Categoría: Agenda 2030

Las ciudades abren paso a sus habitantes

"Las ciudades son para las personas, no para los vehículos”. Esta declaración de principios hecha hace un tiempo por la directora ejecutiva de ONU Hábitat, Maimunah Sharif, sigue hoy más vigente que nunca. Sobre todo porque, en las últimas semanas, a las grandes ciudades del planeta se les han visto las costuras. Cuando el distanciamiento social se ha convertido en algo necesario para contener la expansión del coronavirus nos hemos dado cuenta de que en las grandes urbes, diseñadas para los vehículos, no hay suficiente espacio para las personas. Y ahora ha llegado el momento de cambiar esa realidad.

La considerable reducción del tráfico rodado y la disminución de la contaminación del aire como consecuencia del confinamiento han evidenciado la urgencia de situar a los ciudadanos (y no a los vehículos) en el centro de la planificación urbanística del futuro, que debe ser más sostenible para cumplir también con los objetivos de reducción de emisiones y la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

Además, el aumento de la población urbana, que según la ONU crecerá en 6 millones de habitantes en 2050, es una amenaza seria para la salud si no se plantea un nuevo modelo de ciudad que vaya ligado a criterios de sostenibilidad. Es por eso que, algunos expertos han señalado a la “nueva normalidad” como un buen escenario para comenzar a alcanzar las metas propuestas por el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11 sobre el desarrollo de espacios urbanos sostenibles.

Londres como hoja de ruta

La última gran ciudad en sumarse a esta corriente reformista es una de las capitales más importantes del planeta: Londres. Sin ir más lejos, la semana pasada, el alcalde de la ciudad, Sadiq Khan, aseguró que el coronavirus cambiaría fundamentalmente la forma en la que los londinenses se desplazan por la ciudad. En una de las mayores iniciativas de reorganización llevadas a acabo en cualquier ciudad del mundo, Londres limitará el acceso con automóviles a una superficie significativa de su casco urbano, cediendo así las calles a peatones, ciclistas y transporte público. El objetivo es claro: además de permitir ese distanciamiento social obligado por el coronavirus, la ciudad reducirá sus niveles de contaminación y la salud de los ciudadanos ganará a corto, medio y largo plazo.

El anuncio de Londres coincide con las propuestas en las últimas semanas de Milán, que peatonizará 35 kilómetros de calles, de París, que invertirá más de 300 millones de euros en crear nuevos carriles bici, o Bogotá, que reconvertirá 76 kilómetros para ciclistas y evitará así aglomeraciones en el transporte público.

Milán, París y Bogotá también han puesto en marcha iniciativas de reorganización en las últimas semanas

En nuestro país, en la última semana más de 1.500 personas firmaron el manifiesto diseñado por el arquitecto Massimo Paolini y dirigido a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, donde se destacaba que la situación actual se presenta como una oportunidad única para llevar a cabo restructuraciones urbanísticas –tanto en la capital catalana como en el resto de ciudades españolas– y devolver la ciudad a las personas.

Según se especifica en el documento, la clave está en otorgar espacio al ciudadano a través de una reorganización de la movilidad. “No podemos seguir adelante si no quitamos espacio al automóvil, que se lleva más de la mitad de la superficie urbana”, explica el arquitecto y experto en urbanismo, José Rodríguez. En este sentido, reducir drásticamente el uso del vehículo privado mediante el fomento de la bicicleta -como ha venido haciéndose en las últimas semanas- , mejorar el transporte público en términos de acceso y frecuencias y ampliar aceras devolvería instantáneamente gran parte del espacio a los peatones. Hay ejemplos que demuestran que funciona, como la ampliación de las aceras  de la Gran Vía madrileña o la supermanzana de Barcelona.

Una ciudad más humana también pasa por apostar por impulsar los espacios públicos a través de la creación de nuevas zonas verdes, la naturalización de solares no edificados o la instalación de huertos urbanos en los diferentes barrios. Claros ejemplos de ello son el anillo verde de Vitoria o el cauce del río Tùria en Valencia. Desde la oficina de arquitectos Paisaje Transversal, que también ha propuesto una decena de medidas post-pandemia, Jon Aguirre destaca el especial esfuerzo que debe ponerse en este aspecto: “Tenemos una agenda urbana a nivel internacional, europeo y nacional. Las ciudades tienen que empezar a desarrollar un plan estratégico que incorpore la resiliencia, la infraestructura verde y la naturalización urbana”.

La desigualdad, el otro gran problema de las ciudades

Más allá del ámbito climático, la sostenibilidad también se dibuja a través de la erradicación de las desigualdades. Repensar la vivienda y garantizar su acceso es otra parte de la reorganización urbana. De hecho, es la primera meta del Objetivo 11 de los ODS que, además, insiste en fortalecer económicamente el desarrollo regional y evitar la despoblación.

Una importante necesidad, como señalan desde Paisaje Transversal, sería acabar de raíz con las llamadas “vulnerabilidades sistémicas”, como son los excesos del alquiler, los espacios domésticos limitados y la pobreza energética. “Desde hace tiempo se ha visto la urgencia de rehabilitación del parque inmobiliario como una lucha contra el cambio climático porque los edificios son grandes fuentes de gases de efecto invernadero”, explica Aguirre.

Rehabilitar es históricamente caro, pero existen ciertas medidas que pueden ayudar a mejorar los edificios más antiguos, como explica José Rodríguez: “Al no estar bien aislados requieren un gran consumo de calefacción y aire acondicionado. Eso podría solucionarse rehabilitándolo energéticamente incluyendo espuma de poliuretano en las fachadas, un procedimiento que no requiere obra interior, es barato y tiene muy buenos resultados”.

Economía al rescate

Como último paso, reorganizar las ciudades requiere replantear el modelo económico. Y esto el coronavirus lo ha conseguido con creces. No solo ha quedado evidenciada la dependencia exterior de bienes de consumo básicos, sino que además ha situado en el centro del debate las dificultades que han atravesado los pequeños comercios y el consumo local. Tal y como marca el arquitecto italiano en su manifiesto, la reorganización urbana debe pasar por impulsar la economía local y el cooperativismo, reutilizar materiales de construcción y reducir el turismo masivo.

Además de estos planes, el despacho de Paisaje Transversal añade políticas públicas en torno a la revitalización económica de barrios, el impulso de energías renovables a escala local y la recuperación de la industria mediante estrategias de renovación de polígonos. A fin de cuentas, el coronavirus ha dejado en evidencia que el desarrollo sostenible solo es posible si se transforma radicalmente la forma en la que administramos los espacios urbanos. Como subraya Aguirre: “Una ciudad sin un plan es una ciudad a la deriva”.

El reciclaje, un escudo del planeta

Reciclaje y medioambiente siempre han ido de la mano. Sin el primero, el segundo estaría cada vez más desprotegido y más expuesto ante la acción del ser humano. Es indiscutible que la manera en la que gestionamos nuestros residuos afectan al planeta de una forma u otra. Pero también a nosotros mismos.

Así lo apuntan algunos estudios como el Global Environment Outlook 6 –presentado por la ONU en 2019 y realizado por un equipo de 250 científicos y expertos de más de 70 países–, que concluye que la contaminación de las aguas, provocada en gran parte por los residuos plásticos, será una de las principales causas de mortalidad en el mundo en el año 2050. Ante estos datos, la gestión adecuada de los residuos y el impulso del reciclaje ya no son una opción: se han convertido en una obligación.

Aunque en las últimas décadas se han dado pasos en la dirección correcta en el camino de la concienciación ciudadana, aún estamos lejos de llegar a la meta. Por eso, cada 17 de mayo celebramos el Día Internacional del Reciclaje; porque es necesario recordar y concienciar sobre la importancia que el reciclaje tiene en nuestras vidas, siendo una de las herramientas más eficaces que hay para luchar contra el cambio climático.

Y eso ya se conocía hace más de tres décadas años, cuando los movimientos ecologistas de los años 70 y 80 comenzaron a denunciar la inacción política respecto a la protección del planeta. No obstante, a pesar de que el origen de este día parece estar en Estados Unidos en 1994, su recorrido está muy ligado al Día de la Tierra, que se empezó a celebrar unos años antes. Fue precisamente en la primera efeméride de la conmemoración cuando salió a la luz el famoso logo del reciclaje que hoy todo el mundo reconoce. Fue creado por Gary Anderson, un estudiante de la Universidad de California que se presentó a un concurso para crear un logotipo que celebrase tal fecha. El resultado ya lo conocemos: una composición sencilla, con tres flechas entrelazadas que representan el ciclo del reciclado. Este es: separar los materiales reciclables, fabricar nuevos productos con ellos y que los consumidores lo vuelvan a comprar.

Con el paso de los años, reciclar se ha convertido en un hábito y la sociedad española parece ser una de las más concienciadas. Sin ir más lejos, según datos de Ecovidrio, 2018 fue un año récord para los envases de vidrio y plástico. El vidrio alcanzó una tasa de reciclaje del 76,5%, tres puntos y medio porcentuales más que en el año anterior, mientras que los envases de plástico llegaron al 75,8%, casi siete puntos más que en 2017 (69%). En cuanto al reciclaje de papel y cartón, este llegó al 80%, y los envases metálicos como las latas de refresco o cerveza superaron el 85%. Los datos brutos en España son buenos, pero no debemos bajar la guardia. Todavía nos queda mucho por aprender; al final de la cadena del reciclado está el planeta y su último eslabón somos nosotros.

La economía circular, más allá del reciclaje

En las últimas décadas, desde las diferentes administraciones y con la ayuda de la sociedad civil se ha trabajado de manera firme en forma de legislación y con campañas de formación ciudadana para incluir en nuestro día a día unos hábitos de reciclaje idóneos. Pero lo que hace años conocíamos exclusivamente como reciclaje ha evolucionado hacía un concepto más amplio que aglutina todo el sistema de producción: la economía circular. Este concepto relativamente nuevo incluye acciones como el uso eficiente de materias primas o la optimización de recursos energéticos. Algunos hablan de las conocidas como “nueve erres”, que definen el ciclo completo de la economía circular: repensar, rediseñar, refabricar, reparar, redistribuir, reducir, reutilizar, reciclar y recuperar energía.

En los últimos meses, la Unión Europea se ha convertido en un referente de la economía circular con la presentación del European Green Deal, cuya hoja de ruta apuesta con fuerza por la economía circular. En concreto, el pasado mes de marzo se presentó en el Parlamento Europeo el Nuevo Plan de acción de economía circular, enmarcado dentro del European Green Deal, y que tiene como objetivo alargar el ciclo de vida de los productos.

El reto de la UE en este campo es importante, ya que la economía europea sigue siendo casi enteramente lineal. Según Frans Timmermans, vicepresidente primero de la Comisión Europea y responsable del European Green Deal, “solo el 12% de los materiales y recursos secundarios vuelve a entrar en la economía”. El objetivo de la Unión es el de transformar los métodos de fabricación de los productos y empoderar a los consumidores para que puedan elegir siempre opciones más respetuosas con el medio ambiente que ayuden a conservar el planeta. Con este plan, la economía circular seguirá arraigando en la Unión Europea: será su nuevo modo de entender la economía.

¡Eres necesario! Recicla y aporta tu granito de arena

Y para conseguir transformar nuestro modelo productivo hacia uno más sostenible, nuestro papel será vital. Reciclar es fácil: solo requiere un poco de compromiso con el medioambiente y que todos ayudemos desde casa en la medida de lo posible. Aunque Internet está lleno de trucos y consejos para hacer nuestro día a día con el reciclaje más llevadero, nosotros te proponemos algunos a continuación:

Diferentes contenedores para diferentes residuos: si tienes espacio, tres cubos de basura pequeños son suficientes para reciclar en casa los envases: plástico, cartón y vidrio. Los colores los podemos elegir nosotros y es recomendable siempre usar bolsas de basura para mantener el higiene. Si no tenemos hueco para poner tres cubos, podemos dividir un cubo en tres con diferentes bolsas. No cabrán los mismos residuos que en cubos diferentes, pero la función que cumple es la misma.

Colocar etiquetas en cada cubo. Porque aunque ya nos sepamos de memoria lo que significa cada color, nunca está de más prevenir y asegurarnos que nunca se nos va a olvidar que va en cada lugar. Incluso la etiqueta puede ser del mismo color que el cubo para asimilar los colores más rápidos.

Reducir el tamaño de los envases. Doblar los cartones de la leche, por ejemplo, o estrujar las latas de refrescos, harán que el espacio que ocupan estos envases sea menor y podamos acumular más residuos antes de renovar la bolsa.

Leer la etiqueta de los envases. La mejor forma de saber qué va a cada sitio, es asegurarnos de lo que nos indica cada producto. La mayoría de estos informan de sus materiales utilizados e incluso te indican el contenedor al que corresponden.

Reutilizar. Probablemente el más importante de todos. Antes de reciclar cualquier producto, podemos ver si nos sirve para darle un segundo uso. Por ejemplo, un envase de vidrio lo podemos reciclar como vaso, jarrón o incluso para guardar legumbres o pasta.

Cuidado con los artículos especiales. En nuestro día a día usamos productos que no podemos incluir en ningún contenedor de los que tenemos en casa pero que son igual de importantes de reciclar. Las pilas, los electrodomésticos y los medicamentos caducados son algunos ejemplos.

#Coronavirus y turismo: una vuelta a los orígenes

Valeria Cafagna

Hasta hace relativamente poco, viajar era una actividad reservada para unos pocos afortunados cuyos ingresos podían costear los altos gastos asociados a pasar unos días fuera del hogar, o incluso de su propio país. Sin embargo, el incremento del nivel de vida medio de los ciudadanos y la reducción considerable de los precios del turismo con la llegada, por ejemplo, de compañías de transporte low cost, han democratizado la actividad del turismo. Ejemplo de este cambio es que en 2019 hubo 1.460 millones de turistas internacionales en el mundo, un crecimiento del 117% respecto al año 2000, según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT). Todo apuntaba a que la tendencia estaba al alza, hasta que el coronavirus ha irrumpido en nuestras vidas.

Las medidas adoptadas para frenar la expansión del coronavirus han puesto al mundo tal y como lo conocíamos en pausa, obligando a muchos sectores económicos a disminuir o incluso frenar por completo su actividad. El turismo es, sin duda, uno de los más damnificados debido al cierre total o parcial de las fronteras y al confinamiento general de la población mundial, lo que ha llevado a los diferentes países a restringir los viajes. “A fecha de 6 de abril, el 96% de los destinos del mundo habían introducido restricciones a los viajes en respuesta a la pandemia. Alrededor de 90 destinos han cerrado total o parcialmente sus fronteras a los turistas, mientras que otros 40 se encuentran cerrados a ciertos turistas, dependiendo del país de origen”, explica el informe Covid-19 Related Travel Restrictions A Global Review for Tourism, elaborado por la OMT.

Todo apunta a un turismo dentro del país, cerca de casa y más corto temporalmente

Aunque todo apunta a que de cara al verano lo peor de la crisis habrá pasado, parece muy improbable que se reactive el turismo internacional. Ese escenario supondría la reapertura de fronteras, algo que para los Estados miembro de la Unión Europea debe consensuarse de manera conjunta. Además, hay que tener en cuenta la huella psicológica que la crisis podría dejar en los turistas del futuro. Al menos, durante un tiempo. “El trauma que supondrá esta crisis sanitaria hará que las personas cambien sus prioridades, y cuando opten por viajar, serán mucho más prudentes y se preocuparán más por su seguridad”, explica en un estudio de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) Joan Miquel Gomis, director del programa de Turismo.

Priorizar la seguridad a la hora de viajar pasa, de manera casi inevitable, por reducir la distancia de los viajes escogiendo destinos nacionales. También cambiará el método de desplazamiento en las largas distancias: los vehículos privados ganarán peso frente a alternativas como el avión, donde guardar distancia social con desconocidos es casi  imposible en la actualidad. La predicción de la revista Forbes coincide con el estudio de la UOC y vaticina un turismo “dentro del país, cerca de casa y más corto temporalmente”. Un patrón que supondría volver a los orígenes de los viajes de hace medio siglo, cuando el turismo mayoritario se resumía en “carretera y manta”.

El turismo nacional ante su gran reto

Esta situación requiere repensar el turismo. Muchas comunidades autónomas ya preparan la puesta en marcha de campañas para promocionar el turismo nacional este verano. En Andalucía, una de las regiones más castigadas por este parón en uno de los sectores principales de su economía, las cifras son alarmantes. Solamente en la Costa del Sol, se espera que hasta cuatro millones de turistas hayan dejado de visitar la zona debido al confinamiento, lo que supondrá 4.000 millones de euros de pérdidas solo en la provincia de Málaga. Por ello, la Diputación de Málaga destinará un millón de euros a una campaña de promoción del destino para atraer al mercado nacional con unos precios competitivos.

Otras comunidades dependientes económicamente en gran parte del turismo ya han solicitado al Gobierno central ayudas económicas para paliar los efectos de la crisis, pero para ello es necesario la colaboración del turista local durante el estío. Incluso en la Comunidad de Madrid, una de la que más viajeros exporta al resto del territorio nacional, la consejera de Turismo y Cultura de la región, Marta Rivera, ha animado a los madrileños a viajar dentro de la provincia para estimular la economía local.

El turismo nacional podría contribuir a reactivar la España vaciada

A priori, todo cambio asusta, pero la alternativa más probable a no participar en el “nuevo” modelo de turismo será quedarse en casa durante las vacaciones. Algo difícil de imaginar para el 62,5% de los españoles, que viaja al menos entre dos y tres veces al año, mientras que sólo el 6% de la población afirma que nunca realiza un viaje, según datos del informe Radiografía del turista español elaborado por Rastreator. Además, lo que en principio no parece ideal, puede derivar en una mejora para las personas y los entornos naturales. "La idea es que la conciencia de salubridad e higiene contra las enfermedades derive en una conciencia a favor de la sostenibilidad", apunta Pablo Díaz, profesor de Economía y Empresa de la UOC. Un turismo sostenible dentro de nuestro propio país puede ser el impulso necesario para cumplir con una de nuestras tareas pendientes: volver a llenar la España vaciada. Teniendo en cuenta que el 90,4% de los viajes de los españoles tienen como destino algún punto del territorio nacional, escoger pueblos y zonas rurales poco conocidas como alternativa ante el tradicional turismo de sol y playa. Con una afluencia de turistas mayor este verano, se conseguirá reactivar la economía de la España rural y se fomentará la creación de nuevos yacimientos de empleos en la zona, un primer paso para afrontar uno de los grandes retos de nuestra sociedad en esta próxima década.

De esta manera, la “nueva normalidad” que vendrá después de la crisis del coronavirus puede contribuir a cumplir la Agenda 2030 optando por un turismo más sostenible. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas tienen como una de sus metas conseguir un modelo de vida en el que nadie se quede atrás y el cuidado del medio ambiente sea la pauta a seguir a la hora de producir y consumir. El abandono de las zonas rurales solo puede traer desigualdad económica entre las urbes y los pueblos, pues como apunta el Plan de Acción para la Implementación de la Agenda 2030, “no es posible alcanzar los ODS dejando atrás las zonas rurales y a sus habitantes".

#Coronavirus y movilidad: las bicicletas se abren paso

Nada será igual después de la pandemia. Tampoco la manera que tienen los ciudadanos de desplazarse dentro de las ciudades. La crisis del coronavirus ha aupado a la bicicleta como el método de transporte idóneo para mantener el distanciamiento físico durante la desescalada y evitar así nuevos contagios. No genera aglomeraciones, es saludable, accesible y, además, permite respirar aire fresco. Durante estas semanas ha ido nombrándose cada vez más este medio de transporte en los discursos del Gobierno hasta tal punto que la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ya ha solicitado a los ayuntamientos que la potencien “como alternativa de transporte limpio y sostenible para la salida gradual de la crisis sanitaria”.

El escenario de reconstrucción que nos deja la crisis del COVID-19 podría suponer ese empujón definitivo para que la bicicleta pase a ser, por fin, una herramienta clave en la transformación de los núcleos urbanos en entornos más sostenibles. Ya está pasando en capitales europeas como Milán y Berlín, donde se están aplicando planes de urgencia para habilitar corredores ciclistas y ampliar zonas peatonales con miras a cambios permanentes que prioricen a los viandantes.

En Milán, capital de la región de Lombardía, epicentro del coronavirus en Italia, las autoridades han entendido que tras la llegada del coronavirus es necesario replantear el modelo de movilidad en la ciudad italiana. El plan bautizado como 'Strade aperte’, algo así como una apertura de caminos, prevé transformar 35 kilómetros de calles en zonas peatonales o con prioridad para peatones y ciclistas. Las medidas, entre otras cosas, comprenden la creación de carriles bici de bajo coste, ampliación y reformas de las aceras y limitación de velocidad de 30 km/h por las calles de Milán.

El escenario de reconstrucción que nos deja la crisis podría ser el empujón definitivo para la bicicleta

Dentro de nuestras fronteras, algunas ciudades como Valladolid también trabajan en planes de movilidad con el objetivo de transformar el modo de desplazarse por la ciudad. Desde el consistorio lo tienen claro: “No podemos cambiar una amenaza para la salud como el coronavirus por otra tan peligrosa como es la contaminación”. El proyecto vallisoletano pasa por ampliar los espacios para peatones y ciclistas a través de la creación de nuevas peatonalizaciones, la delimitación de áreas de restricción para vehículos privados y fomentando el uso del transporte público.

Tal y como demuestra la investigadora Pilar Vega en su estudio “Una década de planes de movilidad urbanística 2004-2014”, en este periodo de tiempo se plantearon en España hasta 250 hojas de ruta regionales y autonómicas con una planificación enfocada hacia la movilidad sostenible. Sin embargo, “la mayoría no tuvieron la trascendencia necesaria para aplicarse adecuadamente”, sostiene. A día de hoy, son muchos los expertos en urbanismo y otros colectivos los que piden al Gobierno que aproveche la situación de la pandemia para evitar que los graves problemas de contaminación vuelvan una vez alcancemos la llamada “nueva normalidad”.

Según explica Vega, muchas de las medidas que se recogen en un plan de movilidad no suponen altos costes y solo necesitan voluntad política. “Ahora las calles tienen apenas circulación, por lo que es fácil adaptar al menos uno de los carriles a la movilidad ciclista mediante un urbanismo táctico con pintura, macetas y bolardos separadores que los delimiten”, señala la experta.

La coordinadora ConBici, que aúna a más de 64 colectivos ciclistas, ya ha propuesto al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico un paquete de medidas a corto, medio y largo plazo para llevar a cabo esta mayor integración de la bicicleta en el día a día de los núcleos urbanos. En el plan se incluye, además, una regulación semafórica para evitar aglomeraciones en tiempos de espera y la reducción de los límites de velocidad para garantizar una mayor seguridad en los desplazamientos. “Ahora que solo puede acceder al transporte público un tercio de la población, tenemos que evitar que el resto se dirija al uso del coche”, destaca Ester Rodríguez, miembro de la coordinadora.

Vega: "Muchas de las medidas de los planes de movilidad no suponen altos costes y solo necesitan voluntad política"

La intermodalidad será un elemento clave en el medio plazo. Esto implica combinar la bicicleta con otros medios de transporte urbanos como los autobuses, el metro, el tranvía o el Cercanías habilitando, por tanto, espacios concretos tanto en los vagones como en las estaciones con el fin de garantizar a los usuarios desplazamientos sin mayores complicaciones, especialmente en grandes ciudades donde las distancias entre los distintos barrios, el centro, universidades, hospitales y lugares de trabajo son más amplias.

El Plan Estatal Estratégico 2016-2024 aprobado hace cuatro años enmarcado dentro de las políticas orientadas a cumplir la Agenda 2030 podría servir de cara al futuro próximo. Este ya concebía en sus áreas estratégicas las redes ciclistas urbanas, periurbanas e interurbanas, destacando como medidas eficaces para el fomento de la circulación segura en bicicleta aquellas encaminadas a la reducción del tráfico de vehículos de motor, “tales como las Zonas 30 o la restricción de vehículos en determinadas áreas para beneficiar a usuarios vulnerables como personas mayores, niños y personas con movilidad reducida”.

¿Qué quedaría entonces que hacer a largo plazo? Todos los cambios infraestructurales necesarios para construir, en palabras de Pilar Vega, “una ciudad próxima, multifuncional, que permita el desplazamiento en modos activos y donde el espacio estancial sirva para mejorar la habitabilidad”.

En resumen: las ciudades responden a cómo están construidas. Por eso, sus habitantes solo se moverán en bicicleta si tienen el espacio necesario para hacerlo. Así lo resume Adrián Fernández, responsable de movilidad en Greenpeace: “Los cambios culturales dependen de los mensajes que se lancen desde las administraciones. Si faltan aceras, las calles nos dicen que el coche es el rey. Si adaptamos un espacio seguro para la bicicleta, estamos diciendo: “oye, anímate y prueba a moverte así”.

#Coronavirus: consejos para una 'mens sana'

La pandemia de la COVID-19 no solo ha tenido un fuerte impacto social y económico en la población mundial, sino también psicológico. Sin ir más lejos, en una entrevista reciente, Dévora Kestel, directora de Salud Mental de la OMS, equiparaba el daño psicológico que puede provocar esta situación al que acontece en catástrofes naturales o periodos de guerra. Son muchos los expertos que advierten de las secuelas que ya se están dejando notar en todos los ámbitos de nuestra vida.

Ansiedad, nerviosismo, problemas de sueño o de concentración e incluso, síntomas de depresión son sensaciones comunes en estas semanas de confinamiento e incertidumbre. Esta situación es especialmente delicada también en el caso del personal sanitario, sobre el que los expertos ya avisan que se registrará con alta probabilidad casos de síndrome de estrés postraumático. Para evitar estas situaciones y cuidar nuestra salud mental durante el confinamiento y el proceso de desescalada anunciado por el Gobierno, instituciones como la propia OMS y los diferentes Colegios de Psicólogos han propuesto una serie de consejos y pautas que se detallan a continuación.

1. Aceptar nuestras emociones y reconocerlas

Este es el principal consejo, pero también uno de los más complejos de asimilar. Según sostienen las diferentes instituciones, sufrir ansiedad o trastornos de cualquier tipo asociados a la cuarentena es algo común. Por eso, no debemos sentirnos avergonzados, culpables o presionados por encontrarnos bajos de ánimo. Ser capaces de reconocer los efectos del aislamiento y formularlos de manera consciente es el primer paso para trabajar en ellos y, sobre todo, para llevar a la práctica el punto dos.

2. No estamos solos y podemos pedir ayuda

Que se deba aplicar una distancia física para prevenir los contagios no significa que estemos solos. Tanto la OMS como los psicólogos de cabecera recomiendan mantener el contacto con la familia y los amigos, ya sea por teléfono o a través de las videollamadas, que han pasado a formar parte de nuestro día a día en el confinamiento. Los especialistas nos animan a apoyarnos en nuestros seres queridos si nos encontramos mal e incluso pedir ayuda online a un profesional.

3. También necesitamos nuestro espacio

Es posible que estés pasando esta cuarentena con tus familiares, tu pareja o tus compañeros de piso. Sin embargo, aunque el calor humano se ha vuelto un bien aún más valioso en estos días, la mayoría de los expertos recuerdan que no debemos sentir culpabilidad por necesitar también tiempo para nosotros. De la misma manera que nos hace falta la convivencia y el contacto con otras personas, a veces también nos viene bien cierta distancia.

4. Infodemia: mejor poco y bien que mucho y mal

El Colegio de Psicólogos de Madrid ha publicado varios artículos en su web estas semanas con recomendaciones sobre las fake news. Según expone esta institución, el exceso de noticias negativas, muchas de ellas inexactas, exageradas o sesgadas, puede llevarnos al pesimismo y la ansiedad. Así que, a pesar de que parezca más propio de portales de fact checking que de terapeutas, se trata de un consejo de mera superviviencia: la sobreinformación en estos momentos puede generar estados de pánico y confusión. Los expertos recomiendan no dejarse llevar por informaciones alarmistas y seleccionar con precaución las noticias que se consumen.

5. Mantenerse activo mentalmente

La frase Mens sana in corpore sano está más de moda que nunca. Ejercitar la mente es esencial, ya que nuestro cerebro es un órgano como los demás que necesita ser oxigenado para funcionar de manera correcta. Los especialistas aconsejan leer, hacer puzles o practicar aquello que permita mantener la mente activa. Entretenerse y relajarse es fundamental en estos tiempos, y cada uno tiene su método.

6. Tomárselo con calma

En estos días de confinamiento, las redes sociales se han llenado de retos y actividades en las que invertir el tiempo. Sin embargo, otra recomendación del Colegio de Psicólogos de Madrid es darse tiempo para no hacer nada si así lo necesitamos. Parece contradictorio, pero desde el Colegio nos indican que, como en todo, la virtud está en el equilibrio. Si nos obsesionamos con tener un aislamiento productivo acabaremos provocando la misma ansiedad que necesitamos evitar. Así pues, se trata de mejorar en el cuidado propio y de los demás, no de juzgarse y autoimponerse más presión de la debida.

Seguir estas pautas para cuidar nuestra mente nos ayudará a paliar los efectos psicológicos de esta situación extrema a la que no nos habíamos enfrentado antes.

#Coronavirus: el ejemplo de los trabajadores en esta pandemia

Valeria Cafagna

El coronavirus ha trastocado nuestras vidas, en muchos casos con una fuerza devastadora. Ni el mundo ni la sociedad española volverán a ser los mismos. Sin embargo, esta trágica situación también ha demostrado, como ya ha ocurrido en otros momentos duros de la historia, que en las mayores dificultades los seres humanos sacamos lo mejor de nosotros mismos. Hoy, 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, rendimos un sincero homenaje a todos aquellos que han demostrado una gran altura moral al ponerse en primera línea de batalla para servir y proteger al resto la ciudadanía:

Los sanitarios, que luchan para cuidar de nuestra salud frente al virus.

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que velan por nuestra seguridad.

Los empleados públicos, que garantizan el funcionamiento de la Administración Pública.

Los empleados del sector alimentario, esenciales en nuestro día a día.

Los transportistas y mensajeros, que conectan recursos y personas a lo largo del territorio.

Los profesionales de los servicios de movilidad, que garantizan nuestros desplazamientos.

Los trabajadores de la industria, que han seguido abasteciendo nuestros mercados.

Los periodistas, que nos informan puntualmente de la evolución de la pandemia.

Y una mención especial a los profesionales del sector energético, que desde el inicio de esta crisis han seguido trabajando para garantizar que la energía llegs a todos los rincones de España. En Red Eléctrica, más de 400 ingenieros y técnicos trabajan 24/7 para garantizar la seguridad y continuidad del suministro eléctrico y por el buen estado de la red de transporte.

La lista de trabajadores a los que debemos estar agradecidos es infinita. A todos les une el mismo modus operandi cada día: ¡mascarilla, guantes y acción! Con valentía y una gran vocación de servicio dejan a diario sus hogares y sus familias para proteger a las nuestras. Por todo esto, ellos deben sentirse orgullosos y, nosotros debemos recordar, cuando superemos esta crisis, que vencimos al virus gracias a su esfuerzo.

Afortunadamente, su implicación no ha pasado desapercibida. Desde el inicio de la pandemia, se generó un movimiento con el que la sociedad civil traslada a diario su agradecimiento. Siguiendo el ejemplo de Italia, cada día, a las 20h, dedicamos un aplauso a todos estos profesionales desde nuestros balcones y ventanas. Este aplauso es mucho más que un reconocimiento. Con cada palmada contribuimos a visibilizar la importancia de estas profesiones que, antes de esta crisis, en muchos casos pasaban desapercibidas. El COVID-19 deja tras de sí una estela de sufrimiento, pero también enseñanzas fundamentales para construir una sociedad mejor.

Por supuesto, el 1 de mayo es el día de todos los trabajadores y, aunque rindamos un tributo especial a los que están al frente de los servicios esenciales, también debemos recordar al resto de colectivos. A los que, desde casa, a través del trabajo en remoto, siguen contribuyendo al progreso económico de nuestro país, a la disponibilidad de muchos otros servicios, a nuestro bienestar físico y mental o a la educación de nuestros hijos.

A todos, ¡gracias!

Un atípico 1 de mayo

La celebración del Día Internacional de los Trabajadores se remonta al siglo XIX en plena Revolución Industrial. Concretamente fue en Chicago, Estados Unidos, donde el 1 de mayo de 1886 se levantó un movimiento obrero multitudinario en el que diversas organizaciones unieron fuerzas para luchar por una jornada de trabajo más digna. El camino recorrido desde entonces ha sido largo, pero los avances han sido inmensos.

Este año su conmemoración será atípica. No se celebrarán las tradicionales manifestaciones o celebraciones multitudinarias. Pero, desde nuestros hogares, seguiremos aplaudiendo a todos los valientes que a diario nos sanan, asisten y protegen en estos momentos.

#Coronavirus: la aceleración del mundo digital

El estado de alarma decretado el pasado 14 de marzo para frenar la expansión del coronavirus ha cambiado radicalmente nuestra vida social. Ya no somos los que éramos. Las casas son ahora también oficinas, aulas de clase, gimnasios y lugares de ocio; las salidas a la calle están limitadas para comprar lo esencial, y el espacio vital de cada uno se ha extendido hasta un radio de dos metros. El aislamiento impide tocar, besar y abrazar a los seres queridos, pero no puede eliminar las ganas de comunicarnos y, sobre todo, de vernos. Desde hace casi un mes y medio la falta de contacto ha encontrado el sustituto –casi– perfecto: las videollamadas.

Las llamadas telefónicas ya no son suficientes. O al menos eso se desprende de los datos sobre el consumo de las apps que incluyen la opción de hablar a través del vídeo. “En los lugares más golpeados por el virus, las videollamadas a través de WhatsApp y Messenger han aumentado más del doble”, detalla Facebook –compañía a la que pertenecen estas aplicaciones– en un comunicado de prensa. En países como Italia, añade, “el tiempo invertido en llamadas grupales (con tres o más participantes) se ha incrementado más de un 1.000% durante el último mes”.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la necesidad de estar conectados no surge por un deseo de ver a nuestra familia y amigos, sino por un imperativo para poder seguir asistiendo a clase o yendo al trabajo? Para realizar el primer tipo de videollamadas es suficiente con tener un Smartphone, mientras que para las segundas hace falta un dispositivo más grande y con mejores prestaciones que nos permita reproducir la experiencia real de estar en el aula o la oficina. Es aquí cuando se evidencian algunas de las brechas digitales que existen en nuestro país.

Las videollamadas han aumentado más del doble en Whatsaap y Messenger

En España, “el 9,2% de los hogares con niños que pertenecen al tramo de ingresos más bajo (900 euros mensuales netos o menos) carecen de acceso a internet. Por el contrario, en los hogares con mayores ingresos el porcentaje de menores sin acceso a internet apenas llega al 0,4”, muestra un informe del Alto Comisionado para la lucha contra la pobreza infantil. La brecha digital implica, pues, una desigualdad educativa.

Otro factor a tener en cuenta a la hora de analizar la brecha digital entre los estudiantes es el acceso a tablets u ordenadores, dispositivos necesarios para poder seguir el ritmo de las clases. La encuesta TIC (Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares) de 2019, señala que “el 23% de los hogares con menores del tramo más bajo de ingresos no tienen ordenador en casa, en comparación con el 1,2% del tramo de ingresos más alto”. En el caso de las tablets la brecha es aún mayor, ya que la diferencia entre la renta más alta y la más baja es de 28 puntos porcentuales.

Además del sector educativo, el coronavirus también ha trastocado el ecosistema laboral obligando a todas las empresas en las que sea posible a trabajar desde casa. El teletrabajo masivo, aunque ha supuesto un desafío para todo tipo de compañías, es casi una utopía para la mayoría de las Pymes. Según los datos publicados en marzo de 2019 por Cifras Pymes, el 99,8% del tejido empresarial está constituido por pequeñas y medianas empresas que emplean al 65,9% de los trabajadores. A pesar de suponer la casi totalidad de la fuerza de trabajo española, “solo el 14% de ellas tienen un plan de digitalización en marcha”, explica Gerardo Cuerva, presidente de la patronal Cepyme, en un artículo publicado en El País. Al bajo índice de digitalización de las Pymes y los autónomos se suma que su actividad laboral diaria suele implicar un mayor trato directo con la gente. Por tanto, la brecha digital también puede suponer un mayor riesgo de contagio.  

Disminuir las desigualdades asociadas a la brecha digital implican, principalmente, inversiones. Por poner un ejemplo, en el artículo mencionado, Cuerva estima que el coste para garantizar el teletrabajo es de “al menos 22.400 euros para una empresa de 10 trabajadores que requiera una instalación básica”. Sin embargo, si hay que sacar algo bueno de las crisis es, como apunta el historiador y filósofo Yuval Noah Harari, su impulso para generar cambios en las sociedades y acelerar procesos históricos ya en marcha. Y ya nos encontrábamos inmersos en medio de una transformación digital: esa Cuarta Revolución Industrial de la que habla el sociólogo y economista Jeremy Rifkin.

Von der Leyen: "La UE debe liderar la transición hacia un planeta sano y un mundo digital"

Quizá, esta pandemia ha ayudado a poner de manifiesto que es crucial acelerar al máximo la transformación digital. No solo porque es clave a nivel competitivo, sino porque ayudaría a reducir las desigualdades existentes y a alinearse con esa Agenda global de Naciones Unidas –Agenda 2030–, que apuesta por el desarrollo sostenible del planeta y sus habitantes.

Al menos así lo aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, durante la presentación del Green Deal, esa hoja de ruta que llevará a Europa a liderar la lucha contra el cambio climático. “La Unión Europea debe liderar la transición hacia un planeta sano y un nuevo mundo digital”, sostenía entonces Von der Leyen. Y añadía: “La digitalización tiene una enorme repercusión en nuestra forma de vivir, trabajar y comunicarnos. Debemos adaptarnos a esta nueva era”.

#Coronavirus y desigualdad: África, la gran olvidada en la lucha contra el coronavirus

A finales de diciembre de 2019 el gobierno chino reportó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) los primeros casos de un nuevo tipo de coronavirus registrado en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei. En cuestión de semanas, otros países asiáticos, como Japón y Tailandia, registraron contagios entre sus ciudadanos. A finales de enero los países europeos y Estados Unidos comenzaban a contabilizar los primeros casos de coronavirus. Mientras los Gobiernos de estas regiones comenzaban a orquestar estrategias para frenar la propagación del virus, el continente africano parecía ser una de las pocas zonas del mundo libre de contagios. Sin embargo, el pasado 14 de febrero Egipto informó del primer caso, poniendo en alerta a la comunidad internacional por las graves consecuencias que tendría la expansión del virus por África.

El coronavirus llegó a África más tarde que al resto de los continentes, pero la oficina regional en África de la OMS ha alertado de que en las últimas semanas la infección ha crecido de manera exponencial y se extiende a gran velocidad. A fecha de hoy (16 abril), ya hay casi 16.000 casos confirmados y se han reportado más de 870 muertes en todo el continente, según datos del Africa Centres for Disease Control and Prevention (Africa CDC). Solo tres países de los 55 que componen África no han declarado ningún caso y en cuatro de ellos –Sudáfrica, Egipto, Marruecos y Algeria– ya son más de 2.000 las personas infectadas.

A pesar de que el desafío que plantea el coronavirus es global, los efectos que este podría desatar si se extiende por África de la misma manera que ya lo ha hecho por Europa o Estados Unidos, son especialmente preocupantes. En primer lugar, porque el sistema sanitario africano carece tanto de recursos materiales como humanos. “África sufre más del 22% de las enfermedades mundiales, pero solo cuenta con el 3% del personal sanitario mundial y menos del 1% de los recursos financieros globales”, explica el doctor Naeem Dalal en el portal del World Economic Forum. Y refuerza estos datos con un ejemplo: “en Zambia, solo hay un médico por cada 10.000 personas”.

África sufre más del 22% de las enfermedades mundiales, pero solo cuenta con el 3% de personal sanitario mundial

Además de la situación de precariedad en la que se encuentra el sistema sanitario africano para hacer frente al coronavirus, el continente se enfrenta desde hace años a otras crisis sanitarias, ya que en África conviven tres de las grandes enfermedades endémicas (la malaria, la tuberculosis y el sida). Y eso no es todo: la epidemia de Ébola no termina de erradicarse, África subsahariana es la región del mundo con mayor riesgo de mortalidad por gripe estacional y solo a finales de marzo de 2020 se reportaron 91 brotes de enfermedades distintas a lo largo de todo el territorio.

A pesar de estos datos, respecto al avance del coronavirus en África los expertos abren la puerta a la esperanza debido a la juventud de la población de la región. Mientras que en el resto de los continentes la edad media de sus habitantes sigue aumentando, en África se mantiene en los 18 años. Este dato se debe a la triste realidad que padece el continente africano: su esperanza de vida se sitúa en los 55 años debido a las condiciones deficientes de vida que sufren gran parte de sus más de 1.300 millones de habitantes. Por muy contradictorio que parezca, esta situación puede convertirse en su gran arma contra el coronavirus. El último estudio sobre los factores de riesgo asociados a las muertes por coronavirus, elaborado por un grupo de científicos chinos y publicado en la revista médica The Lancet, muestra que el riesgo de muerte en el hospital aumenta un 10% con cada año de vida del paciente.

Pero esta “ventaja” poblacional se desvanece cuando se tienen en cuenta las condiciones de vida de la mayoría de las personas del continente. Más de 250 millones de personas pasan hambre y el 39% de los niños de todo el mundo con retraso de crecimiento por malnutrición se encuentran en África, según datos de la OMS. Entre las consecuencias de la desnutrición, explica Unicef, está la posibilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, otro de los factores de riesgo si se produce una infección por coronavirus. A esto se suma la dificultad de seguir alguna de las recomendaciones de prevención del coronavirus, como lavarse las manos con agua y jabón. La ONG Manos Unidas alerta de que en África subsahariana alrededor de 300 millones de personas no tienen acceso a agua potable e higiénica.

La comunidad internacional y las autoridades africanas no tiran la toalla y se aferran a la rapidez de actuación de la mayoría de los países. La directora de la oficina regional de África de la OMS, la doctora Matshidiso Moeti, se muestra ligeramente optimista pero hace hincapié en la necesidad de “descentralizar la respuesta para adaptarla a los contextos locales” y empoderar, así, a las diferentes comunidades. Por su parte, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para África de Naciones Unidas, Vera Songwe, señala la necesidad de una acción global a nivel económico y recuerda que “si un país en África, o en cualquier otro lugar, tiene coronavirus, todo el mundo seguirá teniéndolo”.

#Coronavirus y solidaridad: los ciudadanos se vuelcan en iniciativas sociales

Es probable que al ir a comprar alimentos o a tirar la basura hayas observado algún que otro anuncio en el ascensor o cartel colgado de un balcón que recoja frases como “Todo irá bien”, “Venceremos” o “Gracias sanitarios”. O quizá no los hayas visto estas pancartas, pero seguramente cada día al atardecer te unes a ese aplauso colectivo que resuena en todo el país como muestra de agradecimiento al personal sanitario. Al final, ambos son pequeños gestos humanos que llaman a la esperanza en una situación tan extraordinaria como esta crisis sanitaria. En tiempos en los que la vida se ha vuelto una exigencia en sí misma, la solidaridad vecinal se ha abierto paso hacia una convivencia más amable.

Cada gesto suma

Desde que se decretó el estado de alarma, son muchas las iniciativas solidarias que han aparecido a pequeña escala, en comunidades o bloques de vecinos. En numerosos puntos de España, por ejemplo, se han creado redes de vecinos que se ofrecen a ir a hacer la compra para que aquellos que más lo necesitan, como los mayores y las personas con patologías previas, no tengan que salir a la calle y exponerse al contagio. Una muestra de ello es la aplicación TeAyudo, un proyecto de colaboración vecinal que funciona como una suerte de tablón de anuncios en el que unos publican sus necesidades específicas y otros se ofrecen a ayudar para sacar al perro, ir a la farmacia o cuidar a los niños.

Asimismo, en los últimos días se han popularizado plataformas o apps que sirven para intercambiar objetos o solicitar ayuda a los que se encuentran cerca.  Aplicaciones como Tienes sal o Nextdoor se han convertido en una herramienta eficaz para compartir información entre vecinos, antes desconocidos, y que ahora se presentan (aunque en la distancia) como un punto de apoyo.

Muchas personas se han lanzado a fabricar material de protección como mascarillas

También la tecnología se ha puesto al servicio de la sociedad. Muchos medios de comunicación muestran cómo algunos sanitarios se han ofrecido a convertirse en el nexo entre familiares y pacientes ingresados que se encuentran aislados en el hospital a través de videollamadas. Se trata, sin duda, de una manera de humanizar los cuidados en un momento en que médicos y enfermeros deben cubrirse totalmente por seguridad. ‘Acortando distancias’ es una de esas iniciativas. Puesta en marcha por una enfermera y apoyada por el Ayuntamiento de Madrid, gestiona la recogida de dispositivos móviles, tabletas u ordenadores para facilitar el contacto virtual entre los familiares que se encuentran confinados en sus hogares y las personas ingresadas.

Por otro lado, la falta de escasez de material sanitario está siendo uno de los grandes problemas en la gestión de la crisis del coronavirus en todo el mundo. Por eso, emprendedores, particulares y pequeñas empresas se han puesto manos a la obra para crear equipos de protección para sanitarios e incluso válvulas respiratorias para hospitales, siempre siguiendo los estándares de seguridad necesarios para que sean válidas y cumplan su función de proteger al personal sanitario. Es el caso del ingeniero colombiano Andrés Calderón quien, según explican desde la agencia EFE, dejó de utilizar su máquina para imprimirle juguetes a su hijo y se lanzó a producir productos sanitarios para regalar a los hospitales de la zona.

Por su parte, los estudiantes de toda España también han dado muestras sobradas de solidaridad y responsabilidad. La suspensión temporal de las clases de todos los niveles educativos desde hace más de un mes ha creado una brecha digital entre los alumnos, ya que los más desfavorecidos no cuentan en muchos casos con la tecnología necesaria en sus hogares para seguir las clases de forma online. Por ello, han surgido iniciativas destinadas a paliar estas desigualdades. Una de ellas, Universitarios Contra la Pandemia, tiene como objetivo ayudar de forma gratuita a alumnos de primaria y secundaria con clases online y material de refuerzo para que no se queden atrás. Además, el grupo llamado Vengadores UCM, formados por alumnos de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense atiende a los alumnos que no cuentan con los conocimientos tecnológicos necesarios para seguir el curso por Internet.

La cultura se hace notar

Conciertos, festivales, obras de teatro, presentaciones de libros… Debido a la situación de emergencia, la actividad del mundo de la cultura se ha paralizado. Sin embargo, los artistas no han dudado en utilizar las redes sociales para amenizar estos días. Músicos y cantautores también han querido poner su granito de arena y han encontrado en las diferentes plataformas online una oportunidad para hacer llegar su música a todas las casas con conciertos en directo a través de Instagram, Facebook o Youtube. Sin ir más lejos, a inicios de mes, la cantante estadounidense Lady Gaga anunciaba un festival benéfico a través de internet para recaudar fondos para la lucha contra el coronavirus.

En nuestro país, han sido varias las iniciativas en este sentido. El #YoMeQuedoEnCasaFestival ya ha celebrado tres ediciones en el mes de confinamiento que llevamos a nuestras espaldas. Numerosos artistas, algunos conocidos para el gran público como Beret o Sidecars, y otros con menos nombre y que se están abriendo camino en el mundo de la música han amenizado algunos de estos largos días que vivimos en la actualidad. Los números hablan por sí solos de la generosidad de los participantes: 163 artistas y 83 horas de música en apenas un mes y tres ediciones.

Más de 163 artistas han realizado conciertos virtuales en estos días de confinamiento

Otro de los sectores que se está volcando estos días para hacer el paso de las horas más llevadero es el de la gastronomía. Un claro ejemplo es el #15Días15KilosFest, una iniciativa de diferentes personas que aportan recetas con un toque personal en Instagram para endulzarnos los días y las noches con platos como las milhojas de burrata y tomate raf, las virutas de alcachofa con jamón o la torrija a su estilo.

Hoy hablamos de esas historias de solidaridad que tejen vínculos, refuerzan el sentimiento de grupo y nos hacen más llevaderos los días. Salimos a nuestras ventanas y balcones para disfrutar de un concierto improvisado, de una obra de teatro o para aplaudir junto a ese vecino con el que quizás nunca hemos hablado. Porque en esto estamos todos estamos juntos. Si la pandemia tiene alguna parte positiva, es que ha primado la solidaridad y la empatía. Hemos abandonado el yo para acoger el nosotros.

Un viaje virtual a la naturaleza: ocho propuestas cinematográficas

Imagen de la película Honeyland

Pese a que la situación por la que actualmente atravesamos no es la que ninguno habría deseado, cada día estamos más cerca de retomar la normalidad, nuestra cotidianeidad. Por el momento, estamos afrontando el confinamiento con cierto estoicismo, pero también hay que reconocer que abstraerse de la realidad en la que vivimos a veces se hace a veces cuesta arriba. Hoy iniciamos un largo puente en el que muchos recordamos viajes entrañables y experiencias divertidas. Y, como este año no puede ser, proponemos un viaje, al menos virtual, por muchos de esos parajes de una naturaleza que hoy se antoja lejana pero que sigue ahí, pendiente de que la descubramos, de que la protejamos.

A continuación se detallan algunas propuestas culturales y de ocio para pasar estos días recordando la dimensión que la naturaleza tiene en nuestras vidas y lo importante que es saber transmitirlo a las generaciones más jóvenes.

Una verdad incómoda (2006), Davis Guggenheim

Probablemente el primer gran documental que puso en el centro del debate mundial el problema del cambio climático. La idea de hacer un documental surgió en 2004, tras una charla sobre el clima de Al Gore, el que fuera vicepresidente de los Estados Unidos bajo el mandato de Bill Clinton. La cinta, que obtuvo dos premios Óscar, se ha convertido en un imprescindible en escuelas y universidades de todo el mundo.

Wall-E (2008), Andrew Stanton

Una joya más de Pixar que reflexiona sobre el consumismo desmesurado del ser humano. Situada en el año 2800, en un planeta Tierra devastado y sin vida humana en el que un pequeño robot (Wall-E) sigue haciendo el trabajo para el que fue creado años atrás: limpiar toda la basura del planeta. La cinta hace reflexionar sobre si nuestro estilo de vida es realmente sostenible y compatible con la naturaleza.

Avatar (2009), James Cameron

Una película que en su momento rompió todas las listas de cintas más taquillera de la historia y que nos presentaba Pandora, un planeta alternativo al que el ser humano viajaba en busca de un mineral que ayudase a acabar con los problemas energéticos en la Tierra. Cuando la ciencia ficción se acerca tanto a la realidad quiere decir que algo estamos haciendo mal, ya que en 2009 planteaba problemas todavía muy presentes en 2020.

Interstellar (2014), Christopher Nolan

Uno de los mejores directores de la actualidad, Christopher Nolan, nos muestra un futuro que tampoco parece muy descabellado: todos los recursos se están agotando y nuestro planeta tiene las horas contadas. La única solución es salir al espacio exterior para buscar otro lugar en el que poder habitar y salvar así la raza humana. Sin llegar a situaciones tan extremas, la explotación desmedida de los recursos en la actualidad puede tener consecuencias devastadoras en el futuro.

El olivo (2016), Icíar Bollaín

Película española que narra la historia de un árbol, un olivo centenario, que es vendido en contra de la voluntad de su dueño a una empresa para plantarlo en un edificio en Europa. La cinta de Icíar Bollaín defiende la importancia del patrimonio natural y pone de manifiesto la importancia que puede llegar a tener la naturaleza en nuestras vidas.

Capitán fantástico (2016), Matt Ross

Narra las aventuras de una familia grande, con seis hijos, que viven en las afueras de Oregón, en Estados Unidos, huyendo de la civilización y renunciando a la tecnología. Esta obra protagonizada por Viggo Mortensen, puede ser considerada una utopía pero nos recuerda que es posible vivir más en contacto con la naturaleza en nuestro día a día.

Nuestro planeta (2019), Alastair Fothergill

Es uno de los documentales más exitosos de Netflix, y eso quiere decir algo. Una producción que se rodó en más de 50 países y que hace una defensa a ultranza de la lucha contra el cambio climático. Visualmente brillante, avisa de que dentro de 20 años “el colapso de la Tierra será inevitable”, y para hacernos reflexionar, que mejor que ver a todas las víctimas de esta catástrofe ambiental que estamos provocando.

Honeyland (2019), Ljubomir Stefanov y Tamara Kotevska

La gran triunfadora de la última edición del famoso festival cinematográfico de Sundance es una cinta documental que sigue la vida de una criadora de colonias de abejas que vive en soledad en un remoto pueblo balcánico de Macedonia del Norte. El orden natural de la zona se ve amenazado cuando una familia se instala en el pueblo e intenta dedicarse también a la cría de abejas. Es una bella alegoría sobre el impacto que el ser humano tiene en la naturaleza y lo frágil que es el equilibrio entre ambos.