Categoría: Transición energética

La rehabilitación energética de nuestros edificios: mucho más que un cambio de fachada

Caminamos por las calles sin saber que más de un tercio de los edificios que observamos a nuestro paso tienen más de 50 años de antigüedad. Son una joya arquitectónica, un recuerdo vivo del crecimiento del mayor desarrollo de la edificación de toda la historia de España, pero también un pesado lastre para el planeta: demandan más del 30% del consumo de energía en nuestro país. De hecho, más de la mitad de ese consumo corresponde exclusivamente al sector residencial. Si tenemos en cuenta que al menos la mitad de viviendas están construidas sin ningún tipo de aislamiento y que tan solo un 3% cumple con los estándares de la normativa actual, llegamos a una realidad insalvable: las ciudades del futuro tienen que asegurarse de que los edificios ya existentes apuesten por la sostenibilidad.

Hasta 14 millones de viviendas españolas tienen deficiencias graves en cuanto a su eficiencia energética

Cuando hablamos sobre rehabilitación energética no hablamos solo de retocar la fachada. Hay que mirar primero lo que tenemos frente a nosotros: materiales incapaces de almacenar el calor, distribuciones poco eficientes, ventanas mal construidas, aislamientos deficientes… la lista es extensa. Con el objetivo de escribir el punto y final del despilfarro energético, el Programa de Rehabilitación Energética de Edificios (PREE) del Gobierno de España destinará 300 millones de euros a ayudas para la rehabilitación energética de edificaciones y la descarbonización progresiva que permita alcanzar la neutralidad climática en 2050. 

El Ejecutivo advierte en el informe que teniendo en cuenta que actualmente se están construyendo unas 80.000 viviendas al año y que el parque construido ronda los 26 millones de edificios, de los cuales 14 millones tienen deficiencias graves en cuanto a su eficiencia energética, no se podrán conseguir los objetivos sin actuar de forma intensiva sobre lo que ya está construido., Así, la meta es rehabilitar un total de 300.000 viviendas de aquí a 2030. Para hacerlo subvencionará cambios en la envolvente térmica, la sustitución de calderas por opciones renovables y la mejora de la eficiencia de la iluminación. No hay una solución óptima pero sí una infinidad de soluciones distintas. 

Luchando contra la pobreza energética desde la rehabilitación

La mala eficiencia energética agrava la situación de más de un millón de hogares españoles en pobreza energética. En los Objetivos de Desarrollo Sostenible este término ocupa un lugar prioritario, ya que es necesario eliminarlo para garantizar la justicia social y la sostenibilidad de nuestra sociedad. Las ciudades en particular y los municipios en general son el escenario principal del cambio energético. Bajo la premisa de que todos aportamos, Red Eléctrica de España ha trabajado junto a la Federación Española de Municipios y Provincias en la elaboración de una Guía para la transición energética en las entidades locales que aborde los principales retos a los que se enfrenta la sociedad española desde cada consistorio, cada casa, cada habitación. 

El documento pretende dar respuesta a, entre otros aspectos, la rehabilitación de edificios, una estrategia clave para reducir el número de habitantes afectados por la pobreza energética: cambiar las ventanas, por ejemplo, puede ayudar a ahorrar hasta un 25% en las facturas y aislar térmicamente fachadas y cubiertas puede reducir la cifra a la mitad. Por otro lado, instalar termostatos y sistemas de ajustes ayudan a evitar el derroche energético. Otras medidas estructurales útiles son los sistemas domóticos, que permiten gestionar la demanda eléctrica y que pueden ser una gran técnica de cara a la habitabilidad energética de las viviendas. Cuanto más inteligente el hogar, más sostenible es nuestra forma de vida.

Priorizar las viviendas con alto grado de deterioro es un aspecto clave

Sin embargo, indica la guía, no podemos prestar atención solo a la parte más práctica: también es importante impulsar líneas de ayuda para las familias con menos recursos. Proponer planes para la rehabilitación, que prioricen la vulnerabilidad y la falta de recursos de los habitantes en las viviendas con alto grado de deterioro, es un aspecto clave a la hora de enfocar la sostenibilidad del parque de viviendas. A fin de cuentas, nuestra vida cotidiana depende de servicios energéticos fiables y asequibles para funcionar de forma equitativa.

España avanza en sostenibilidad energética

Este 2020 ha sido un auténtico temporal en alta mar. La ola que más nos ha afectado ha sido, sin duda, la de la pandemia del coronavirus. Pero como toda marea, la de 2020 trae también otras olas preocupantes: la de la recesión económica y la del cambio climático, que ha quedado relegado a un segundo plano debido a la imperante necesidad de enfocarse en la urgencia de la crisis sanitaria. Es importante que recordemos que una crisis nunca viene sola y que ahora la clave está en acelerar el trabajo para poner freno a los efectos de un cambio climático que sigue sobrevolándonos a diario. 

El Consejo Mundial de la Energía no deja de hacer hincapié a través de su informe World Energy Trilemma 2020 -elaborado junto con la consultora Oliver Wyman- en la necesidad de “humanizar la energía” dotando a los avances en sostenibilidad de un enfoque más social que preste atención a una redistribución más justa de los recursos, solucione la brecha de acceso energético entre países y permita evolucionar hacia un escenario más verde a través de una tecnología más asequible. 

España avanza en sostenibilidad e igualdad en el acceso energético, pero debe mejorar en seguridad energética

«Esta pandemia está provocando un gran impacto en el camino hacia la transición energética. Han aparecido nuevas formas de trabajar en ello, así como claros ganadores y perdedores», indica el informe, que analiza además la evolución de 130 países en materia de equidad, seguridad energética y sostenibilidad. En el primer puesto de la clasificación global de este índice se sitúa Suiza. En el último (108), Nigeria. España se encuentra en el puesto número 15 por detrás de 12 países europeos, como Italia, Reino Unido, Francia o Austria. Hemos mejorado en sostenibilidad y en igualdad en el acceso energético, pero aún hay camino por recorrer en seguridad energética. ¿Qué podemos mejorar?

En busca de una menor dependencia

La seguridad energética consiste en garantizar el suministro de energía de manera sostenible medioambiental y económica, a través del abastecimiento exterior y la generación de fuentes autóctonas, en el marco de los compromisos internacionales. En este ámbito, España obtiene una puntuación del 65,7 en respuesta a la caída de la capacidad de almacenamiento, lo que nos lleva a situarnos en el puesto 25. Compartimos cifra con Portugal y Rusia. No obstante, en diez años, hemos mejorado las tres subcategorías: dependencia de importaciones, almacenamiento y diversidad de generación de energía eléctrica. 

Las instituciones públicas son conscientes del reto al que se enfrenta nuestro país en cuanto a la garantía de una distribución energética justa. De hecho, según los datos del Ministerio de Exteriores, el 44,9% de la energía primaria consumida proviene del petróleo; el 22,3% del gas natural y el 11,6% de la energía nuclear. Además, España tiene una importante dependencia en las importaciones puesto que el 70% de la demanda energética se cubre de esta forma.  

El 70% de la demanda energética se cubre con importaciones

El cambio climático es una ficha esencial en este puzzle: el sector energético, como indicaba en 2015 la Estrategia de Seguridad Energética Nacional, es altamente sensible a los efectos producidos por el cambio climático. La disminución de las precipitaciones, el aumento de las temperaturas o el cambio abrupto en el régimen de los vientos puede incidir en la demanda de los recursos y afectar al rendimiento de muchas centrales energéticas. 

El anteproyecto de la Ley de Cambio Climático fija, para 2030, generar el 70% de la electricidad con energías renovables y mejorar la eficiencia energética en al menos un 35%. 

En 2030 el 70% de la electricidad deberá proceder de energías renovables

Sin embargo, quedan más asuntos por resolver: invertir adecuadamente en las infraestructuras, crear más interconexiones energéticas y fomentar una política energética que garantice el funcionamiento del mercado interior de la energía para hacernos menos dependientes del exterior.

La pandemia como escenario sobre le que improvisar

España puede presumir de puntuar muy alto en materia de igualdad de acceso a la energía, un 92,4. En cuanto a la sostenibilidad energética -la capacidad de un país para mitigar los efectos del cambio climático a través de la eficiencia energética y su distribución, la calidad del aire y la descarbonización- el informe destaca que los países con los sistemas energéticos más sostenibles se encuentran en Europa, donde destaca el crecimiento del uso de energías renovables. La preocupación por la sostenibilidad ha llevado a nuestro país a obtener un notable alto (79,8) superando a territorios como Bélgica, Portugal, Irlanda o Los Países Bajos. El Consejo Mundial de Energía lo achaca a la aprobación de la Ley de Cambio Climático y los objetivos de acceso a las energías renovables así como a la descarbonización y los nuevos modelos de negocios. 
En este último año, a pesar de la tormenta, hemos sido capaces de incrementar la producción eléctrica renovable y de reducir las emisiones de dióxido de carbono per cápita. ¿Y qué ocurrirá tras la pandemia del coronavirus? ¿Caminaremos hacia atrás? Ni siquiera el Consejo Mundial de Energía es capaz de predecirlo pero, en esta situación de incertidumbre asegura que «líderes energéticos, instituciones y políticos deben explorar de forma constructiva este escenario sin precedentes explorando la situación para llegar a la línea de meta: una política energética que, combinada con este contexto, garantice la transición ecológica más beneficiosa».

La huella ecológica de la revolución digital

En Internet no existe el tiempo ni el espacio. Sus puertas siempre están abiertas a nuestro mundo. Marshal McLuhan, el famoso filósofo canadiense, ya vaticinó en los años sesenta que Internet -aunque por entonces no existía ese término- se convertiría en una extensión de nuestro cuerpo, una prolongación que formaría parte de nosotros por y para siempre. No estaba equivocado: hoy en día ya hay más de 4.500 millones de usuarios navegando diariamente a través de mails, páginas webs y redes sociales. Toda nuestra vida está en la nube. A veces, vivimos más en Internet que en la vida real. 

Lo que McLuhan no pudo vaticinar con tanta precisión fue la huella de carbono de esta revolución digital. El sector IT ya representa el 7% del consumo global de electricidad, lo que implica un gasto de recursos que inevitablemente deja una emisión de dióxido de carbono tal sobre nuestro planeta que, según estiman los expertos, supera al de la aviación, responsable del 12% de las emisiones. 

A pesar de todo esto, las Naciones Unidas insisten en que la digitalización es capaz de acelerar y fomentar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para reducir las desigualdades y alcanzar un mundo más justo, con mejores condiciones laborales y sociales. Si queremos avanzar en la revolución digital en busca de un mundo mejor es necesario que lo hagamos de la forma más limpia posible.

El impacto de nuestra actividad digital

Si Internet fuera en país, ocuparía el sexto puesto entre los más contaminantes

Si Internet fuera un país, ocuparía el sexto puesto entre los más contaminantes. Aunque no veamos de forma instantánea el daño que provoca sobre el medio ambiente, como sí podemos hacerlo con un coche, todos los recursos que se necesitan para que el mundo digital funcione -almacenamiento de datos, antenas de emisión, sistemas de refrigeración…- implican un consumo ingente de electricidad que no siempre proviene de fuentes de energía renovables, pese a los avances y compromisos por descarbonizar el sector eléctrico y reducir su emisión de gases. ¿Cuánto podemos llegar a consumir en nuestra actividad digital durante un día? 

Como demuestra este reportaje de El País, realizado con la colaboración del grupo de investigación Alarcos, de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), enviar un mensaje de 280 caracteres en Twitter consume un total de 177 vatios por segundo. A su vez, en esta red social y en Facebook, un GIF puede llegar a requerir más de un centenar de vatios por segundo. Hasta un simple emoticono implica un gran consumo: más de 140 vatios por segundo. En 40 segundos, la actividad global en Facebook y Twitter llega a costarnos más de 800 kilos de CO2. 

Por otro lado, cada segundo se envían 2,5 millones de correos electrónicos en todo el mundo, lo que equivale a 4 gramos de CO2 emitidos al medio ambiente. Si al día se escriben 236 mil millones de correos, la cifra se torna especialmente preocupante. Lo mismo ocurre con Youtube: según este artículo de The Guardian, cada 10 minutos consumidos en un vídeo equivalen a un gramo de CO2. Un dato que se torna preocupante si tenemos en cuenta que en 42 segundos, los internautas a nivel mundial llegan a consumir tres millones de vídeos. 

Los centros de datos, en el punto de mira

A pesar de que el tamaño de la huella de carbono que generamos día a día con nuestra actividad digital sea nuestra responsabilidad, lo cierto es que estas emisiones están íntimamente relacionadas con la forma en que las empresas digitales utilizan los recursos energéticos. La clave está en los centros de almacenamiento de datos, lugares físicos con la tecnología de computación necesaria para almacenar y alojar páginas webs. A nivel global, los centros de datos consumen más de 416 teravatios de electricidad al año, un 40% más que el consumo de todo Reino Unido.

Los centros de datos consumen un 40% más que el consumo de todo Reino Unido

No obstante, son muchas las empresas que están trabajando por reducir su huella de carbono digital. Google, que acoge en su servidor más de 5.000 millones de búsquedas al día, ya ha dado el primer paso hacia una red más sostenible comprando energía sin emisiones de carbono de forma ininterrumpida para sus centros de datos. Netflix, por su parte, anunció el año pasado su intención de reducir a cero las emisiones de carbono alimentándose de energía hidráulica y eólica. Facebook también presume de basar el 67% de su consumo en energías limpias, igual que iTunes (83%), Youtube (56%), Whatsapp (67%) e Instagram (67%). 

Nosotros, como individuos, también podemos contribuir al cambio centrándonos en consumir servicios digitales en dispositivos más pequeños, cerrando las ventanas del navegador que no estemos utilizando, apagando el router por las noches,y, sobre todo, utilizando servicios digitales que hayan diseñado una estrategia clara y efectiva para combatir el CO2. Solo sumando esfuerzos conseguiremos un mundo digital más verde y un planeta más sano. 

Francia apuesta por la transición ecológica para reactivar su economía

Liberté, egalité, fraternité. Este lema es mundialmente conocido por promover valores sobre los que reside el espíritu de la sociedad francesa. Pero la crisis del coronavirus, sin duda, ha sacudido las entrañas galas y ha puesto a prueba esos tres conceptos básicos de libertad, igualdad y fraternidad. Una segunda ola de COVID-19 podría asestar la estacada definitiva a una economía que lleva más de medio año en recesión’. Con una incidencia de 600 contagios por cada 100.000 habitantes, Francia ha decretado el toque de queda en nueve ciudades, lo que sin duda tendrá un impacto notable sobre la economía, pero a su vez ha anunciado un rescate millonario para impedir el colapso del país.

El ‘plan France Relance’ asciende a 100.000 millones de euros, es decir, un tercio del presupuesto francés

El conocido como France Relance se hace más necesario que nunca. “100.000 millones es la cantidad que nuestra economía necesita para recuperarse”. Con estas palabras, el primer ministro francés, Jean Castex, anunciaba a principios de septiembre el ambicioso plan para recuperar los niveles económicos de antes de la pandemia para 2022. Un plan con el que Francia apuesta fuertemente por esa transición energética en la que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, lleva tiempo trabajando en el seno de la Unión Europea. 

Fuente: Oliver Sampson

Competitividad, cohesión social y transición

Dicen que cada crisis puede entenderse en clave de oportunidad y parece que el Ejecutivo galo se ha propuesto utilizar la recién estrenada recesión para acelerar el cumplimiento del Horizonte 2030 en el país. Competitividad, cohesión social y transición son los tres pilares básicos sobre los que descansa France Relance que, como asegura el Gobierno, pretende evitar  los errores de la crisis financiera de 2008. Para ello, este rescate a la francesa se formula como una combinación de gastos y desgravaciones fiscales que pretenden frenar la destrucción de empleo y recuperar el ritmo de crecimiento en apenas dos años, a la vez que se descarboniza la economía para hacerla más verde y sostenible

Los 100.000 millones de euros que constituye este nuevo paquete de medidas equivale a un tercio del presupuesto del Estado y se suma a los 470.000 millones movilizados de manera urgente desde el inicio de la crisis para cubrir el paro parcial y los préstamos para empresas. Además, como recuerda el primer ministro francés, supone casi cuatro veces más que el plan de recuperación de 2008. Todo ello hace que este plan se erija como uno de los más ambiciosos de los presentados hasta ahora por los grandes países europeos. El 40% del monto total estará financiado por los fondos europeos aprobados para la recuperación y 40.000 millones se destinarán tan solo a mantener a flote París, motor económico del país. 

France Relance, además, pretende crear 160.000 empleos nuevos para paliar así la oleada de personas que se han quedado sin trabajo como consecuencia del parón económico derivado de los confinamientos.  

Impulso de la transición ecológica y la descarbonización

30.000 millones (casi un tercio del plan) viene anunciado con el distintivo verde

De los miles de millones con los que contará este fondo francés de recuperación, 30.000 millones –lo que equivale a casi un tercio del plan– viene anunciado con el distintivo verde. Así, como demanda la Unión Europea –y, cada vez más, la sociedad–, el dinero se destinará a propulsar la transición energética, especialmente en sectores como el transporte y la movilidad urbana, aunque también servirá para impulsar la renovación energética de edificios, la descarbonización de industrias y empresas y dar el pistoletazo de salida a una transición agroecológica. Pero Francia también apostará por una reconversión hacia las energías renovables, de las que el hidrógeno verde producido con energías limpias– se llevará 2.000 millones de euros.

El hidrógeno verde será financiado con un total de 2.000 millones

El Gobierno francés también ha anunciado que destinará 35.000 millones de euros para frenar la deslocalización industrial y mejorar la competitividad empresarial. Y habrá un paquete destinado exclusivamente a la cohesión social y territorial, entre cuyas medidas destacan las inyecciones presupuestarias al empleo joven y las inversiones en el sistema hospitalario, que se busca reforzar después del estrés al que ha sido sometido a lo largo de toda la pandemia. Además, Macron y Castex han anunciado que habrá un paquete de 800 millones en ayudas directas a familias y colectivos vulnerables.

Francia se enfrenta, en estos momentos, a la peor caída de su Producto Interior Bruto desde la Segunda Guerra Mundial. Por eso, el Gobierno intenta poner todos los recursos a su alcance para que el PIB no se encoja más allá del 11% previsto y, a la vez, se consiga doblegar la curva de contagios de esta segunda ola que podría llevarse muchas vidas por delante. La salida de la crisis económica y sanitaria parece que será verde o no será. 

El ahorro energético, clave para la reducción de emisiones

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El 21 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro de Energía, una conmemoración que nació con el objetivo de invitar a la reflexión y afianzar un consumo racional de la energía.

Esta iniciativa pretende impulsar la eficiencia energética como elemento clave para abordar los retos medioambientales y reducir las emisiones globales de efecto invernadero.

Las tecnológicas avanzan hacia la descarbonización total

La tendencia, si bien avanza a través del tejido empresarial global, se revela en una imagen lenta, casi estática: la energía limpia, según afirman científicos de todo el globo terráqueo, es un deber moral; la única forma, afirman, de mantener en pie nuestro hogar común. No es sorprendente, por tanto, la aparición de numerosas incursiones en este terreno, aún demasiado fértil. Quizás por su cercanía a una constante innovación, son las grandes empresas tecnológicas aquellas que más parecen comprometerse con un uso neutro de la energía.

Entre los abundantes ejemplos tenemos, de hecho, a gigantescas corporaciones como Samsung, cuyas previsiones incluían el uso completo de energía limpia 100% renovable para este año (si bien sus cálculos no incluían el estallido de una pandemia global). Mientras tanto, Amazon, una de las compañías a nivel internacional con mayor consumo de energía verde, no cesa en su adquisición de granjas eólicas. Apple, por otro lado, no solo utiliza fuentes de energías renovables para su total consumo eléctrico, si no que es la compañía que posee los paneles solares privados más grandes de Estados Unidos.

Se trata del mayor comprador corporativo de energía renovable a nivel global

Es Google, sin embargo, quien suele acaparar el liderazgo en todas las listas de las compañías más responsables con el medio ambiente. Es por ello que se sumerge, de nuevo, en la ambiciosa —y necesaria— senda de la responsabilidad ecológica. Según los planes de la empresa norteamericana, su consumo en 2030 se producirá a través de una energía completamente limpia. Cabe recordar que no es el primer paso ofrecido en esta dirección: el gigante tecnológico ya consiguió cancelar su deuda de carbono mediante la compensación de las emisiones generadas (esto es, una inversión económica en proyectos de corte ecológico proporcional a las toneladas de CO2 generadas), alcanzando una huella de carbono cero en 2007. La corporación californiana también consiguió igualar su consumo de energía con alternativas completamente renovables. Es, de hecho, la primera gran empresa que ha conseguido un logro de este calibre. Se trata del mayor comprador corporativo de energía renovable a nivel global. Según afirma Sundar Pichai, CEO de la compañía, «la ciencia es clara: el mundo debe actuar ahora si queremos evitar las peores consecuencias del cambio climático».

Más allá del uso de energía renovable

Estas acciones se incluyen dentro del ámbito conocido como responsabilidad social corporativa y, como toda faceta, requiere de una comunicación precisa y efectiva. Aún con la implementación de este tipo de medidas colectivas, un 18% de los consumidores se define como incapaz de valorar el compromiso social de las corporaciones: aunque se tomen medidas, éstas se desconocen. En el gigante tecnológico, sin embargo, confluyen ambos factores, por lo que el hecho de que repita cada año una posición de liderazgo entre las distintas compañías globales no es ninguna casualidad. Es por esta clase de medidas, en parte, por las que se mantiene desde hace un lustro —según la consultora RepTrak— como la empresa con la reputación más positiva entre el público. No en vano, la percepción de un comportamiento corporativo responsable puede llegar a construir hasta un 40% de su reputación a ojos del consumidor medio.

Según informa la empresa californiana, todos los actos serán suministrados mediante energía limpia: cada correo electrónico enviado a través de Gmail, cada búsqueda mediante Google, cada vídeo visto en YouTube y, por supuesto, cada trayecto realizado con Google Maps. La nube global de la compañía es actualmente, tal y como afirman, la más limpia de la industria. La consecución del nuevo compromiso, fechado para el año 2030, conllevaría una producción de energía libre de carbono total. Ésta contaría con hasta 5 gigavatios, lo que podría estimular inversiones limpias de hasta 5.000 millones de dólares. Se trata, por tanto, de un paso más allá de la tradicional estrategia de la utilización de energía renovable como simple mecanismo de compensación; estaríamos, en definitiva, ante infinitas operaciones que contarían únicamente con una energía libre de carbono como motor en todo momento y lugar. Estas cifras, que pueden resultar ininteligibles, cobran significado a la sombra de una sencilla comparativa: la eliminación de emisiones aquí propuesta equivaldría a la retirada de más de un millón de vehículos al año. A su vez, esta ruta ecológica podría llegar a producir entre 8.000 y 20.000 empleos, todos de carácter «verde»

La eliminación de emisiones aquí propuesta equivaldría a la retirada de más de un millón de vehículos al año

Las acciones de Google, sin embargo, no se hallan destinadas tan solo a sus propias repercusiones. Dentro del marco propuesto, la compañía se ha comprometido también a reducir las emisiones de carbono de múltiples ciudades en una gigatonelada, una cantidad equivalente a las emisiones que podría llegar a crear un país del tamaño de Japón. Google prevé también prestar apoyo a diversas compañías y socios comerciales. Otras decisiones, sin embargo, se centran más en las decisiones individuales de los usuarios. Así, Google incluirá la posibilidad de encontrar bicicletas de uso público y puntos de recarga de vehículos eléctricos en el callejero global de Google Maps. En muchos países del continente europeo también se incluirá la opción, a través de Google Flights, de encontrar vuelos con menos emisiones de carbono.

Puede, sin embargo, que sea una de las empresas que más éxito ha alcanzado en sus propuestas, pero Google no es la única compañía dispuesta a reducir o eliminar la contaminación de la totalidad de sus actividades. Es parte de un contexto, de un hecho, del que el universo corporativo parece cada vez más consciente: que todos respiramos el mismo aire.

Europa aumenta su ambición climática y digital

EP Plenary session - State of the Union

Es el momento de la ambición climática europea. La UE se encuentra ante un momento crucial de su historia tras la pandemia, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no ha dudado en redoblar su apuesta por la agenda verde como mecanismo de salida ante la crisis sanitaria y económica que sacude al mundo. Al menos así lo aseguró el pasado miércoles cuando, durante su primer discurso sobre el Estado de la Nación, anunció un aumento del recorte de las emisiones de “al menos” el 55% (respecto a los niveles de 1990) en vez del 40% actual para 2030.

Se trata, según asegura Von der Leyen, de una meta “ambiciosa pero alcanzable” que, aunque pueda parecer “insuficiente para algunos y excesiva para otros” es más necesaria ahora que nunca. La Comisión lleva meses advirtiendo de que posponer la acción climática no era una opción. “Para hacer frente a la crisis de la COVID-19 necesitamos políticas macroeconómicas expansivas, y el Green Deal ofrecerá un doble beneficio: la inversión necesaria para la transición es del mismo calibre que la necesaria para la recuperación. Así que, ¿por qué escoger una cuando podemos tener las dos?”, explicaba hace apenas unas semanas, el vicepresidente de la Comisión y encargado de la agenda verde, Frans Timmermans.

"El objetivo climático de 2030 es ambicioso pero alcanzable y beneficioso para Europa"

Así, la propuesta de aumento de la ambición climática, que deberá ser sometida a votación en el Parlamento Europeo en octubre, pretende garantizar que se alcance el objetivo de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro y el del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura planetaria en 1,5ºC.

Para llevar a cabo esta hazaña, la Comisión cuenta con el Fondo para la Recuperación de Europa de 750.000 millones, de los cuales, un 37% se gastará directamente en el Green Deal. Además, se fijará un objetivo para que el 30% de los fondos del plan de recuperación, financiado a través de la emisión de deuda, sea “a través de bonos verdes”.

La apuesta por la digitalización

“Esta tiene que ser la década digital de Europa”, explicaba la alemana. Pero para eso, aseguraba, se deben dejar claros los principios de privacidad, conectividad, libertad de expresión, libre circulación de datos y ciberseguridad. En esta línea, las actuaciones de la UE se articularán en torno a diferentes ejes que incluyen la creación de una nube informática europea y una identidad electrónica europea segura, la apuesta por la conectividad en cada población y una inversión de 8 mil millones de euros en superordenadores y otra inversión para la expansión del 5G, el 6G y la fibra.

Un refuerzo del sistema sanitario

Si bien la Unión Europea está todavía en proceso de recuperación, también quiere estar preparada para futuras pandemias. Por eso, durante el discurso sobre el Estado de la Unión se anunció la creación de una agencia europea de investigación y desarrollo biomédicos avanzados, así como la construcción de una Unión Europea de la Salud más fuerte, con el refuerzo del programa EU4Health, de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC).

Plan para la migración

Desde 2015 Europa busca cómo gestionar la crisis migratoria. Ahora, apenas dos semanas después del incendio del campo de refugiados de Moria (Grecia), Von der Leyen ha anunciado un plan sobre migración y asilo que la Comisión presentará este miércoles 23 de septiembre y que, según asegura, incluirá un “enfoque humano”. Asimismo, la presidenta ha subrayado la necesidad de solidaridad con los países en primera línea de llegadas.

Edificios contra el cambio climático

A inicios de julio, el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto por el que se regula el Programa de Rehabilitación Energética de Edificios (PREE) propuesto por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El plan, que contempla una línea de ayudas de 300 millones de euros orientadas a mejorar la eficiencia energética en edificios, será supervisado por el Instituto para el Ahorro y la Diversificación de la Energía (IDAE) y subvencionará cambios en la envolvente térmica, sustitución de calderas por opciones renovables y mejoras en la eficiencia de la iluminación en edificios construidos antes de 2007. Todo, con el objetivo de contribuir a descarbonizar el parque de edificios nacional, que actualmente supone el 30% del consumo de energía de España.

Pero llegar a la meta del Green Deal europeo de alcanzar la neutralidad climática en 2050 requiere de actuaciones todavía más ambiciosas. Por este motivo, el pasado junio, el Gobierno de España ya actualizó la Estrategia a largo plazo para la Rehabilitación Energética en el Sector de la Edificación en España (ERESEE 2020), una iniciativa que, avalada por la Unión Europea, y alineada con las políticas europeas de reactivación económica frente la COVID-19 y con estrategias nacionales como el recién aprobado PREE -incluido en el Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030-, pretende ser la hoja de ruta para renovar el parque nacional de edificios residenciales y no residenciales, y convertirlo en uno de alta eficiencia energética y descarbonizado de aquí a 30 años. Actualmente, las cifras sobre gasto energético exigen esta transformación: casi un 50% del consumo de energía final en Europa se destina a calefacción y refrigeración; de ella, el 80% se consume dentro de los edificios.

La ERESEE fue aprobada en 2014 y, desde entonces, la propuesta ha ido renovándose cada tres años para adaptarse a las nuevas realidades y exigencias sociales. Las dos versiones previas –2014 y 2017– fueron las mejor valoradas por el Joint Research Centre, el grupo evaluador de la Dirección General de Energía de la Comisión Europea. En la última ocasión, solo Francia alcanzó la misma puntuación que la estrategia española, la más alta de las 31 estrategias presentadas.

Casi un 50% del consumo de energía final en Europa se destina a calefacción y refrigeración

Como en las versiones anteriores, esta nueva actualización de la estrategia hace referencia a la necesidad de una transformación -que sea rentable a nivel económico- de los edificios existentes en edificios de consumo de energía casi nulo. Sin embargo, incluye novedades como políticas y acciones destinadas a todos los edificios públicos, establece una hoja de ruta con indicadores de progreso medibles, trata el problema de la pobreza energética y realiza un proceso de participación pública que permite recoger la visión de los distintos sectores que juegan un papel decisivo para la renovación energética de los edificios.

Además, el documento señala la posibilidad de que los hospitales sean un sector prioritario en la reforma de los sistemas de climatización y ventilación, sobre todo tras la pandemia, que también ocupa un lugar prioritario en el texto. Según se indica, “la COVID-19 ha venido a sacudir el mundo con unas consecuencias a largo plazo que todavía no podemos vislumbrar”. Y aunque no se han modificado las previsiones de consumo ni de inversión (porque el texto comenzó a redactarse antes), sí se hace especial hincapié en la importancia que tiene el disponer de una vivienda que reúna unas condiciones adecuadas, no solamente considerando su confort térmico, sino también acústico y lumínico.

La estrategia española se enmarca en un contexto regional –y global– que persigue una mayor eficiencia energética. En la Unión Europea, esta apuesta queda reflejada en el Green Deal presentado a principios de este año por la Comisión Europea, en el que se refiere a la necesidad de rehabilitar energéticamente el parque inmobiliario de los Estados miembro. Concretamente, el Renovation Wave es el texto que recoge que, para alcanzar este objetivo, será necesario promover un desarrollo urbano sostenible que invierta en la eficiencia energética de los edificios. Pero para lograr esta meta, no solo hace falta una legislación, también es esencial la contribución de todos los agentes sociales.

Los sistemas de climatización, clave para la eficiencia

Hasta un 99% de las viviendas experimentan pérdidas de calor innecesarias

En una vivienda, los electrodomésticos son los que más energía consumen. Pero no hay que limitarse con identificar el problema, sino que se pueden emprender múltiples iniciativas para reducir el gasto energético. Sobre todo en verano, cuando el aire acondicionado se convierte en nuestro mejor aliado. Bajar las persianas durante el día y abrir las ventanas por la noche o mantener la temperatura del termostato a 24 grados, son algunas de las recomendaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) para los meses de más calor. Sin embargo, durante el resto del año también es posible reducir el derroche energético empleando bombillas LED o aparatos electrónicos de bajo consumo.2020

Consejos para ser energéticamente eficiente en verano

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En verano llegan las vacaciones, la desconexión y, sobre todo, el calor. En esta época, ser energéticamente eficientes en casa es un gran reto. Sin embargo, pequeñas acciones diarias como bajar las persianas en las horas de más calor y abrir las ventanas durante la noche o mantener el termostato a 25 grados pueden ayudarte a ahorrar energía.