Categoría: Transición energética

Francia apuesta por la transición ecológica para reactivar su economía

Liberté, egalité, fraternité. Este lema es mundialmente conocido por promover valores sobre los que reside el espíritu de la sociedad francesa. Pero la crisis del coronavirus, sin duda, ha sacudido las entrañas galas y ha puesto a prueba esos tres conceptos básicos de libertad, igualdad y fraternidad. Una segunda ola de COVID-19 podría asestar la estacada definitiva a una economía que lleva más de medio año en recesión’. Con una incidencia de 600 contagios por cada 100.000 habitantes, Francia ha decretado el toque de queda en nueve ciudades, lo que sin duda tendrá un impacto notable sobre la economía, pero a su vez ha anunciado un rescate millonario para impedir el colapso del país.

El ‘plan France Relance’ asciende a 100.000 millones de euros, es decir, un tercio del presupuesto francés

El conocido como France Relance se hace más necesario que nunca. “100.000 millones es la cantidad que nuestra economía necesita para recuperarse”. Con estas palabras, el primer ministro francés, Jean Castex, anunciaba a principios de septiembre el ambicioso plan para recuperar los niveles económicos de antes de la pandemia para 2022. Un plan con el que Francia apuesta fuertemente por esa transición energética en la que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, lleva tiempo trabajando en el seno de la Unión Europea. 

Fuente: Oliver Sampson

Competitividad, cohesión social y transición

Dicen que cada crisis puede entenderse en clave de oportunidad y parece que el Ejecutivo galo se ha propuesto utilizar la recién estrenada recesión para acelerar el cumplimiento del Horizonte 2030 en el país. Competitividad, cohesión social y transición son los tres pilares básicos sobre los que descansa France Relance que, como asegura el Gobierno, pretende evitar  los errores de la crisis financiera de 2008. Para ello, este rescate a la francesa se formula como una combinación de gastos y desgravaciones fiscales que pretenden frenar la destrucción de empleo y recuperar el ritmo de crecimiento en apenas dos años, a la vez que se descarboniza la economía para hacerla más verde y sostenible

Los 100.000 millones de euros que constituye este nuevo paquete de medidas equivale a un tercio del presupuesto del Estado y se suma a los 470.000 millones movilizados de manera urgente desde el inicio de la crisis para cubrir el paro parcial y los préstamos para empresas. Además, como recuerda el primer ministro francés, supone casi cuatro veces más que el plan de recuperación de 2008. Todo ello hace que este plan se erija como uno de los más ambiciosos de los presentados hasta ahora por los grandes países europeos. El 40% del monto total estará financiado por los fondos europeos aprobados para la recuperación y 40.000 millones se destinarán tan solo a mantener a flote París, motor económico del país. 

France Relance, además, pretende crear 160.000 empleos nuevos para paliar así la oleada de personas que se han quedado sin trabajo como consecuencia del parón económico derivado de los confinamientos.  

Impulso de la transición ecológica y la descarbonización

30.000 millones (casi un tercio del plan) viene anunciado con el distintivo verde

De los miles de millones con los que contará este fondo francés de recuperación, 30.000 millones –lo que equivale a casi un tercio del plan– viene anunciado con el distintivo verde. Así, como demanda la Unión Europea –y, cada vez más, la sociedad–, el dinero se destinará a propulsar la transición energética, especialmente en sectores como el transporte y la movilidad urbana, aunque también servirá para impulsar la renovación energética de edificios, la descarbonización de industrias y empresas y dar el pistoletazo de salida a una transición agroecológica. Pero Francia también apostará por una reconversión hacia las energías renovables, de las que el hidrógeno verde producido con energías limpias– se llevará 2.000 millones de euros.

El hidrógeno verde será financiado con un total de 2.000 millones

El Gobierno francés también ha anunciado que destinará 35.000 millones de euros para frenar la deslocalización industrial y mejorar la competitividad empresarial. Y habrá un paquete destinado exclusivamente a la cohesión social y territorial, entre cuyas medidas destacan las inyecciones presupuestarias al empleo joven y las inversiones en el sistema hospitalario, que se busca reforzar después del estrés al que ha sido sometido a lo largo de toda la pandemia. Además, Macron y Castex han anunciado que habrá un paquete de 800 millones en ayudas directas a familias y colectivos vulnerables.

Francia se enfrenta, en estos momentos, a la peor caída de su Producto Interior Bruto desde la Segunda Guerra Mundial. Por eso, el Gobierno intenta poner todos los recursos a su alcance para que el PIB no se encoja más allá del 11% previsto y, a la vez, se consiga doblegar la curva de contagios de esta segunda ola que podría llevarse muchas vidas por delante. La salida de la crisis económica y sanitaria parece que será verde o no será. 

El ahorro energético, clave para la reducción de emisiones

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El 21 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro de Energía, una conmemoración que nació con el objetivo de invitar a la reflexión y afianzar un consumo racional de la energía.

Esta iniciativa pretende impulsar la eficiencia energética como elemento clave para abordar los retos medioambientales y reducir las emisiones globales de efecto invernadero.

Las tecnológicas avanzan hacia la descarbonización total

La tendencia, si bien avanza a través del tejido empresarial global, se revela en una imagen lenta, casi estática: la energía limpia, según afirman científicos de todo el globo terráqueo, es un deber moral; la única forma, afirman, de mantener en pie nuestro hogar común. No es sorprendente, por tanto, la aparición de numerosas incursiones en este terreno, aún demasiado fértil. Quizás por su cercanía a una constante innovación, son las grandes empresas tecnológicas aquellas que más parecen comprometerse con un uso neutro de la energía.

Entre los abundantes ejemplos tenemos, de hecho, a gigantescas corporaciones como Samsung, cuyas previsiones incluían el uso completo de energía limpia 100% renovable para este año (si bien sus cálculos no incluían el estallido de una pandemia global). Mientras tanto, Amazon, una de las compañías a nivel internacional con mayor consumo de energía verde, no cesa en su adquisición de granjas eólicas. Apple, por otro lado, no solo utiliza fuentes de energías renovables para su total consumo eléctrico, si no que es la compañía que posee los paneles solares privados más grandes de Estados Unidos.

Se trata del mayor comprador corporativo de energía renovable a nivel global

Es Google, sin embargo, quien suele acaparar el liderazgo en todas las listas de las compañías más responsables con el medio ambiente. Es por ello que se sumerge, de nuevo, en la ambiciosa —y necesaria— senda de la responsabilidad ecológica. Según los planes de la empresa norteamericana, su consumo en 2030 se producirá a través de una energía completamente limpia. Cabe recordar que no es el primer paso ofrecido en esta dirección: el gigante tecnológico ya consiguió cancelar su deuda de carbono mediante la compensación de las emisiones generadas (esto es, una inversión económica en proyectos de corte ecológico proporcional a las toneladas de CO2 generadas), alcanzando una huella de carbono cero en 2007. La corporación californiana también consiguió igualar su consumo de energía con alternativas completamente renovables. Es, de hecho, la primera gran empresa que ha conseguido un logro de este calibre. Se trata del mayor comprador corporativo de energía renovable a nivel global. Según afirma Sundar Pichai, CEO de la compañía, «la ciencia es clara: el mundo debe actuar ahora si queremos evitar las peores consecuencias del cambio climático».

Más allá del uso de energía renovable

Estas acciones se incluyen dentro del ámbito conocido como responsabilidad social corporativa y, como toda faceta, requiere de una comunicación precisa y efectiva. Aún con la implementación de este tipo de medidas colectivas, un 18% de los consumidores se define como incapaz de valorar el compromiso social de las corporaciones: aunque se tomen medidas, éstas se desconocen. En el gigante tecnológico, sin embargo, confluyen ambos factores, por lo que el hecho de que repita cada año una posición de liderazgo entre las distintas compañías globales no es ninguna casualidad. Es por esta clase de medidas, en parte, por las que se mantiene desde hace un lustro —según la consultora RepTrak— como la empresa con la reputación más positiva entre el público. No en vano, la percepción de un comportamiento corporativo responsable puede llegar a construir hasta un 40% de su reputación a ojos del consumidor medio.

Según informa la empresa californiana, todos los actos serán suministrados mediante energía limpia: cada correo electrónico enviado a través de Gmail, cada búsqueda mediante Google, cada vídeo visto en YouTube y, por supuesto, cada trayecto realizado con Google Maps. La nube global de la compañía es actualmente, tal y como afirman, la más limpia de la industria. La consecución del nuevo compromiso, fechado para el año 2030, conllevaría una producción de energía libre de carbono total. Ésta contaría con hasta 5 gigavatios, lo que podría estimular inversiones limpias de hasta 5.000 millones de dólares. Se trata, por tanto, de un paso más allá de la tradicional estrategia de la utilización de energía renovable como simple mecanismo de compensación; estaríamos, en definitiva, ante infinitas operaciones que contarían únicamente con una energía libre de carbono como motor en todo momento y lugar. Estas cifras, que pueden resultar ininteligibles, cobran significado a la sombra de una sencilla comparativa: la eliminación de emisiones aquí propuesta equivaldría a la retirada de más de un millón de vehículos al año. A su vez, esta ruta ecológica podría llegar a producir entre 8.000 y 20.000 empleos, todos de carácter «verde»

La eliminación de emisiones aquí propuesta equivaldría a la retirada de más de un millón de vehículos al año

Las acciones de Google, sin embargo, no se hallan destinadas tan solo a sus propias repercusiones. Dentro del marco propuesto, la compañía se ha comprometido también a reducir las emisiones de carbono de múltiples ciudades en una gigatonelada, una cantidad equivalente a las emisiones que podría llegar a crear un país del tamaño de Japón. Google prevé también prestar apoyo a diversas compañías y socios comerciales. Otras decisiones, sin embargo, se centran más en las decisiones individuales de los usuarios. Así, Google incluirá la posibilidad de encontrar bicicletas de uso público y puntos de recarga de vehículos eléctricos en el callejero global de Google Maps. En muchos países del continente europeo también se incluirá la opción, a través de Google Flights, de encontrar vuelos con menos emisiones de carbono.

Puede, sin embargo, que sea una de las empresas que más éxito ha alcanzado en sus propuestas, pero Google no es la única compañía dispuesta a reducir o eliminar la contaminación de la totalidad de sus actividades. Es parte de un contexto, de un hecho, del que el universo corporativo parece cada vez más consciente: que todos respiramos el mismo aire.

Europa aumenta su ambición climática y digital

EP Plenary session - State of the Union

Es el momento de la ambición climática europea. La UE se encuentra ante un momento crucial de su historia tras la pandemia, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no ha dudado en redoblar su apuesta por la agenda verde como mecanismo de salida ante la crisis sanitaria y económica que sacude al mundo. Al menos así lo aseguró el pasado miércoles cuando, durante su primer discurso sobre el Estado de la Nación, anunció un aumento del recorte de las emisiones de “al menos” el 55% (respecto a los niveles de 1990) en vez del 40% actual para 2030.

Se trata, según asegura Von der Leyen, de una meta “ambiciosa pero alcanzable” que, aunque pueda parecer “insuficiente para algunos y excesiva para otros” es más necesaria ahora que nunca. La Comisión lleva meses advirtiendo de que posponer la acción climática no era una opción. “Para hacer frente a la crisis de la COVID-19 necesitamos políticas macroeconómicas expansivas, y el Green Deal ofrecerá un doble beneficio: la inversión necesaria para la transición es del mismo calibre que la necesaria para la recuperación. Así que, ¿por qué escoger una cuando podemos tener las dos?”, explicaba hace apenas unas semanas, el vicepresidente de la Comisión y encargado de la agenda verde, Frans Timmermans.

"El objetivo climático de 2030 es ambicioso pero alcanzable y beneficioso para Europa"

Así, la propuesta de aumento de la ambición climática, que deberá ser sometida a votación en el Parlamento Europeo en octubre, pretende garantizar que se alcance el objetivo de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro y el del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura planetaria en 1,5ºC.

Para llevar a cabo esta hazaña, la Comisión cuenta con el Fondo para la Recuperación de Europa de 750.000 millones, de los cuales, un 37% se gastará directamente en el Green Deal. Además, se fijará un objetivo para que el 30% de los fondos del plan de recuperación, financiado a través de la emisión de deuda, sea “a través de bonos verdes”.

La apuesta por la digitalización

“Esta tiene que ser la década digital de Europa”, explicaba la alemana. Pero para eso, aseguraba, se deben dejar claros los principios de privacidad, conectividad, libertad de expresión, libre circulación de datos y ciberseguridad. En esta línea, las actuaciones de la UE se articularán en torno a diferentes ejes que incluyen la creación de una nube informática europea y una identidad electrónica europea segura, la apuesta por la conectividad en cada población y una inversión de 8 mil millones de euros en superordenadores y otra inversión para la expansión del 5G, el 6G y la fibra.

Un refuerzo del sistema sanitario

Si bien la Unión Europea está todavía en proceso de recuperación, también quiere estar preparada para futuras pandemias. Por eso, durante el discurso sobre el Estado de la Unión se anunció la creación de una agencia europea de investigación y desarrollo biomédicos avanzados, así como la construcción de una Unión Europea de la Salud más fuerte, con el refuerzo del programa EU4Health, de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC).

Plan para la migración

Desde 2015 Europa busca cómo gestionar la crisis migratoria. Ahora, apenas dos semanas después del incendio del campo de refugiados de Moria (Grecia), Von der Leyen ha anunciado un plan sobre migración y asilo que la Comisión presentará este miércoles 23 de septiembre y que, según asegura, incluirá un “enfoque humano”. Asimismo, la presidenta ha subrayado la necesidad de solidaridad con los países en primera línea de llegadas.

Edificios contra el cambio climático

A inicios de julio, el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto por el que se regula el Programa de Rehabilitación Energética de Edificios (PREE) propuesto por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El plan, que contempla una línea de ayudas de 300 millones de euros orientadas a mejorar la eficiencia energética en edificios, será supervisado por el Instituto para el Ahorro y la Diversificación de la Energía (IDAE) y subvencionará cambios en la envolvente térmica, sustitución de calderas por opciones renovables y mejoras en la eficiencia de la iluminación en edificios construidos antes de 2007. Todo, con el objetivo de contribuir a descarbonizar el parque de edificios nacional, que actualmente supone el 30% del consumo de energía de España.

Pero llegar a la meta del Green Deal europeo de alcanzar la neutralidad climática en 2050 requiere de actuaciones todavía más ambiciosas. Por este motivo, el pasado junio, el Gobierno de España ya actualizó la Estrategia a largo plazo para la Rehabilitación Energética en el Sector de la Edificación en España (ERESEE 2020), una iniciativa que, avalada por la Unión Europea, y alineada con las políticas europeas de reactivación económica frente la COVID-19 y con estrategias nacionales como el recién aprobado PREE -incluido en el Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030-, pretende ser la hoja de ruta para renovar el parque nacional de edificios residenciales y no residenciales, y convertirlo en uno de alta eficiencia energética y descarbonizado de aquí a 30 años. Actualmente, las cifras sobre gasto energético exigen esta transformación: casi un 50% del consumo de energía final en Europa se destina a calefacción y refrigeración; de ella, el 80% se consume dentro de los edificios.

La ERESEE fue aprobada en 2014 y, desde entonces, la propuesta ha ido renovándose cada tres años para adaptarse a las nuevas realidades y exigencias sociales. Las dos versiones previas –2014 y 2017– fueron las mejor valoradas por el Joint Research Centre, el grupo evaluador de la Dirección General de Energía de la Comisión Europea. En la última ocasión, solo Francia alcanzó la misma puntuación que la estrategia española, la más alta de las 31 estrategias presentadas.

Casi un 50% del consumo de energía final en Europa se destina a calefacción y refrigeración

Como en las versiones anteriores, esta nueva actualización de la estrategia hace referencia a la necesidad de una transformación -que sea rentable a nivel económico- de los edificios existentes en edificios de consumo de energía casi nulo. Sin embargo, incluye novedades como políticas y acciones destinadas a todos los edificios públicos, establece una hoja de ruta con indicadores de progreso medibles, trata el problema de la pobreza energética y realiza un proceso de participación pública que permite recoger la visión de los distintos sectores que juegan un papel decisivo para la renovación energética de los edificios.

Además, el documento señala la posibilidad de que los hospitales sean un sector prioritario en la reforma de los sistemas de climatización y ventilación, sobre todo tras la pandemia, que también ocupa un lugar prioritario en el texto. Según se indica, “la COVID-19 ha venido a sacudir el mundo con unas consecuencias a largo plazo que todavía no podemos vislumbrar”. Y aunque no se han modificado las previsiones de consumo ni de inversión (porque el texto comenzó a redactarse antes), sí se hace especial hincapié en la importancia que tiene el disponer de una vivienda que reúna unas condiciones adecuadas, no solamente considerando su confort térmico, sino también acústico y lumínico.

La estrategia española se enmarca en un contexto regional –y global– que persigue una mayor eficiencia energética. En la Unión Europea, esta apuesta queda reflejada en el Green Deal presentado a principios de este año por la Comisión Europea, en el que se refiere a la necesidad de rehabilitar energéticamente el parque inmobiliario de los Estados miembro. Concretamente, el Renovation Wave es el texto que recoge que, para alcanzar este objetivo, será necesario promover un desarrollo urbano sostenible que invierta en la eficiencia energética de los edificios. Pero para lograr esta meta, no solo hace falta una legislación, también es esencial la contribución de todos los agentes sociales.

Los sistemas de climatización, clave para la eficiencia

Hasta un 99% de las viviendas experimentan pérdidas de calor innecesarias

En una vivienda, los electrodomésticos son los que más energía consumen. Pero no hay que limitarse con identificar el problema, sino que se pueden emprender múltiples iniciativas para reducir el gasto energético. Sobre todo en verano, cuando el aire acondicionado se convierte en nuestro mejor aliado. Bajar las persianas durante el día y abrir las ventanas por la noche o mantener la temperatura del termostato a 24 grados, son algunas de las recomendaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) para los meses de más calor. Sin embargo, durante el resto del año también es posible reducir el derroche energético empleando bombillas LED o aparatos electrónicos de bajo consumo.2020

Consejos para ser energéticamente eficiente en verano

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En verano llegan las vacaciones, la desconexión y, sobre todo, el calor. En esta época, ser energéticamente eficientes en casa es un gran reto. Sin embargo, pequeñas acciones diarias como bajar las persianas en las horas de más calor y abrir las ventanas durante la noche o mantener el termostato a 25 grados pueden ayudarte a ahorrar energía.

Las mejores ciudades españolas (y europeas) para ir en bici este verano

Cada vez son más los viajeros que aprovechan el verano para descubrir nuevos destinos y desconectar de una forma saludable alejados de las grandes aglomeraciones, algo que es especialmente relevante este verano, marcado por el impacto del coronavirus. Por ese mismo motivo, el cicloturismo está cobrando especial protagonismo: es una opción ideal para mantener la distancia de seguridad, además de económica, saludable y sostenible. Estas son algunas de las ciudades y pueblos más bike-friendly en los que puedes rodar este verano.

Albacete, el ‘Ámsterdam de la Mancha’

En junio del año pasado, el portal de alquiler vacacional Holidu realizó un informe para conocer cuál de las 38 ciudades más grandes de España contaban con una mejor infraestructura de bicicleta, calculando los kilómetros de carril bici en función del número de habitantes. Y en este ranking, la ganadora fue Albacete.

Con 1,1 metro por habitante (190 km en total), esta ciudad se convierte en el ‘Ámsterdam de la Mancha’. Las distancias son cortas, las calles no tienen grandes pendientes y además son estrechas, por lo que el tráfico es lento y permite desplazarse tranquilamente en bicicleta sin asumir grandes riesgos. El sistema de préstamo de bicicletas lleva operativo en la ciudad desde 2014 y a finales del año pasado se renovó para contar con más de 300 bicicletas convencionales, 64 eléctricas y 32 paradas con tres tarifas distintas: 2 euros si se alquila por un día, 10 euros para el bono semanal y 20 euros si es un bono anual.

Por la ciudad se puede pasear alrededor de los edificios más antiguos y observarlos desde un ángulo nunca antes visto. Y fuera del entorno urbano hay decenas de rutas en bicicleta adaptadas para todas las edades y niveles que cruzan auténticos paraísos naturales.

Vitoria y Castellón: campo y mar

La capital alavesa es otra ciudad que merece la pena disfrutar pedaleando. Cabe recordar que Vitoria fue Green Capital en 2012 debido a, entre otras cosas, su fuerte apuesta por una movilidad más sostenible. Si uno la visita no puede dejar de conocer su famoso Anillo Verde, por el que transcurren parte de los 145 kilómetros de carriles bici (0,59 por habitante) y que permiten circunvalar la ciudad entre estanques, senderos y bosques. Si te quedas con ganas de más, echa un vistazo a estas 15 rutas por la Red de Itinerarios Verdes de Álava.

En caso de que prefieras recorrer una ciudad marítima, Castellón es una buena opción. Con 0,51 metros de carriles bici por habitante, puedes llegar hasta la playa en bicicleta y conectar con otras vías que te permiten recorrer todo el litoral descubrir decenas de pequeños pueblos de la provincia.

Concienciar sobre la despoblación… a dos ruedas

El cicloturismo también puede ayudar a concienciar sobre la despoblación que amenaza al interior de España. Al menos así lo concibió el turolense Ernesto Pastor al diseñar Montañas Vacías, una ruta de 680 kilómetros que recorre las diez provincias de la Serranía Celtibérica sin pisar el asfalto y enlazando únicamente pistas forestales en buen estado tanto para bicicleta de montaña (btt) como de ruta (gravel). Si prefieres descubrir el mundo rural antes que las grandes ciudades, su página web no tiene desperdicio: los mapas dibujados a mano y las acuarelas destacando las localizaciones más llamativas no te dejarán indiferente.

Los Pueblos Blancos en bicicleta

Las características casas bajas y blancas andaluzas son un libro abierto sobre la historia de sus habitantes. Entre las provincias de Málaga y Cádiz, parte de la antigua ciudad de Ronda una ruta ciclista de una semana de duración que te llevará por los llamados Pueblos Blancos de Arriate, Setenil de las Bodegas, Torre Alhaquime y Olvera para cerrar con las famosas vistas marítimas del Puerto de Santa María, en la Bahía de Cádiz.

Apuesta verde también fuera de nuestras fronteras

En Europa hay multitud de opciones bike-friendly que nos permiten descubrir a nuestros países vecinos. De los Estados miembro, Holanda es el país de la bicicleta por excelencia, hasta tal punto que este transporte cuenta con su propia embajada, la Dutch Cycling Embassy. Ámsterdam tiene más de 400 km de carril-bici que llegan prácticamente hasta todos los rincones de la ciudad y garantizan el acceso a un exhaustivo recorrido turístico por todos sus barrios.

Copenhague, la capital de Dinamarca, cuenta con 350 kilómetros de carril-bici separado de las carreteras -el cykelslangen- y más de 125 puntos públicos de alquiler. Pagando solo 3 euros de fianza al día puedes descubrir tanto el casco urbano como la playa de Amager, el parque de ciervos Jaegersborg o el castillo de Kronborg. Si prefieres ciudades menos masificadas, puedes apuntar en tu lista de destinos a Malmö, la tercera ciudad más grande de Suecia, con más de 500 km de carril-bici sin pendientes; Split (Croacia) con 453 rutas ciclistas por costa y bosques o la irlandesa Killarney, donde encontrarás auténticas rutas de fantasía entre parques nacionales y castillos. Aunque, si prefieres buscar tu propio destino, siempre puedes consultar OpenCycleMap, una web colaborativa donde los ciclistas registran con GPS sus rutas favoritas por todo el mundo.

#Coronavirus: el 'plan dónut' de Ámsterdam para relanzar su economía

“La humanidad debe vivir dentro de un donut”. Aunque esta afirmación pueda parecer descabellada, es la idea sobre la que se vertebra el plan de la economista británica Kate Raworth, académica del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford, para reconvertir el actual sistema económico en uno más sostenible. Conocido también como “modelo dónut”, la experta propone una guía para que países, ciudades y ciudadanos prosperen en equilibrio con el planeta.

Raworth dio a conocer su plan en 2017 a través del libro Doughnut Economics Seven Ways to Think Like a 21st-Century Economist. Sin embargo, ha sido ahora, frente al escenario de reconstrucción económica que nos deja la crisis sanitaria del coronavirus, cuando esta revolucionaria manera de analizar el sistema económico ha cogido fuerza. De hecho, a inicios de abril, la ciudad de Ámsterdam anunció que adoptaría el modelo dónut para relanzar su economía tras la pandemia y lograr su objetivo de ser 100 % circular de cara a 2050.

La capital holandesa espera ser 100 % circular en 2050

Según se expone en el libro, la premisa es sencilla: el objetivo de la actividad económica debe ser satisfacer las necesidades básicas de todos, pero sin agotar los recursos del planeta. De ahí que la imagen del dónut sea perfecta para entender esta pauta. En el anillo interior se encuentran las necesidades básicas para que podamos llevar una buena vida: salud, alimentos, energía, agua potable, vivienda, educación y el resto de los valores mínimos recogidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, como igualdad de género, equidad social o paz y justicia. El anillo exterior representa el techo ecológico y todos aquellos puntos que la comunidad científica ha identificado como una amenaza. Desde la destrucción de la capa de ozono y el calentamiento global hasta la acidificación de los océanos. Entre ambos anillos está la masa del dónut, lo mejor: el lugar donde se satisfacen tanto las necesidades de la sociedad y al mismo tiempo se protege al planeta.

"El dónut no nos brinda las respuestas, sino una forma distinta de ver nuestro modelo de crecimiento, para que no sigamos en las mismas estructuras de siempre", explicaba Raworth a The Guardian. Sin embargo, añadía la experta, es posible traducir este modelo en políticas concretas siempre que primero se recopile información de los sectores productivos del lugar y se haga un retrato en el que se analicen las necesidades de los ciudadanos para prosperar y también el impacto ecológico ligado al desarrollo.

La economista exponía un caso concreto de cómo llevar a la práctica su modelo en una ciudad como Ámsterdam donde hay un problema de escasez de vivienda. Actualmente, según se recoge en el informe realizado por el Doughnut Ecomomics Lab, el 20 % de los habitantes de la capital holandesa no son capaces de cubrir sus necesidades básicas después de pagar el alquiler. Si bien una de las soluciones sería construir más edificios, hacerlo siguiendo los estándares actuales implicaría un incremento drástico de las emisiones de CO2 en la ciudad –que ya han aumentado un 31 % respecto a los niveles de 1990–. El análisis va más allá: del total de esas emisiones locales, el 62 % procede de la importación de materiales de construcción, alimentos y otros productos. Así, reducir las emisiones asociadas al transporte internacional de estas actividades ayudaría a solucionar el problema de la vivienda.

El plan de Raworth es una guía para que los países prosperen en equilibrio con el planeta

Con este análisis, la vicealcaldesa de Ámsterdam, Marieke van Doorninck, anunció que tras superar la pandemia se pondrían en marcha medidas orientadas a fomentar productos que duren más tiempo, que se puedan reutilizar y reparar con facilidad. Además, según se detalla en la Estrategia de Amsterdam Circular 2020-2025, en los próximos años se impulsará el uso de materiales sostenibles en las empresas de construcción y se llegará incluso a reforzar los requisitos de sostenibilidad en las licitaciones, exigiendo a los edificios un “pasaporte de materiales” que identifique los materiales que son reutilizables.

Esta dinámica se imitará en otros sectores como el de la alimentación. Se calcula que, solo en la ciudad, anualmente se tiran a la basura 41 kilos de comida por persona. Según el plan de Van Doornicnck, el excedente de alimentos de hoteles y restaurantes irá destinado a los más vulnerables.  Una acción que, según las primeras estimaciones, permitirá la reducción del 50 % del desperdicio de alimentos de cara a 2030.

La ciudad de Ámsterdam ha sido de las primeras en diseñar una hoja de ruta para reconstruir la economía tras la pandemia. Sin embargo, ya son muchos los expertos que consideran que esta trágica crisis sanitaria es una oportunidad para transformar nuestro modelo de desarrollo en uno más sostenible con el planeta y sus habitantes que satisfaga las necesidades de hoy y no comprometa las de mañana.

Petroleras: "renovables" o morir

El futuro pertenece a las energías renovables y las petroleras lo saben. La transición energética es un proceso imparable que, espoleado por un contexto económico y social cada día más entregado a la lucha contra el cambio climático, no para de sumar apoyos. Sector a sector, todos se ven obligados a reinventarse para encajar en este nuevo orden mundial vertebrado por las políticas climáticas. El sector petrolero, uno de los últimos en apuntarse a este fenómeno, no quiere quedarse al margen de la que posiblemente sea la mayor revolución energética de la historia.

La oportunidad que se le presenta al sector de los hidrocarburos para reinventarse es única. Durante el último siglo, su aportación a la economía mundial ha sido clave: el petróleo ha marcado el ritmo del planeta. Su poder es infinito y a medio plazo no se verá muy reducido ya que algunos sectores tan poderosos como la industria o el transporte siguen dependiendo de los combustibles fósiles. Por eso, en los últimos tiempos las petroleras han dado un giro radical en su estrategia y han adoptado una hoja de ruta común: diversificar su negocio y entrar en el mercado de la energía verde. Pero ¿qué ha llevado a estas empresas a dar este paso?

Mismos actores, nuevas normas

Las petroleras han comenzado a diversificar su negocio y entrar en el mercado de la energía verde

Este giro renovable del sector viene motivado por un nuevo marco normativo enfocado a cumplir los objetivos de reducción de emisiones de CO2 pactados en el Acuerdo de París de 2015 con el apoyo de casi 200 países. Para lograr esta meta, que se ha visto reforzada en los últimos meses con iniciativas internacionales tan ambiciosas como el European Green Deal, se requerirá acometer una transición energética que ya ha comenzado y que se caracteriza principalmente por el protagonismo de las energías renovables.

Esta nueva tendencia legislativa ha calado también en el ámbito corporativo. Tal es así que los grandes fondos de inversión, con BlackRock a la cabeza -presentes en el accionariado de las grandes petroleras-, están ejerciendo presión desde dentro para conseguir progresos en materia climática. Durante las últimas semanas han dejado clara su postura respecto al cambio climático: no apoyarán a ninguna compañía que no esté empresarialmente comprometida con esta lucha.

Sin ir más lejos, en España, el último borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) prevé que hará falta poner en marcha 59 GW más de energías renovables hasta 2030. Según el plan del Ministerio de Transición Ecológica, las dos tecnologías que más crecerán serán la eólica y la solar fotovoltaica: la primera duplicará su presencia en el mix de generación y la segunda multiplicará por cuatro su potencia instalada. Según datos de Red Eléctrica a cierre de enero de 2020, la potencia eólica instalada en nuestro país alcanzó los 25,7 GW, mientras que la solar fotovoltaica se quedó en 8,9 GW. Sin embargo, para cumplir los objetivos del PNIEC en materia de renovables todavía queda mucho camino por recorrer: la eólica tendrá que llegar a 50 GW y la solar fotovoltaica a 39 GW.

Las petroleras, a contra reloj

Y aquí es dónde las empresas petroleras han visto la necesidad y la oportunidad de pasar a la acción antes de que se les agote el tiempo. Repsol, que a finales de 2019 fue la primera empresa del sector en anunciar la restructuración de su negocio con el objetivo de conseguir la neutralidad en carbono en 2050, lleva varios meses adquiriendo diferentes proyectos de renovables en nuestro país. Tras comprar 26 proyectos de parques eólicos en Aragón a Forestalia –empresa adjudicataria de una gran parte de las subastas de renovables de 2016 y 2017 que cuenta con una cartera de 5,5 GW- hace unos días, el gigante petrolero posee ya casi 5 GW de activos verdes, contabilizando los que se encuentran en desarrollo y los que ya están en funcionamiento, lo que le consolida como un nuevo actor relevante en el sector.

A nivel internacional, la británica BP (British Petroleum), que lleva años inmersa en el negocio de las renovables, anunció a principios de febrero su intención de convertirse en una empresa de emisiones cero con el horizonte de 2050 en mente. Para ello, el pasado mes de octubre compró 300 MW de energía solar fotovoltaica –también en Aragón– a través de su filial Lightsource.

Otras empresas que también han apostado fuerte por las renovables son la francesa Total, que pagó 1.500 millones de euros para hacerse con 2 GW de energía solar fotovoltaica en Andalucía, Castilla-La Mancha y Aragón, y  la portuguesa Galp, que adquirió en enero todo el negocio de renovables de ACS (2,9 GW conseguidos también a través de las subastas de 2016 y 2017) por 2.200 millones de euros. Además, la petrolera noruega Equinor presentó a mediados de 2019 un proyecto para construir el primer parque eólico marino de España en las islas Canarias. La iniciativa, cuya zona exacta aún no ha sido concretada, contará con 200 MW de potencia instalada y requerirá de un inversión de 860 millones de euros.

La energía eólica tendrá que llegar a 50 GW y la solar fotovoltaica a 39 GW para cumplir con el PNIEC

Por último, la empresa petrolera líder en el mundo, Shell (Royal Dutch Shell), ha entrado también de lleno en el sector de las renovables. La compañía ha iniciado una inversión en proyectos verdes por todo el planeta de 2.000 millones de dólares al año, concentrados mayoritariamente en Europa Occidental y Australia debido a las pocas trabas burocráticas que hay en estos territorios. Además, Shell ha ampliado su negocio con inversiones relacionadas con el desarrollo y la implantación del vehículo eléctrico.

Sin embargo, este interés repentino de Shell en el vehículo eléctrico no es casual, sino que responde a una de las mayores preocupaciones del sector petrolero: la electrificación del transporte. A pesar de ser un sector históricamente dependiente del petróleo, si la producción de coches eléctricos sigue al ritmo previsto, las consecuencias para las petroleras serán devastadoras: más de 5 millones de barriles de crudo se perderán cada día.

Además, los costes de extracción del petróleo, históricamente altos, y el desarrollo de tecnologías que han reducido considerablemente el precio de las renovables aumentando su competitividad en el mercado, han puesto en alerta a las petroleras. La inestabilidad política actual, con guerras comerciales que crean inestabilidad y condicionan el precio del crudo, tampoco es un factor que les favorezca. El sector ha entendido la necesidad de renovarse si quiere seguir siendo un actor principal en el mundo de la energía.

El futuro es verde. En el año 2050, las renovables probablemente seguirán siendo más baratas, más eficientes y menos contaminantes que el petróleo. Este último no habrá desparecido, pero tendrá los días contados. Hasta entonces, las petroleras tienen un minuto de oro para liderar el modelo energético del siglo XXI.

¿Cuánto contaminan nuestras compras online?

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Comprar por Internet no es tan ecológico como pensamos. A pesar de que tiene ciertas ventajas respecto al método de compra tradicional, lo cierto es que con cada click se consume una gran cantidad de energía, ya sea en el transporte o la fabricación de los envoltorios. La clave para reducir la huella de carbono asociada a las compras electrónicas es utilizar el sentido común. Pero para ello, primero es preciso abrir los ojos y conocer cuánto contaminamos con cada pedido que nos llega a casa.