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La educación un año después de la covid: brecha digital y educativa

Llegaba la segunda quincena de marzo cuando más de 300 millones de niños y niñas en el mundo veían las puertas de sus colegios cerrarse a cal y canto. Era 2020 y los pequeños recibían la noticia como unas vacaciones inesperadas, unos pocos días de descanso hasta que todo volviera a la normalidad. Pero pasaron las semanas, y luego meses: los centros educativos de todo el mundo cerraron durante una media de 95 días como consecuencia de la pandemia provocada por la covid-19. En algunos países de América Latina y el Caribe, los estudiantes no pudieron volver a sus pupitres hasta 158 días después.

214 millones de alumnos y alumnas perdieron al menos tres cuartas partes de su curso escolar a consecuencia de la pandemia

Ha pasado un año desde ese primer día que dejó a los colegios llenos de silencio, y los datos más actuales son abrumadores: a nivel global, 214 millones de alumnos y alumnas de entre infantil y secundaria perdieron al menos tres cuartas partes de su tiempo escolar durante la pandemia. De ellos, 168 millones ni siquiera pudieron asistir al 90% del curso escolar. En su informe One year of Education Disruption, UNICEF advierte: «Los cierres de la escuela no han hecho más que exacerbar la crisis educativa que existía antes de la pandemia, que ha afectado especialmente al alumnado más vulnerable».

La brecha educativa –ya existente en el contexto precovid– se ha agrandado hasta tal punto que ya es una herida abierta, infectada por la digitalización disfuncional, la falta de conocimientos digitales del profesorado, la incipiente diferencia entre la atención al alumnado avanzado y aquel que necesita refuerzo, así como la consecuente falta de motivación por parte de estudiantes y docentes, obligados a habituarse a un sistema educativo desgastado por la pandemia. Y, efectivamente, ha sido especialmente dañino con los menores más vulnerables: el documento, pionero en mostrar los datos de cierre de más de 200 países, sitúa en las primeras posiciones a países en vías de desarrollo como Brasil, Bangladesh, Uganda o Sudán cuando evalúa el tiempo que niños y niñas han pasado sin poder acceder a clase.

La piedra angular de la digitalización

Todos estos problemas beben de una misma fuente: la brecha digital. A día de hoy, dos tercios de los niños y niñas en edad de escolarización no tienen acceso a Internet en sus hogares. Su única forma de aprender era yendo a clase, y cuando se vieron privados de ese acceso, acabaron inevitablemente desvinculados de la actividad académica. Como indica Save the Children, esto ha generado «una falta de comunicación y seguimiento, agravando procesos de desvinculación progresiva que, antes de esta crisis, afectaban al alumnado más desfavorecido y que ahora, no solo puede provocar abandono escolar, sino perpetuarse en el tiempo».

En España, 100.000 hogares con menores e ingresos inferiores a 900 euros no tienen acceso a Internet

En España, 100.000 hogares con menores e ingresos mensuales netos inferiores a 900 euros no tienen acceso a Internet y otros 235.000 hogares solo pueden conectarse a la red a través de un teléfono móvil, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Un obstáculo que, si ya es complicado de superar en los entornos urbanos, se convierte en un muro insalvable en las zonas rurales de nuestro país: existen algo más de 4.000 municipios en los que no se alcanzan las conexiones de treinta megas, y 2.600 donde no llegan ni siquiera los diez. Tras los primeros meses de pandemia, la OCDE situó a nuestro país a la cola de la digitalización del sector público.

Esto no ayuda a resolver otro problema arraigado antes de la covid-19: nuestro país cuenta con la mayor tasa de abandono escolar de la Unión Europea, un índice que se retroalimenta con la continua desvinculación de las aulas que ha vivido la mayor parte del alumnado durante la pandemia. Garantizar el acceso a la tecnología a todos los alumnos, promover el desarrollo profesional de los docentes en materias digitales y la exploración de nuevas metodologías que promuevan la creatividad son los tres faros que deben guiar la educación a partir de ahora para garantizar su inclusividad.

El papel de las empresas

Y, en esta lucha para superar la brecha digital en la educación, el papel de la empresa también es relevante.Como primer paso, el Grupo Red Eléctrica  se ha sumado a la Alianza País Pobreza Infantil Cero, promovida por el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil, que reúne a más de 75 empresas, fundaciones y administraciones públicas. El grupo es especialmente sensible a esta necesidad por la actividad que desarrolla en el sector de las comunicaciones, por un lado, a través de su filial Reintel, que ya ha desplegado más de 50.000 kilómetros de fibra óptica oscura y, por otro, a través de los satélites de Hispasat, que facilitan la llegada de señal a las zonas más aisladas que no cuentan con fibra

En el acto de presentación, Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica, sentenció: «A día de hoy, la conectividad debe ser un recurso básico como el agua o la luz. No podemos permitir que haya un solo niño o niña que no pueda seguir su educación por falta de internet». Esta sinergia fundamental para evitar que, en el futuro, nadie se quede descolgado de su derecho más básico: aprender. 

A finales de abril de 2012 se celebra la Semana de Acción Mundial de la Educación. Su objetivo es abordar de manera urgente la falta de financiación para la educación, agravada por la pandemia de covid-19 y que está impidiendo la consecución del 4º ODS. Un paso más para garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad a todos los niños y niñas en el mundo.

El futuro de las aulas es verde

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El 26 de enero se celebra el Día Internacional de la Educación Ambiental, una de las grandes asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo. ¿Cambiará la pandemia nuestra manera de entender esta competencia, fundamental en un planeta en emergencia climática? 

#Coronavirus: los retos del sector educativo

En cuestión de semanas, el coronavirus ha transformado la vida de millones de ciudadanos en todo el mundo. Nadie sabe cuánto tardaremos en retomar la normalidad, pero sí es cierto que esta crisis sanitaria mundial ya está suponiendo un reto para la humanidad en todos los ámbitos. La cuarentena establecida en gran parte del mundo está afectando a todos los sectores, pero uno de los que está notando los efectos del coronavirus de manera más acusada es el educativo.

Las cifras del número de estudiantes que verán su día a día alterado en todo el mundo dan cuenta de la magnitud de este nuevo escenario: la UNESCO calcula que 1 de cada 2 estudiantes del mundo no podrán asistir a clase mientras dure la pandemia. Según datos actualizados a 18 de marzo, un total de 119 países ya ha anunciado el cierre de las instituciones educativas de manera total o parcial, dejando a 862 millones de niños y jóvenes sin clases.

En España, la Comunidad de Madrid, el País Vasco y La Rioja, echaron el candado a todos sus centros educativos el pasado 11 de marzo y, cinco días después, el resto de España se adhirió a esta iniciativa inédita. “Son tiempos extraordinarios que requieren medidas extraordinarias”, advirtió el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en una de sus últimas comparecencias. En nuestro país, el cierre de colegios y centros universitarios afecta a 9,5 millones de estudiantes y va a poner a prueba la resiliencia del sistema educativo en todos sus niveles. Para muestra, la EBAU, anteriormente conocida como Selectividad, ya ha quedado aplazada de manera indefinida.

La brecha digital agranda la brecha educativa

Pero ¿qué pasará en este tiempo con todos estos estudiantes mientras sigan suspendidas las clases? Ante una crisis que ha golpeado a nuestro país -y al mundo- de manera tan repentina y con virulencia, parece que solo hay una forma de mantener activo el sistema educativo durante las próximas semanas: la formación online. Pero cuando la única alternativa posible requiere del uso de tecnología, esta actúa también como elemento diferenciador: según un estudio de We Are Social y Hootsuite, solamente el 59% de la población mundial tiene acceso a internet.

Es importante matizar que estos datos reflejan una realidad tangible no solo en países con limitados recursos o en vías de desarrollo, sino también en grandes potencias mundiales. Estados Unidos, donde también se están cerrando los centros educativos en los últimos días por la expansión del virus, es un ejemplo de ello. Las cifras del país norteamericano sorprenden: 21 millones de estadounidenses no cuentan con acceso a internet, y uno de cada cinco estudiantes no disponen de la tecnología necesaria en sus hogares para hacer frente a este reto. En ciudades como Detroit, por ejemplo, el 60% de los estudiantes no tienen acceso a internet de banda ancha, lo que dificulta su aprendizaje virtual. En el este del estado de Mississippi la situación es similar: el 40% no puede acceder a las clases de manera telemática por falta de medios. La falta de recursos en un país de la magnitud y potencial económico de Estados Unidos nos da una pista sobre la situación que el resto de países del mundo pueden estar afrontando.

Solo el 59% de la población mundial tiene acceso a internet

El “rey” de la tecnología, China, fue el país que sufrió primero los efectos del llamado COVID-19 pero supo adaptarse con celeridad: 180 millones de estudiantes pasaron de tener que ir a clase a tener que seguirlas por la televisión. En cuestión de días, China creó una plataforma de formación online para todos los estudiantes del país con la ayuda de algunas empresas tecnológicas como Huawei y Alibaba. A su vez, la televisión estatal del país (CCTV) empezó a retransmitir las clases, divididas en diferentes niveles educativos, para no sobrecargar esta plataforma de contenido online. Todo el proceso fue centralizado, por lo que los alumnos de ciudades más pequeñas tenían acceso al mismo contenido, minimizando así la brecha educativa entre las diferentes clases sociales.

Ahora bien, el país asiático también presenta severas desigualdades entre clases sociales y territorios que han provocado que no todos los estudiantes puedan usar estos recursos digitales. Según datos del gobierno chino, más de 500 millones de ciudadanos no accedieron a internet en el año 2018, ya sea porque no contaban con conexión o porque desconocen la existencia de internet. La situación es más compleja en las zonas rurales de esta nación, cuya realidad es totalmente diferente a la de sus compatriotas residentes en las grandes urbes de este gigante. Muchos de los estudiantes de las zonas rurales no cuentan con las herramientas necesarias para llevar a cabo una formación online en condiciones, con lo que su retraso académico cada vez es mayor. No en vano, en China se les conoce como los “left-behind children”.

En España, la brecha digital no alcanza esos niveles. Una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) indica que solo uno de cada cinco hogares españoles no cuenta con un ordenador (19,1%), y que el 91,4% de las familias españolas dispone de acceso a internet en casa (en su gran mayoría de banda ancha). No obstante, disponer de conectividad no es siempre garantía de que los alumnos puedan llevar a cabo una formación online de manera satisfactoria. Por ejemplo, no todas las familias cuentan con más de un dispositivo para facilitar las sesiones virtuales a todos sus hijos.

En España solo uno de cada cinco hogares españoles no cuenta con un ordenador

La otra cara de la moneda de esta nueva situación es la preparación del sistema educativo español. ¿Cuenta con suficiente preparación y recursos tecnológicos para abordar este giro hacia un modelo educativo digitalizado? La experiencia de los últimos días ha demostrado que aún tenemos un largo camino que recorrer en este sentido. Por ejemplo, la Comunidad de Madrid cuenta con la plataforma EducaMadrid, que es una herramienta que lleva funcionando varios años como complemento a la formación presencial de los alumnos. En ella se encuentran recursos educativos que sirven como complemento didáctico para profesores y alumnos. La semana anterior del cierre de los colegios, las conexiones registradas fueron 650.000, mientras que los primeros días del aislamiento han superado el millón. La consecuencia: el sistema se encuentra caído gran parte del tiempo y funciona con gran lentitud.

Este insólito panorama ha puesto sobre la mesa la urgente necesidad de renovar el sistema y dotarlo de los recursos digitales suficientes para hacer posible la enseñanza a distancia. Este impulso a la innovación conseguirá mejorar nuestro modelo educativo y lo hará resiliente ante cualquier escenario como el que vivimos. Ha llegado la hora de innovar sin dejar a nadie atrás.

Guía para hacer una lista de la compra más sostenible

El camino hacia un mundo más sostenible implica cambiar la manera en que consumimos. Si seguimos con los ritmos de producción y consumo actuales se calcula que necesitaremos tres planetas como el nuestro para satisfacer las necesidades alimentarias de una población en continuo crecimiento. Empezar no es fácil, pero tampoco imposible. La primera medida pasa por cuidar las elecciones que tomamos cuando vamos al supermercado. A día de hoy, las bolsas de plástico todavía inundan muchos supermercados, por no hablar de que la mayoría de los productos que compramos también van envasados en plástico. Además, muchos de ellos no sabemos ni de dónde provienen ni cuál es su impacto en el medio ambiente.

Los esfuerzos de la industria por revertir esta situación aún son tímidos, de ahí que nuestra responsabilidad como consumidores sea la de contribuir a que se acelere esta transformación. Pero ¿cómo podemos preservar el medio ambiente desde nuestra lista de la compra más allá de evitar el plástico? Antes de salir de casa, échale un repaso a esta guía práctica que te presentamos a continuación para hacer una lista de la compra lo más sostenible posible.

Planifica tu compra

Planificar la compra antes de ir al supermercado permite reducir el gasto y el desperdicio de comida. Así que organiza tus menús semanalmente y evita salir a comprar con hambre, ya que, según varios estudios, esto provoca que llenes el carro con más comida de la que necesitas y generalmente poco saludable.

Piensa en lo que tienes en casa

¿Cuánta comida de la que compras acaba en la basura? Según datos del Panel de cuantificación del desperdicio alimentario en los hogares españoles del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cada español tiró cerca de 25 kilos de comida en 2018, último año del que se tienen datos. Por eso, una vez organizados los menús semanales, lo ideal es que revises los alimentos que ya tienes en la nevera o en la despensa. Antes de tirarlos, ¿por qué no te estrujas la cabeza e ideas algún plato que permita aprovechar todas las sobras?

Lleva tu propia bolsa

Principalmente por un motivo medioambiental, ya que el plástico es uno de los materiales más contaminantes y que mayor impacto negativo tiene en el planeta, pero también desde un punto de vista económico, ya que por ley los comercios han empezado a cobrar desde hace unos meses todas las bolsas de plástico. Una bolsa de tela o una reutilizable no afecta a nuestro día a día pero pueden marcar una gran diferencia.

Lee las etiquetas

Leer el etiquetado te permite conocer los ingredientes del producto y analizar la cantidad de azúcar, sal y aditivos que tiene. Pero, además de ayudarte a saber si un alimento es sano o forma parte de los conocidos como ultraprocesados –con altos niveles de grasas, azúcares y carbohidratos– echarle un vistazo a la etiqueta te da mucha información sobre si un producto es más o menos ecológico.

En la industria de la alimentación existe un sello verde, el de Agricultura Ecológica Europea, que indica que se trata de un artículo obtenido sin la utilización de productos químicos como fertilizantes o plaguicidas, que son dañinos con el medioambiente. Además, existen una serie de certificados de sostenibilidad, como el sello azul de MSC (Marine Stewardship Council), que garantiza que el pescado ha sido obtenido de manera sostenible, o el de Rainforest Allianz, que apuesta por el uso responsable de los recursos agrícolas.

Compra a granel

Aunque todavía es una práctica minoritaria, cada vez más consumidores llevan sus bolsas y recipientes para comprar carne, pescado, fruta o verdura. De esta manera, se reduce la cantidad de plásticos innecesarios en los que vienen envueltos los productos y que tienen un alto impacto medioambiental, ya que pueden tardar hasta 400 años en descomponerse.

Pero no siempre es fácil evitar los envases plásticos y optar por otros materiales más sostenibles. Por eso es importante que, si no queda otro remedio, escojamos los plásticos que se puedan reciclar más fácilmente, que suelen venir indicados como PET (polietileno tereftalato).

Elige alimentos de temporada

Aprovecha lo que la tierra te da periódicamente cada año: espárragos, fresas, naranjas, etc. Las frutas y verduras de temporada suelen estar a precios más bajos que en otras épocas del año y, además, según la estación tienen una mayor cantidad de nutrientes. Además, que tengamos alimentos que en nuestro país están fuera de temporada significa que han sido transportados desde otro punto del globo. Se trata de una actividad, en mayor o menor medida, contaminante y poco sostenible.

Compra de proximidad

En la misma línea, comprar alimentos de proximidad (que han sido producidos en una zona cercana) ayuda también a reducir la huella ambiental de tu compra. De ahí que la mejor opción sean los productos de kilómetro cero, es decir, los que precisan de un transporte mínimo desde el punto de producción hasta el punto de venta. En este sentido, recomendamos escoger el pequeño comercio o unirse a grupos de consumo: de esta forma ayudarás a revitalizar la economía local.

Apuesta por el comercio justo

La etiqueta de comercio justo asegura que lo que estás consumiendo ha sido producido por trabajadores en unas condiciones de trabajo justas. El respeto al medio ambiente, además, es uno de los requisitos básicos para que un producto cuente con este distintivo. Chocolate, café, té y algodón son algunos de los productos con el sello de comercio justo que más presencia tienen en los supermercados, pero a esta moda se están empezando a sumar otros alimentos como los helados y los refrescos.

Los educadores, una figura clave para el desarrollo

profesor

En todo el mundo, más de 265 millones de niños no están escolarizados. De ellos, la mitad viven en zonas afectadas por conflictos. Además, del total de jóvenes que van a la escuela, 617 millones carecen de los conocimientos básicos en aritmética y de un nivel mínimo de alfabetización. Ante estos datos, no es de extrañar que uno de los Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (el número 4) sea el de garantizar que, de aquí a 2030, todos los niños y niñas tengan acceso a una educación inclusiva, equitativa y de calidad.

Con ese propósito en el horizonte, cada vez más profesionales de la educación buscan nuevas herramientas que permitan mejorar no solo el acceso, sino también la calidad de un derecho básico como es la educación. Un caso ejemplar es del del profesor keniano Peter Tabichi, ganador del Global Teacher Prize 2019, conocido como el ‘Nobel de la Educación’.

Vestido con los hábitos propios de la orden franciscana de la que forma parte, Tabichi ha recogido este año el galardón, dotado con un millón de dólares, que desde 2014 entrega la fundación Varkey de Dubái. ¿Su logro? Conseguir que una pequeña escuela del valle del Rift se posicione entre los mejores centros educativos públicos del país a través de un revolucionario método de enseñanza. En 2018, el profesor keniata logró crear un Club de Ciencia para que los alumnos del centro, que cuentan únicamente con un ordenador y una precaria conexión a Internet, tuviesen un espacio para diseñar sus proyectos de investigación. La exitosa iniciativa consiguió que el club fuese seleccionado para participar en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería de Arizona (Estados Unidos) tras crear un dispositivo que permitía a personas ciegas medir objetos.

"Invitemos a los niños a participar en la sociedad. Tienen mucho que decir y mucho que aportar"

César Bona

La apuesta de Tabichi por la tecnología y su voluntad de motivar a los estudiantes han sido clave para trasladar los estándares de una educación de calidad a una de las regiones más desconectadas del planeta. En esta misma línea han trabajado profesores españoles como César Bona y David Calle, ambos finalistas del Global Teacher Prize en otras ediciones.

Para César Bona, candidato en los Global Teacher Prize de la edición de 2014 y reconocido como mejor profesor de España, estimular la creatividad de los alumnos y darles voz para que compartan sus inquietudes son dos requisitos imprescindibles para formar a los más jóvenes. “Invitemos a los niños a participar en la sociedad. Tienen mucho que decir y mucho que aportar”, detalla en su cuenta de Twitter. Autor de varios libros sobre educación, Bona defiende una enseñanza basada en la empatía, la escucha activa y la capacidad de los educadores para conectar con los alumnos y detectar lo que les falta. Utilizar la música, el emprendimiento, el cine o el teatro son, a su juicio, las herramientas ideales para crear un espacio abierto que permita combatir el absentismo escolar y el analfabetismo.

 En la misma línea, el ingeniero de telecomunicaciones David Calle ha hecho de las redes sociales un instrumento de aprendizaje y de transmisión de valores. Sin ser profesor, Calle estuvo nominado al Global Teacher Prize en 2017 y ha sido reconocido por la revista Forbes como una de las personas más creativas del mundo. Su canal de Youtube, Unicoos, donde enseña física y matemáticas, acumula más de un millón de suscriptores. La mayoría de ellos, jóvenes y adolescentes que buscan apoyo extraescolar en la web. Según él mismo explica, el objetivo de este nuevo formato didáctico de enseñanza es conseguir que los alumnos sean capaces de pensar en grande, de ir más allá de lo establecido.

Sin duda, los tres educadores –cada uno con su propia historia de éxito– están ayudando a reconfigurar la  imagen que presenta Naciones Unidas sobre el estado de la educación en el mundo. No obstante, más allá de nombres propios y galardones, no hay que olvidar que luchar por una educación de calidad en todos los rincones del planeta es, como apuntan desde Naciones Unidas, una tarea de todos.