El 1 de enero de 2020 empezó la cuenta atrás para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con diez años por delante para hacer de la Agenda 2030 una realidad, a finales de 2019 el Secretario General de la Naciones Unidas, Antonio Guterres, apeló a todos los sectores de la sociedad para hacer de 2020 la Década de Acción. “Nos queda un decenio para transformar el mundo mediante la movilización de más gobiernos y empresas, así como con un llamamiento a todas las personas para que hagan suyos los Objetivos Mundiales”, explica la página web de la ONU. Sin embargo, cuando empezaba a haber un consenso generalizado sobre necesidad de desarrollar sus actividades en base a la consecución de los ODS, el coronavirus ha irrumpido en nuestras vidas poniendo en pausa todas las prioridades.
En un momento tan extraordinario como el actual, en el que los gobiernos se han visto obligados a hacer frente a una crisis sin precedentes, la Agenda 2030 corre el riesgo de verse relegada a un segundo plano. Sin embargo, son muchos los expertos que consideran los ODS deben ser, ahora más que nunca, nuestra guía para la recuperación del planeta. “Es vital que durante la respuesta a la crisis los países mantengan el foco en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en los compromisos climáticos para mantener los logros del pasado y, durante la recuperación, hacer inversiones que impulsen un futuro más inclusivo, sostenible y resiliente”, afirma la ONU en el informe Shared responsability, global solidarity: Responding to the socio-economic impacts of COVID-19.
Mientras la comunidad científica busca una vacuna a contrareloj, lavarse las manos con jabón y agua sigue siendo una de las medidas más efectivas para evitar contagios y, por tanto, frenar la expansión del virus. Un gesto muy sencillo, pero que es imposible para muchos: en multitud de puntos del planeta el agua es un bien escaso y el agua limpia apta para el consumo y el saneamiento es incluso considerado un bien de lujo. Se calcula que en todo el mundo, más de 2.100 millones de personas no tienen acceso a agua potable o sistemas de saneaminento y de todas ellas, más de la mitad viven en África, según la ONU. Por eso, el ODS 6 se centra de manera exclusiva en garantizar el acceso universal a fuentes de agua limpia y saneamiento para aquellos en situación de vulnerabilidad.
A pesar de los progresos alcanzados en este terreno, “una de cada tres personas en el mundo no tiene acceso a agua potable y dos de cada cinco no cuentan con instalaciones de saneamiento mejoradas que permiten lavarse las manos con jabón y agua”, explica la ONU. La desigualdad de los recursos hídricos no es un fenómeno nuevo, pero tal y como reconoce la organización, “la pandemia de la COVID-19 ha demostrado la importancia crítica del saneamiento, la higiene y el acceso adecuado a fuentes de agua limpia para prevenir y contener enfermedades”.
Más allá del coronavirus, el agua contaminada y la falta de instalaciones sanitarias están relacionadas con la propagación de otras enfermedades que se cobran la vida de miles de personas al año. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala, entre otras, patologías como la malaria, cuyos vectores se reproducen en el agua y que se estima que solo en 2018 mató a 405.000 personas (el 67% menores de cinco años); la helmintiasis, transmitida por “huevos presentes en las heces humanas que contaminan el suelo en las zonas con malos sistemas de saneamiento” y que afecta a alrededor de 1.500 millones de personas, y la diarrea aguda. Esta última es la causa de la muerte de dos millones de personas al año, de las cuales -apunta la ONU- el 90% son provocadas por mala higiene y agua insalubre. Además, es especialmente dura con los niños: más de 800 mueren cada día por diarrea.
Según las estimaciones de la comunidad científica, es probable que dentro de no mucho tiempo el coronavirus cuente con una vacuna. No obstante, epidemiólogos y científicos de todo el mundo apuntan a que esta no es ni será la última pandemia a la que se enfrente la humanidad. En este sentido, una recuperación que no se centre en los Objetivos de Desarrollo Sostenible en general, y en el número 6 en particular, podría convertirse en un mero parche. El acceso a agua limpia y a instalaciones sanitarias es absolutamente necesario para mantener una mínima higiene y dignidad personal y, además, es un impulso para lograr otros objetivos como el de la lucha contra la desigualdad. “El agua y la higiene decente son una clave fundamental para lograr los ODS, incluidos el de buena salud e igualdad de género”, argumenta la ONU. A pesar de ello, mientras haya personas en el mundo que no tengan acceso a agua limpia o que no dispongan de instalaciones de saneamiento toda la humanidad seguirá en riesgo de vivir otra pandemia.