Categoría: Agenda 2030

Taxonomía verde, la apuesta económica de la Unión Europea en materia de clima

La Unión Europea, en el marco del Pacto Verde Europeo, se ha fijado el ambicioso objetivo de lograr la neutralidad climática de aquí a 2050. Para alcanzar esa meta el continente se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55%, con respecto a los niveles de 1990, antes de 2030. En esta línea, se ha lanzado un paquete de medidas, conocido como Objetivo 55, que pretende revisar y actualizar la legislación europea en materia de clima, energía y transporte.

Reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2), eficiencia energética, combustibles alternativos, fiscalidad energética y energías renovables son solo algunas de las cuestiones que, de manera urgente, se deben abordar y que el plan Objetivo 55 pretende abordar. El estricto cumplimiento de las mismas por parte de los estados miembros facilitará que podamos disfrutar de un planeta más sostenible.

La taxonomía verde potencia la inversión privada en actividades económicas que se alinean con seis de los ODS

Por supuesto, asumir estas medidas implica una fuerte inversión económica. Por ello, la Unión Europea ha desarrollado una taxonomía verde, un sistema de clasificación que establece un listado de actividades económicas sostenibles. Todo, con el objetivo de movilizar la inversión privada para acelerar la transición ecológica.

La protección de los inversores privados y los consumidores de las estrategias de greenwashing, con las que algunas empresas venden al cliente una imagen de respeto hacia el medio ambiente que no se corresponde con la realidad, se encuentra en el corazón de la taxonomía verde. De hecho, su principal objetivo es establecer jurídicamente las actividades económicas que pueden considerarse sostenibles e incorporar un estricto control sobre las mismas exigiendo auditorías e informes más detallados. Así, las empresas cuyas actividades se adapten a este sistema, tendrán más oportunidades de recibir financiación privada.

Pero ¿cómo determina la taxonomía verde qué actividades económicas entran en esa categoría y son, por tanto, beneficiosas para el inversor? La Comisión Europea establece que, para ser considerada ambientalmente sostenible, cualquier actividad económica debe orientarse (al menos) a la mitigación del cambio climático, la adaptación al mismo, el uso sostenible del agua, la transición hacia una economía circular, la prevención de la contaminación o la protección de ecosistemas saludables. Efectivamente, estos seis propósitos coinciden con seis de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.

La Unión Europea se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% antes del año 2030

Si bien el documento base de esta taxonomía verde entró en vigor en julio de 2021, queda pendiente la lista real de actividades económicas ambientalmente sostenibles, que ha de cumplimentarse a través de actos delegados. El primero de estos actos delegados entró en vigor en diciembre del pasado año tras la aprobación por parte de todos los estados miembros.

No obstante, la polémica surgió a principios de 2022 con el segundo de estos actos, que otorga categoría de energías verdes a las nucleares y el gas natural. No todos los estados aceptan esta categorización y, en previsión de esta negativa, la Comisión Europea plantea considerar la energía verde como transitoria hacia el pleno uso de energías renovables. Así, en los casos de la nuclear solo aplicaría para aquellas centrales construidas antes de 2045, y en el del gas natural a las que emitan menos de 100 gramos de CO2 por kilovatio hora.

Sin duda, los miembros de la UE deberán dar a este acto delegado, antes de su aprobación, una forma determinada que permita a los inversores privados seguir apostando por aquellas actividades económicas que mejoren el sistema energético y las relacionadas con las energías renovables.

Cinco científicas que han contribuido a la sostenibilidad

Durante los últimos dos años el mundo ha sido más consciente si cabe del importante papel que juega la ciencia en nuestras vidas, no solo para aminorar los efectos de una pandemia mundial, sino también para avanzar como sociedad. Precisamente, muchas mujeres han estado al frente de las investigaciones que han permitido desarrollar las vacunas frente a la Covid-19. Sin embargo, su menor presencia en el terreno científico sigue evidenciando una gran brecha de género. Según datos de la Unesco, las mujeres suponen menos del 30% en los equipos de investigación científica. Y otro dato más: de todos los premios Nobel otorgados, solamente el 6% llevan inscrito nombre femenino.

Alcanzar para 2030, la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas, pasa por reconocer la carrera de las científicas como merecen. De ahí que cada 11 de febrero se ponga en valor a todas las mujeres que han contribuido a la transformación del paradigma científico, al desarrollo de nuestra sociedad y al cuidado de nuestro planeta a través de la  investigación. Estos son cinco ejemplos:

Eunice Newton: Nos advirtió del efecto invernadero

Pocas mujeres del siglo XIX se atrevían a proponer ideas nuevas. Una de ellas fue Eunice Newton, sufragista, científica y climatóloga pionera en el descubrimiento del gas de efecto invernadero. Su experimento demostró que un cilindro de cristal con aire húmedo se calentaba más que uno con aire seco. Y un cilindro con dióxido de carbono no solo se calentaba todavía más, sino que le costaba notablemente enfriarse de nuevo. Por tanto, concluyó que una atmósfera con ese gas dentro provocaría altas temperaturas en la Tierra. Ahora bien, a pesar de la relevancia de su descubrimiento, Eunice Newton cayó rápidamente en el olvido.

 

Josefina Castellví: al cuidado de la biodiversidad polar

En nuestro país, la inspiración llegó con personas como la oceanógrafa catalana Josefina Castellví. Siempre ha estado  comprometida con los círculos polares, y ha sido, junto a la bióloga Marta Estrada, la primera española en participar en una expedición internacional en la Antártida. Además, fue la primera mujer en dirigir una base antártica. También ha dirigido el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC durante varios años. La propia “Pepita”, a sus 86 años, recuerda la situación de las mujeres en los laboratorios. No hace tanto de aquel entonces, corrían los años 80, cuando la tarea de ellas se limitaba a limpiar tubos y hacer facturas, pero muy pocas eran científicas.

 

Rose Mutiso: Activista contra el déficit energético

Desde joven decidió ayudar a las generaciones futuras de mujeres académicas africanas, y tras acabar la universidad optó por buscar soluciones al déficit energético que se esparce por África y Asia. Apasionada de la ciencia y la tecnología, la keniata Rose Mutiso es ingeniera, doctora en Ciencias de Materiales y fundó en Nairobi, con otros compañeros, el Instituto Mawazo ("Ideas") de investigación. Su trayectoria destaca por haber contribuido enormemente en decisiones medioambientales, en política energética e innovación sostenible en tres continentes distintos: América, Asia y África. Actualmente, también ayuda a mujeres en países subdesarrollados a convertirse en académicas y líderes políticos.

 

Kate Raworth: Best-seller en economía circular

Economista centrada en los retos sociales y ecológicos del siglo XXI. El prestigio de Raworth viene de su idea de la Doughnut Economics (economía del donut). Es una metáfora visual en la que combina conceptos de límites planetarios y sociales para replantear nuevas metas económicas. Su propuesta ha dado la vuelta al mundo y ha sido presentada en espacios como la Asamblea General de la ONU. Además, Kate Raworth trabaja como investigadora en el Environmental Change Institute de la Universidad de Oxford y es socia del Cambridge Institute for Sustainability Leadership.

 

Neri Oxman: Fundadora de la ecología de materiales

Está llamada a ser arquitecta del cambio, mezclando su conocimiento en diseño computacional, biología sintética y fabricación digital. Oxman fue de las primeras personas en investigar sobre ecología de materiales, una rama desconocida hasta hace menos de 20 años. Su labor consiste en informar sobre la composición material de los edificios que nos rodean y cómo estos pueden convivir con los ecosistemas cercanos. Con mucho esfuerzo y algo de suerte, la israelí Neri Oxman espera pasar de consumir naturaleza a aumentarla.

La mutilación genital femenina: un contador que no se detiene

En el mundo, 200 millones de mujeres y niñas vivas han sufrido mutilación total parcial de sus genitales por motivos ajenos a la salud, según Unicef. La cifra equivale a la población de Brasil y supera cuatro veces la de España.

Tomar perspectiva y realizar este tipo de comparaciones resulta necesario a la hora de entender la dimensión de una lacra que, pese a ciertos avances para su eliminación, sigue siendo una práctica habitual en más de 31 países. Así lo reflejan los últimos datos publicados por Unicef, de los que se extrae que en lugares como Somalia, Guinea o Sierra Leona, casi el 90% de las mujeres son forzadas a la ablación genital, una ‘tradición’ que más allá de la violación de derechos humanos que constituye, deriva en complicaciones médicas que en algunos casos llevan incluso a la muerte. De hecho, tal y como reveló en 2006 un estudio dirigido por la Organización Mundial de la Salud, la mutilación genital femenina daba lugar a entre el 1% y el 2% de las muertes infantiles durante el parto, y las mujeres que habían sufrido una mutilación genital corrían un riesgo considerablemente mayor de tener complicaciones en el parto, necesitar una cesárea o padecer una hemorragia posparto.

En países como Somalia, Guinea o Sierra Leona, casi el 90% de las mujeres son forzadas a la mutilación genital

Cuando se viaja al fondo del asunto y se trata de determinar el motivo que ha llevado a ciertas sociedades a generalizar esta práctica, las respuestas no están nada claras. Pese a que muchas veces se asocia la mutilación genital femenina con una cuestión religiosa, lo cierto es que no se conocen textos teológicos que obliguen a realizarla. Se trata por tanto más de una cuestión relativa a la tradición, bajo la falsa creencia de que por medio de esta práctica se garantiza el futuro matrimonio de las niñas y el honor de las familias. En otros casos, la extirpación de los genitales se concibe también como una forma de controlar la sexualidad de la mujer.

Intentos por eliminarla

Pese a que en las últimas décadas se ha trabajado mucho en pos de la eliminación de la mutilación genital femenina, lo cierto es que queda mucho camino por recorrer y es necesaria una mayor implicación social e institucional para lograr su completa anulación. En este sentido, Unicef y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) dirigen conjuntamente desde 2008 el programa mundial más importante de los que actualmente tienen vigencia. Este programa basa sus esfuerzos en la educación a la hora de trabajar con las comunidades y hablar abiertamente de los beneficios que para sus sociedades implicaría la eliminación de esta práctica, así como fomentar su oposición a la misma. Este trabajo se realiza a su vez en colaboración con trabajadores de la salud de cara a prestar asistencia también a aquellas mujeres víctimas de la mutilación.

Unicef y el Fondo de Población de las Naciones Unidas dirigen conjuntamente desde 2008 el programa mundial que trata de educar a las comunidades en oposición a esta práctica

No es el único programa en busca de un cambio. En 2019, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas pusieron en marcha la iniciativa Spotlight para erradicar la violencia contra las mujeres y niñas. Con una dotación económica inicial de 500 millones de euros, casi la mitad de los fondos recayeron en el trabajo para la eliminación de la mutilación genital femenina, un proceso que se encuentra actualmente en desarrollo y del que, a buen seguro, se podrán extraer grandes resultados.

No obstante, este objetivo apenas acaba de comenzar. Es por eso que desde la ONU se nombró el 6 de febrero como el Día Mundial contra la Mutilación Genital Femenina, como gesto simbólico para fomentar la concienciación y evitar que los 200 millones de mujeres y niñas que la han sufrido hasta el momento, continúen en constante ascenso. 200 millones es una cantidad escalofriante; está en manos de la sociedad evitar que el contador siga subiendo.

Salvar Doñana, una apuesta por el futuro

El Parque Nacional de Doñana, localizado entre las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, es el mayor espacio natural de nuestro país y está conformado por un mosaico de ecosistemas que albergan una biodiversidad única en todo el continente europeo, siendo referencia mundial por su valor ecológico.

De las 54.251 hectáreas que conforman el  Parque Nacional de Doñana, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994, unas 27.000 pertenecen a los humedales que conforman las marismas. Estas marismas se encuentran permanentemente saturadas de agua y favorecen una gran diversidad biológica, convirtiéndose en parada fundamental en la ruta de muchas aves migratorias, no sólo europeas sino también africanas. Con su alta capacidad de absorción, además, amortiguan posibles inundaciones y combaten las sequías gracias a su gran volumen de almacenamiento. Igualmente, son un aliado imprescindible en la lucha contra el cambio climático ya que retienen ingentes cantidades de gases de efecto invernadero.

Los humedales son entornos de gran diversidad biológica que previenen inundaciones y sequías, combaten el cambio climático y favorecen la economía

El impacto de estos beneficios es innegable, desde el punto de vista medioambiental. Sin embargo, va mucho más allá: las marismas también favorecen el desarrollo de la economía local permitiendo el uso de sistemas de agricultura y pesca tradicionales y potenciando el ecoturismo.

Lamentablemente, la búsqueda de un beneficio económico extra amenaza a los humedales de Doñana con un peligroso descenso en su extensión. Así lo ha considerado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que en junio del año pasado hizo pública una sentencia contra el Estado español por la deficiente gestión de los recursos hídricos del parque. Las extracciones de agua para el regadío en la agricultura industrial, en muchos casos realizadas de forma ilegal, y el desvío de grandes cantidades hídricas al turismo de la zona son las grandes amenazas que se ciernen sobre los humedales de Doñana. Así lo reconoce dicha sentencia y lo denuncian diversas organizaciones no gubernamentales.

La UNESCO también se ha dirigido al Gobierno de España para exigir un cambio radical en la gestión del parque y su entorno con el fin de evitar el colapso. Entre sus recomendaciones figura la de aplicar el Plan Especial de la Corona Forestal de Doñana, aprobado en 2014 por la Junta de Andalucía y que en 2019, según denuncias de WWF, solo se cumplía en un 20%.

Para mejorar la actual situación, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha puesto en marcha el Plan Estratégico para la Conservación de los Humedales 2022-2030, que actuará en nueve humedales de nuestra geografía que corren peligro. En el caso de Doñana, se combatirán las extracciones ilegales de agua, y se realizarán intervenciones que permitan elevar temporalmente los niveles hídricos del subsuelo.

El Parque Nacional de Doñana está declarado como Patrimonio de la Humanidad desde 1994 y cuenta con 27.000 hectáreas de humedales

Por otro lado, como continuación del programa Ferdoñana, que a través de la formación y el asesoramiento personalizado logró reducir la pérdida de agua en la zona mejorando la rentabilidad del sector de cultivo de frutos rojos, la Unión Europea aprobó, a finales de 2020, su contribución financiera para el proyecto Life4Doñana. Este se está desarrollando en seis fincas piloto de cultivo de fresa para incorporar sistemas de riego a demanda que permitan potenciar tanto la sostenibilidad de dicho cultivo como la eficiencia en el uso de agua.

Igualmente, en 2016, la empresa Heineken España puso en marcha el Proyecto Doñana, con el fin de devolver a diversos humedales más de 1.000 millones de litros de agua al año. Este proyecto cuenta con el apoyo de la organización no gubernamental SEO/Birdlife, que monitoriza las mejoras medioambientales logradas en los humedales intervenidos y aporta datos sobre viabilidad de réplica en nuevos entornos.

Cualquier acción orientada a la recuperación de los humedales de Doñana y la sostenibilidad de los cultivos que se alimentan de sus aguas será indudablemente beneficiosa para nuestro ecosistema, pero también podrá convertirse en una herramienta de progreso socioeconómico.

Seis especies en peligro por el tráfico ilegal de animales

El tráfico ilegal de animales es el tercer mercado ilícito que más dinero mueve a nivel mundial, aproximadamente 20.000 millones de euros cada año según la ONG WWF, una cifra equiparable a la que mueve el tráfico de armas y de drogas. Se trata de un mercado en el que cada año cerca de 7.000 especies se ven afectadas directamente, tal y como recoge el informe ‘Informe mundial sobre los delitos contra la vida silvestre y los bosques 2020’ de la Oficina de las Naciones Unidas sobre el Crimen y las Drogas (UNODC). Es el caso de los rinocerontes y los elefantes. La propia UNODC y WWF estiman que alrededor de 20.000 elefantes y más de 1.000 rinocerontes son asesinados cada año para traficar con sus huesos, piel, colmillos y cuernos. Se calcula que los ingresos ilícitos anuales generados por el tráfico de marfil y cuerno de rinoceronte entre 2016 y 2018 -últimos datos disponibles debido a la COVID19- alcanzaron los 400 millones de dólares y 230 millones de dólares, respectivamente.

Una de las soluciones administrativas propuestas a este tráfico es el llamado Listado Positivo. Se trata de un documento que incluiría las especies cuya tenencia y comercio están permitidas, quedando prohibidas todas las demás. De esta forma se facilitaría el control de las especies que pueden comercializarse y mejoraría la eficacia en la detección de irregularidades. Por otro lado, autoridades como la secretaria general de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés), Ivonne Higuero, apuestan por facilitar a los gobiernos herramientas que les ayuden a abordar esta problemática. «Los datos precisos son la base de la formulación de políticas públicas», asegura la experta. De esta forma, se «proporciona a los gobiernos un panorama claro de la situación y se subraya la necesidad de actuar ahora para conservar nuestras especies y ecosistemas más valiosos».

En Red2030 hacemos un repaso por seis de las especies más afectadas por el tráfico ilegal: elefante, rinoceronte, tigre, pangolín, gorila y león.

Elefante

El tráfico ilegal de marfil es uno de los más lucrativos del mundo. Aunque el trabajo de los gobiernos ha conseguido disminuir su incidencia en la última década, la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) calcula que el número de elefantes de bosque africanos ha disminuido en más de un 86% en un período de 31 años, mientras que la población de elefantes de sabana africanos lo ha hecho en al menos un 60% en los últimos 50 años.

Ambas especies han sufrido fuertes disminuciones desde 2008 debido a un aumento significativo de la caza furtiva, que alcanzó su punto máximo en 2011. El Informe de la UICN sobre la Situación de los Elefantes Africanos calcula que quedan en torno a 415.000 individuos de las dos especies. La UNDOC añade “buenas noticias” hasta 2018: en la última década la caza de elefantes se ha reducido a un tercio, pero su situación “sigue siendo crítica”.

Rinoceronte

Desde la Edad Media el cuerno del rinoceronte está considerado un ingrediente fundamental en remedios milagrosos, lo que alimenta su caza furtiva. Sin embargo, con el crecimiento de ésta también lo han hecho los esfuerzos de diferentes países para proteger la especie, que arrojan algunas buenas noticias: de nuevo según la UICN, entre 2012 y 2018, la población de rinoceronte negro (Diceros bicornis) creció en toda África en un 2,5% anual, pasando de aproximadamente 4.845 a 5.630 animales en la naturaleza. Los modelos de población predicen un lento aumento similar en los próximos cinco años. Aun así, se mantiene en la Lista Roja de Especies Amenazadas.

Tigre

Al ser humano le ha bastado sólo un siglo para acabar con el 97% de la población de tigres salvajes. Estos son cazados furtivamente para diversos usos: su piel es utilizada en alfombras, sus huesos sirven para elaborar medicinas supuestamente milagrosas y sus garras y colmillos se venden como amuletos.

De las nueve subespecies que existían, tan sólo quedan seis, y en la actualidad viven más tigres en cautividad que en libertad. Se calcula que en los últimos 15 años se han matado al menos 1.755 tigres, principalmente en Laos, Vietnam y Tailandia. Ahora bien, no todo es malo: hay que celebrar que la población mundial de tigres está creciendo por primera vez, aumentando de 3.200 a 3.890 ejemplares en menos de una década.

Pangolín

El pangolín es un pequeño mamífero con el cuerpo cubierto de escamas de hábitos solitarios. Algunos han querido ver en él el origen de la pandemia de la COVID19, ya que su carne está considerada un manjar en algunos países del Sudeste asiático. Sus escamas, además, se utilizan en la medicina tradicional, lo que fomenta su caza furtiva hasta el punto de que UICN lo ha llegado a considerar el mamífero más amenazado del mundo.

WWF estima que, en la última década, más de un millón de pangolines han sido cazados en la naturaleza para satisfacer la demanda asiática, sobre todo de China y Vietnam, afectando al 80% de su población. En 2016, el Convenio CITES, que implica a más de 180 países, alcanzó un acuerdo para prohibir totalmente el comercio de pangolines, un gran paso para proteger a la especie de la extinción. Sin embargo, el tráfico ilegal de la especie continúa, hasta alcanzar la cifra de 2,7 millones de ejemplares cazados al año según UICN.

Gorila

Al gorila no solo le afecta la caza furtiva, también la degradación de su hábitat natural por la acción humana -como la minería ilegal en algunas zonas de áfrica- y enfermedades como el ébola. El tráfico ilegal en los últimos años ha aumentado debido al auge del comercio ilegal de su carne (bushmeat), cada vez más codiciada, según WWF.

UICN pone el foco en cómo el gorila oriental (Gorilla beringei) ha sufrido una “devastadora reducción de su población”, de más del 70%, en apenas 20 años. Dicha población se estima actualmente en menos de 5.000 individuos. Por su parte, el gorila oriental de planicie (G. b. Graueri), una de las dos subespecies del gorila oriental, ha perdido el 77% de su población desde 1994.

Aun así, se vislumbra un crecimiento positivo de la población de gorilas. Los últimos datos disponibles estiman que el número total de ejemplares de todas las especies presentes en África Ecuatorial es de 360.000 ejemplares, cuando los cálculos anteriores no alcanzaban los 200.000.

León

En las últimas décadas, la población de leones ha disminuido un 40% y su área de distribución se ha reducido un 94% en todo el mundo. La UICN calcula que quedan unos 30.000 ejemplares, pero estudios más recientes alertan sobre importantes disminuciones especialmente en poblaciones pequeñas de África occidental y oriental, por lo que se puede hablar de cifras inferiores a los 20.000 ejemplares en libertad.

Su vulnerabilidad ha incrementado en los últimos años porque el tráfico de leones estaba menos vigilado que el de tigres y los furtivos y traficantes han cambiado de mercado en consonancia. Por ejemplo, el vino de huesos de tigre, símbolo de estatus social en algunos países asiáticos, ha pasado a ser vino de huesos de león.

Los retos de España en sostenibilidad para 2022

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En 1972, los países asumieron su responsabilidad ambiental en la célebre Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano. 50 años después son muchos los retos en sostenibilidad que las diferentes naciones siguen teniendo que afrontar. La movilidad sostenible, la salud mental o avanzar en las energías renovables son algunos de ellos.

Carta abierta a la sostenibilidad (en las empresas)

Ninguna compañía se ha encontrado ante un momento tan perfecto para dar el salto a la sostenibilidad como este preciso instante. Empezando por algo tan sencillo como que el patrón de consumo ha cambiado: tan solo en España, dos de cada tres personas ya aseguran que modificarán sus hábitos de consumo por criterios de sostenibilidad. En otras palabras, que elegirán las empresas no por su renombre, sino por lo que hacen (y por cómo lo hacen). Si piensan en verde, entonces tienen la mitad del camino recorrido.

Consciente de ello, Larry Fink, director del mayor gestor de activos del mundo, BlackRock, ha decidido dedicar su influyente carta anual dirigida a CEOs a este cambio de paradigma donde la crisis ambiental se alza como principal protagonista y la pandemia, que ha mostrado claramente las desigualdades que todavía siguen afectando a nuestras sociedades, como la chispa que ha encendido la mecha.

«Los ingenieros y los científicos trabajan sin descanso en la descarbonización de los sectores del cemento, el acero y los plásticos; la del transporte marítimo, por carretera y aviación; y también de la agricultura, la energía y la construcción», afirma este peso pesado de Wall Street que, desde que se sentó al frente de BlackRock hace una década, siempre se ha mostrado como un firme defensor de la aplicación de los estándares ambientales, sociales y de gobernanza (criterios ESG) en la agenda empresarial. «Por tanto, los próximos 1.000 unicornios (así se habla en lenguaje empresarial de las start-ups) no serán motores de búsqueda ni redes sociales, sino empresas innovadoras sostenibles que conseguirán situar la transición energética al alcance de todos».

El 72% de los inversores ya tiene en cuenta los criterios de sostenibilidad a la hora de valorar una empresa

En la misiva, Fink insiste en que, en este escenario, las compañías que no miren hacia la transición ecológica tan solo conseguirán quedarse atrás. Cada empresa y sector tendrá que transformarse hacia un mundo neutral en carbono: «Pocas cosas afectarán tanto al valor de las empresas como la manera en que aborden la transición energética global en los próximos años». El financiero estadounidense pone así el foco en el capitalismo vinculado con la sostenibilidad, una nueva concepción que busca hacer girar el sistema económico –y, por tanto, la vida financiera de las compañías– en torno a la descarbonización y el cambio climático.

En este sentido juegan un papel fundamental las inversiones sostenibles –que, a diferencia de las tradicionales, tienen en cuenta los criterios ESG– dado que, como recuerda el experto, «nunca antes ha habido tanto dinero disponible para hacer realidad las ideas nuevas». La prueba está en los datos que maneja BlackRock: las inversiones sostenibles ascienden ya a 4.000 billones de dólares, una auténtica fortuna que puede acelerar la necesaria transición ecológica del sistema empresarial –solo 100 de las más grandes empresas del mundo producen el 71% del total de emisiones– y, por ende, del resto de agentes sociales (incluyendo los propios ciudadanos).

La relación entre compañía y empleados, pieza clave en el futuro

Otro foco a tener en cuenta: empleados satisfechos con el trabajo que desarrollan. Este es, a ojos del inversor, un punto crítico. También orbitan alrededor de este concepto los criterios ESG porque, sin trabajadores cómodos en sus puestos, ¿cómo puede avanzar una compañía? «Ninguna relación ha cambiado más por la pandemia que la que existe entre empleadores y empleados», afirma la carta. Las empresas, sí o sí, deben responder a sus nuevas expectativas. «No es solo salario y flexibilidad. El coronavirus ha arrojado luz sobre la igualdad, la conciliación o la salud mental al tiempo que ha puesto de manifiesto las expectativas laborales de cada generación». Ahora es el turno de los CEOs de coger el guante y comprender algo que ya está demostrado: «que las empresas que forjan lazos sólidos con sus trabajadores son más rentables».

Fink: «Los próximos 1.000 unicornios no serán redes sociales, sino empresas innovadoras sostenibles»

Igualmente, en el otro lado de la mesa deben sentarse los accionistas, aquellos que dotan de dinero a las compañías y que ya ponen la sostenibilidad en el centro. Como apunta la gestora de fondos Natixis, alrededor del 72% de los inversores aplica en la actualidad criterios sostenibles a la hora de valorar una compañía. ¿Qué significa esto? Que aquellas que no se centran en los ESG corren el riesgo de ver minimizados los apoyos económicos a cada minuto que pasa.

Tras aconsejar en las últimas líneas a las empresas de petróleo y gas que trabajen con grandes emisores para desarrollar tecnologías de reducción de carbono (es decir, energías renovables y captura de dióxido de carbono, entre otras), Fink aprovecha para hacer una llamada de emergencia a los Gobiernos: sin el sector público, el sector privado no puede maniobrar. «Necesitamos que los Gobiernos marquen claramente la hoja de ruta en la sostenibilidad», avisa.

También de cara a beneficiar a la sociedad reduciendo la desigualdad energética: «A medida que perseguimos estos ambiciosos objetivos debemos garantizar que la población tenga acceso a fuentes de energía fiables y a un precio razonable». Según el inversor, esa es la única forma de crear una economía verde equitativa. Es una alusión al principal reto de los criterios ESG pero también a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), puesto que la alianza público-privada es fundamental para permitir que la sociedad avance hacia un planeta más limpio, y sobre todo, más justo.

La educación ambiental, clave para la ciudadanía del futuro

Entre los retos que surgen en las aulas de nuestras escuelas hay uno cada vez más evidente: mientras educamos a nuestros hijos e hijas para su futuro, el horizonte del planeta se desdibuja. ¿Cómo habitar –y educar– en un mundo obligado a cambiar? Necesitamos transformar nuestros hábitos si queremos evitar el colapso del planeta: atrás empieza a quedar la contaminación urbana, la movilidad no-sostenible y el aislamiento absoluto de lo rural tras las moles de hormigón de la ciudad. La educación ambiental es la pieza clave en este sentido, a través de la cual se intentan implantar las nuevas perspectivas verdes; estableciendo los cambios necesarios para un futuro descarbonizado. La educación, al fin y al cabo, funciona igual que un pequeño árbol: se trata de plantar –y estimular– la semilla adecuada hasta que esta dé lugar a nuevos frutos.

Según explica el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la educación ambiental debe «ser completa y transversal, involucrando a todos los agentes de la sociedad, desde los más jóvenes a los adultos». Los temas que aporta al debate social son evidentes: la transición energética, la calidad del aire, la salud –y el rol– del océano y la biodiversidad.

A partir de ahora, la educación ambiental será transversal a todos los contenidos curriculares

La educación ambiental, no obstante, va más allá de la mera teoría dada en el aula. Es una herramienta diseñada para comprender los retos y los obstáculos que depara el futuro mediante un pensamiento ecológico firme y rotundo. Por ello, esta requiere de un contacto estrecho con la naturaleza y las nuevas formas de enfrentar el día a día: realizar actividades en relación con el medio ambiente, separar los residuos en clase o visitar granjas o viveros para conocer las formas de vida que nos rodean.

Un ejemplo evidente es el del consumo –y gestión– del agua. Casi el 98% del agua que hay actualmente en el planeta es agua salada. ¿Cómo solucionar, entonces, un problema que parece acecharnos cada vez desde más cerca? A través de los conceptos de sostenibilidad, reutilización o consumo responsable es posible enseñar cómo se debe cuidar –y cómo deben cuidar los demás agentes de la sociedad– un recurso tan preciado.

Una ciudadanía comprometida

Para el próximo lustro, tanto el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico como el Ministerio de Educación pretenden seguir las pautas establecidas por el Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad (PAEAS). Este documento establece los objetivos y las líneas de acción en materia de educación ambiental: la emergencia climática, la economía circular, los conflictos ambientales o los aspectos relacionados con la energía dejarán de ser tratados como contenidos adicionales; ahora, los contenidos curriculares serán presididos por la transversalidad inherente a la educación ambiental.

A través de los conceptos de sostenibilidad, reutilización o consumo responsable es posible enseñar cómo debemos cuidar un recurso tan preciado como el agua

El PAEAS, además, prevé la creación de redes interescolares, de tal modo que los centros de distintos municipios y regiones puedan desarrollar el contenido curricular de forma cooperativa: los espacios de trabajo y los foros de encuentro solo pueden ser verdes si son comunes. En este sentido, y para garantizar una acción adecuada y armónica a través de los distintos organismos e instituciones, se han desarrollado las Buenas Prácticas de Educación para el Desarrollo Sostenible: una vía a través de la cual conocer la mejor forma con la que difundir las acciones y proyectos vinculados con la educación ambiental. En la medida de lo posible, por tanto, la educación ambiental debe ser similar, evitando grandes diferencias y divisiones entre un centro escolar y otro.

Para implementar un plan de tal calibre también se prevé la formación del profesorado, eslabón clave en la transmisión del conocimiento, más allá del hogar. Es en la escuela donde se empieza a descubrir el planeta y donde se aprende la relevancia del reciclaje y la gestión de unos recursos que son finitos, entre otros hábitos. Al fin y al cabo, solo cuando comencemos a cambiar nuestros gestos diarios seremos capaces de proteger el planeta.

Aire limpio: un derecho fundamental

«Respirar aire limpio debe ser un derecho humano fundamental. Es una condición necesaria para tener sociedades sanas y productivas», afirmaba a finales de 2021 Hans Henri P. Kluge, director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa. Lo hacía tan solo dos meses después de que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declarara en una resolución aprobada con 43 votos de apoyo «un medioambiente limpio, saludable y sostenible» como un derecho básico, un hito histórico que la propia institución definió como «decisivo para la justicia ambiental».

En esta concepción se incluye el aire limpio, cuya calidad, como apuntan las cifras, debe ser garantizada urgentemente. Según los últimos datos de la OMS, nueve de cada diez personas respiran aire contaminado, lo que provoca unos siete millones de muertes prematuras al año. Este es un número que podría duplicarse si la polución no se reduce antes de 2050.

La Agencia Europea de Medio Ambiente estima         que un aire limpio podría haber evitado la muerte de más de 178.000 personas en 2019

Que la falta de aire limpio pone en riesgo la vida de miles de personas ya no es una hipótesis sino una evidencia: un exhaustivo análisis publicado por la Agencia Europea de Medio Ambiente define la contaminación del aire como el mayor riesgo para la salud por factores ambientales y calcula que, en 2019, un entorno libre de partículas contaminantes podría haber evitado al menos 178.000 muertes en la Unión Europea. En total, en el continente se registraron 307.000 muertes prematuras por exposición a partículas finas y 40.400 provocadas por inhalación de dióxido de nitrógeno.

Si bien estas cifras son llamativas en el peor sentido de la palabra, el informe también subraya algo positivo: la calidad del aire en Europa fue mejor en 2019 que en 2018 gracias a las políticas de reducción de emisiones impulsadas por los Estados. Y apunta a que todavía hay tiempo para seguir mejorando y aprovecha para destacar los potenciales beneficios que resultarían de mejorar la calidad del aire siguiendo los nuevos valores marcados por la OMS en 2021 para las partículas contaminantes PM2.5, unas de las micropartículas contaminantes más comunes que provienen principalmente de los automóviles y la industria. «Al menos un 58% de las muertes se hubieran podido evitar si todos los Estados miembros hubiesen alcanzado el nuevo índice (5 µg/m³). En cambio, si se hubieran adherido al límite actual de la Unión Europea (25 µg/m³) la mortalidad hubiese sido la misma», resuelve.

Esto nos lleva a una evidente conclusión: necesitamos un mayor compromiso a la hora de garantizar la calidad del aire. En este marco, el Plan de Acción Contaminación Cero de la Unión Europea busca reducir antes de 2030 el número de muertes prematuras en más de un 55%, en comparación con 2005. La línea de meta, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, está cerca: ya se ha reducido un tercio desde 2005 a 2019.

La apuesta española por un aire respirable

En España, solo siete de las 80 mayores ciudades cumplirían con los nuevos límites anuales de dióxido de nitrógeno marcados por la OMS. Además, alrededor del 11% de las muertes están provocadas por enfermedades derivadas del aire como la neumonía, los infartos de miocardio, el cáncer de pulmón o la bronquitis crónica. Para contribuir a paliar esta situación, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, anunció en noviembre el Plan Estratégico de Salud y Medioambiente, que aborda la calidad del aire como vía para mejorar la salud del planeta y las personas, demostrando aún más la interdependencia entre el medio ambiente y nuestra propia salud.

En España, solo siete de las 80 mayores ciudades cumplirían con los nuevos límites anuales de dióxido de nitrógeno marcados por la OMS

A grandes rasgos, la estrategia busca promover entornos ambientales que blinden la salud de la población a la vez que responden a los desafíos del cambio climático. Las líneas de acción marcadas elevan así los esfuerzos para mejorar tanto la calidad del aire como la del agua, y también reducir la contaminación industrial, el ruido o las temperaturas extremas.

En el ámbito de la contaminación, las actuaciones conciben, por un lado, un aumento en la protección de la salud y la coordinación de las respuestas del sistema y, por otro, una mejor recopilación de los datos que permita difundir en mayor medida el conocimiento a la comunidad científica, pero, sobre todo, a la población en general.

Respecto a la salud, la estrategia persigue la protección de la población más vulnerable –personas mayores, menores y mujeres embarazadas–, y propone, entre otras medidas, redactar un protocolo de actuación ante picos de contaminación, vigilar la calidad del aire en entornos susceptibles y potenciar medidas ya existentes para reducir contaminantes como la transformación del transporte o el Plan Nacional de Control de la Contaminación Atmosférica, que incluye 57 acciones para reducir de manera significativa los contaminantes muy nocivos para la salud. A la vez, apuesta por formar al personal sanitario sobre los riesgos por exposición a la contaminación atmosférica y diseñar un Plan de Vigilancia que cuantifique el impacto sobre la salud nacional a corto y largo plazo.

Asimismo, el objetivo es seguir avanzando en la investigación científica a la hora de dar con más enfermedades respiratorias provocadas por la contaminación. Sumando a estas acciones otras como el apoyo al desarrollo de líneas de I+D+i, encaminadas a profundizar en el conocimiento sobre la contaminación atmosférica, España busca alinearse de la forma más rápida posible con las nuevas consideraciones de la Unión Europea en conjunto con las Naciones Unidas. Y es que contribuir a generar un medioambiente limpio y saludable es una apuesta por brindar a la población unas vidas más largas, felices y libres de enfermedades.

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