Categoría: Agenda 2030

El nuevo plan de la Unión Europea para dejar de contaminar el aire, el agua y el suelo

El pasado 21 de mayo, la Unión Europea adoptó el Plan de acción ‘Hacia una contaminación cero del aire, el agua y el suelo’, una nueva hoja de ruta con la que pretende empezar el camino hacia una Europa con cero contaminación del aire, el agua y el suelo. El motivo está claro: acabar con uno de los problemas que ha generado la grave crisis climática que vivimos, que afecta al medio ambiente, pone en peligro de extinción a una gran cantidad de especies y genera graves problemas de salud en las personas (cada año mueren siete millones de personas por enfermedades derivadas de la polución, según las cifras de la Organización Mundial de la Salud).

Cada año mueren siete millones de personas por enfermedades derivadas de la polución

En el marco del nuevo plan, la Unión Europea se plantea seis objetivos de cara al 2030. El primero es mejorar la calidad del aire para reducir en un 55% el número de muertes prematuras causadas por la contaminación. El segundo, reducir los desechos y el uso de plásticos que dañan el agua del mar en un 50% y los microplásticos que se liberan al medio ambiente en un 30%. El tercero, reducir las pérdidas de nutrientes y el uso de pesticidas químicos en un 50% para cuidar la tierra. El cuarto es el de disminuir en un 25% los ecosistemas contaminantes del aire que suponen una amenaza para la biodiversidad. El quinto consiste en reducir la contaminación acústica en un 30% para una mejor calidad de vida de la población. Y, el sexto y último, es reducir en un 50% los residuos producidos en las urbes.

Las cinco claves del plan

La ambición de la cero contaminación. Se trata, dicen, de “un objetivo transversal que contribuye a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible y complementa el objetivo de neutralidad climática”. La manera de hacerlo es a través de un marco legislativo en el que incluir la prevención contra la contaminación en todas las políticas e iniciativas de la Unión. A través de soluciones basadas en la naturaleza y la digitalización, la Unión Europea pretende transformar los modelos de producción y consumo, y apostar por un modelo de negocio de economía circular que sea más limpio.

Mejorar la salud y el bienestar. Es uno de los objetivos principales de todo el plan. Para conseguirlo, la Unión Europea pretende alinear los estándares de calidad del aire con las próximas recomendaciones de las Naciones Unidas, además de proveer a las autoridades locales de los modelos para mantener el aire limpio y ayudar a la monitorización de las emisiones. También aspira a reducir la contaminación del aire en los interiores de los hogares y edificios que provienen de fuentes como los sistemas de calefacción y aire acondicionado, y del tabaquismo.  

Vivir dentro de los límites del planeta. Para conseguirlo, apuntan, “debemos implementar los marcos regulatorios existentes que protegen el aire, las aguas dulces, y los mares y océanos más rápido y mejor, mientras se trabaja urgentemente hacia un nuevo marco. Además de evaluar periódicamente el estado de la tierra para tomar medidas para evitar su daño”. Para conseguirlo, los estados miembros deben cumplir con la normativa que regula la contaminación del aire. Además, se pondrá especial atención en el cuidado del agua de los mares y océanos, promoviendo transportes marinos que no generen emisiones. También pretende eliminar los contaminantes y nutrientes de las aguas residuales para tratarlas y hacer viable su reutilización.

Hacia la cero contaminación de la producción y el consumo. La Unión Europea revisará la Directiva de Emisiones Industriales para acelerar la transición hacia una producción que genere cero emisiones. Además de que los materiales que se usen para bienes de consumo deberán ser lo más sostenibles que sea posible.
Garantizar una implementación y una ejecución de las normas más estricta. Para ello, la Unión Europea pretende promover las relaciones entre las autoridades nacionales y las redes europeas de agencias, inspectores, auditores, policía, fiscales y jueces que trabajan en el área del medio ambiente. Además, insta a la sociedad civil a participar como guardianes de que se cumplan las normativas, garantizando una mayor participación y mayor acceso a la justicia en caso de ser necesario.

Bilbao, referente europeo en movilidad sostenible

Bilbao es, hoy, una de las mejores ciudades europeas en cuestiones de movilidad. Así lo interpreta la Comisión Europea, que le acaba de conceder  el Premio de Seguridad Vial Urbana. La implantación de la limitación de movilidad hasta los 30 km/h ha sido fundamental para ello, convirtiéndose en la primera ciudad de más de 300.000 habitantes en todo el mundo en aplicar esta medida. No es algo repentino: en 2018 la ciudad ya redujo el límite de velocidad por primera vez en casi el 90% de sus vías.

Es la primera ciudad con más de 300.000 habitantes de todo el mundo que implanta la velocidad de 30 km/h en la totalidad de sus calles

Según  el concejal de Movilidad y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Bilbao, Alfonso Gil, «una movilidad sostenible implica hacer de las ciudades espacios más competitivos, convirtiéndolas en localidades con un potencial superior para superar la crisis actual». Las medidas tomadas tienen, en general, un objetivo sencillo: calmar el tráfico. Según el concejal, solo así será posible que «los diferentes modos que utilizamos los ciudadanos para movernos, como el zapato, la bicicleta, el transporte público e, incluso, la distribución urbana de mercancías, coexistan».

En la ceremonia de entrega de los premios, la comisaria de Transportes de la Unión Europea, Adina Vălean, recalcó la necesidad de construir «un sistema de movilidad inteligente y resistente para las generaciones futuras». Eso es exactamente lo que parece haber conseguido hasta el momento la ciudad vasca. El tráfico no solo se reduce, hoy, para facilitar la comunicación y el transporte. Medidas como esta son fundamentales a la hora de reducir la contaminación atmosférica e incluso la contaminación sonora, frecuentemente olvidada, en pos de una solución contra el cambio climático.

Una estrategia total

La limitación de la velocidad, no obstante, no es la única medida efectiva para solucionar estos problemas y así lo saben en la capital vizcaína. Es por ello que esta acción se complementa con otras medidas fundamentales para la obtención de un efecto real: el establecimiento de ejes peatonales continuos y seguros y la creación de caminos escolares y de zonas estanciales en torno al centro de todos los barrios que componen Bilbao. Frente a otras ciudades europeas de tamaño similar —véase Malmö o Liubliana—, la capital vizcaína concentra más de la mitad del porcentaje total de la movilidad en el tráfico a pie. El coche, de hecho, no supera el 10% a este respecto.

Algo que ha quedado demostrado en el ejemplo bilbaíno es que para la evolución progresiva en la movilidad son fundamentales no solo las acciones coercitivas, sino también la acción pedagógica dirigida hacia la ciudadanía. Si lo que se pretende es cambiar los hábitos sociales, la comunicación es elemental: uno debe conocer no solo el castigo impuesto, sino por qué este se articula. Esta razón es la que se halla detrás del debate público que se ha originado en la ciudad en torno a esta cuestión. Los habitantes de Bilbao no han sido actores pasivos al uso, sino que en cierto sentido se han revelado como figuras activas, ya que tal como explica el concejal, «si no escuchas, no vale».

Bilbao pretende reducir con este gran conjunto de medidas sus emisiones en 2030 en un 50% con respecto a 2012

El Plan de Movilidad Urbana Sostenible bilbaíno refleja con claridad las prioridades del consistorio para el futuro. Así, si bien los pasos dados hasta ahora son fundamentales, el desarrollo de una convivencia urbana aún no ha terminado. Es por ello que dentro del plan se incluyen desde la recuperación de nuevos espacios en los barrios, a incluir la perspectiva de género en todas las acciones de movilidad. Evidentemente, en este contexto también se promueve el transporte público, con objetivos como la reordenación de líneas de autobuses o la tarifa única para el uso de esta clase de transporte. La movilidad general, de hecho, funciona como una máquina dependiente del encaje de todos sus engranajes, lo que hace revisar incluso la necesidad de ciertos semáforos y sus ciclos de espera.

Con un objetivo más ambicioso que supera con creces las metas establecidas por la Comisión Europea, la urbe pretende reducir con todo este gran conjunto de medidas sus emisiones para 2030 en un 50% con respecto a 2012. Una declaración de intenciones para un futuro que promete ser, ante todo, de color verde. No sorprende, así, que la ciudad sea la mejor valorada de España en términos de movilidad urbana. Eso es lo que al menos señala Greenpeace en su Ranking de Movilidad Urbana. La organizacióninterpreta esta clase de movilidad como una herramienta no solo para mejorar la vida de los ciudadanos, sino para luchar, desde la distancia, contra el cambio climático y la vida de la biodiversidad.

Por qué urge proteger los océanos (y así protegernos)

El filósofo, matemático y físico francés Blaise Pascal dejó por escrito siglos atrás, que el menor movimiento es de vital importancia para toda la naturaleza. “El océano entero se ve afectado por una piedra”, señaló. Imaginemos pues, que eso que afecta al océano no es algo inerte como una piedra, sino miles y miles de redes de arrastre moviéndose a diario para extraer de las profundidades marinas todo tipo de peces. ¿Acaso no afecta eso a los océanos? ¿Y a la naturaleza en general?

Los océanos –que suponen cerca del 96,5% del volumen de agua total de la superficie de la Tierra– son una de las principales reservas de biodiversidad en el mundo. Albergan ni más ni menos que 250.000 especies identificadas y muchas otras aún sin identificar, porque si algo sabemos de los océanos es que conocemos solo una ínfima parte.  Lo que sí sabemos con  certeza es que son esenciales para el funcionamiento saludable del planeta; puesto que suministran la mitad del oxígeno que respiramos los humanos y absorben casi un 30% de las emisiones de CO2. Huelga recordar que los ecosistemas marinos también  proporcionan alimento a millones de personas, así como servicios como agua limpia o protección contra catástrofes extremas, como hacen por ejemplo los ecosistemas manglares. 

El 20% de los arrecifes de coral mundiales han desaparecido, y el 24% restantes están en peligro de desaparecer.

Por este motivo, Naciones Unidas, así como diversos organismos dedicados a la protección medioambiental, han mostrado su preocupación por la presencia de basura marina y por ciertas prácticas, como la sobreexplotación pesquera, la pesca ilegal o el uso de técnicas como el arrastre, que recogen no solo peces, sino todo lo que encuentran en su camino desestabilizando los ecosistemas. De hecho, en los últimos 30 años, el consumo de pescado se ha duplicado en todo el mundo. Esto ha provocado que cerca del 90% de las reservas de peces estén sobreexplotadas, según el último informe de la FAO

Precisamente, para reducir el gran impacto ambiental y económico que tienen estas actividades, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU fomenta conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos. Es cierto que, durante siglos, el mar ha sido uno de los mayores vectores para el desarrollo y el bienestar, y ha sido utilizado como una fuente inagotable de recursos. Sin embargo, la explotación sin control y la contaminación han producido daños irreparables en los ecosistemas. Basta sino fijarse en cómo en las últimas décadas han desaparecido el 20% de los arrecifes de coral mundiales y el 24% de los arrecifes restantes está en peligro inminente de desaparición.  

Se calcula que el 61% del total del producto interno bruto del mundo proviene del océano

Frenar la pérdida de biodiversidad es esencial para garantizar la supervivencia del planeta, pero también para velar por nuestra salud. Y es que la mayoría de los asentamientos humanos se han establecido a lo largo de la historia cerca de la costa. Concretamente, el 38% de la población mundial vive a menos de 100 km de la costa y el 44% a menos de 150 kilómetros, según datos de la ONU. Los datos, no obstante, llegan a ser incluso más ilustrativos sobre lo esencial que son los océanos para el desarrollo de la vida: el Banco Mundial calcula que aproximadamente el 61% del total del producto interno bruto del mundo proviene del océano y de las zonas costeras situadas a menos de 100 kilómetros del litoral. En definitiva, para miles de millones de personas -entre un 10% y un 12% de la población mundial- los océanos, la pesca y la acuicultura son esenciales para su propia subsistencia. En este sentido, garantizar unos ecosistemas marinos saludables supone luchar también por otro objetivo global: erradicar la pobreza. 

Aún es posible vivir en armonía con los océanos

A pesar del evidente deterioro de los océanos, en los últimos años se han activado múltiples iniciativas para conservar y restaurar los ecosistemas marinos. Concretamente, hace ya una década, 193 países pertenecientes a la Conferencia de las Partes (COP) firmaron el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional jurídicamente vinculante con el objetivo de conservar la diversidad biológica, utilizar sus componentes de manera sostenible y repartir los beneficios extraídos de los recursos de manera justa y equitativa. Entre las misiones recogidas en este Convenio se encuentra precisamente la de proteger la diversidad de hábitats y especies marinas.

En la misma línea, compañías como el Grupo Red Eléctrica se han comprometido también a proteger y recuperar estos espacios. Concretamente, la compañía ha desarrollado 'Bosque Marino', un proyecto pionero a nivel mundial con el que ha restaurado dos hectáreas de praderas de posidonia oceánica en las costas de Mallorca (bahía de Pollença), una planta autóctona del Mediterráneo con más de 100.000 años de vida y que es una de nuestras fuentes principales de oxígeno y conservación de los ecosistemas. De hecho, se calcula que una hectárea de posidonia genera cinco veces más que una de la selva del Amazonas.

Naturaleza para una vida (y economía) más sana

«Los espacios protegidos son lugares saludables que albergan una serie de valores que para la sociedad son del máximo interés». A lo que se refiere Javier Puertas, técnico de Europarc-España, con esta declaración no es más que a los servicios y beneficios que los parques y otras zonas naturales protegidas proporcionan al ser humano y que, según la federación europea, es más importante que nunca proteger, conservar y mantener en el tiempo. 

Si algo nos ha enseñado 2020 es la clara relación entre la salud humana y la planetaria y, en su cuidado, cobran especial relevancia las zonas verdes. Precisamente por ello, el plan europeo de recuperación Next Generation EU busca construir una Unión mejor, más verde y resiliente. Y desde Europarc recuerdan que, para conseguirlo, «los parques y las áreas protegidas necesitan formar parte de la construcción del futuro sostenible de Europa». 

Los parques y las áreas protegidas necesitan formar parte de la construcción del futuro sostenible de Europa

En la actualidad, en España existen 2.000 espacios protegidos. Esto supone que un cuarto del territorio español cumple, de manera oficial, servicios de regulación y adaptación al cambio climático, de abastecimiento –de agua potable, por ejemplo–, y culturales, como el disfrute de la naturaleza o los paseos al aire libre. Tal y como recuerda Puertas, en nuestro país, uno de cada cuatro pasos que se da se hace en una zona protegida. Tal es la riqueza de la biodiversidad autóctona que no solo debemos tener en cuenta grandes parques nacionales, sino también lagunas, dehesas o zonas de cultivo. Todas y cada una de ellas son piezas clave de la conservación de especies de flora y fauna, pero también del patrimonio geológico, del paisaje y de determinados procesos naturales. Y es precisamente por eso por lo que, como indican desde Europarc, es importante que los espacios protegidos estén integrados en el territorio. Esto es, que formen parte de la matriz territorial en la que están situados. «No podemos concebir los espacios protegidos como islas de biodiversidad o naturaleza en medio de un entorno absolutamente destruido o degradado», alerta Puertas, porque ese planteamiento –que es el que se ha venido haciendo en el pasado– no funciona para conseguir los objetivos últimos de conservación.  

Espacios protectores de la salud

En países como Australia se prescribe la visita a espacios naturales como parte de tratamientos médicos por sus beneficios para la salud

Pero más allá de su capacidad de regenerar y conservar los ecosistemas y su biodiversidad, los espacios naturales protegidos también proporcionan beneficios para la salud humana e, incluso para la economía. Son lugares donde ejercitarse, pero también para la contemplación y desconexión física y mental del bullicio de la ciudad. Además, los expertos aseguran que favorecen la recuperación de personas que han tenido una enfermedad crítica, como infartos o problemas cardiovasculares. Además, la conexión con la naturaleza también ayuda a mejorar el equilibrio psicológico y a cuidar de la salud mental. La certeza de esta afirmación es tal que en países como Australia se prescribe el contacto y la visita a espacios naturales como parte de tratamientos médicos.

Pero, según Puertas, para conservar estos parques protegidos y asegurar que cumplen su función para con la salud, se requiere de la construcción de alianzas entre todo tipo de instituciones, empresas privadas y públicas, organizaciones y entidades internacionales o administraciones públicas de distinto nivel. Y lo mismo sucede a la hora de favorecer su función económica.

Conservar para mejorar la economía

La base del funcionamiento ecológico de los territorios está más asegurada con las áreas protegidas. Y eso nos lleva a recordar que la mayoría de los procesos que no se encuentran dentro de la economía de mercado forman parte de los servicios que proporcionan las zonas protegidas como la polinización, el suministro de aguas o el filtrado (natural) del aire. Pero el hecho de que no sean servicios mercantilizables no resta que aporten a la base económica del país en el que se encuentran. 

Los propios espacios protegidos generan una actividad económica a su alrededor que va mucho más allá del ecoturismo.

Los propios espacios protegidos generan una actividad económica a su alrededor que va mucho más allá del ecoturismo, aunque este sea la principal. La propia gestión activa de estas áreas genera actividad económica: si un lugar se declara protegido para la conservación de una especie animal en particular, por ejemplo, se debe realizar un seguimiento de cómo van esas poblaciones, para ello se requiere de la contratación de expertos, pero también del cumplimiento de una serie de regulaciones o limitaciones a los usos que también debe controlarse. Pero, además, probablemente se crearán caminos e itinerarios seguros para la flora, la fauna y los visitantes, que requieren de mantenimiento. Y el propio uso y disfrute de la zona por los visitantes y los locales o, incluso, la fotografía de naturaleza, suponen una gestión del área protegida que implica inversión y recaudación económica. 

En definitiva, los valores naturales que motivan que una zona se declare protegida llevan acarreadas una serie de actividades que no hacen más que promover, de manera directa o indirecta, la economía de la localidad en la que se encuentra. Por tanto, una naturaleza conservada y sana deriva en un bienestar mayor para los seres humanos y en una economía más próspera y sostenible.

La segunda vida de los paneles solares

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Cada 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje, una jornada que va más allá de recordar que cada residuo diario se deposita en su correspondiente contenedor. Los aparatos electrónicos que ya no utilizamos o las placas fotovoltaicas también requieren de su adecuada gestión como residuo una vez que su vida útil acaba. Hablamos de estos últimos: ¿cómo y por qué es tan necesario reciclar los paneles solares?

Planes para repoblar las zonas rurales

En España, uno de cada tres municipios ha perdido el 25% de su población desde el comienzo del siglo XXI.  El abandono del medio rural viene unido al envejecimiento de sus habitantes: más de 400 pueblos ya cuentan con más de la mitad de su población por encima de los 65 años, lo que los sitúa en una desagradable lucha contra reloj. El problema empieza a escalar prioridades en la agenda política aprovechando la transición sostenible que ha cogido impulso desde Europa con los planes de recuperación económica.

Algunas de las iniciativas más interesantes contra la despoblación rural provienen, sorprendentemente, de particulares. Son lo que se conocen como emprendedores rurales: personas que buscan revitalizar por completo las zonas despobladas —normalmente, de sus propias poblaciones— mediante su actividad económica. La búsqueda de formas de vida alternativas a la ciudad que ha traido la pandemia, ha hecho crecer estos proyectos emprendedores.

En el ámbito de las administraciones públicas, destaca el Plan de Medidas ante el Reto Demográfico, que cuenta con una inversión superior a 10.000 millones de euros (o, lo que es lo mismo, un 10% del presupuesto del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que busca reactivar la economía del país tras la pandemia). Los objetivos de este plan pasan por mejorar la vertebración territorial del país, eliminar la grave brecha entre los mundos urbanos y rurales e impulsar actuaciones dentro de las zonas territoriales más afectadas por la urgencia del reto demográfico. Y todo ello con el fin de garantizar el acceso a los mismos servicios que se tienen en las urbes,  promover la igualdad de género,  eliminar brechas sociales y generar oportunidades de emprendimiento y actividad económica. 

El Plan de Medidas ante el Reto Demográfico cuenta con una inversión superior a los 10 mil millones de euros

Los impulsos que se asocian a este plan se incluyen en la llamada transición ecológica y digital, cuyo objetivo último es garantizar la cohesión total del país. Además, las directrices del plan pretenden llevar a cabo, en parte, una pequeña descentralización económica. Ejemplo de ello son los centros de datos, documentación y mantenimiento, sobre los que la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, destacó que “son cuestiones que no tienen que quedar en grandes capitales”. Su dispersión, según la ministra, puede llegar a crear un fuerte foco de empleo para zonas rurales que buscan dinamizarse. Algo similar ocurre con el turismo, una de las principales industrias económicas del país: el turismo sostenible es, en este plan, uno de los cimientos fundamentales para la reactivación de las zonas rurales. 

En definitiva, con este plan se pretende mejorar el atractivo del territorio rural para atraer (o mantener) a los jóvenes en estas regiones mediante iniciativas que mejoren el empleo, así como la educación, con iniciativas como la promoción de más centros territoriales de la UNED. 

Diferentes piezas para un mismo puzzle

La España vaciada ha perdido en los últimos 70 años la mitad de su peso económico, demográfico y laboral. Soria, por ejemplo, ha visto su población reducida en un 23% según cifras del Instituto Nacional de Estadística. Es por ello que desde muchas de estas regiones provienen algunas de las soluciones políticas y económicas más interesantes de los últimos años.

Un ejemplo es el que protagoniza Castilla-La Mancha, comunidad que está en pleno proceso de modificación de su Ley de Gestión Forestal Sostenible con el fin de adecuarla a la lucha contra la despoblación. Según destaca el Gobierno regional respecto a la reforma, “los montes han sido y deben seguir siendo uno de los motores de la actividad económica. No solo porque la presencia de estos bienes se encuentra ubicada en su gran mayoría en estos entornos, sino porque la gestión de los montes de forma ordenada y continua en el tiempo es una fuente de recursos y de empleo en el medio rural”. Esto no es casual: grandes áreas despobladas de la comunidad se hallan dentro de los bosques, los cuales ocupan alrededor de un 44% de su territorio y pueden encontrar en ellas la solución para hacer una gestión sostenible de los recursos naturales, estimulando con ello, a su vez, el desarrollo económico, social y demográfico.

La España vaciada ha perdido en los últimos 70 años la mitad de su peso económico, demográfico y laboral.

Ejemplo similar protagoniza también Navarra con su proyecto ECO Pueblo, un plan finalizado este mismo año que buscaba la regeneración de las poblaciones rurales aisladas mediante el desarrollo económico. Esta iniciativa, integrada en el Programa Empleaverde de la Fundación Biodiversidad, ha tenido entre sus principales objetivos lograr una mayor empleabilidad de personas en riesgo de exclusión mediante su incorporación a negocios verdes que, a su vez, están sustituyendo a negocios menos sostenibles. Este ha sido el caso de las viñas de San Martín de Unx que, a través de este proyecto, han sido reemplazadas por otras producciones más productivas y sostenibles. 

Otra de las iniciativas con más proyección es el Erasmus rural, promovido desde el gobierno central. Este programa, que se lanzará a finales del curso 2021-2022, tendrá una duración de tres meses y estará centrado en lo laboral, más que en lo académico. Su fin: “que al menos tres meses de la primera experiencia laboral de nuestros jóvenes tengan lugar en este tipo de entornos para una conexión emocional y laboral”, explican fuentes oficiales. En definitiva, diferentes formas con las que devolver a la España rural la vida que una vez tuvo.

Español en clave de sostenibilidad

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Más de 585 millones de personas hablan español, esto es el 7,5% de la población mundial. Con motivo del Día de la Lengua Española, que Naciones Unidas celebra cada 23 de abril, hacemos un repaso por las palabras y conceptos que has de conocer en nuestro idioma para hablar de ese futuro sostenible que todos anhelamos.

Día Internacional de la Madre Tierra: el futuro de toda empresa pasa por ser verde

El  22 de abril de 2020, Día Internacional de la Madre Tierra, no fue más que un día cualquiera. Debido a las restricciones establecidas para hacer frente a la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, que en aquel mes alcanzó sus picos más altos, las celebraciones multitudinarias a las que estábamos acostumbrados quedaron congeladas. Por aquel entonces, las actividades de concienciación pretendían tratar sobre la biodiversidad y la amenaza que el ser humano supone para ella. La covid sirvió de demostración: los expertos recurrieron a ella para advertir que los cambios extremos en la biodiversidad rompen la barrera natural que nos defiende de cientos de enfermedades zoonóticas como esta. Y de no protegerla, podríamos vivir otras pandemias.

Ahora, con las restricciones algo más relajadas, sigue siendo importante reivindicar la importancia del capital natural de nuestro planeta. Así nació el Día Internacional de la Tierra: la primera convocatoria, celebrada en 1960, congregó a 20 millones de personas en Estados Unidos para reivindicar un mayor control en el cuidado del medio ambiente, por aquel entonces completamente invisible para las agendas políticas. «Fue algo frenético. Nos llegaban telegramas, cartas y consultas telefónicas desde todas las partes del país», recordaba el senador Gaylord Nelson, responsable de la celebración del primer Día de la Tierra en un ensayo poco antes de morir en 2005. «El pueblo estadounidense por fin tenía un foro para expresar sus preocupaciones sobre lo que estaba sucediendo con la tierra, los ríos, los lagos y el aire, y lo hizo de forma espectacular».

Pronto podríamos perder más de un millón de especies en peligro de extinción

La pérdida de biodiversidad está ocurriendo a un ritmo sin precedentes en la historia de la humanidad: según las Naciones Unidas, pronto podríamos perder más de un millón de especies en peligro de extinción. Por suerte, ya tenemos más conciencia sobre el tema y, cada año, 20 millones de personas en 190 países celebran el Día de la Tierra con la esperanza de seguir luchando contra esta crisis ecológica, no solo desde el ámbito más social, también desde el económico: las empresas –responsables de la mayor parte de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera- están moviendo ficha en la protección de la naturaleza, el capital más importante para la humanidad.

Aunque, como indica Natural Capital Factory, la mitad de las compañías del IBEX 35 aún no reconocen la biodiversidad como asunto material, lo cierto es que este sector es cada vez más consciente de su compromiso con el planeta y su papel fundamental a la hora de cuidar los ecosistemas. Según un análisis de Swiss RE, más de la mitad de la economía global depende del mundo natural, por lo que establecer el valor del capital natural a la hora de calcular los riesgos financieros de una entidad es una acción cada vez más común.

De hecho, situar en el centro de la actividad empresarial el medio ambiente ya no es solo un deber social, sino una garantía de futuro: en los próximos años, las empresas más rentables serán las más preocupadas por el medio ambiente. Prueba de ello son los inversores verdes, aquellos que solo destinan su capital a proyectos respetuosos con el medio ambiente conscientes de los riesgos financieros que puede suponer apoyar entidades que comprometan la salud de las futuras generaciones.

Más de 1.500 empresas en todo el mundo utilizan el Marco Integrado Internacional de Información para aprender a medir su capital natural

En la actualidad, más de 1.500 empresas en todo el mundo utilizan el Marco Integrado Internacional de Información elaborado por el Consejo Internacional de Información Integrada, una coalición de compañías, inversores y reguladores que ofrece a las empresas un método para aprender a medir su capital natural, definido como «todos los recursos y procesos ambientales que proporcionan bienes o servicios que apoyan a la prosperidad pasada, presente y futura de una organización».

De puertas para dentro, numerosas entidades también están aplicando sus propias medidas a la cadena de producción para evolucionar, poco a poco, hacia la sostenibilidad y la circularidad. Algunas de las acciones consisten en incorporar la biodiversidad entre los aspectos materiales, hacer un análisis de dependencias de la naturaleza, identificar los riesgos derivados de esta, enfocarse en la doble materialidad (impacto de la compañía en la biodiversidad y viceversa), establecer políticas de biodiversidad más ambiciosas, mejorar el conocimiento de la relación entre empresa y ecosistemas y establecer mecanismos internos de gobernanza que permitan elevar la biodiversidad al máximo nivel en el consejo de dirección de la compañía. 

El Grupo Red Eléctrica se ha propuesto cumplir 11 objetivos de sostenibilidad para 2030

En el marco de su compromiso con la Sostenibilidad 2030, el Grupo Red Eléctrica realizó en 2019 un análisis de materialidad, identificando hasta 16 asuntos relevantes, entre los que la biodiversidad y el capital natural ocuparon su lugar entre los más claves. Esto permitió a la compañía dibujar sus 11 objetivos de sostenibilidad para 2030, incluyendo el impacto neto positivo en el capital natural en el entorno de sus instalaciones. Además, dado que la biodiversidad y el capital natural son relevantes para sus grupos de interés, el grupo los ha incorporado como un elemento clave a la hora de reforzar el resto de sus compromisos, diseñando también una hoja de ruta para potenciar la red de transporte de energía eléctrica como una llave para el desarrollo de la biodiversidad en las desafiantes condiciones a las que nos enfrentamos en la actualidad. 

En esta línea, el desempeño en sostenibilidad del grupo representa el cambio de paradigma que ya está ocurriendo en la economía. Aunque todavía queda mucho por hacer, este hecho es un motivo de celebración en el Día de la Tierra 2021. Un pequeño paso más de todos los que nos quedan.

La recuperación verde mundial

Quedan menos de diez años para que llegue la fecha en que se habrán tomado todas las medidas propuestas para salvar el planeta del peligro climático: el año 2030. Si miramos atrás, es casi imposible calcular con exactitud el total de planes de acción aprobados alrededor del mundo durante los últimos años con el objetivo de mitigar el impacto de la actividad humana y garantizar su supervivencia. El Green Deal, el Acuerdo de París, la Agenda 2030 o la ley española de Cambio Climático, recién enviada al Senado para su aprobación, son solo algunos de los ejemplos más recientes. 

Solo el 12% de los planes de recuperación tienen en cuenta el medio ambiente para mejorar la economía

Sin embargo, parece que no terminamos de interiorizar el significado real del cambio climático y tomar las medidas realmente necesarias. La Finance for Biodiversity (F4B) ha estudiado durante este último año los planes de recuperación económica planteados por los países del G20 y otros diez estados (incluido España) y la medida en que estos incluyen medidas relacionadas con la salud del planeta en sus hojas de ruta para la recuperación post-covid. Así, el Greenness of Stimulus Index advierte: solo el 12% de los planes de recuperación actuales tienen en cuenta el medio ambiente para mejorar la economía.

17 de los 30 países analizados se preocupan por el medioambiente

Los expertos que firman la investigación advierten que, aunque hay indicios de mejora en los estímulos verdes, aún no se ha logrado aprovechar en muchos casos la oportunidad de combinar la recuperación económica con el crecimiento sostenible mediante la inversión en clima y biodiversidad. No obstante, el informe sí que aplaude el plan de recuperación de la Unión Europea Next Generation EU por dirigir el 37% de su presupuesto hacia la eficiencia energética o la restauración de los ecosistemas. 

De los 30 países analizados 17 han mejorado el aspecto medioambiental en sus paquetes de recuperación

En cuanto a la treintena de países analizados en este informe, 17 de ellos destacan por el aspecto medioambiental de sus paquetes de recuperación con respecto al año anterior. España es una de ellas y, de hecho, se sitúa por delante de Alemania, Suecia, Finlandia, Suiza, Italia, Australia, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos en materia de resiliencia verde. Esto se debe al nuevo plan de recuperación tras la pandemia cuyo pilar fundamental es el impulso de la transición energética y ecológica a través de medidas e iniciativas concretas que impulsan los proyectos verdes.

En España, el nuevo plan de recuperación ha disparado su puntuación en el ranking

Esta conclusión también la comparten las Naciones Unidas en un estudio similar titulado ¿Saldremos mejores?. En él analizan más de 3.500 medidas fiscales tomadas alrededor del mundo. Los resultados sitúan a España a la cabeza de los países que están invirtiendo en verde tras la crisis sanitaria y destacan que nuestro país ya está dentro del conocido G-8 verde (falta enlace).

Fuente: Informe Greenness of Stimulus Index elaborado por Finance for Biodiversity (F4B)

La F4B señala a Canadá como líder en la recuperación económica verde gracias al Healthy Environment Plan, una línea de recuperación que incluye cientos de iniciativas verdes e inversiones relacionadas con el transporte y la energía. También Estados Unidos ha ganado puntos tras la victoria electoral de Joe Biden y su vuelta al Acuerdo de París, aunque, advierte el informe, «sigue a la cola de otras muchas naciones».

Tras su análisis y sus propuestas para pintar de verde los paquetes de recuperación económica, F4B lanza un mensaje optimista como conclusión final: aún estamos a tiempo. «Esta es la oportunidad perfecta para tomar ejemplo de aquellos países que han decidido coger el toro por los cuernos y actuar con decisión para prevenir el daño irreversible del planeta», insisten. «No podemos resolver una crisis mientras creamos otra».