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¿Son las islas solares una alternativa más eficiente?

Mediante un aprovechamiento ingenioso del espacio, un aumento de la eficiencia inspirada en la naturaleza y la apuesta por la integración de sistemas con redes inteligentes, las islas solares allanan el camino hacia un sistema energético limpio, fiable y resiliente.


Cuando éramos pequeños, nos enseñaban a tener cuidado con el agua y la electricidad debido al peligro inherente a su combinación. Sin embargo, en la actualidad, estamos presenciando una innovación que une estos dos elementos de manera segura y eficiente.

Conocidas en la industria como fotovoltaica flotante, o parques solares flotantes, estas no son islas repletas de paneles solares, sino estructuras flotantes compuestas de placas situadas en masas de agua como embalses, pantanos o más recientemente, el mar. Desde India, país que acoge la mayor infraestructura de este tipo, a Brasil, primer país latinoamericano en el que se instala, las islas solares están revolucionando el panorama global de las energías renovables.

Donde el espacio es un lujo y la descarbonización una prioridad, optimizar el espacio y maximizar la eficiencia se vuelve más crucial que nunca, y las islas solares están en la corriente para resolver esta encrucijada. Las exigencias contrapuestas de las industrias alimentaria, energética y las demandas crecientes de otros bienes y servicios clave para la lucha contra el cambio climático, entre ellos, el almacenamiento de carbono, convierten el suelo en un lugar casi tan congestionado como las grandes capitales del planeta.

Donde el espacio es un lujo y la descarbonización una prioridad, optimizar el espacio y maximizar la eficiencia se vuelve más crucial que nunca

Instituciones como MacArthurFoundation o Chatham House alertan del uso y explotación excesivos de la tierra, y sobre la posibilidad de que no haya superficie suficiente para alcanzar los objetivos climáticos y de biodiversidad para 2050. Además de resolver uno de los desafíos más apremiantes de la fotovoltaica tradicional (el espacio), las islas solares pueden apoyar el aumento considerable en el uso de renovables para llegar a los objetivos globales de emisiones cero para 2050.

Para ello, empresas como Solar Duck, ahora con el foco en alta mar, apuestan por la fotovoltaica flotante offshore, trasladando estas instalaciones inicialmente desplegadas en embalses, lagos o pantanos, para una generación de energía, de escala megawatt a escala gigawatt. Por otro lado, Solaris Float, desarrolladora de PROTEVS en Países Bajos, pone su foco en evitar discontinuidades en picos de sol, aumentando la producción por metro cuadrado con innovaciones como la robotización de paneles «girasoles» que siguen al sol de este a oeste. Se está evaluando la complementariedad de esta medida, que podría ser hasta un 40% más eficiente que la fotovoltaica tradicional, según la empresa, con otras energías renovables. En el Mar del Norte, TNO está determinando, además, su integración en parques eólicos, o un nuevo prototipo en el Mediterráneo, en el puerto de Valencia, que considera la integración potencial para hidrógeno verde.

La fotovoltaica flotante podría generar impactos sociales y económicos positivos más allá de aquellos marcados en materia medioambiental

Aún en fases precomerciales en la mayoría de los casos, esta tecnología se centra en la viabilidad técnica de sistemas de anclaje, flotación, sistemas eléctricos o inclinación de paneles para la optimización de la producción energética, tal y como muestra el manual publicado por SolarPower Europe, una guía para el desarrollo de esta tecnología aún emergente. Y mientras se continúa investigando el impacto de estas instalaciones en ecosistemas marinos o en el comportamiento de aves, el apoyo a la innovación en fotovoltaica flotante podría generar impactos sociales y económicos positivos más allá de aquellos marcados en materia medioambiental. Se espera que atraiga el interés científico y tecnológico, y esto ayude a reavivar zonas rurales vaciadas o diversificar economías isleñas, como en el caso de La Palma.

Para acelerar la transición energética y llegar a los objetivos de emisiones cero, soluciones como las islas solares, que aprovechan espacios inutilizados y apuestan por la eficiencia y continuidad de los sistemas, serán clave para responder a los desafíos que se vayan planteando. Por supuesto, es necesario buscar la combinación óptima en cada entorno y adaptar las soluciones a las distintas condiciones, pero ya estamos viendo que esta tecnología es especialmente interesante en zonas con poca tierra como Países Bajos, o con mucha agua, como es el caso de España.

Biohidrógeno, ¿tan prometedor como dicen?

El biohidrógeno forma parte del universo del biogás y se posiciona como fuente de energía renovable capaz de acelerar la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, es una tecnología en desarrollo con retos económicos pendientes por resolver.


Científicos ambientales, ingenieros, físicos, meteorólogos… Todo tipo de expertos advierten que se debe reducir la dependencia de los combustibles fósiles y aumentar la adopción de fuentes de energía renovable. En este contexto, el hidrógeno se presenta como una prometedora fuente de energía para lograr la neutralidad climática en 2050, tal como reconoce la Estrategia del Hidrógeno 2020. Esto se debe a su alta eficiencia, a la capacidad de reciclaje, su baja contaminación y su baja toxicidad, entre otros. No obstante, uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector del hidrógeno es la descarbonización de su producción. 

Más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás

Históricamente, la mayor parte del hidrógeno se ha producido a partir de combustibles fósiles; de hecho, más del 95% de la capacidad europea de producción de hidrógeno en 2020 procedía de combustibles fósiles, según la Asociación Europea de Biogás (EBA). Por ello, a pesar de que el hidrógeno pueda usarse sobre todo en transporte y generación de electricidad, se enfrenta a desafíos de viabilidad ecológica y económica.

Durante la última década, sin embargo, se ha estado llevando a cabo una producción de hidrógeno distinta, que requiere menos energía, puede ser realizada a temperatura y presión ambiente y que se obtiene por medio de procesos fotosintéticos y fermentativos por algas y bacterias: estamos hablando del biohidrógeno. Este consiste en aprovechar el gas hidrógeno que producen los microorganismos en sus procesos biológicos. En otras palabras, cuando estos organismos se alimentan, descomponen los compuestos orgánicos mediante unas enzimas, y a medida que esto ocurre, liberan gas hidrógeno como un subproducto metabólico. Este gas se recolecta y almacena, y es lo que se utiliza para producir energía.

A diferencia de las otras formas de hidrógeno, el biohidrógeno (o hidrógeno verde) puede ser cero o incluso «carbono negativo» si se obtiene a partir de materias primas como residuos y estiércol. Además, dependiendo de la tecnología que se utilice, su producción puede generar coproductos como dióxido de carbono biogénico puro, digestato o biocarbón, que pueden utilizarse como fertilizantes o pesticidas, algo que refuerza aún más su papel en la descarbonización de las industrias. Asimismo, mientras el 95% de hidrógeno «normal» procede de combustibles fósiles, la producción de biohidrógeno representa menos del 1%, y este puede ser usado directamente en motores de combustión interna o también pueden ser usados para pilas de combustibles para la producción de electricidad.

El biohidrógeno requiere menos energía que el hidrógeno tradicional

Entonces, si es tan prometedor, ¿por qué no se extiende en los sistemas de producción? Gran parte de los estudios hablan de las complicaciones en su uso, almacenamiento, distribución, transporte y elevados costes de producción. Por lo tanto, para que aumente la cantidad de biohidrógeno producido habría que mejorar los procesos de producción y contar con mucho tiempo. Según Giulia Cancian, secretaria general de la EBA, «la Unión Europea avanza hacia el establecimiento de un mercado único de energía, y se encuentra en un punto crítico en el desarrollo de leyes que regulen el futuro del biohidrógeno. Si bien es cierto que el biohidrógeno es un producto innovador, el marco regulador carece de impulsores para alcanzar la madurez comercial».

Ahora bien, la responsable técnica de la EBA, Marina Pasteris, es optimista y defiende que el biohidrógeno será clave para apoyar las estrategias europeas de mitigación del cambio climático «por su capacidad única de eliminar carbono de la atmósfera», y considera que «está bien situado para ayudar a sectores con opciones limitadas de descarbonización a alcanzar la neutralidad de carbono». Asimismo, el microbiólogo Tasios Melis, de la Universidad de California, apunta que otra promesa de esta fuente de energía es que se pueden cultivar algas donde los cultivos convencionales no tienen oportunidad. 

El hidrógeno verde podría ser una pieza fundamental —todavía por encajar— en el puzzle de la transición ecológica y en la lucha contra el cambio climático. Su versatilidad y bajo impacto ambiental lo posicionan como una alternativa prometedora a los combustibles fósiles. En última instancia, se necesitan tiempo y recursos para descubrir si el biohidrógeno es sinónimo de oportunidad para mitigar los impactos del cambio climático y construir un futuro más limpio para las generaciones venideras.

La energía verde también es azul

El desarrollo de la eólica marina supone un reto a medio-largo plazo, por tratarse de una energía ilimitada, limpia y renovable. Aunque este ámbito aún no ha tenido apenas recorrido en España, bebe de la trayectoria generada en otras zonas del planeta y se convierte en un motor fundamental para lograr la sostenibilidad.


A día de hoy parece claro que el planeta no dispone de un almacén de recursos infinito y que es preciso buscar otras vías para generar energía. La industria continúa explorando nuevos horizontes más sostenibles, ambiental y socialmente, y los caminos son diversos. En este contexto, el desarrollo de la eólica marina se alza como una oportunidad óptima, poco explorada en la práctica, aunque plasmada desde hace años en acuerdos de desarrollo. La Estrategia de Crecimiento Azul adoptada por la Comisión Europea en 2012 —afianzada en la Estrategia Europa 2020— ya reconocía la importancia de los mares y océanos como motores de la economía europea. Esta estrategia considera la energía de origen marino, o «Energía Azul», como uno de los ámbitos prioritarios para proporcionar un crecimiento sostenible. Y es que su propia esencia se vuelve esperanzadora: se trata de una fuente de energía ilimitada, limpia y renovable que se presenta como una alternativa para contribuir al cumplimiento de los objetivos de descarbonización.

Farran: «En el mar lo podemos hacer mejor, porque empezamos de cero, por eso es importante el desarrollo de la eólica marina flotante»

Este ámbito fue uno de los que se abordaron en las Jornadas de Sostenibilidad de Redeia, celebradas recientemente en Madrid. «Nos están llegando muchos ejemplos desde el Mar del Norte y el Mar Báltico. Estamos delante de una gran oportunidad. En el mar lo podemos hacer mejor, porque empezamos de cero, por eso es importante el desarrollo de la eólica marina flotante», explicó Assumpta Farran, directora general de Energía de la Generalitat de Catalunya. «España está muy bien situada, hay quince prototipos de distintas potencias, y la diferencia está en esas bases flotantes. Hay que probar las plataformas de ensayo; en este momento tenemos aprobado en presupuesto 80 millones de euros para una plataforma que tiene conexión en red para 80 megavatios (MW)», añadía.

Y es que en este ámbito la cooperación se vuelve clave, tal y como expresó Javier Herrador, director de Navantia Seanergies. «Es necesario un marco colaborativo. Nuestros programas de éxito lo son porque un socio nos complementa. En las energías verdes lo tenemos aún más interiorizado, porque vemos que es la única manera de atender las cifras de negocio». Herrador reconoció que en la eólica marina existen varias barreras que sortear, como la tecnológica, la regulatoria, la relacionada con las infraestructuras y la cadena de suministros. «Los diseños que van a coexistir son los que tengan más facilidad para industrializarse, eso hará que los proyectos sean financiables», añadió.

Sectores interdependientes

El reto pasa por la convivencia de las distintas industrias asociadas al mar, donde el desarrollo sostenible tendría que aparecer junto al resto de los trabajos que tienen en el mundo marítimo en su campo de actuación. La «Economía Azul» abarca todas las actividades económicas que dependen del mar. Los diferentes sectores que componen este entramado son interdependientes —pesca, biotecnología acuícola y marina, turismo, navegación o transporte marítimo, entre otros—, ya que se basan en competencias comunes y en infraestructuras compartidas —puertos, redes de logística y distribución eléctrica— y en la utilización sostenible de los recursos marinos. Desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPAMA) se apuesta por el llamado «Crecimiento azul», una estrategia de apoyo a largo plazo al crecimiento sostenible de los sectores marino y marítimo. Su eje se sitúa en la importancia de los mares y océanos como motores de la economía europea por su gran potencial para la innovación y el crecimiento.

Desde el Mapama se apuesta por el llamado «Crecimiento azul», una estrategia de apoyo a largo plazo al crecimiento sostenible de los sectores marino y marítimo

En Francia también trabajan en esta línea llevando a cabo, entre otras acciones, una recopilación de contenido útil sobre el entorno en el que están iniciándose. «El Gobierno ha firmado un acuerdo con la Asociación del Mar. No tenemos mucha experiencia en energía flotante, así que vamos a trabajar por obtener más. Tenemos más de veinte conexiones con asociaciones, universidades y otros agentes, para conocer lo que pasa en el mar, queremos tener más información sobre todo esto», aseguró Dominique Millan, director general de Inelfe. Actualmente, disponen de 37 interconectores en funcionamiento, incluidos dos submarinos.

El futuro y la sostenibilidad caminan juntos. Apostar por itinerarios que contemplen un horizonte socioambiental, y no solo económico, resulta indispensable a nivel local y transnacional. Un horizonte donde el desarrollo de las energías renovables se convierta en una realidad, y donde el océano tenga un papel destacado. Lograr interactuar con la naturaleza sin perjudicarla y velando por su preservación. El mar es una fuente de fuerza natural que puede contribuir a ello. Y es que la energía verde también es de color azul.