Categoría: Cambio climático

La conservación de la biodiversidad marina, una prioridad para la ONU

El pasado 19 de junio, Naciones Unidas adoptó un acuerdo histórico orientado a garantizar la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad marina en aquellas zonas que no están bajo ninguna jurisdicción nacional, más de dos tercios de los océanos de nuestro planeta. El documento, legalmente vinculante, llega tras casi dos décadas de negociaciones. Estará disponible para su firma a partir del 20 de septiembre y entrará en vigor tras su ratificación por 60 de los 193 Estados de Naciones Unidas.

El nuevo acuerdo para la conservación de la biodiversidad marina entrará en vigor tras su ratificación por 60 de sus Estados miembros

Este importante acuerdo contiene cuatro puntos básicos, el primero de los cuales consiste en la creación de un marco para lograr la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de actividades relacionadas con los recursos genéticos marinos. Según datos de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), los recursos genéticos marinos tienen un enorme potencial: el desarrollo de nuevos alimentos, productos farmacéuticos, bioquímicos y biomateriales, y aplicaciones en bioenergía, control de plagas o fertilizantes, así como los nuevos productos naturales a partir de especies marinas, que crece a una tasa del 4% anual. El acuerdo alcanzado contempla la secuenciación digital de dichos recursos para, de esta forma, garantizar que beneficien a toda la humanidad

Por otra parte, se establecerán mecanismos de gestión sobre la explotación, para lograr la conservación sostenible de especies y hábitats marinos en las zonas internacionales. Esta medida se orienta a lograr la conservación y gestión eficaz de al menos el 30% de zonas terrestres, aguas continentales, marinas y costeras antes de 2030. Un objetivo que se fijó en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP15) del 19 de diciembre de 2022. El Marco adoptado en dicha Conferencia propone detener y revertir la pérdida de la naturaleza que amenaza seriamente la pervivencia de al menos un millón de especies, y la futura gestión acordada podrá garantizar el cumplimiento de dicho objetivo.

Otro de los cuatro puntos básicos adoptados se orienta a garantizar la evaluación del impacto medioambiental de las actividades realizadas en zonas fuera de las jurisdicciones nacionales. La actual acidificación de los océanos, debida al CO2 que absorben de la atmósfera, está reduciendo peligrosamente la presencia de minerales imprescindibles para la supervivencia de los organismos marinos. Por eso, este punto, una vez identificado el cambio climático como problema global, propone también el establecimiento de un marco jurídico internacional que permita evaluar el impacto de aquellas actividades que, en el entorno marino, puedan acelerar la subida de la temperatura media del planeta.

Los nuevos productos naturales a partir de especies marinas crecen un 4% anualmente y podrán, a partir de ahora, ser un beneficio global

Por último, de cara a que los objetivos del acuerdo puedan ser alcanzados, se establecen las condiciones necesarias para lograr una efectiva transferencia de tecnología marina entre los Estados. Este punto se orienta a evitar que aquellos países en desarrollo que carecen de la tecnología adecuada no se queden atrás en los importantes avances en defensa de la biodiversidad marina. Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el 14, centrado en la conservación y utilización sostenible de océanos y mares, hace mención específica a aumentar, antes de 2030, los beneficios económicos que los países menos adelantados puedan obtener del uso sostenible de los recursos marinos.

Como ha afirmado António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, “el océano es el alma de nuestro planeta”, y tan importante acuerdo demuestra “que las amenazas globales requieren una acción a escala mundial, y los países se pueden unir, en solidaridad, por el bien común”. Y es que, aparte los cuatro puntos básicos especificados, el documento también aborda temas de gran importancia para su cumplimiento, como son las relaciones con la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y con los órganos mundiales, regionales, subregionales y sectoriales competentes.

Los instrumentos jurídicos y de financiación que permitan la globalización de las acciones encaminadas a la conservación de la biodiversidad marina juegan un papel principal en un acuerdo que, al fin, supone un importante paso para la protección efectiva de mares y océanos, imprescindible para nuestra propia supervivencia.

Así impacta el ciclo vital del Sol sobre la Tierra

El Sol es una estrella viva. Por ende, pasa por distintos ciclos que duran habitualmente unos 11 años y en los que los polos magnéticos solares se invierten. Entre los giros, la radiación solar total aumenta y disminuye, y esa fluctuación se siente en nuestro planeta. Durante el mínimo solar, es normal que se enfríe la termosfera, una de las capas atmosféricas más alejadas de la superficie terrestre, y que, en el punto máximo del ciclo, se caliente.

Actualmente, la enorme estrella alrededor de la cual orbitamos está pasando por una fase de gran intensidad y está cerca de alcanzar su pico máximo. ¿Qué significa esto? Que han aparecido nuevas manchas de donde surgen llamaradas solares. De acuerdo con la Agencia Espacial Europea, estas erupciones calientan las partículas a millones de grados y producen un estallido de radiación en todo el espectro electromagnético, desde las ondas de radio hasta los rayos X y los rayos gamma.

Aunque a veces aparecen bulos que afirman que las erupciones solares causan el calentamiento global, lo cierto es que estas variaciones en la radiación solar no influyen a largo plazo sobre el clima terrestre

Estos cambios en la meteorología espacial hacen que el llamado viento solar, la gran masa de plasma que sale del Sol, produzca tormentas geomagnéticas en las capas más altas de nuestra atmósfera. Un fenómeno que explica por qué en los últimos meses se han registrado impresionantes imágenes de auroras boreales en latitudes muy lejanas de los polos, como Extremadura o el sur de Estados Unidos.

Pero la alta actividad del Sol también puede producir otros efectos menos vistosos, especialmente cuando lanza erupciones solares de clase X. En febrero, estas ionizaron la capa superior de la atmósfera, llevando a interrupciones en las radiofrecuencias por debajo de los 30 MHz en algunos lugares de Sudamérica.

Y no solo eso. El impacto de este tipo de fulguraciones puede afectar el campo magnético de la Tierra, con el potencial de generar afecciones para infraestructuras  o perturbar las señales de navegación y representar riesgos para los astronautas y las naves espaciales.

Pico máximo

Se estima que el pico del actual ciclo solar ocurra el próximo año o en 2025; no obstante, científicos como Scott W. McIntosh han planteado la posibilidad de que este se adelante y de que a finales de 2023 o comienzos de 2024 se dé un "evento terminator", es decir, el fin abrupto del ciclo solar habitual. Esto explicaría por qué este año estamos siendo testigos de los efectos de uno de los periodos más fuertes del Sol de la última década.

Pero lo cierto es que las tormentas solares y el avistamiento de auroras boreales más cerca del ecuador no es un fenómeno nuevo. En 1859, el llamado evento Carrington —la mayor tormenta solar documentada— quemó la red de telégrafos en EE.UU. y el Reino Unido, y logró que la noche se volviera día en el Caribe y las islas Canarias.

El clima y el Sol

De vez en cuando aparecen bulos que culpan al Sol del inminente cambio climático. Sin embargo, las fluctuaciones producidas por los ciclos solares en la irradiancia total no son lo suficientemente fuertes para influir a largo plazo sobre el clima terrestre. "Los científicos no han podido encontrar pruebas convincentes de que el ciclo de 11 años se refleje en ningún aspecto del clima más allá de la estratosfera, como la temperatura de la superficie, las precipitaciones o los patrones del viento”, sostiene la NASA.

Las tormentas solares tienen el potencial de generar afecciones, entre otras, a señales de navegación

Pero de lo que no cabe duda es que el Sol es esencial para el equilibrio vital de la Tierra. Su radiación electromagnética es fundamental para el funcionamiento de los ecosistemas, la fotosíntesis, los ritmos biológicos y el ciclo del agua, además de que representa una excelente fuente de energía renovable. Sin él, no existirían las condiciones necesarias para sustentar la vida en nuestro planeta. Por eso deben monitorizarse sus ciclos para que seamos más resilientes ante las tormentas solares, y podamos comprender mejor que lo que está mostrando hoy en día la meteorología espacial es una poderosa fase de su ciclo vital.

¿Cómo afecta la sequía a nuestra alimentación?

El calentamiento global, propiciado por la emisión de gases de efecto invernadero, incrementa la variabilidad del clima al provocar inundaciones un año y sequía feroz al siguiente, y hacer que las previsiones fallen. Así, ni siquiera la ciencia nos permite ya estar preparados para las distintas fases climatológicas extremas que enfrentamos.

Las sequías, cada vez más extremas y persistentes, ponen en riesgo la capacidad agrícola para proveer a la población mundial del alimento imprescindible para cubrir sus necesidades. Como revela un informe realizado por un equipo de científicos internacionales dirigido por el doctor Aqarab Husnain Gondal, la carencia de agua provoca alteraciones biológicas que afectan al desarrollo de los cultivos. Como ejemplos, el estudio señala el del maíz, que entre 1980 y 2015 vio reducido su rendimiento mundial en un 40%, y el del trigo, que pierde un 6% de producción con cada grado centígrado de incremento en las temperaturas. Las sequías, por tanto, ponen en serio riesgo la seguridad alimentaria global.

En España, el mes de marzo ha sido el segundo más seco en lo que llevamos de siglo, y las previsiones de mejoría son negativas

Debido a la sequía, hay siembras otoñales que no pueden realizarse, los cultivos de regadío ven mermar sus extensiones, los de grano no superan con normalidad su etapa de floración y el resto no proporcionan el rendimiento económico básico para su mantenimiento. Más allá de la agricultura, la sequía provoca la falta de pastos para la alimentación natural del ganado, y obliga a los ganaderos a recurrir a piensos de elevado coste que favorecen el alza en los precios de productos básicos como la leche.

En un artículo para The Conversation, Fernando Valladares, científico del CSIC y profesor de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos, asegura que la falta de agua en terrenos agrícolas y ganaderos europeos podría conducirnos a situaciones extremas en las que no dispondríamos de alimentos básicos como la leche. Una vaca, recuerda, «precisa 100 litros de agua diarios para producir leche, y en los últimos años hemos visto cómo numerosas granjas de nuestro país cerraban por no poder competir con los precios a la baja marcados por las macrogranjas». Una situación que incrementará unos precios ya disparados entre un 10% y un 30% por la guerra en Ucrania y la variación al alza del coste de combustibles y energía.

En nuestro país, vivimos una escasez de lluvia que se ha agravado en los últimos años. Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), desde el pasado 1 de octubre de 2022 hasta el 23 de mayo de 2023, las precipitaciones fueron un 27% menores del valor habitual en dicho período, y el mes de marzo fue el segundo más seco en lo que llevamos de siglo.

Debido a la sequía, un alimento básico como el maíz vio reducido su rendimiento en un 40% en los últimos años, a nivel global

Un reciente informe de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) revela que la situación de muchos de nuestros campos afectados por la sequía es agónica, que los cultivos de secano están prácticamente sentenciados a desaparecer en la mitad sur de nuestro país, y que se teme por la pervivencia de cultivos leñosos como los cítricos, almendros y olivares. Ante esta situación, la única herramienta de que disponen los agricultores es la contratación de seguros agrarios que cubran la pérdida por sequías, pero, como revela el informe, solo un 4,56% de superficies dedicadas al cultivo del olivar están cubiertas, y en el caso de los cultivos herbáceos no llegan a la mitad.

La sequía tiene nocivas consecuencias en todo el planeta. Hasta hace poco las sufrían de manera cíclica solo en determinadas zonas geográficas. Por vez primera en la historia, el resto del planeta enfrentamos un problema serio de seguridad alimentaria que exige medidas urgentes.

Radiografía de la sequía en España: su impacto en el medioambiente y la economía

El final de mayo y los primeros compases de junio nos han dado un respiro y han llegado acompañados de lluvias (incluso con varias provincias en niveles amarillo y naranja) , y de una bajada generalizada de las temperaturas. Veníamos de unos meses críticos: España ha registrado un primer cuatrimestre inusualmente caluroso y seco que ha vaciado de significado los refranes de “En abril, aguas mil” y “Hasta el 40 de mayo [es decir, el 9 de junio], no te quites el sayo”.

De hecho, el de 2023 ha sido el mes de abril más caluroso desde que se tienen registros, de acuerdo con los datos de la Agencia Española de Meteorología (AEMET), y ha superado en 0,1 grados centígrados la anterior temperatura más alta registrada en ese mes, lo que ocurrió en 2011. Así, la temperatura media de abril en la España peninsular ha sido este año de 14,9 grados, tres por encima de la serie histórica. De acuerdo con la AEMET, ha sido un mes “extremadamente cálido” en la Península Ibérica y “muy cálido” en los archipiélagos canario y balear.

Las elevadas temperaturas de abril han venido acompañadas de una sequía impenitente: nunca había llovido tan poco en abril desde que existen registros, un 22 % por debajo de la media.

Los embalses se desangran

El calor y de la falta de lluvia tienen un impacto directo en el estado de los embalses de la España peninsular, que se vacían aceleradamente debido a su mayor uso y a la evaporación del agua.

Según la media de los últimos 10 años, a finales de mayo el conjunto de los 372 principales embalses debería encontrarse, de media, casi al 70 % de su capacidad, de acuerdo con los Boletines Hidrológicos semanales elaborados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El último disponible, del 23 de mayo de 2023, indica que están al 47,7 % de su capacidad: 20 puntos porcentuales menos. Un caso especialmente sangrante es el de La Serena, en la provincia de Badajoz: el embalse más grande de España se encontraba a finales de mayo al 16,84%.

La sequía no afecta a todas las zonas por igual: en la España peninsular existen un total de 16 cuencas hidrográficas, según los ríos que pasen por cada una de ellas, y solo las del Cantábrico Occidental, Cantábrico Oriental y del Júcar, están más llenas que la media de los últimos 10 años, de acuerdo con el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En el otro extremo, cuatro cuencas —Guadiana, Guadalete-Barbate, Cuencas Internas de Cataluña y Guadalquivir— se encuentran a menos de un tercio de su capacidad, cuando lo normal es que estén por encima del 50 %.

Los embalses españoles están, de media, por debajo del 50% de su capacidad

Todo esto tiene consecuencias económicas, como señalan desde el Observatorio de la Tierra de la NASA , en el que hacen un seguimiento del avance de la sequía en el sur de nuestro país, y advierten de que “la región de Andalucía es la mayor productora de aceite de oliva del mundo y, hasta el 19 de mayo, la ciudad de Córdoba sólo había recibido aproximadamente el 30% de las lluvias habituales”, lo que afecta directamente al desarrollo de los olivares. También alerta de la baja pluviosidad en la región de Jaén, que fue en 2022 la responsable del 25% del suministro global de este producto cada vez más valorado, precisamente, por una escasez íntimamente ligada a la crisis climática.

Un ejemplo claro y extensible a otros muchos sectores de cómo el calentamiento global tiene un impacto socioeconómico de extrema gravedad, que vuelve a poner el foco en la necesidad urgente de combatir la subida de las temperaturas y realizar una transición a un modelo más sostenible.

Las altas temperaturas, un peligro para la salud humana

Featured Video Play Icon

Aunque el período estival es percibido por la sociedad como una época en la que disfrutar del buen tiempo, la realidad señala que el calor extremo puede poner en peligro la salud humana. Por ese motivo, y ante los estudios que apuntan a un incremento de las temperaturas máximas en los próximos años, es importante saber cómo prevenir las posibles consecuencias.

La primavera, ¿otra especie en peligro de extinción?

La actriz Elsa Pataky fue la elegida este año por los grandes almacenes más conocidos de España para protagonizar su mítica campaña de moda primaveral bajo el lema ‘Ya es primavera’. Lo que no se imaginaba la empresa es que su campaña sería objeto de una acción de Greenpeace   para sensibilizar sobre el calentamiento global con motivo del Día Meteorológico Mundial. ‘Ya nunca es primavera’, se podía leer tras el despliegue de una lona por parte de los activistas de la ONG sobre el cartel del gran almacén. Ese “nunca” denuncia que el cambio climático provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero generados por la acción humana está acabando precisamente con la primavera.

El verano les está ganando terreno a la primavera y al otoño. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya daba el aviso hace unos años: los estíos de hoy duran cinco semanas más que en la década de los 80. Además, según los registros de sus estaciones, las temperaturas medias suben especialmente en los periodos primaveral y estival.

Los veranos en España duran cinco semanas más hoy que lo que lo hacían en la década de los 80, comiendo terreno al periodo primaveral

Como referencia para aterrizar la magnitud del fenómeno, el organismo señala que mientras en los años 70 el cambio entre estaciones solía ocurrir entre mediados de julio y septiembre, en la actualidad se ha adelantado casi un mes y finaliza una semana más tarde.

Aunque esto pueda hacer pensar que el verano está devorando a la primavera (en parte por la extensión de los periodos con temperaturas más cálidas), lo que ocurre en realidad es que se adelanta el proceso, según una investigación de la Universidad de Cambridge.

Desajuste ecológico

Los periodos de floración se están alterando y, al menos en el Reino Unido, ya se ha adelantado un mes (de mediados de mayo a mediados de abril) en el periodo 1987-2019 respecto al de 1753-1986. El estudio también concluye que las hierbas se ven más afectadas por este cambio que los arbustos y árboles, si bien ninguna especie vegetal queda indemne.

Uno de los símbolos de la llegada de la primavera es el florecimiento de los cerezos, y en Japón lo saben desde tiempos inmemoriales. En ese país los japoneses han esperado habitualmente a que llegue abril para contemplar el rosa pálido de estos árboles, pero en 2021 no tuvieron tiempo de reacción: el 26 de marzo los pétalos ya estaban abiertos. Algo que no había ocurrido en 1.200 años, según los anales nipones.

Todo lo anterior impacta en las especies polinizadoras, como las abejas. El investigador principal del estudio británico, Ulf Büntgen, recuerda que las flores son especialmente sensibles a las heladas y, si brotan antes, un descenso acusado de temperaturas puede matarlas. No obstante, pone el foco sobre el conjunto del ecosistema: “Las plantas, los insectos, las aves y otros animales salvajes han coevolucionado hasta el punto de sincronizarse en sus etapas de desarrollo”, explica. Y si ahora uno de los organismos acelera sus procesos, provocará que las especies que no puedan adaptarse corran el riesgo de extinguirse.

¿Cómo afectan a la biodiversidad estos cambios?

La sequía que estamos viviendo actualmente amenaza a la biodiversidad. De ello dio buena muestra el pasado mes de abril, el más seco y cálido nunca antes registrado según la Aemet: llovió tan solo un 22% de la media y hubo tres grados por encima.

Hasta el punto de que, recientemente, un grupo de científicos ha publicado en la revista Science un artículo que urge a tomar medidas más contundentes contra el cambio climático, y alertan de que hay más especies en peligro de extinción que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.

Por esta razón, el grupo compuesto por 18 expertos internacionales (entre ellos, al menos un experto del IPCC de Naciones Unidas) aboga por incluir la mayor protección de la biodiversidad en los objetivos para luchar contra el cambio climático.

Grupos de científicos reclaman que la protección de la biodiversidad tenga la misma relevancia que el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados

En concreto, los autores aconsejan proteger y restaurar al menos el 30% de paisajes de agua dulce, oceánicos y terrestres mediante una red interconectada de áreas protegidas. Y es que la disminución de las poblaciones de animales salvajes entre 1970 y 2018 alcanza el 69%, según el Índice Planeta Vivo global 2022 de la ONG WWF.

Ante esta situación, Hans-Otto Pörtner (coautor en el artículo y autor principal de varios informes para el IPCC y), sentenció que si tan solo se restaurase el 15% de las zonas convertidas para el uso de la tierra “sería suficiente para prevenir el 60% de los eventos de extinción previstos”.

¿Se puede modificar de forma artificial el tiempo?

Ni los periodos de sequía, ni los fenómenos extremos tienen una intencionalidad provocada por el ser humano. Si bien el cambio climático a causa de la actividad continuada desde la primera Revolución Industrial con la quema de combustibles fósiles ha tenido un efecto innegable sobre la temperatura del planeta (el panel de expertos del IPCC de la ONU ya da por sentado que se incrementará 1,5 grados en este siglo), no parece que sea así en lo que atañe a las técnicas de modificación del tiempo.

Las técnicas de modificación del tiempo, más posibles hoy por el desarrollo de la nanotecnología, buscan estimular el interior de una nube

Estos procedimientos van orientados, según explica la Organización Meteorológica Mundial (OMM), principalmente a tres fines: estimular la cantidad de las precipitaciones de lluvia o de nieve, disipar las nieblas (que pueden afectar al tráfico aéreo, por ejemplo) y disminuir el granizo. Y que se lleven a buen puerto, o no, tiene mucho que ver con un compuesto químico: el yoduro de plata.

Su poder ‘oculto’, basado en la formación de cristales de hielo en el vapor de agua, se descubrió a finales de la década de 1940 y desde entonces han sido varios los lugares donde se han probado pequeños proyectos con mayor o menor éxito. En la actualidad, asegura la divulgadora científica y exdirectora de comunicación de la OMM Lisa M. P. Munoz, “están teniendo lugar en más de 50 países a lo largo del mundo”, como se puede leer en una publicación en la web de la OMM.

Y donde más énfasis se está poniendo es en conseguir una siembra eficaz de las nubes. El éxito dependerá de descifrar la manera en la que el agua se forma y se mueve dentro de ellas para después determinar las condiciones geográficas y climatológicas en las que se aplica el yoduro de plata. La nanotecnología cubre hoy ese vacío que predominaba hasta hace unos años, al aportar una mayor precisión a las investigaciones que van en este sentido.

En busca de las nubes-cosecha 

En países como Emiratos Árabes Unidos saben bien lo que es la escasez de lluvias. Desde 2016 llevan invirtiendo millones de dólares en programas científicos que afiancen fuentes de agua seguras (el 40% de la que consume el país arábigo es desalinizada, técnica cuyo coste es muy elevado).

El yoduro de plata es una sustancia química que permite formar cristales de hielo en el vapor de agua nuboso y con la que se han obtenido resultados modestos

Pero no todas las nubes valen para tal fin. La propia Munoz cita a Roelof Bruintjes, presidente del Equipo de Expertos sobre Modificación Artificial del Tiempo de la OMM, quien es tajante a la hora de exponer la realidad: "Nadie puede fabricar o disipar una nube". También desmonta que esta técnica vaya a acabar con las sequías.

En esencia, se trata de localizar aquellas nubes en el cielo que tienen el potencial pluvial y estimularlas de manera artificial para que llueva. De ahí que se investigue en siembras glaciogénicas (con yoduro de plata para formar hielo en nubes frías, aquellas por debajo de cero grados y presencia de agua subfundida), o higroscópicas (con sal simple en nubes convectivas con grandes extensiones por encima de los -10 grados).

Efectos en el cambio climático

Ante las diversas teorías conspiratorias que hablan de una alteración intencionada de las condiciones climatológicas para afectar de alguna manera a la salud pública o influir en el comportamiento social (últimamente de moda por aquellas voces que alertan de las estelas de los aviones), la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) desgranó en un artículo de hace unos años los efectos de la modificación artificial del tiempo.

En concreto, se refería al uso de yoduro de plata, un compuesto químico “tóxico y perjudicial para el medio ambiente” en grandes cantidades, que no es el caso en los intentos puestos en marcha para generar lluvias o nieve. “Se ha estimado que la siembra de nubes anual en todo el mundo representa el 0,1% de la cantidad de yoduro de plata incorporada a la atmósfera por las actividades humanas en Estados Unidos” y, además, se calcula que un gramo de este compuesto distribuido de forma amplia en una nube podría suponer una precipitación de un litro por metro cuadrado en un área de 1.000 kilómetros cuadrados.

El impacto del agua en la conservación de las aves migratorias

Featured Video Play Icon

El agua está de plena actualidad en los últimos meses. La escasez de precipitaciones lleva a reflexionar sobre el grave impacto que tiene para los seres humanos y para todos los ecosistemas que dependen de ella. Son muchas las ramificaciones que surgen de esta problemática, como son las consecuencias en la supervivencia y conservación de las aves migratorias.

Frenar el cambio climático (todavía) es posible

“Pisar el acelerador”. Es, una vez más, el diagnóstico del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que ahora refrenda en su último informe, si queremos evitar que la temperatura global suba más de 1,5 grados centígrados este siglo. Y abre una puerta al optimismo: la transición hacia una sociedad descarbonizada, además de necesaria, es perfectamente posible si tomamos las medidas necesarias.

La transición a las fuentes renovables es uno de los pilares ineludibles de esta transformación en una sociedad con cero emisiones netas. Su presencia en el mix energético es cada vez mayor, al tiempo que decrecen sus costes, como demuestra un estudio de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), según el cual, de las que entraron en funcionamiento en 2020, casi dos tercios (62 %) eran más baratas que sus equivalentes de combustibles fósiles.

«El precio de las tecnologías renovables como la eólica y la solar está cayendo significativamente, lo que está impulsando su auge como la fuente de energía más barata del mundo»

La Agencia Internacional de la Energía (AIE), por su parte, prevé que las fuentes no contaminantes alternativas al carbón representen casi el 95 % del aumento de la capacidad energética mundial hasta 2026, y solo la solar fotovoltaica supondrá más de la mitad de este incremento. La cantidad de capacidad renovable agregada entre 2021 y 2026 será un 50% más alta que entre 2015 y 2020.

A largo plazo, los costes podrían ser incluso más bajos que los niveles de 2020, en función de las innovaciones en las tecnologías de energía, el diseño de la red y la capacidad para gestionar los problemas de flexibilidad. En el Foro Económico Mundial señalan que «el precio de las tecnologías renovables como la eólica y la solar está cayendo significativamente, lo que está impulsando su auge como la fuente de energía más barata del mundo», y aportan datos: «El coste de los proyectos solares a gran escala se ha desplomado un 85% en una década, y retirar las costosas plantas de carbón sería un ahorro a medio plazo y reduciría alrededor de tres gigatoneladas de CO2 al año».

Otra de las claves de esta transformación es la implantación definitiva de la movilidad eléctrica: el transporte, aún hoy dominado por los combustibles fósiles, aporta más de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, según advierte la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). Con todo, no vamos por el mal camino. Un estudio de Delotitte señala que en España deberían circular, al menos, 300.000 coches eléctricos para cumplir con los objetivos de reducción de emisiones marcados por la Unión Europea. En 2022, según datos de Carwow, ya había unos 200.000 automóviles de este tipo matriculados. Vamos algo retrasados y para 2030 se deberían alcanzar los seis millones, pero lo cierto es que la venta de coches eléctricos aumenta cada año exponencialmente.

«Se necesitan transiciones rápidas y de gran alcance en todos los sectores y sistemas para lograr reducciones de emisiones profundas y sostenidas y asegurar un futuro habitable y sostenible para todos»

Los motivos son claros: si bien hasta hace no demasiado la compra de un coche eléctrico suponía un desembolso elevado reservado a unos pocos, la ciudadanía cada vez tiene una percepción mayor del ahorro que puede suponer a medio plazo. Según una encuesta realizada por el Gobierno de Estados Unidos, la razón principal para considerar comprar un coche es proteger el medio ambiente, pero la segunda motivación es económica: «Además del menor precio de la electricidad frente al combustible, el mantenimiento durante la vida útil del vehículo puede suponer un ahorro de en torno a 10.000 dólares (unos 9.200 euros)».

Acelerar la acción por el clima es necesario y factible, y debe basarse en tres pilares, según el estudio: son las finanzas, la tecnología y la cooperación, e insiste en que «hay suficiente capital para cerrar las brechas de inversión global». En esto es clave la pronta adopción generalizada de tecnologías y prácticas para que alcancen cuanto antes economías de escala, al tiempo que se mejora la cooperación internacional.

Desde el IPPC alertan de que «se necesitan transiciones rápidas y de gran alcance en todos los sectores y sistemas para lograr reducciones de emisiones profundas y sostenidas y asegurar un futuro habitable y sostenible para todos», y añaden que ya existe un amplio abanico de opciones de mitigación y adaptación que son «factibles, efectivas y de bajo coste» aunque, eso sí, «con diferencias todavía amplias entre regiones».

En este sentido, el informe destaca que en este proceso transformador se debe «priorizar la equidad, la justicia climática y social, la inclusión y los procesos de transición justa que permitan acciones de adaptación y mitigación ambiciosas y un desarrollo resiliente al clima». Para ello, se deben destinar más recursos a las regiones más vulnerables a los peligros climáticos. Y concluye: «Hay muchas opciones disponibles para reducir el consumo intensivo de emisiones, incluso a través de cambios de comportamiento y estilo de vida, con beneficios colaterales para el bienestar social, y también para la economía a largo plazo».

Europa refuerza sus acciones para reducir la huella de carbono

El ser humano se ha preocupado del medio ambiente mucho antes de que existieran leyes para protegerlo, pero a medida que la civilización ha avanzado –y con ella la economía, la tecnología o la ciencia–, ha sido necesario diseñar y aplicar una legislación con un objetivo esencial: cuidar del planeta en el presente para evitar su colapso en el futuro.

Fue así como surgió el código de Hammurabi en el año 1700 a.C, el cual estipulaba que quien tala un árbol de un huerto ajeno debe indemnizar al dueño con media mina de plata o, ya lejos de ese quid pro quo de recursos, la primera propuesta de ley para proteger el norteamericano valle de Yosemite y sus bosques de sequoias en 1872. Paralelamente, algo cambió en el medio ambiente durante esta época, y es que según un estudio publicado en la revista científica Nature Sustainability, la influencia humana sobre el cambio climático se remonta a la década de 1860. Sin embargo, hizo falta más de un siglo para aprobar un tratado internacional que frenase las emisiones de gases de efecto invernadero, tal y como propugnó el Protocolo de Kioto en 2005.

Desde entonces, la legislación ambiental ha avanzado a pasos agigantados de la mano de la investigación, la cual ha asegurado por activa y por pasiva que, de no actuar con urgencia, la temperatura media mundial seguirá subiendo a niveles excesivos para el clima, la producción de alimentos o la salud de la población, entre otras consecuencias.

En este arduo viaje hacia el equilibrio medioambiental, el Parlamento Europeo ha avanzado un paso más mediante la aprobación del nuevo Reglamento de Reparto del Esfuerzo en marzo de 2023.

El Parlamento Europeo considera imperativo reducir las emisiones hasta un 40% antes de 2030

Con 486 votos a favor, 132 en contra y 10 abstenciones, la revisión del reglamento trae consigo una serie de novedades entre las que se incluye una drástica reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los países de la Unión Europea. Así pues, en 2030 es imperativo haber reducido entre un 30% y un 40% las emisiones en comparación con los niveles de 2005 y, hasta llegar a dicha fecha, los Estados miembros no podrán superar su asignación anual de emisiones al año vinculadas al transporte por carretera, la calefacción de edificios, la industria de agricultura, las pequeñas instalaciones industriales y la gestión de residuos.

Si bien el cambio afecta a toda la Unión Europea, el reglamento ha estipulado unos objetivos diferentes para cada país en función de dos factores: su Producto Interior Bruto per cápita y la relación coste-eficacia. De este modo, a Estados miembros como Bulgaria o Rumanía se les ha asignado una reducción de emisiones cercana al 10%, mientras que España, Francia o Alemania, se encuentran cercanas al 40%.

Otra de las actualizaciones fijada por el nuevo reglamento es la limitación de las posibilidades de guardar en reserva las emisiones, pedirlas prestadas o comerciar con ellas.

Cada país tendrá un objetivo de reducción de emisiones en función de su PIB per cápita y la relación coste-eficacia

Según la versión previa del Reglamento de Reparto del Esfuerzo adoptada en mayo de 2018, durante los años en los que las emisiones son inferiores al objetivo asignado, los Estados miembros pueden acumular el excedente para usarlo posteriormente. Igualmente, cuando las emisiones superan el límite, era posible pedir prestada una cantidad limitada de asignaciones. Además, los países de la Unión Europea pueden realizar con gran libertad acciones de compra y venta entre ellos. Y si bien este comercio de emisiones plantea ventajas para cada nación en particular –concretamente la rentabilidad de poder adquirir reducciones cuando son más baratas y utilizar los beneficios para invertir en tecnología–, también conlleva un gran riesgo a gran escala: los intereses individuales podían obstaculizar el cumplimiento del objetivo climático general de la Unión Europea.

Por este motivo, el nuevo marco regulador ha fijado un tope en el comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero, una decisión que fomenta la transparencia, pues a partir de ahora la información sobre las acciones nacionales de los Estados miembros pasará a ser pública en un formato accesible para cualquier ciudadano, pero también se salvaguardará la flexibilidad para poder seguir invirtiendo en el medio ambiente.

La votación de estas nuevas medidas es solo un anticipo de lo que está por llegar, pero, en palabras de Jessica Polfjärd, diputada y ponente del reglamento, «es un paso de gigante», ya que «las nuevas normas sobre los recortes nacionales de emisiones harán que todos los Estados miembros contribuyan y permitirán colmar las lagunas existentes», lo que sitúa a la Unión Europea en la cima de la agenda climática.