Categoría: Transición energética

Megalópolis: el futuro del urbanismo

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Si te dijeran que las ciudades acogen a más de la mitad de la población mundial, ¿qué porcentaje de la superficie terrestre pensarías que ocupan? La respuesta es cuando menos impactante: solo representan el 2%. Sin embargo, su relativamente pequeña dimensión no impide que consuman más de dos tercios de la energía mundial ni que sean responsables de más del 70% de las emisiones de dióxido de carbono. Si le damos la vuelta a estos datos, los núcleos urbanos presentan un gran potencial para liderar el cambio hacia una economía sostenible y desarrollar soluciones de producción y consumo de energías limpias y eficientes que permitan recuperar la salud del planeta. Aunque todavía queda camino por recorrer, ya se están empezando a registrar cambios importantes en algunos puntos del globo.

Las ciudades son responsables de más del 70% de las emisiones de CO2

En la actualidad, más de 100 ciudades obtienen hasta un 70% de su electricidad de fuentes renovables como la hidráulica, la geotérmica, la solar o la eólica, según datos de Carbon Disclorure Project (CDP), una organización que evalúa las políticas medioambientales de las grandes urbes. El ranking se elabora a partir de datos obtenidos tanto del sector público como del privado y es el resultado de un análisis de cómo las ciudades gestionan las emisiones de gases de efecto invernadero y de cómo adaptan sus políticas a riesgos relacionados con el clima o la seguridad del agua. Reikiavik es quizás uno de los casos más evidentes de ciudad líder en fuentes renovables: el 100% de la energía que consume es geotérmica —una fuente limpia e inagotable— o hidráulica. Y esto no sucede solo en la capital islandesa, sino en todo el país. Por un lado, la tierra del fuego y el hielo es una zona de gran actividad volcánica, que genera una cantidad de energía suficiente para administrar el total de los sistemas geotérmicos del país. Por otro lado, los glaciares cubren el 11% del territorio y, cuando se deshielan, proporcionan los recursos necesarios para transformarse en energía hidráulica. Por si fuera poco, en los últimos años, Islandia ha maximizado sus líneas de actuación energética para convertirse en un país de carbón neutro antes de 2040. Lejos de allí, también Dubái se ha marcado una meta ambiciosa: que en 2050 el 75% de su energía provenga de fuentes renovables. Para ello, ha hecho una fuerte inversión en el proyecto de construcción de una ciudad sostenible, situada a unos 30 kilómetros de distancia del actual centro urbano. El objetivo a alcanzar en este nuevo núcleo es que la totalidad de la energía sea limpia. Así, las casas se han construido con materiales ecológicos y están recubiertas con una pintura reflectante que ayuda a rebajar las altas temperaturas. Además, todos los edificios disponen de paneles solares (algo verdaderamente práctico, teniendo en cuenta la cantidad de horas de luz del emirato), electrodomésticos eficientes, sistemas inteligentes de aire acondicionado y tecnología puntera diseñada para reducir el consumo de energía y agua.

Reikiavik, Dubái y Vancouver son algunas de las que ya han apostado por un modelo 100% renovable

En la misma línea, la ciudad más verde de Canadá, Vancouver, es otro ejemplo urbano que se abastece casi en su totalidad de energía limpia procedente de presas hidroeléctricas. Desde 2007, sus emisiones de CO2 se han reducido un 33%, lo que llevó a que ya en 2015 se marcase un objetivo todavía más exigente: convertirse en una ciudad 100% renovable y reducir las emisiones de dióxido de carbono un 80% antes de 2050. Para ello, su estrategia pone el foco en los dos principales responsables de la presencia de gases de efecto invernadero, el transporte y los edificios, que solo en 2014 fueron responsables del 90% del total de las emisiones. Una de las grandes propuestas del Gobierno estatal para llegar a la meta fijada es la de desarrollar edificios inteligentes y vehículos impulsados por energía eléctrica y biogás. Con todo, estos casos concretos de ciudades implicadas en la transición hacia un sistema energético global más limpio son todavía insuficientes para alcanzar el imperativo de mantener la temperatura global de la Tierra a 1,5ºC acordado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático solo dos años después de la firma del Acuerdo de París: se necesitan más urbes implicadas, ya que nunca antes los esfuerzos de ese 2% del territorio que representan las ciudades fueron tan necesarios para garantizar la supervivencia del planeta.

Sostenibilidad y finanzas, el binomio indisoluble de la transición energética

Aunque se habla de la transición ecológica como uno de los principales retos a los que tendremos que hacer frente, su puesta en marcha no es una cuestión que permita hablar de ella en futuro, sino en presente. Las empresas de todos los tamaños juegan un papel fundamental para garantizar la sostenibilidad del sistema no solamente en términos medioambientales, sino también económicos. Pero, ¿cómo pasar de un sistema a otro sin dejar a nadie atrás? ¿Cómo puede el sector financiero adaptarse a los cambios necesarios para frenar la emergencia climática? ¿Están siendo las compañías capaces de poner en valor sus modelos de sostenibilidad? ¿Qué papel están jugando los inversores en la implantación de estos modelos?  Analistas y expertos de todos los ámbitos debatieron sobre la necesidad de pasar a una economía más verde en la segunda jornada del evento Creando juntos un futuro sostenible organizado por el Grupo Red Eléctrica.



Emilio Ontiveros

 

Presidente de de AFI (Analistas Financieros Internacionales)
«Hasta ahora, algunos emisores han tenido financiación verde para hacer proyectos marrones. Cada día será más difícil hacer esto. En ello, es clave la señalización: no hay que estigmatizar la regulación porque a los mercados no se les puede dejar solos»


Carmen Gómez de Barreda

 

Consejera de Red Eléctrica Corporación y Presidenta de la Comisión de Sostenibilidad de Red Eléctrica
«Los objetivos tienen que ser aspiracionales y concretos, pero también alcanzables. Por mucho que orientes tus políticas, si no hay una actitud que impulse al cambio, no conseguiremos que los objetivos sean factibles»


Miguel Santisteve

 

Fundador y director de Leader’s Arena
«Está claro que el sistema capitalista dominante hasta hoy ha generado una desconexión entre las maneras de invertir y los retos que se nos plantean, como la emergencia climática o la desigualdad. Por eso es importante ver a compañías como Red Eléctrica implicadas en los ODS»


Mª Dolores Solana

 

Directora de Gestión de Fondos de Santander Asset Management - Banco Santander
«La sostenibilidad ha pasado de ser una alternativa de inversión de moda a ser una imperiosa necesidad, y todo lo que es necesario es rentable. En el mundo empresarial, no hay nada más verde que la ética»


Rafael García de Diego

 

Secretario general y del Consejo de Administración de Red Eléctrica 
«El consejo no puede delegar la toma de decisiones en materia de sostenibilidad porque es un compromiso ineludible de la empresa. Tampoco en materia de riesgos, que necesitan conocimiento y tiempo de seguimiento porque las circunstancias cambian».



Salomé Bouzas


Analista de Fondos y Gestión de Carteras de Tressis 

«Los dos principales retos son hacer un marco normativo para todos y facilitar que sea el cliente final el que exija que las empresas cumplan con criterios de sostenibilidad. Como podemos obligarlo, así que tenemos que hacer que sea él el que la reclame». 


Juan Prieto

 

Fundador y director de Corporance Asesores de voto (ECGS)
«Nos gusta la palabra ‘sostenibilidad’, porque indica algo claro a largo plazo en medio de la sopa de siglas, pero necesita una definición. Cada compañía debe de establecer sus objetivos dentro de sus parámetros legales y de sus inversores».


Teresa Quirós

 

Directora Corporativa Económico Financiera de Red Eléctrica
«Somos una compañía en bolsa, por lo que mantenemos un diálogo fluido con inversores, analistas y clientes. Entre ellos, cada vez más se entiende que las compañías tienen que ser sostenibles a largo plazo».


Tomás Gallego


Director Financiero de Red Eléctrica 
«Uno de los aspectos más relevantes de la transición ecológica es cómo vamos a financiarla. Red Eléctrica en 2017 acometió la primera financiación sostenible sindicada de una utility en Europa y desde entonces hemos avanzado en una regulación que nos permitirá acompañar a la transición y desarrollar emisiones verdes».


 

Enrique M. Blanco

 

Director de Financiación Corporativa e Institucional de ICO
«Además de los bonos verdes, hay que recordar que los bonos sociales también forman parte de las políticas de sostenibilidad y son parte de las alternativas que existen para financiar la transición ecológica». 


Casimir Ferrer

 

Gestor de Carteras de Renta Fija Senior y coordinador de Bonos Verdes para Europa (ISR) de Zurich Insurance
«El rating de una agencia marca tu consumo de capital y ratios de solvencia. Sería ideal que eso se integre y estandarice de aquí a unos años vista».



Fernando Torija

 

Jefe de División en España de Financiación de sector privado en el Banco Europeo de Inversiones 
«Ahora todas las compañías se están tratando de diferenciarse por temas verdes. No solo estamos viendo industrias que emiten bonos, préstamos o incluso hipotecas con las etiquetas de verde, sostenible o circular. No es una moda, es una ola imparable que durará hasta que estemos totalmente descarbonizados».


Aya Batyrbekova

 

Jefa de Departamento de ESG en ISS Corporate Solutions en Europa, Oriente Medio y África 
«Las empresas están incorporando los ODS en sus objetivos y es importante que la junta directiva esté comprometida con su cumplimiento. El consejo de administración tiene que encontrar el balance entre los objetivos y, sobre todo, identificar aquellos que les identifiquen de verdad».


Red Eléctrica presenta su hoja de ruta sostenible

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“Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. Esta es, quizá, una de las citas más famosas que se le atribuyen al reconocido humorista y actor Grouxo Marx. Más de 40 años después de su muerte, la ingeniosidad del cómico sigue aflorando en conversaciones y situaciones cotidianas y, sin embargo, el humor se esfuma al aplicarse a los grandes desafíos de nuestro siglo.

“Cuando hablamos de sostenibilidad no tenemos otros principios más allá de los definidos por Naciones Unidas en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ni podemos ni debemos cambiarlos”, ha recordado Antonio Calvo, director de Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de Red Eléctrica de España, durante la jornada Creando juntos un futuro sostenible. El reto de los ODS, organizada por la compañía como antesala del cuarto aniversario de la aprobación de la Agenda 2030.

En una sesión dirigida a los proveedores, Calvo ha presentado los principales retos en sostenibilidad a los que a los que se enfrenta el sector energético en el futuro más inmediato. Grupo Red Eléctrica se ha fijado once objetivos par luchar contra los desafíos globales con horizonte a 2030. La lucha contra la emergencia climática, garantizar el acceso de energía no contaminante para el total de la sociedad, alcanzar la igualdad de género o la adaptación a la cuarta revolución industrial (la digital) son algunos de los retos más cercanos en su horizonte.

Pero no son los únicos. Según ha señalado la directora corporativa de Sostenibilidad y Relaciones Externas de REE, Fátima Rojas, la compañía bucea en las metas definidas en la Agenda 2030 para contribuir con el progreso sostenible desde todos los frentes. “El Grupo Red Eléctrica se ha comprometido a reducir un 40% sus emisiones de gases de efecto invernadero de aquí a 2030”, ha anunciado Rojas.

Se trata de uno de los once objetivos definidos por la compañía para luchar contra los desafíos globales. Le siguen la integración del 100% de las energías renovables en el sistema eléctrico y el alcance de la paridad de género en el equipo directivo, así como la creación de una hoja de ruta que impulse a la compañía para convertirse en líder de la economía circular y la definición de una cadena de valor responsable.

En esta línea, el responsable de Departamento de Sostenibilidad, Vicente González, ha hecho un llamamiento a los proveedores: “Os proponemos establecer una alianza del mayor alcance posible para que tracemos juntos un camino que nos lleve a la reducción de la huella de carbono”.

Este septiembre, Red Eléctrica ha lanzado un proyecto para reducir la huella de carbono en el que los diferentes eslabones de la cadena de suministro pueden unirse para contribuir a crear un espacio de colaboración en el ámbito de la sostenibilidad. De esta manera, se busca recopilar información directa sobre las emisiones de gases de efecto invernadero que permita identificar nuevas oportunidades para acelerar el trayecto hacia ese futuro que será sostenible, o no será.

Fátima Rojas

Directora corporativa de Sostenibilidad y Relaciones Externas de REE

"Queremos explicar a los grupos de interés cuál es nuestro compromiso con la Agenda 2030, porque nos enfrentamos a retos que tienen una dimensión cada vez mayor. Es imprescindible que todos trabajemos juntos para afrontarlos".

 

Antonio Calvo

Director de Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de Red Eléctrica de España

"Ha transcurrido una tercera parte del tiempo que tenemos para cumplir los ODS y solo hemos colgado carteles pesimistas. ¡No vamos a llegar!, nos decimos. Por eso, necesitamos es generar ilusión, con un espíritu positivo y de colaboración: tarde o temprano llegaremos a 2030 con los deberes hechos".

 

Vicente González

Responsable de Departamento de Sostenibilidad

“En Red Eléctrica queremos ser una compañía a la cabeza de la economía circular. No podemos seguir consumiendo como estamos consumiendo, o acabaremos consumiendo completamente al planeta”.

¿Por qué China quiere controlar el mercado de las renovables?

china

En gran parte del mundo se está gestando una revolución: la de las energías renovables. Ya son muchos los Estados que tratan de abastecer las necesidades energéticas de la sociedad de una manera sostenible y limpia. No es para menos: a diferencia de las reservas de combustibles fósiles, finitas y altamente contaminantes, las fuentes de energía renovable están al alcance de nuestras manos. La energía hidráulica, la bioenergía, la solar, la geotérmica o la eólica por las que cada vez más naciones apuestan están, desde una perspectiva global, todavía infraexplotadas.

Desde la ONU y la Agencia Internacional de Energía, aseguran que una economía totalmente basada en las renovables brindaría a los países un mayor grado de independencia energética, lo que, a su vez, proporcionaría una mayor seguridad para sus economías, incluso si dependieran de terceros a la hora de conseguir materiales y piezas para construir las instalaciones necesarias para ese despliegue “verde”. En este contexto se alza China: el gigante asiático es, actualmente, el mayor productor, exportador e instalador mundial de paneles solares, turbinas eólicas y, dígase de paso, vehículos eléctricos. Es más, en 2017 copó más del 45% de las inversiones globales en energía renovable, pero ¿a qué se debe esta “visionaria” apuesta?

El 39% de los puestos trabajos en el sector de las energías limpias se han creado en China

Sin embargo, la gran dependencia de los combustibles fósiles del gigante asiático pone en jaque la conversión total del país hacia las energías verdes —con una población estimada de 1.395 millones de habitantes, sus necesidades energéticas son difíciles de suplir, por el momento, solo con fuentes limpias— y se presenta, a su vez, como uno de los mayores retos a los que se tendrá que enfrentar en las próximas décadas. Sin embargo, la intención y las políticas e inversiones hacia este nuevo futuro están ahí, impulsadas en parte por un Gobierno que ha mostrado su preocupación por el cambio climático y por la contaminación que asfixia las grandes ciudades chinas.A pesar de ser uno de los mayores contaminadores del planeta, China lidera la carrera de la transic

 

ión energética a nivel mundial. Eso sí, no solo apuesta por las energías renovables a nivel nacional —donde, poco a poco, van ganando más relevancia—, sino que también promueve su expansión en el exterior. Si la inversión doméstica ya dobla la estadounidense y europea combinadas o, lo que es lo mismo, excede los cien mil millones de dólares anuales, la exterior superaría los 32.000 millones de dólares. Esta tendencia sugiere que China será, en un futuro no tan lejano, uno de los actores más relevantes en el sector de las renovables y toda la tecnología relacionada con ellas.

No podemos olvidar que esta lenta transición energética también favorece el mercado de trabajo. En todo el planeta, el sector de las energías limpias ya emplea a más de once millones de personas, y la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA) cree que esta cifra no hará más que crecer. El 39% de todos estos puestos de trabajo se han creado en China, y actualmente hay aún muchos proyectos nuevos a la espera de aprobación. Así, esta industria parece estar consolidándose en el país asiático, que ve en ella una gran oportunidad para convertirse en la mayor potencia mundial a nivel energético y, tal vez, de imponerse a Estados Unidos en sus particulares guerras comerciales.

Los Ángeles, capital del Green New Deal

Los Ángeles (California), la segunda ciudad más importante de Estados Unidos después de Nueva York –al menos en cuanto a superficie y población– acaba de aprobar un Green New Deal, un plan que busca mejorar la eficiencia de las infraestructuras, transformar las tradicionales fuentes de energía en unas más limpias y regenerar los sistemas de protección social para que sean más justos. Así, la capital de la fama pretende convertirse en el centro de la vanguardia mundial en la lucha contra el cambio climático.

La expresión que da nombre al paquete de medidas administrativas no es casual, sino una adaptación del New Deal económico que impulsó el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt entre 1933 y 1938 para sacar al país de la Gran Depresión del 29. Con el tiempo, el concepto se ha convertido en todo un símbolo y, ahora, las nuevas propuestas políticas se lo han apropiado, redirigiéndolo hacia la sostenibilidad.

Los Ángeles aspira a tener un 80% de coches con cero emisiones en menos de dos décadas

Según el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, L.A (como se conoce popularmente a la ciudad) aspira a tener un 80% de coches con cero emisiones en menos de dos décadas. “No se trata de eliminar los automóviles, pero sí de que no sean contaminantes”, ha repetido en múltiples ocasiones el político norteamericano. Al final, el propósito es que de cara a 2045, el 100% de la electricidad provenga de fuentes renovables.

Lejos de ser una propuesta deliberada, esta decisión nace como remedio a las malas prácticas en las que ha venido incurriendo hasta ahora la ciudad de Los Ángeles: es todavía el paradigma de transporte contaminante e ineficiente y la zona con peor calidad de aire de toda norteamérica. Durante las décadas de los 80 y los 90, el problema se acentuó incluso hasta el punto de que los ciudadanos tuvieron que reducir sus actividades al aire libre por la constante presencia de smog, esa oscura y densa niebla contaminante, causante de algunos de los problemas respiratorios más graves.

Con la llegada de Garcetti a la Administración municipal, las líneas políticas han dado un brusco giro. El alcalde demócrata considera que para que L.A. sea una ciudad sostenible hay que tomar decisiones radicales y rápidas: el Green New Deal obligará a que los nuevos edificios de propiedad de la ciudad, así como las renovaciones de mayor calado, sean completamente eléctricos. Asimismo, se exigirá que la totalidad de los edificios sean netos en carbono para 2050 y se eliminará de manera paulatina la espuma de poliestireno, las pajitas de plástico y los envases de un solo uso para 2028.

Según se recoge en el programa, se espera también reducir el número de viajes por carretera de vehículos personales y, por contra, fomentar el uso del transporte público, las bicicletas o los traslados a pie. Se incluye además la intención de reciclar el 100% de las aguas residuales para 2035 y construir una red eléctrica con cero emisiones de carbono que permita un suministro de energía renovable del 80% en 2036.

Los cálculos de la repercusión de las medidas son optimistas: se salvarán 1.600 vidas, se evitarán más de seiscientos ingresos hospitalarios, se ahorrarán dieciséis mil millones de dólares en atención médica. Por no mencionar, que está programada la plantación de no menos de noventa mil árboles para 2021 y la creación de cerca de cuatrocientos mil empleos verdes para 2050.

California se coloca al lado de Nueva York en la resistencia contra Donald Trump

De esta manera, junto con estados como Washington o Hawái, California se sitúa en la resistencia frente a un Gobierno federal, capitaneado por Donald Trump, escéptico sobre el cambio climático, que retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París en 2017. Los Ángeles compite con Nueva York para ser la gran esperanza demócrata y medioambiental. Esto es Hollywood, pero en versión ecológicamente real.

El futuro eléctrico que se avecina

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¿Qué pensaría Thomas Edison si levantase la cabeza y viera que hoy las bombillas pueden encenderse con la luz del sol? Como buen genio, seguramente al visionario le encantaría observar cómo el actual sistema energético evoluciona, no sin traspiés, hacia la descarbonización, la descentralización y la digitalización. Concretamente esta última, según el director general de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), José María González Moya, “nos permitirá una mejor gestión de los recursos y una mayor conciencia sobre cuándo y de qué manera consumimos energía”. La máxima expresión de esa conciencia parece ser el autoconsumo, una opción renovable que poco a poco ha ido conquistando el sector energético y que, sin duda, tendrá un lugar privilegiado en el futuro.

Al menos así lo prevé la Agencia Internacional de Energía Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés), que en su último informe apunta a que el 50% del consumo final de la energía en el mundo será electricidad y, de ese porcentaje, el 86% tendrá origen renovable. “Las ventajas del autoconsumo son muchas”, recuerda González Moya. Y es que no solo permite al cliente final generar energía de forma limpia, implicarse en la gestión energética y contribuir así en la lucha contra el cambio climático, sino que también supone un ahorro económico gracias a la gran competitividad que han alcanzado las tecnologías como los paneles solares. Sin embargo, las placas fotovoltaicas ya no son lo que eran. Cada día salen al mercado nuevas e innovadoras soluciones que convierten a esta tecnología en un material de construcción atractivo y estético que puede acoplarse en los edificios y que, de cara al futuro, podría llegar a rediseñar la imagen de las ciudades.

No hay más que ver, por ejemplo, los paneles solares fotovoltaicos integrados en las tejas cerámicas de los tejados que ha desarrollado una empresa holandesa. Pero, además de estas tejas negras, han patentado también unas de terracota que podrán utilizarse en edificios históricos protegidos sin alterar su belleza y armonía.

La Agencia Internacional de Energía Renovable señala que el 86% de la energía eléctrica del mundo será limpia

¿Y si las tejas o paneles solares fueran las hojas de árboles y plantas a través de las cuales generar energía eléctrica? Lo que era inimaginable en la época de Edison es ya una realidad gracias a una compañía española que parte de la fotosíntesis para generar electricidad. Un sistema eléctrico recoge la energía que la planta produce en este proceso natural (electrones y H2O) y produce energía que permite conectar automáticamente teléfonos móviles a la red a través de una conexión NFC (Near Field Communication) implantada en lo que parecía ser tan solo la maceta de la planta.

Plantar árboles es una potente herramienta para combatir el cambio climático. Y aquí innovación y digitalización juegan un papel clave. Porque gracias a los drones se pueden detectar rápida y fácilmente espacios de reforestación. Lauren Fletcher, antiguo ingeniero de la NASA, ha creado una empresa que se encarga precisamente de esto. Su dron Robin es capaz de sobrevolar los espacios más escabrosos y plantar 120 árboles en un minuto. Su objetivo, sembrar 500.000 millones de árboles para 2050.

El futuro es eléctrico y aunque el uso de las renovables va en aumento, todavía queda camino por recorrer. Para ello debe darse primero “un importante cambio social e industrial”, además de “un refuerzo de la I+D en energía que incluye la necesidad de seguir en los avances tecnológicos en las energías solar fotovoltaica y eólica, así como a propiciar el desarrollo de otras formas de energía, como la eólica marina o la solar termoeléctrica”, apunta Julio Usaola, catedrático de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Carlos III.

“A medio plazo, las baterías de ion de litio serán las que tengan un mayor recorrido; a largo plazo, será el hidrógeno”

Afortunadamente, en nuestro país se ha apostado fuertemente por el campo de la Investigación, Desarrollo e Innovación en el sector de las renovables. Así lo corrobora el Estudio del Impacto Macroeconómico de las Energías Renovables en España que indica que el sector aportó 247 millones de euros en 2017 a I+D+i, un 3,3% de su contribución directa al PIB. “Esto es casi el triple que la media española (1,2%) y muy superior a la media de la Unión Europea (2%)”, señala el director general de la APPA.

En esta línea, el área que más va a crecer en los próximos años va a ser la del almacenamiento. Todavía en proceso de desarrollo, el poder almacenar el excedente de energía producida será clave a la hora de integrar las renovables de manera efectiva y, sobre todo, económica.

“A medio plazo, son las baterías de ion de litio las que pueden tener un mayor recorrido; a largo plazo, el hidrógeno puede convertirse en un vector energético que dé respuesta a consumos no eléctricos en el sector”, opina el catedrático Usaola. Desde su punto de vista, si esto no se desarrolla suficientemente, el uso de las renovables será menor y su coste, mayor.

Claves para entender de qué va el autoconsumo

autoconsumo

En la cumbre del clima de Katowice (COP24), que selló las bases para la implementación del Acuerdo de París, el Gobierno socialista español aseguró que las emisiones de gases invernaderos se reducirían en un 90% de cara a 2050 y que se tendería hacia una electrificación de la energía. Se trata de una meta, cuando menos ambiciosa, que se engloba dentro del objetivo de liderar el camino hacia la neutralidad climática que la Comisión Europea definió en noviembre de 2018 en la Estrategia a Largo Plazo para 2050; un plan que busca cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. 

Como una de las primeras medidas para frenar la imperante amenaza climática, el 5 de abril de 2019 entró en vigor en nuestro país el Real Decreto sobre autoconsumo, una normativa que da carpetazo al conocido como “impuesto al sol” y que, según especifica el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), “hace viable el autoconsumo en España, permitiendo posibilidades de implementación que, hasta el momento, no se contemplaban”. Así se simplifican los procesos administrativos, técnicos y económicos asociados a esta manera de generar energía ¿Pero, en qué consiste exactamente este revolucionario modelo energético y qué oportunidades ofrece?

El primer elemento clave que hay que tener en cuenta como consumidor es la existencia de las distintas clases de autoconsumo que se recogen en el texto. Con la puesta en marcha del Real Decreto, se establecen dos tipos distintos: el individual conectado a una red interior (única figura reconocida hasta ahora y que facilita las instalaciones en casa) y  el colectivo. Esta segunda posibilidad permite que varios consumidores puedan conectarse a un mismo generador de electricidad establecido fuera de la vivienda. En otras palabras, según se especifica en el documento, “se permite el autoconsumo en comunidades de propietarios o entre empresas o industrias ubicadas en una misma localización”. 

Con la entrada en vigor del Real Decreto, se establecen dos tipos autoconsumo: individual conectado a una red interior y colectivo

Además del tipo de autoconsumo, la ley incluye novedades respecto al lugar donde se pueden situar las infraestructuras. Antes de su entrada en vigor, en España solo estaba permitido consumir energía procedente de instalaciones de generación eléctrica situadas dentro de la vivienda del consumidor. Ahora, por ejemplo, es posible asociar las placas fotovoltaicas de dos edificios contiguos e instalarlas donde mejor convenga para que los vecinos de ambos inmuebles puedan tener acceso a la electricidad generada. 

Otra de las claves a tener en cuenta es la implantación de un mecanismo simplificado de la compensación de excedentes, es decir, de aquella energía que el autoconsumidor no use de manera instantánea. “Hasta el momento, si el usuario quería obtener una compensación por esta energía que se inyecta en la red, debía constituirse jurídicamente como productor de energía. Con el Real Decreto aprobado, la comercializadora de energía compensará al usuario por la energía excedentaria en cada factura mensual”, exponen desde IDAE. Además, cuando se trate de autoconsumo colectivo, “un consumidor podrá aprovechar los excedentes de su vecino y ser copartícipe de la generación y el consumo, si este no está consumiendo su parte proporcional de energía”. 

“La comercializadora de energía compensará la energía excedentaria en cada factura mensual”

El 5 de abril de 2019 entró en vigor el Real Decreto sobre autoconsumo, una medida que da carpetazo al conocido como “impuesto al sol” y que hace viable el autoconsumo en España, permitiendo posibilidades de implementación que, hasta el momento, no estaban contempladas. ¿Pero, en qué consiste exactamente este revolucionario modelo energético?

En 2015, ante la necesidad de dar una respuesta a la apremiante amenaza del cambio climático, los líderes mundiales se reunieron y firmaron el Acuerdo de París para adoptar medidas progresivas y eficaces que frenasen lo que ya se ha bautizado como la crisis del siglo: la climática. Tres años después, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU dio un tirón de orejas a los países firmantes –y a todos en general– al afirmar que el aumento de dos grados de la temperatura global que se había fijado en el Acuerdo era insuficiente para evitar efectos “duraderos o irreversibles”.

Tras la evaluación del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Unión Europea reconoció que “necesita ir más allá para cumplir el Acuerdo de París y reducir de forma significativa su dependencia de los combustibles fósiles”. Para poder cumplir el objetivo de “liderar el camino hacia la neutralidad climática”, en noviembre de 2018 la Comisión Europea aprobó la Estrategia a Largo Plazo para 2050. España, por su parte, ha mostrado un firme deseo de liderar la transición energética hacia el uso de renovables como principal fuente de energía –ejemplo de ello es la creación del Ministerio para la Transición Ecológica–.

"Es absurdo entender la energía solo como un negocio: el ciudadano tiene que estar en el centro"

transicion energertica

¿Cómo podemos acelerar la transición energética? Con esta pregunta como motor, Fernando Ferrando lleva la batuta de Fundación Renovables desde 2017. Ingeniero industrial de profesión, Ferrando ha trabajado en el sector energético durante más de tres décadas. Ahora, introducir las energías limpias en el mundo eléctrico y hacerlo de manera justa se ha convertido en una de las principales líneas de actuación de la entidad que preside. Consciente de que el camino está todavía por trazar, el experto sugiere un primer paso: convertir la energía en un derecho que sitúe al ciudadano en el centro.

Para garantizar la sostenibilidad del planeta, el futuro energético se prevé 100% renovable. Sin embargo, según los últimos datos de la Oficina Europea de Estadística, solo en España los combustibles fósiles representan cerca del 74% del consumo de energía actual. ¿Qué estamos haciendo mal?

Hasta ahora hemos favorecido lo que no tenemos: los combustibles fósiles. Por eso, el primer paso para dar el salto es gravar el uso de los combustibles, porque si quieres favorecer la electricidad pero es más cara que el gasóleo, la gente acaba consumiendo gasóleo. El segundo paso es el de apostar por lo que sí tenemos, que es energía renovable,  y bajar los precios para fomentar el consumo de electricidad. La electricidad está en ese futuro.

¿Cómo transitar hacia esa sociedad más electrificada?

Primero hay que hacer la electricidad más barata. También, si por ejemplo quieres cambiar la calefacción, se deberían garantizar unas ayudas para sustituir una caldera de gas por una bomba de calor. Luego, no debería hacerse publicidad de combustibles fósiles: nos venden que utilizar calderas de gas natural es apostar por un combustible limpio y, en realidad, son mentiras que solo provocan un aumento del consumo no responsable. La Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) debería regular eso. Al final no se trata de un componente fiscal o de precio, sino de un paquete global que debe dirigirse a dar facilidades de acceso para consumir y utilizar electricidad. Por ejemplo, el caso de los vehículos es paradigmático: si todas las ciudades pusieran trabas, como se está empezando a hacer con los coches de combustión interna, todo el mundo utilizaría el transporte público o vehículos eléctricos.

De entre los actores sociales, el ciudadano es al final uno de los más perjudicados por los estragos del aumento de la temperatura planetaria.

El ciudadano tiene un papel total en el desarrollo de todas las energías renovables porque es el que consume. Por eso debemos colocar al ciudadano, a los consumidores, en el centro del modelo y preguntarles cómo quieren abastecer sus necesidades. Lo que es un absurdo es que en estos momentos entendemos la energía únicamente como un negocio: cuando se habla de energía se hace referencia sobre todo a las empresas, pero nunca se habla de las personas que hay detrás. Hay que enfocarla hacia el ciudadano. Se tiene que cambiar esa idea de que la energía es oferta y no demanda, y enfocar la cultura de la energía hacia el que la consume, no al que la vende.

“La transición energética debe ser justa, pero para todos y con la vista puesta en el futuro”

El pasado 2018 el Gobierno de España derogó el conocido como ‘Impuesto al sol’, derribando así las trabas burocráticas de las instalaciones de autoconsumo. ¿Qué papel juega el autoconsumo en el cambio de modelo energético?

El autoconsumo es un ejemplo más de que el consumidor está en el centro. La Directiva Europea de Renovables ya recoge que el consumidor tiene derecho a comprar y vender, a generar y empaquetar. Se trata de un derecho innato: igual que tú tienes el derecho de comprarle la energía a quien quieras, también tienes el derecho de poder producirla. El autoconsumo es la máxima expresión de libertad y de la recuperación de los derechos de los consumidores.

Según datos de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), los sistemas de autoconsumo se han disparado en un 94% desde la derogación del “impuesto al sol”. Aunque los datos son positivos, la generación de energía renovable en el país no supera el 40% y queda lejos de ser el principal modelo energético. ¿Se está avanzando lo suficientemente rápido?

El Real Decreto de autoconsumo 244 se aprobó hace pocos meses. No se puede pretender un cambio radical tras cinco años de presión y multas: es como pasar de una dictadura a una democracia, y acabar siendo Suecia en dos días. Aún así, hay un crecimiento del sector muy por encima de lo esperado.

En España, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 se propone descarbonizar la economía de cara a 2030 y cumplir así con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero ¿cómo lograr una transición energética justa que no deje a nadie atrás?

Se tiene que entender la transición justa en su máxima expresión. Debe ser una transición intergeneracional, para no dejar a los que vienen detrás una hipoteca como los niveles actuales de CO2. Además, desde un punto de vista territorial, está muy bien llegar a un acuerdo con las fuentes mineras, pero no puedes aplazar siete años el cierre de las centrales nucleares, porque eso de transición justa tiene poco y un cambio de modelo productivo real pasa también por tener una administración de los afectados. Luego, a la prohibición de actividades debe seguirle la propuesta de alternativas: no se puede sancionar la entrada a una ciudad con coche diésel y no reforzar los aparcamientos disuasorios o el transporte público. De la misma manera, la transición tiene que ser tecnológica y basarse en invertir en I+D. Tampoco hay que olvidar las necesidades del sector eléctrico, porque si este se niega a cambiar el modelo, iremos a una velocidad mucho más lenta. Así que por supuesto que tiene que ser una transición justa, pero para todos y con la vista puesta en el futuro.

¿Es posible conciliar el reto ambiental con el consumo de energía?

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*Jorge Sanz Oliva es director asociado de NERA Economic Consulting y presidente de la Comisión de Expertos de Transición Energética de 2018


Es frecuente escuchar que “la energía que menos contamina es la que no se consume”. Se trata de una afirmación totalmente cierta y sin embargo, la “energía que no se consume” es también la que menos bienestar produce porque no nos calienta en invierno, no conserva nuestros alimentos refrigerados, no ilumina nuestros hogares y tampoco ayuda a fabricar o a transportar los productos que consumimos. De ahí que consumir energía sea esencial para nuestras vidas. Entonces, la pregunta es: ¿cómo conciliar el reto ambiental con el consumo energético? A diferencia de lo que ocurría hace tan solo diez años, actualmente las grandes instalaciones de generación de electricidad que utilizan el sol y el viento (ambas fuentes de energía renovable) son económicamente rentables y no necesitan subvenciones. En poco tiempo esto va a permitir avanzar en la lucha contra el cambio climático sin que eso suponga un gran coste para los consumidores. No obstante, los precios actuales y las previsiones de evolución tecnológica reflejan que la estrategia menos onerosa para reducir las emisiones de CO2 no pasa, por ejemplo, por invertir en aislamiento térmico de edificios (que es enormemente caro) sino por eliminar las barreras a la penetración de las energías fotovoltaica y eólica en la economía. Para ello es necesario incrementar el peso de estas energías renovables en la generación eléctrica y, al mismo tiempo, aumentar el peso de la electricidad en el consumo de energía final. Electrificar la economía requiere que las personas y las empresas sustituyan su actual consumo de energías fósiles (gas natural y derivados del petróleo) por el de electricidad. Por ejemplo, se puede empezar por apostar por el coche eléctrico o por los sistemas aerotérmicos para cubrir las necesidades de calor y frío en el hogar o, en el caso de las empresas, sustituir las calderas de gas natural por unas eléctricas. Sin embargo, mientras existan penalizaciones al consumo de electricidad y subvenciones al consumo de energías fósiles va a ser difícil que consumidores y empresas sean activos en el proceso de electrificación.

Mientras existan penalizaciones a la electricidad será difícil que los consumidores participen en el proceso

Porque, en efecto, el consumo de energías fósiles está subvencionado en nuestro país. No a través de ayudas explícitas —prohibidas por la UE— sino porque no se les cargan todos los costes que ocasiona su consumo. Por ejemplo, el consumo de cualquier forma de energía, ya sea electricidad o combustibles fósiles, obliga a invertir en renovables en un cierto porcentaje. Pero los consumidores de gas natural y de derivados del petróleo no financian los sobrecostes de las inversiones en renovables que su consumo induce, sino que el 90% de los sobrecostes de estas tecnologías los pagan los consumidores de electricidad. De igual manera ocurre con los sobrecostes de la cogeneración, que deberían imputarse a todos los consumidores de energía final. Sin embargo, a día de hoy se cobran únicamente a los consumidores de electricidad. Por otra parte, el uso de electricidad también está penalizado porque los peajes eléctricos incluyen los sobrecostes del suministro en los territorios no peninsulares y las anualidades de los pagos de déficits tarifarios incurridos en el pasado por el incremento en el coste de los apoyos a las energías renovables. Todo esto penaliza el consumo de electricidad y fomenta el uso continuado de los combustibles fósiles a pesar de sus elevadas emisiones de gases de efecto invernadero. Por ello hay tres actuaciones que son clave para luchar, con éxito, contra el cambio climático. En primer lugar, es necesario facilitar la construcción de instalaciones eólicas y fotovoltaicas que pueden producir electricidad sin emisiones de gases de efecto invernadero (actualmente no son necesarias subvenciones porque sus costes las hacen ya competitivas). En segundo lugar, es preciso fomentar —o al menos no obstaculizar— la electrificación de la economía, lo que requiere que se diseñen las tarifas eléctricas de forma que se ponga fin a la penalización a su consumo. En este aspecto la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia está ya trabajando en una reforma del diseño tarifario que refleje los costes de suministro. En tercer lugar, hay que acabar con las subvenciones al consumo de energía contaminante, lo que implica que hay que llevar a cabo una reforma fiscal medioambiental.

Con una reforma fiscal y un impuesto al consumo de CO2 a 30 €/tCO2, la economía podría alcanzar el objetivo de electrificación del 27%

Asimismo, la necesidad de una reforma fiscal, como la propuesta por la Comisión de Expertos de Transición Energética en 2018, se puede apreciar en el hecho de que simplemente con esa reforma y un impuesto al consumo de CO2 a 30 €/tCO2, la economía española podría alcanzar el mismo objetivo de electrificación (27%) previsto por el Gobierno para 2030 en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Todo ello, sin gastar ni un solo euro de dinero público; en contraste con el PNIEC, que plantea decenas de intervenciones, con un gasto de 236.000 M€ en diez años. Sin embargo, el Plan Nacional solo dedica un pequeño párrafo a la reforma fiscal. Y dicho párrafo no perfila los principios en los que se va a basar la reforma, sino que se limita a indicar que será el Ministerio de Hacienda quien la liderará —a pesar de que los problemas ambientales no son, precisamente, una prioridad del Ministerio de Hacienda—, y no el Ministerio para la Transición Ecológica. La buena noticia es que el PNIEC enviado a la Comisión Europea es solo un borrador. El Gobierno aún está a tiempo de rectificar y sentar las bases para una verdadera reforma fiscal que demuestre que su preocupación por el cambio climático no es un mero eslogan.