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Biohidrógeno, ¿tan prometedor como dicen?

El biohidrógeno forma parte del universo del biogás y se posiciona como fuente de energía renovable capaz de acelerar la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, es una tecnología en desarrollo con retos económicos pendientes por resolver.


Científicos ambientales, ingenieros, físicos, meteorólogos… Todo tipo de expertos advierten que se debe reducir la dependencia de los combustibles fósiles y aumentar la adopción de fuentes de energía renovable. En este contexto, el hidrógeno se presenta como una prometedora fuente de energía para lograr la neutralidad climática en 2050, tal como reconoce la Estrategia del Hidrógeno 2020. Esto se debe a su alta eficiencia, a la capacidad de reciclaje, su baja contaminación y su baja toxicidad, entre otros. No obstante, uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector del hidrógeno es la descarbonización de su producción. 

Más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás.

Históricamente, la mayor parte del hidrógeno se ha producido a partir de combustibles fósiles; de hecho, más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás (EBA). Por ello, a pesar de que el hidrógeno pueda usarse sobre todo en transporte y generación de electricidad, se enfrenta a desafíos de viabilidad ecológica y económica. 

Durante la última década, sin embargo, se ha estado llevando a cabo una producción de hidrógeno distinta, que requiere menos energía, puede ser realizada a temperatura y presión ambiente y que se obtiene por medio de procesos fotosintéticos y fermentativos por algas y bacterias: estamos hablando del biohidrógeno. Este consiste en aprovechar el gas hidrógeno que producen los microorganismos en sus procesos biológicos. En otras palabras, cuando estos organismos se alimentan, descomponen los compuestos orgánicos mediante unas enzimas, y a medida que esto ocurre, liberan gas hidrógeno como un subproducto metabólico. Este gas se recolecta y almacena, y es lo que se utiliza para producir energía.

A diferencia de las otras formas de hidrógeno, el biohidrógeno (o hidrógeno verde) puede ser cero o incluso «carbono negativo» si se obtiene a partir de materias primas como residuos y estiércol. Además, dependiendo de la tecnología que se utilice, su producción puede generar coproductos como dióxido de carbono biogénico puro, digestato o biocarbón, que pueden utilizarse como fertilizantes o pesticidas, algo que refuerza aún más su papel en la descarbonización de las industrias. Asimismo, mientras el 95% de hidrógeno «normal» procede de combustibles fósiles, la producción de biohidrógeno representa menos del 1%, y este puede ser usado directamente en motores de combustión interna o también pueden ser usados para pilas de combustibles para la producción de electricidad.

El biohidrógeno requiere menos energía que el hidrógeno tradicional

Entonces, si es tan prometedor, ¿por qué no se extiende en los sistemas de producción? Gran parte de los estudios hablan de las complicaciones en su uso, almacenamiento, distribución, transporte y elevados costes de producción. Por lo tanto, para que aumente la cantidad de biohidrógeno producido habría que mejorar los procesos de producción y contar con mucho tiempo. Según Giulia Cancian, secretaria general de la EBA, «la Unión Europea avanza hacia el establecimiento de un mercado único de energía, y se encuentra en un punto crítico en el desarrollo de leyes que regulen el futuro del biohidrógeno. Si bien es cierto que el biohidrógeno es un producto innovador, el marco regulador carece de impulsores para alcanzar la madurez comercial».

Ahora bien, la responsable técnica de la EBA, Marina Pasteris, es optimista y defiende que el biohidrógeno será clave para apoyar las estrategias europeas de mitigación del cambio climático «por su capacidad única de eliminar carbono de la atmósfera», y considera que «está bien situado para ayudar a sectores con opciones limitadas de descarbonización a alcanzar la neutralidad de carbono». Asimismo, el microbiólogo Tasios Melis, de la Universidad de California, apunta que otra promesa de esta fuente de energía es que se pueden cultivar algas donde los cultivos convencionales no tienen oportunidad. 

El hidrógeno verde podría ser una pieza fundamental —todavía por encajar— en el puzzle de la transición ecológica y en la lucha contra el cambio climático. Su versatilidad y bajo impacto ambiental lo posicionan como una alternativa prometedora a los combustibles fósiles. En última instancia, se necesitan tiempo y recursos para descubrir si el biohidrógeno es sinónimo de oportunidad para mitigar los impactos del cambio climático y construir un futuro más limpio para las generaciones venideras.

El futuro del empleo en manos de las renovables

renovables

En poco más de una década el trabajo en el sector de las energías renovables está cerca de duplicarse, sobre todo gracias al impulso de la energía fotovoltaica, aunque las brechas geográficas y de género aún son una tarea pendiente. 


En un mundo laboral cada vez más dinámico, marcado por el paso de las nuevas tecnologías, las energías renovables llevan años alzándose como un motor de empleo. Desde 2012, han aumentado la cantidad de trabajadores en un 87,7%, hasta llegar a los 13,7 millones en todo el mundo. 

Un crecimiento exponencial que ejemplifica el interés por un mundo más ecológico y limpio, aunque con grandes diferencias según el tipo de industria. Así, la fotovoltaica es la más extendida, alcanzando casi 5 millones de empleos en todo el mundo, lo que supone 1 de cada 3 puestos en el sector. Le siguen de lejos el biofuel líquido (2,5 millones concentrados sobre todo en la cadena agrícola), y la hidráulica (2,5 millones). En último lugar se encuentra la energía marina con solo un millón. 

En una década, los empleos en energías renovables han aumentado un 87,7%, hasta llegar a los 13,7 millones en 2022

Según IRENA, la Agencia Internacional de Energías Renovables, que publica estos datos en su informe anual de 2023, la gran mayoría de estos puestos de trabajo se concentra en unos pocos países, lo que refleja la desigualdad geográfica en la fabricación de equipos e instalaciones de capacidad.

En esa carrera a varias velocidades, China es, con diferencia, el país que mejor se ha posicionado, con 5,5 millones de empleos en 2022, el 41% del total. Mientras tanto, en el resto de Asia pueden contarse casi dos millones de puestos de trabajo en estas energías. La Unión Europea contrata a 1,6 millones de personas, seguida de Brasil, con 1,4, y de Estados Unidos, que no llega al millón. 

Además de la geográfica, detrás de las energías renovables se esconde otra brecha: la de género. Las mujeres ocupan tan solo un tercio de los puestos de trabajo de la industria renovable (32%). Incluso en la energía solar, donde más pueden encontrarse (40%), puede apreciarse cómo el techo de cristal es palpable: ocupan tan solo un 17% de los puestos senior, mientras que representan el 58% de la administración. «Las competencias STEM son esenciales para muchas de las profesiones requeridas en las energías renovables, pero los prejuicios relativos a las capacidades de las mujeres hacen que su presencia en estos campos siga siendo limitada», explican desde IRENA. 

Las mujeres representan tan solo un tercio de los puestos en el sector, concentrados en las escalas laborales menos cualificadas

Las políticas hacia una transición ecológica y las tecnologías aplicadas a conseguir un planeta más limpio y verde hacen que las perspectivas de empleo sean optimistas, con una estimación de 39 millones de empleos directos en el sector renovable y 81 millones de empleos relacionados para 2050.

Para ello, Francesco La Camera, director general de IRENA, que aglutina al sector, apuesta por un enfoque holístico «que abarque no solo los avances tecnológicos, sino también los aspectos socioeconómicos». Esto requerirá de una comprensión de las transformaciones de gran alcance que se desarrollarán «a medida que el mundo pase de los combustibles fósiles a las energías renovables y a una mayor eficiencia energética».

Triplicar las energías renovables, el nuevo reto marcado por la COP28

Los países participantes en la COP28 han incidido en la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

El avance mundial en materia de freno al calentamiento global avanza de manera lenta. Por eso, los países participantes en la COP28 han incidido en la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y de perseguir la descarbonización del planeta mediante la sustitución de los combustibles fósiles para paliar los estragos producidos por las altas temperaturas.


El Acuerdo de París de 2015 estableció el reto de limitar el aumento de la temperatura hasta un máximo de 1,5ºC para 2050. Tras ocho años, la COP28, celebrada en Dubái entre noviembre y diciembre, ha sido el escenario para hacer balance de los avances logrados.

Esta edición de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha sido de gran relevancia ya que se han evaluado los avances hechos hasta la fecha, con respecto a los objetivos de la Agenda 2030 y se han logrado acuerdos «históricos». A partir de ello, los países ya pueden utilizar las conclusiones tomadas para desarrollar planes de acción climática más sólidos para 2025.

El eje central de esta edición se basa en que la ciencia indica que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben reducirse un 43 % para 2030 con respecto a los niveles de 2019 para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, y señala que las partes no van por buen camino―la trayectoria actual está justo por debajo de los 3ºC―.

La transición energética avanza demasiado lenta para lo ambiciosos y urgentes que son los objetivos de la Agenda 2030

Se ha concluido que la transición energética avanza lentamente para lo ambiciosos y urgentes que son los objetivos. Por eso, los dirigentes participantes en la COP28 han decidido tomar medidas más agresivas: 116 países se han comprometido a triplicar el uso de las energías renovables y duplicar la tasa anual de eficiencia energética para 2030

Por ello, la COP28 ha marcado un punto de inflexión: por primera vez, se ha alcanzado un acuerdo para abandonar paulatinamente los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y avanzar hacia una transición verde. Además, se ha puesto en marcha el Fondo de Pérdidas y Daños, destinado a ayudar a los países en desarrollo vulnerables al cambio climático.

El acuerdo alcanzado sienta las bases para una transición rápida, justa y equitativa. También se han acordado las metas del Objetivo Global de Adaptación (GGA) y su marco, que establece cuál debe ser el consenso mundial para ser resilientes a los impactos de un clima cambiante y evaluar los esfuerzos de los países.

En cuanto a la financiación, seis países prometieron una nueva aportación al Fondo Verde para el Clima (GCF), que alcanza la cifra récord de 12.800 millones de dólares procedentes de 31 países.

La COP28 ha adoptado el acuerdo histórico de abandonar paulatinamente los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y avanzar hacia una transición verde

Ocho países anunciaron también nuevas aportaciones al Fondo para los Países Menos Adelantados y el Fondo Especial para el Cambio Climático por un total de más de 174 millones de dólares. Asimismo, se prometieron contribuciones al Fondo de Adaptación de casi 188 millones de dólares. Sin embargo, estas cifras aún están lejos de los billones necesarios para ayudar a los países en desarrollo en la transición energética y la aplicación de sus planes climáticos nacionales. Sería necesario establecer y acelerar fuentes de financiación nuevas e innovadoras.

También se acordó que el programa de trabajo de mitigación de cara a sociedades más descarbonizadas que se puso en marcha en la COP27 continuará hasta 2030, con la celebración de al menos dos diálogos globales anuales.

Han sido semanas de intensas negociaciones que han dado como resultado un texto de 21 páginas que recoge cómo hacer frente a los objetivos, compromisos y retos globales que plantea el cambio climático para ir hacia una transición energética real y lograr un futuro más sostenible gracias a la cooperación internacional.

Almacenamiento energético, un nuevo reto para las renovables

Hace varias décadas, la transición «verde» descubrió nuevas fuentes de energía para garantizar el suministro eléctrico sin abusar del planeta. Ahora, la clave ya no está en producir, sino en guardar adecuadamente lo producido. 


En España, la producción de energía renovable es especialmente buena durante los meses de primavera y verano, cuando el sol aprieta y los vientos son más fuertes. Sin embargo, es en invierno cuando mayor uso se hace de este recurso, dadas las bajas temperaturas y las pocas horas de luz natural. ¿Cómo somos capaces de abastecernos de una temporada a otra?

Hoy por hoy, en el país hay más capacidad instalada para generar energía solar y eólica de la que se puede utilizar o vender a otros países. De hecho, el último informe elaborado por Trinomics, Fraunhofer-Gesellschaft y TNO apunta que España es uno de los países que «más proyectan energía almacenada en la Unión Europea», fruto de su gran inversión en tecnología de almacenamiento energético. 

Ahora bien: si realmente se produce tanta energía renovable, ¿qué se hace con ella, tanto para periodos de escasez como para prevenir el desperdicio? Su naturaleza intermitente presenta desafíos para la gestión de la red eléctrica y la satisfacción de la demanda en todo momento, por lo que un almacenamiento efectivo es –por ahora– el puente más estable entre generación de energía y suministro constante.

España posee más capacidad para generar energía solar y eólica de la que puede utilizar, y es uno de los países que más proyecta energía almacenada en la Unión Europea

Hace poco más de un año, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) presentó su estrategia de almacenamiento energético, en la que destacaba el hidrógeno renovable como uno de los sistemas más innovadores, ya que «desempeñará un papel clave en la reducción de las emisiones de sectores difíciles de descarbonizar, de procesos industriales de alta temperatura (por ejemplo la fundición de metales o la producción de cerámica) o de múltiples medios de transporte convencionales, desde los vehículos ligeros a camiones, autobuses o trenes».

Otra propuesta prometedora son las baterías de litio, que a pesar de su coste elevado parecen ser las más eficientes, aptas para el autoconsumo, y las que más proyección de futuro tienen. De este modo, si se combinan con placas solares, pueden almacenar la energía sobrante para utilizarla en momentos en que no haya sol. Sin embargo, el problema de este sistema es que el litio es un bien tan preciado que acabará escaseando, pues se utiliza en buena parte de los dispositivos electrónicos, incluidos los teléfonos móviles y los coches eléctricos.

El hidrógeno «verde», las baterías de litio o las centrales hidroeléctricas de bombeo son algunas de las propuestas más prometedoras para almacenar energía de forma eficiente

Asimismo, las centrales hidroeléctricas de bombeo son de las tecnologías más maduras de entre las actuales. Estas instalaciones utilizan la energía excedente para bombear agua hacia un depósito en altura durante períodos de baja demanda. Luego, el agua se libera para generar electricidad en momentos de alta demanda. Estas centrales comparten protagonismo con el almacenamiento término, que intenta preservar energía en forma de calor en materiales como sales fundidas o líquidos calientes, algo especialmente interesante para aplicaciones de calefacción y refrigeración.

En definitiva, el almacenamiento de energía renovable no es simplemente un capricho, sino una oportunidad para impulsar la transformación de nuestro sistema energético y mitigar el cambio climático. A medida que las renovables continúan ganando terreno, la capacidad de gestionarlas de forma eficiente se vuelve cada vez más relevante. Si bien los desafíos son evidentes, las innovaciones tecnológicas y las inversiones en esta área prometen una revolución en la forma en que capturamos, almacenamos y utilizamos la energía, allanando el camino hacia un futuro más limpio y sostenible para nuestro planeta.

¿Lograremos el acceso global a una energía asequible y no contaminante?

La consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030 está en la agenda política internacional y, si bien algunos están cerca de ser alcanzados, la consecución de otros está en serio peligro.

Uno de ellos es el ODS 7, que tiene entre sus metas aumentar significativamente el uso de energías renovables, duplicar la tasa de mejora de la eficiencia energética y garantizar a todas las personas el acceso a energía asequible, segura, sostenible y moderna.

La deuda creciente y el aumento de los precios de la energía provocan una excesiva lentitud en los avances para cumplir las metas de la ODS 7

En los últimos años se han tomado medidas que han permitido avanzar en algunos aspectos, como el aumento del uso de energías renovables en el sector eléctrico. Pero estos logros no serán suficientes para alcanzar las metas fijadas en el ODS 7. Así lo advierte el informe de seguimiento Tracking SDG 7: The Energy Progress Report, publicado el pasado 6 de junio. El estudio, elaborado por la Agencia Internacional de Energía, la Agencia Internacional de Energías Renovables, la División de Estadística de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud, muestra cómo los flujos de financiación pública en energías no contaminantes de los países con bajos ingresos ha disminuido sustancialmente desde antes de la pandemia de covid-19.

Es solo uno de los problemas plasmados en dicho informe, que pronostica que, en 2030, de no tomar nuevas medidas e intensificar las ya adoptadas, 1.900 millones de personas no tendrán acceso a métodos no contaminantes para cocinar y 660 millones carecerán de acceso a la electricidad. Los motivos de tan preocupantes cifras se encuentran en la deuda creciente y el aumento de los precios de la energía. Las consecuencias no solo afectarán negativamente a la salud de las personas más vulnerables, sino que también acelerarán el cambio climático.

Los más afectados por la lentitud de los avances en la consecución del ODS 7 son aquellos países menos desarrollados. Si bien el ritmo de crecimiento del porcentaje de población mundial con acceso a la electricidad creció sensiblemente desde 2010, se ha visto seriamente ralentizado en el período 2019-2021, y el África subsahariana concentra más del 80% de la población mundial sin acceso a la electricidad. Por otra parte, esta zona y el continente asiático concentran la mayor parte de los 2.300 millones de personas que, en la actualidad, siguen utilizando combustibles contaminantes para cocinar. Este dato toma más relevancia al saber que, como confirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), 3,2 millones de personas mueren prematuramente, cada año, por la contaminación del aire doméstico causada por el uso de combustibles contaminantes para cocinar.

Para agravar la situación, los flujos internacionales de financiación pública de energías no contaminantes en países en desarrollo han ido descendiendo en los últimos años. En 2021, solo se llegó al 40% de los 24.600 millones de dólares alcanzados en 2017. Con estas cifras, difícilmente se podrá revertir la ya precaria situación en los años venideros.

Se prevé que, en 2030, 660 millones de personas carecerán de acceso a la electricidad si no se toman medidas

El estudio también revela que la proporción de electricidad de fuentes renovables creció un 28,2% en 2020, el mayor aumento anual desde que se hace seguimiento de los progresos en los ODS. Lamentablemente, la proporción de energías renovables utilizadas en calefacción y transporte (más de las tres cuartas partes del consumo mundial de energía) no son suficientes para lograr el objetivo de no sobrepasar el calentamiento global en 1,5 grados centígrados de media.

Los últimos años han demostrado que las energías renovables no solo son necesarias para el bienestar de la población mundial y los ecosistemas, sino que, además, son rentables y competitivas. A pesar de ello, las zonas más pobres del planeta siguen sin tener acceso a las mismas. Es imprescindible, por tanto, intensificar su integración en los sistemas eléctricos, aumentar la inversión en dichas energías y potenciarlas en los países menos desarrollados para que el ODS 7 pueda alcanzarse con éxito.

Transición energética: una hoja de ruta que no admite despistes

La transición ecológica no es un camino fácil. Tampoco rápido. La sociedad en su conjunto cada vez es más consciente de la necesidad de transformar la economía y, en definitiva, la vida, al mismo tiempo que cada vez resulta más evidente la necesidad de frenar en seco el desgaste del planeta. La realidad es que el proceso, que atañe a todos los niveles de la sociedad, es tremendamente frágil en su desarrollo, existiendo infinidad de factores capaces de originar cambios y ralentizar la hoja de ruta marcada en un origen. La transición energética es, en definitiva, un proceso cuyo nivel de éxito va intrínsecamente ligado a la estabilidad que lo avale.

En España, el desarrollo de la transformación verde avanza a buen ritmo, aunque en los últimos meses se ha visto ligeramente aminorado como consecuencia de la inflación registrada y las consecuencias de la guerra en Ucrania. Así lo evidencia el último informe elaborado por el Observatorio de la Transición Energética y la Acción Climática en nuestro país, en el cual se han comparado los datos actuales con las previsiones a medio y largo plazo marcadas por el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030. El dibujo que ofrece esta comparativa no deja lugar a dudas: España va por el buen camino, firme en la hoja de ruta hacia un mundo más justo ambientalmente, pero no hay lugar para el desliz.

España logró emitir en 2022 dos toneladas menos de gases de efecto invernadero que lo que aconsejaban las previsiones

El informe aborda aspectos esenciales como el grado de descarbonización de la economía nacional. En este aspecto, los datos han empeorado durante los dos últimos años, con una subida del 2,8% en la emisión de gases de efecto invernadero, pero se mantienen en las previsiones marcadas por la administración. Concretamente, en 2022, se registraron 297,46 toneladas métricas equivalentes de dióxido de carbono, dos toneladas menos de los índices aconsejados. Un número que en 2023 debe seguir bajando hasta las 290,07 MtC02eq.

En este sentido, en un tema adyacente como es la eficiencia energética, los números, pese a ser positivos, tampoco dejan espacio para el despiste. Tal y como se refleja en el informe, desde 2020 la tendencia ha venido empeorando, con un crecimiento acumulado del consumo de energía primaria que, no obstante, sigue por debajo de los índices previstos. Según los datos, en 2022 España consumió 115.332,27 kilotoneladas equivalentes de petróleo, más de 3.000 toneladas menos del objetivo que se marcaba el PNIEC para ese año.

Un poco más apretado con respecto a la comparativa entre realidad y objetivo está el ámbito del consumo eléctrico sobre el consumo total energético. Mientras que el objetivo que figura en el PNIEC contemplaba que en 2022 esta cuota estuviera en el 24,83%, la realidad es que actualmente se encuentra muy cerca pero sin llegar a ese punto (24,56%), tras una caída de medio punto durante el último año.

En lo que refiere a las energías renovables, a todas luces marcadas como el futuro del sistema productivo, España dispone de cierto margen de mejora en el mix energético. De acuerdo con los datos reflejados en el Informe del sistema eléctrico 2022, elaborado por Red Eléctrica, la generación renovable en el sistema eléctrico nacional ha sido del 42,2 % el pasado año, cuatro puntos por debajo de 2021 debido al descenso de casi un 40% de la producción hidráulica.

La generación renovable en el sistema eléctrico se situó en 2022 en el 42,2%

También el bolsillo de los consumidores ha sufrido en el último año, una situación agravada por la guerra de Ucrania, que ha puesto sobre la mesa el debate sobre si el consumo energético de España puede seguir dependiendo del exterior, asumiendo así las variaciones de mercado ligadas al mismo. En este sentido, volviendo a términos del informe elaborado por el Observatorio, actualmente el sistema energético español depende en un 74,11% de fuentes de energía extranjeras. Más de cuatro puntos por encima del objetivo, que había pautado un 69% para 2022. En este aspecto, la clave pasa por el fortalecimiento de la producción energética nacional y la apuesta definitiva por las renovables como ámbito tractor. De lo contrario, conflictos o situaciones como la guerra iniciada por Rusia supondrán constantemente un problema para la economía a nivel macro y micro.

Sin embargo, pese a este último factor en el que existe un amplio margen de mejora, la realidad que dibujan estos datos es la de un país que, tras años de dudas y escepticismo, es absoluta y plenamente consciente del reto que encara. No hay mejor receta a la hora de afrontar el futuro con garantías.

Claves de la futura reforma del mercado eléctrico

A nadie sorprende ya el hecho de vivir en una de esas épocas que terminan reflejándose en los libros de historia como etapas de transición. La lucha contra el cambio climático y la búsqueda de una sociedad sostenible cuya existencia y actividad no colisione con la supervivencia del planeta ha obligado a replantear cuestiones y planteamientos que afectan a todos los sectores, embarcados en una metamorfosis total. Todo cambia, y lo hace obligado por las circunstancias a pasos de gigante.

Entre todos los procesos, el iniciado por el sector energético, uno de los principales emisores de dióxido de carbono hacia la atmósfera y base sobre la que se sustenta buena parte del sistema global, se percibe como una suerte de llave impulsora de los que quedan por acometer.

La UE dará más peso a los contratos a largo plazo que reflejen los costes reales de producción

De esa necesidad, unida a una situación geopolítica inestable que plantea serias dudas sobre cuánto tiempo podrá aguantar el mercado sobre los estándares actuales, surge la reforma estructural del mercado eléctrico propuesta por la Unión Europea. Una reforma cuyos objetivos pasan por proteger mejor a los consumidores frente a la excesiva volatilidad de los precios pero, sobre todo, por fomentar el crecimiento de las energías limpias y fortalecer la adaptabilidad del mercado.

Pese a las diferentes aristas que muestra esta iniciativa, su esencia se puede entender desde tres ejes o bloques principales:

El primero, y quizás el más relevante, pasa por dar más peso a los contratos a largo plazo que reflejen los costes reales de producción. Esto se prevé que genere una mayor estabilidad y favorezca la entrada al mercado de la nueva generación inframarginal, para la que, no obstante, también se pretende establecer un límite de precio de cara a asegurar que sus ingresos no sean excesivos y cortar la dependencia del precio marginal a corto plazo. Es decir: facturas de luz que dependerán cada vez menos de los combustibles fósiles y que contribuirán a impulsar el desarrollo de alternativas renovables.

Desde la Comisión Europea se plantean una serie de cambios legislativos que protejan a hogares y empresas y en la que se integra también una mejora de la transparencia, vigilancia e integridad del mercado

El segundo paso importante que la UE ha puesto sobre la mesa pasa por reducir el papel del gas en los mercados a corto plazo. "La consulta cubrirá todas las formas de mejorar las condiciones bajo las cuales las soluciones de flexibilidad como la respuesta a la demanda y el almacenamiento de energía compiten en los mercados a corto plazo. Combinado con la generación renovable, esto podría contribuir a reducir el papel que juega la generación a gas en el mercado a corto plazo como una fuente de generación flexible y, con el tiempo, eliminará la generación de energía a gas en línea con los objetivos de descarbonización de la UE”, explican desde Bruselas sobre una medida que garantizaría a su vez que siempre se utilice la electricidad más barata posible para satisfacer la demanda al mismo tiempo que los flujos fronterizos continuarían funcionando sin problema. Una especie de cortafuegos a situaciones de emergencia como la generada, por ejemplo, con la guerra en Ucrania y su afectación a la distribución de gas por parte de Rusia.

La tercera pata de esta reforma pasa por una necesidad que venía reivindicándose de forma constante por buena parte de la sociedad y consiste en empoderar al consumidor o, al menos, devolverle a una situación de cierto control o equilibrio respecto a la oferta. En este sentido, desde la Comisión Europea se plantean una serie de cambios legislativos que protejan a hogares y empresas y en la que se integra también una mejora de la transparencia, vigilancia e integridad del mercado.

En definitiva, lo que componen estas medidas es un rediseño del mercado eléctrico europeo en unos términos que, al margen de iniciativas que otros países soliciten adherir, favorezcan la consolidación de las energías renovables y establezcan una relación más justa entre generadores y consumidores. Tras una consulta pública ejercida por la Comisión Europea junto a los países miembros, este mes de marzo Bruselas presentará las propuestas definitivas.

El desconocido poder del mar

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La crisis energética derivada, entre otros factores, por la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de redoblar la apuesta por las energías renovables. En esa transición el mar puede jugar un papel muy relevante ya que sus mareas, el movimiento de sus olas o su salinidad pueden convertirse en fuentes de energía.

El preciado tesoro de la energía

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Se avecinan tiempos complicados en materia energética y, por ello, es fundamental fomentar el ahorro y la eficiencia energética para conservar el medioambiente y el desarrollo sostenible. Con motivo del Día Mundial del Ahorro de Energía analizamos algunas estrategias tanto globales como individuales para disminuir el consumo energético.

Nuestro rol individual en la transición energética

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El trayecto hacia un futuro energético sostenible comenzó hace varios años. La transición energética es hoy toda una realidad que ha permitido la aparición de nuevos agentes del cambio. Tal y como señala el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) este camino debe incluir la participación de la ciudadanía.