciales para el funcionamiento saludable del planeta; puesto que suministran la mitad del oxígeno que respiramos los humanos y absorben casi un 30% de las emisiones de CO2. Huelga recordar que los ecosistemas marinos también  proporcionan alimento a millones de personas, así como servicios como agua limpia o protección contra catástrofes extremas, como hacen por ejemplo los ecosistemas manglares. 

El 20% de los arrecifes de coral mundiales han desaparecido, y el 24% restantes están en peligro de desaparecer.

Por este motivo, Naciones Unidas, así como diversos organismos dedicados a la protección medioambiental, han mostrado su preocupación por la presencia de basura marina y por ciertas prácticas, como la sobreexplotación pesquera, la pesca ilegal o el uso de técnicas como el arrastre, que recogen no solo peces, sino todo lo que encuentran en su camino desestabilizando los ecosistemas. De hecho, en los últimos 30 años, el consumo de pescado se ha duplicado en todo el mundo. Esto ha provocado que cerca del 90% de las reservas de peces estén sobreexplotadas, según el último informe de la FAO

Precisamente, para reducir el gran impacto ambiental y económico que tienen estas actividades, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU fomenta conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos. Es cierto que, durante siglos, el mar ha sido uno de los mayores vectores para el desarrollo y el bienestar, y ha sido utilizado como una fuente inagotable de recursos. Sin embargo, la explotación sin control y la contaminación han producido daños irreparables en los ecosistemas. Basta sino fijarse en cómo en las últimas décadas han desaparecido el 20% de los arrecifes de coral mundiales y el 24% de los arrecifes restantes está en peligro inminente de desaparición.  

Se calcula que el 61% del total del producto interno bruto del mundo proviene del océano

Frenar la pérdida de biodiversidad es esencial para garantizar la supervivencia del planeta, pero también para velar por nuestra salud. Y es que la mayoría de los asentamientos humanos se han establecido a lo largo de la historia cerca de la costa. Concretamente, el 38% de la población mundial vive a menos de 100 km de la costa y el 44% a menos de 150 kilómetros, según datos de la ONU. Los datos, no obstante, llegan a ser incluso más ilustrativos sobre lo esencial que son los océanos para el desarrollo de la vida: el Banco Mundial calcula que aproximadamente el 61% del total del producto interno bruto del mundo proviene del océano y de las zonas costeras situadas a menos de 100 kilómetros del litoral. En definitiva, para miles de millones de personas -entre un 10% y un 12% de la población mundial- los océanos, la pesca y la acuicultura son esenciales para su propia subsistencia. En este sentido, garantizar unos ecosistemas marinos saludables supone luchar también por otro objetivo global: erradicar la pobreza. 

Aún es posible vivir en armonía con los océanos

A pesar del evidente deterioro de los océanos, en los últimos años se han activado múltiples iniciativas para conservar y restaurar los ecosistemas marinos. Concretamente, hace ya una década, 193 países pertenecientes a la Conferencia de las Partes (COP) firmaron el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional jurídicamente vinculante con el objetivo de conservar la diversidad biológica, utilizar sus componentes de manera sostenible y repartir los beneficios extraídos de los recursos de manera justa y equitativa. Entre las misiones recogidas en este Convenio se encuentra precisamente la de proteger la diversidad de hábitats y especies marinas.

En la misma línea, compañías como el Grupo Red Eléctrica se han comprometido también a proteger y recuperar estos espacios. Concretamente, la compañía ha desarrollado 'Bosque Marino', un proyecto pionero a nivel mundial con el que ha restaurado dos hectáreas de praderas de posidonia oceánica en las costas de Mallorca (bahía de Pollença), una planta autóctona del Mediterráneo con más de 100.000 años de vida y que es una de nuestras fuentes principales de oxígeno y conservación de los ecosistemas. De hecho, se calcula que una hectárea de posidonia genera cinco veces más que una de la selva del Amazonas.